Sí se puede
No todo está perdido. El medio vaso lleno. Nada grande se puede hacer con la tristeza. Cualquiera de las expresiones cabe como anillo al dedo para abordar –y celebrar- el caso de los “aportantes truchos” para las últimas dos campañas electorales del PRO, en la provincia de Buenos Aires, que desnudó el joven periodista del portal El Destape Web, Juan Amorín.
En una época marcada por todo tipo de retrocesos, y en particular, por los despidos, la persecución y la censura contra el gremio de los trabajadores y las trabajadoras de prensa, impulsada por un gobierno autoritario que cuenta con los favores de las grandes empresas de medios de comunicación, que un periodista haya logrado desenmascarar una práctica corrupta de parte de María Eugenia Vidal, es casi fabuloso.
Tuvieron que pasar treinta días para que Clarín y La Nación subiesen a sus portales la noticia. La pelota la había hecho rodar Amorín y el equipo de El Destape –y su gran audiencia en las redes sociales- y al poco tiempo, debido a la gravedad de la denuncia, otros medios chicos y medianos comenzaron a darle visibilidad al tema. La dirigencia política opositora, a su vez, puso el tema en su agenda pública. Y dale que dale, sin descanso, todos los días con nuevas pruebas que le daban veracidad a la denuncia. Hace unos cierta prensa internacional levantó la noticia. Y finalmente, algunas señales de noticias de la televisión. Ya no hubo manera de blindar a la gobernadora.
O sea: aquellos que accedieron al poder público con las banderas de la decencia, la transparencia y la eficiencia, están más sucios que una papa. Pero faltaba ella, la inmaculada jovencita que mejor monta caras de circunstancia.
Entonces tuvo que ponerle el cuerpo a conferencia de prensa, para hablar del tema, probablemente aconsejada por su equipo de asesores en comunicación, o por pedido de la Casa Rosada. La estrategia fue la previsible: patear la pelota a la tribuna y afianzar la imagen de la valiente mujer que está dispuesta a dejar la piel por el bienestar de la Argentina.
“Doy la cara como siempre”, aseguró la mandataria y presidenta del PRO en la provincia de Buenos Aires, y luego de asegurar que ordenaría una auditoría sobre la rendición de los fondos recibidos durante las campañas, contó que le pidió la renuncia a la contadora general de su gobierno, Fernanda Inza, quien hasta hace una semana atrás, se desempeñaba como tesorera del PRO.
Los delitos que se le pueden imputar a la contadora y la gobernadora, entre otros, por simular que cientos o miles de beneficarios de planes sociales aparecen como aportantes a las campañas electorales de Cambiemos (sus datos personales pueden haber sido aportados desde bases de datos de la ANSES), son lavado de dinero, falsificación de documentos públicos y usurpación de identidad.
Ya ha tres causas penales abiertas: una de parte del fiscal Jorge Di Lello, otra en el juzgado del juez Sebastián Casanello y la tercera está en el despacho del juez Ernesto Kreplak.
Con su investigación periodística, Amorín tiró de la cuerda de un asunto que no solo desnuda la falsa moral e hipocresía del gobierno de Cambiemos, sino que habilitó que una bomba periodística les explote en la cara. Sí se puede. Con pocos recursos económicos pero profundas convicciones, se puede conectar en la mandíbula a Goliat. Al mismo que de la mano de laderos como Lombardi, dejan en la calle a 357 familias y luego declararan que son los campeones de la libertad de expresión.
Macri, Vidal y compañía, están en su peor momento. Al desastre económico coronado con un nuevo acuerdo con el FMI hay que sumarle, a diario, una larga serie de desaciertos, silencios y declaraciones que no hacen más que ahondar el descontento social. La investigación del joven periodista es un gol a favor de las mayorías perjudicadas por un gobierno que odia a su pueblo, y también del periodismo, una profesión bastardeada y humillada por la Alianza Cambiemos.
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