“Sin emociones no hay nada que decir”
Iván Chausovsky es psicoanalista y tiene una relación muy estrecha con las redes los comportamientos sociales. Con una pata en la cultura y otra en la ciencia, sabe muy bien cómo interpretar los códigos actuales y darles forma a través de sus “aforrismos”, una mezcla de aforismos y forradas, el lenguaje que encontró para conectar con una gran audiencia que los replica de manera masiva en las redes. El amor es el motor y eje de todo de todos sus proyectos. Por estos días, justamente, está presentando su primer libro “Aforrismos, a un click del amor”, con el que reúne sus mejores trabajos.
En tiempos de campaña de vacunación y una fuerte y celebrada flexibilización de las restricciones, Iván charló con Kranear sobre la tecnología, las redes sociales y los nuevos formatos de vinculación, la pandemia, la inspiración, los mandatos heredados y autoimpuestos, el arte y su relación con la palabra.
¿Cuál es tu primer recuerdo infantil ligado al mundo de las palabras?
Mafalda. Luego estuvieron mucho Las aventuras de Tintín, que es un poco un detective, algo de eso podría tener la terapia. Lucky Luck. Empecé leyendo historietas y luego aparecieron esos clásicos con Elsa Bornemann, Mi Planta de Naranja Lima, El Lobo estepario, Bukowsky. Ahora que me preguntás me acuerdo que con mi amigo del jardín y primario, Diego, escribíamos y hacíamos libros como si fueran tu propia aventura. De hecho, esos también estaban en mi casa. También creo que el humor, la payasada, la risotada siempre estuvieron y se fueron germinando y brotando como parte troncal de mi personalidad. Ahora que pienso Quino fue clave.
¿Cómo nace la idea de los aforrismos, qué son y de dónde viene la expresión?
Creerse el inventor absoluto de algo es de una arrogancia inmensa. No lo sé, ocurrió. Recuerdo un libro de Nietzsche, (Humano demasiado, humano) que escribe en esa lógica, algunos cortos, otros párrafos más largos. Me gusta la síntesis, el humor gráfico, la condensación, el absurdo, el surrealismo y desde ya jugar con la lógica del significante. No recuerdo exactamente pero sí puedo decir que agregar la segunda “r” remite a una forrada, algo muy argentino. Nunca quise que sea muy solemne. No sé de qué me escapo con eso. La idea nace en redes, posteando en Facebook, alguien que me diga eso es re Twitter y luego yo trabaja de gestor cultural, productor de fiestas, Te Re Cumbió fue una de las más populares que hice y eventos como el Festival Puente de Folklore Digital en la Quinta Trabucco, fui manager del cantautor Ezequiel Borra; ¿a qué voy? Usaba redes, agitaba cosas y siempre estuve presente, era un productor que se subía bastante al escenario. Entonces mis redes fueron creciendo, empezaron los juegos de palabras, la placa en Instagram y fueron surgiendo textos más largos. Supongo las devoluciones me invitaron a continuar.
Los aforrismos están muy ligados a las redes sociales. ¿Qué visión tenés de esas plataformas y cómo alteraron nuestro modo de vincularnos?
Claramente, son creados en las redes. Quizás si no hubiese sido así no existiría el libro este que acabo de publicar. Es un poco lo que explico en la pregunta anterior. Para empezar mi visión es bastante miope en la realidad así que puede ser borrosa, nublada o sesgada. Veo mucho potencial, para lo bueno, para lo malo, para lo indefinido. Un profesor de la facultad decía algo así “la tecnología no es buena ni mala, pero no debemos ser indiferentes”. Es lo que hagamos con ella. Me parece que hay cosas que son geniales, las redes pueden ser un trampolín, una red que te sostiene, un lugar de encuentro. Luego está todo eso más ominoso, lo excesivo, lo mostrativo, el marketing, el control social, digámoslo de nuevo que es importante, el control social. Son terriblemente adictivas, toman nuestras capacidades atencionales. Supongo que en el futuro los celulares tendrán así como los cigarrillos advertencias de que puede ser perjudicial para la salud, o un etiquetado como se pide por los alimentos. La revolución digital es un fenómeno destinado a revolucionar de un extremo a otro nuestra existencia. Aún ha pasado poco tiempo, lo estamos viviendo, estamos en el ojo del huracán, en la córnea del océano. Estamos entrando a un estadío consumado de la tecnología. Lo digital pronto será predominante. El uso de Internet para acceder a contenidos audiovisuales de distinto tipo no deja de crecer y la participación en comunidades o redes sociales no deja de aumentar. Esto representa una de las cuestiones civilizatorias y filosóficas más importantes de la época.
En tu trabajo hay mucha referencia al amor. ¿Por qué?
Porque me interpela, porque es un hit. No sé. Porque no sé del amor y me gusta que se pueda saber. Hay mucho de catarsis. Muchos años de soltero y enamoradizo me hicieron sufrir de amor y amar, un poco, sufrir. Escribir sobre el amor se me hacía fácil cuando no estaba en pareja. Ahora ya no sé qué decir, jajaja. Es un tema del cual se encargan desde hace mucho las obras de arte, el teatro, el cine, la música. No es evitable por lo menos para mí. Quizás a veces me reitero, en los escritos, y en el amor.
Las herramientas básicas del psicoanalista son un oído atento y la interpretación de las palabras. Lo mismo pasa con el escritor. ¿Cómo linkeas ambas disciplinas y cómo las complementás?
Se complementan porque ambas requieren de la lectura. Me cuesta un poco definirme en ambas profesiones. Pero bueno, al fin y al cabo supongo que alguien que escribe es escritor. A mí me queda grande, digo en el sentido de que no es algo que he desarrollado si se quiere de un modo formal o académico. Mi escritura es muy juguetona, catártica, desprendida. Cuando me dedicaba a la música me llamaba músico pero creo que me costaba mucho más ese juego. En escribir, y en redes sociales, nunca quise hacerlo bien. Me gusta esa idea que dice que seríamos mucho mejores si nos permitiéramos ser peores. Respecto al psicoanálisis, intento pensar que son mis primeros pasos, de hecho un poco lo son, no tengo quince años de carrera, estudié un poco más grande luego de haber pasado por el conservatorio de música popular de Avellaneda. Ahora que escribo esta respuesta creo que se linkean en mí desde ahí, es un lugar del cual no pretendo estar absolutamente seguro, y eso me salva. La música se me hacía muy pesada. Escribir es mi nuevo hacer canciones, dentro de la digitalidad es como ser un procesador de textos, un dj que remixea lo que lee y escribe. El psicoanálisis es para mí aún más misterioso y alucinante. No sabemos lo que puede un cuerpo y esto es lo que se pone en juego en un análisis, nuestra relación al lenguaje atravesada por la carne. ¿Contesté a la pregunta?
Tu estilo es ideal para la dinámica actual: ideas cortas y directas. ¿Qué pensás de ese modo de consumir información regido por la ansiedad y la falta de tiempo?
Pienso que es un bajón. Que vivimos a mil y nos perdemos de ese otro tiempo. El de una canción, el de ver crecer una planta. Estamos a mil. La pandemia fue un freno para muchos, para mí también. Como modo de consumir es una porquería, ahora es muy práctico, es muy fácil, es muy simple. También me gusta. Es la época que nos toca vivir. ¿Hay elección posible? En todo caso pensar un poco cómo vivirla. Que no sea ir en un auto a 300km por hora en pedo y sin el cinturón de seguridad. Está buena tu pregunta, pensar estas formas de consumir es pertinente pero de ningún modo estamos fuera.
¿Cómo vivís el proceso creativo? ¿Qué emociones te invaden?
El proceso creativo tiene dos partes fundamentales. La catarsis y la edición. Son el dulce y el queso del acto creativo. La certeza de que habrá postre. Entonces lo vivo catárticamente, cuando puedo edito, corrijo, finalmente eso es escribir supongo. Sin emociones no hay nada que decir. La cosa no arranca. Solo creo que es una creación cuando nos interpela. Cuando en modo esquizo escuchamos lo que dijimos y nos produce algo. Los textos pasaron por distintos lugares y etapas, de ser reflexiones pasajeras de un viaje en colectivo, de acumular frases en un grupo conmigo mismo de Whatsapp, en el Drive como herramienta de composición. La misma red social Instagram me decía cuántos caracteres yo podía escribir. Me gusta la idea de que la escultura ya está en la roca, uno solo tiene que sacar lo que está de más. El acto de curaduría y corte hoy día bien hace a un nuevo tipo de autor. No ha sido la ansiedad la característica de lo que podría ser mi escritura, sino más bien un juego continuo.
¿Un consejo para evitar el bloqueo creativo?
No darle tanta importancia. En la línea de lo dicho anteriormente, poder arrojarse a la catarsis. Escribí, cantá, tocá. No hay mucho más. Uno, supongo, es por lo que hace. Lo ideal es no querer ser creativo, esa es la tonta receta para la creatividad. Poder ver de otro modo. Pero eso es muy difícil, generalmente estamos copiándonos a ese que vemos en el espejo y creemos que somos. No me gusta dar consejos pero ya que me arengas voy a tirar uno. Hagan en lo que no se consideran que deben ser virtuosos en la materia. Sáquense el peso de hacerlo bien. Seríamos muchos mejores si nos permitiéramos ser peores, decía algo así el viejo Freud.
Sos un hombre de redes y virtualidad, pero acabás de editar en formato físico tu libro “Aforrismos: A un click del amor”. ¿Cómo surgió la idea y cómo sentís que pegó este nuevo soporte de tu trabajo?
Uh, qué bueno. Gracias por preguntar. Estoy agradecido. Maduró solo, no lo fui a buscar. Una vez se me acercó una chica Nadia, re piola y me dijo "yo hago libros de fotografía pero te quiero ayudar a hacer el tuyo". Me presentó a Pancho Pepe que es quien dibujó la tapa del libro. Luego apareció una editorial, se postergó por pandemia, aparecieron otras propuestas, se complicó con la primera editorial, y terminé felizmente firmando con Galerna que es re pro y se mandaron una edición del carajo. Estoy sorprendido, agradecido, contento, cagado en las patas, todo junto. Es como sacar un disco. No lo hice con la música, ojalá gire con la literatura.
¿Estás trabajando en algún otro proyecto?
En breve sale el podcast #aforrismos, que no es el libro, sino ocho episodios que grabé gracias al apoyo, trabajo y ayuda de las chicas de Radio Colmena. Así que eso está al salir. Luego no sé, romper las bolas. Pero no hacer cosas por hacer ni poner la cara, sino cuando surja o tenga ganas de hacerlo. Eso, con cierta liviandad, para mí, hoy día el único modo posible. Sino me aplasta. Me compré un piano y estoy flasheando.
¿Vamos con l@s Nº1 de Iván? La idea es responder pensando lo menos posible, es una radiografía de tu actualidad, no te vuelvas loco y tratá de fluir en las respuestas.
Ah, medio que contesté así toda la entrevista. Gracias, Ramiro. Está bueno poder expresarse, no es pavada. Y si tenés la voz, el micrófono, un poco más de atención claramente tenés que lidiar con eso, quieras o no. Últimamente vengo pensando en eso, en que estamos irremediablemente conectados, en ese sentido somos el otro y sería bueno militar la libertad del otro. Mi hoy es realmente contento y agradecido de estar en las puertas de los 40 haciendo cosas, compartiendo con amigos, amor, familia. Es un montón. La pandemia funcionó como una enzima catalizadora que aceleró procesos que ya se estaban dando. A mí me viene pasando eso.
EL/LA prócer de la música argentina: Fito Páez
EL/LA prócer de la música internacional de todos los tiempos: Jhon Lennon
LA canción: Junk . Paul Mccartney
EL/LA escritor@: No sé
La Novela: Cualquiera
LA Peli: EL Milagro de P. Tinto
EL/LA director@ de cine: Me gustan muchos
EL/LA actor@: No sabe no contesta
LA Serie: Me gustó mucho Silicon Valley y me re gusta recomendarla.
LA Bebida sin alcohol: Agua
LA Bebida alcohólica: Vino tinto
¿Freud o Lacán? ¿Mamá o papá? ¡Qué rompebolas!
Diván: ¿sí o no? Online
LA Comida: Milanesas
EL Postre: Chocotorta
LA Ciudad: Buenos Aires
EL mejor Aforrismo de Iván: Estoy a un fasito de mi cama y a dos ferné de la tuya
“Aforrismos, a un click del amor” se puede conseguir en a través de la cuenta de correo soyaforrismos@gmail.com, o en el sitio https://www.galernaweb.com/productos/aforrismos-ivan-chausovsky
Ivan está en Instagram y Twitter a través de la cuenta @IvanChausovsky
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