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Ahí anda Dorrego volviendo…

Entre zambas, archivos y sangre derramada, la figura de Manuel Dorrego sigue disputando sentidos en la Argentina de hoy. En este texto, el autor reconstruye la vida, el pensamiento y el fusilamiento del primer líder popular, para pensarlo no como pasado clausurado, sino como origen de una violencia política, judicial y de clase que sigue marcando el presente. Porque hay nombres que no descansan: murmuran, insisten, regresan.

"Si es que se lo puede encontrar 

dicen que se lo puede ver 

en los murmullos de abajo ahí anda este Manuel".

(Zamba de Dorrego, Gustavo Maturana)


"Ahí anda Dorrego volviendo", dice esta hermosa, una de las tantas hermosas zambas de esta patria fusilada que aún no para de sangrar.

Do Rego o de Orrego, era el original portugués, de una familia que había recalado en Colonia de Sacramento para culminar en una ciudad-aldea destinada a la usura y el contrabando con nombre de santa, Santa María de los Buenos Aires. 

De aquel linaje descendía el hijo de un comerciante portugués muy próspero, el sexto y último, nacía Manuel Bernabé Cripúsculo Dorrego: fue el 11 de junio de 1797,  bautizado al día siguiente en la parroquia de San Nicolás Obispo, que quedaba en las actuales Corrientes y Carlos Pellegrini. Sus padres eran el comerciante portugués José Antonio Dorrego, quien estaba casado con María de la Ascensión Salas.

Una década más tarde vería la luz otro niño, 17 de Octubre de 1797, por rama paterna,  descendiente de los caballeros infanzones de la corte de España y Nápoles. Sus ancestros combatieron en Asturias por el año 700 contra los moros. Su sangre es brava, el niño es muy rubio y de ojos celestes; a unas diez cuadras viven los dos protagonistas de esta trágica historia.

Uno es el niño Manuel, y el recién nacido Juan Galo de Lavalle, hombre temperamental, a quien apodarán la "espada sin cabeza". Además, Lavalle era "hermano de leche" de Juan Manuel de Rosas; la madre del restaurador solía amamantarlo, y de allí nace la hermandad.

Tal vez el crimen cometido por los unitarios aquel 13 de diciembre de 1828, cuando se fusiló sin concesiones al gobernador de la provincia de Buenos Aires, legítimamente electo, sea el Kilómetro 0 del odio entre facciones.

Fue el primer crimen político violentando la estabilidad institucional y una alianza entre civiles y militares, y aunque se considere que el Estado-Nación argentino se constituye en la década del 80' del siglo XIX, ¿podemos pensar si no fue el primer golpe institucional en la incipiente Argentina, el primer golpe de Estado en nuestra historia?

El padrecito de los pobres

Entrada la década del 20´, Dorrego está incorporado al cuerpo colegiado de la Legislatura que funciona en la actual Manzana de las Luces, marcando su perfil, legisla a favor de los sectores populares; presenta un informe para que el Poder Ejecutivo suspenda la Ley de Levas. La llevada forzosa de hombres al ejército dejaba muy indefensas a las familias más humildes, además muchas familias quedaban sin su jefe de hogar, reclutados arbitrariamente.

Es uno de los legisladores más populares, camina las orillas, y matea con los vecinos de Barracas, La Boca y los del mercado de Once. Es la voz cantante contra el desatino que representa la Constitución Unitaria de 1826 que deja fuera del voto a las clases populares; y dice: “Si se excluye a los jornaleros, domésticos, asalariados y empleados (…) ¿entonces quien queda?..”, y aclara: “queda cifrada en un corto número de comerciantes y capitalistas la suerte del país”

"Y Dorrego en realidad es el primer líder de un partido que se reconoce a sí mismo como el partido de los populares. El es el jefe del Partido Federal, que por 1820 se llamaba el partido de los populares", asegura en una entrevista uno de sus biógrafos, Hernán Brienza, en su excelente investigación y biografía "El Loco Dorrego".

Entrada la segunda década del 20´nuestro protagonista tiene enemigos de clase, esto es la burguesía comercial porteña, que a nivel político representan el liberalismo unitario. El plan de este grupo, cuyo representante era Bernardino Rivadavia y un núcleo de dirigentes de la élite, era que el pueblo no votara. Es en estas sesiones del Congreso de 1826, cuando Dorrego les grita en la cara a los señores de frac y levita que desconocían al bajo pueblo: “Échese la vista sobre nuestro país pobre”.

Y agrega sin tapujos, una frase que hoy podríamos gritarle a muchos: "¿Qué es lo que resulta aquí? Una aristocracia, la más terrible si se toma resolución, porque es la aristocracia del dinero“. 

Así se despacha Manuel Dorrego en el Congreso Constituyente de 1826, cuando los poderosos esperaban dominar fácilmente a las masas impidiendo su voto. Es el indisciplinado e incorrecto diputado de la plebe que los hace trastabillar. No en vano, en la calle se ganó el apodo de padrecito de los pobres.

Un descamisado al poder

En agosto de 1827 asume como gobernador de Buenos Aires por el Partido Federal. La situación es compleja, recibe al Estado en crisis económica y financiera tras el gobierno de Bernardino González Rivadavia, que había sido presidente por un año(1826-1827). Recordemos que en 1824 había solicitado el primer empréstito a la banca inglesa de los hermanos Baring-Brothers, una estafa de un millón de libras esterlinas.

Dorrego pelea por no rifar la patria a los capitales extranjeros, y a la clase dominante local. El diplomático inglés Lord Jhon Ponsonby lo extorsiona con retirarle las divisas del Banco Nacional sino paga los intereses de la deuda contraída por González Rivadavia a la banca Baring Brothers.  Como si fuese poco la minera inglesa River Plate Minning lo intimaba a pagar casi 53.000 dólares, minera cuyos capitales anglos estaban vinculado con, una vez más, Rivadavia. 

Nuestro hombre era un verdadero federal, y además había entendido junto a Manuel Belgrano que las causas nacionales no se entregan. Decidió no ajustar a las provincias y a los más débiles, por ende declaró la cesación de pagos de la deuda. Ante el reclamo británico,  con furia afirmó que “los ingleses se creen acreedores del Estado argentino por una suma enorme”,  y luego los tratará de viles especuladores.

La Fusiladora Judicial

Por último, en tiempos de crisis, los estancieros aprovecharon para generar desabastecimiento e incrementar así los precios de la leche, la carne y el pan. Para Manuel se trataba de una estafa de los poderosos contra los más humildes. Así estableció en marzo de 1828 una política de precios máximos, o precios cuidados. Fue en diciembre de aquel año que los autores intelectuales Salvador María del Carril y Julián Segundo Agüero- unitarios- incentivaron al ejército para que derroque al gobernador. Le tocó a un héroe de la independencia, Juan Lavalle, intempestivo y errante, fusilarlo sin juicio previo. 

Salvador María del Carril presidía la Corte Suprema de aquel entonces, el propio juez le propuso a Lavalle inventarle un juicio, cuando el héroe de la independencia dudaba en fusilarlo. En una carta el probo cortesano le dice a Lavalle: “Una revolución es un juego de azar en el que se gana hasta la vida de los vencidos cuando se cree necesario disponer de ella”.

Otro unitario, Juan Cruz Varela, arengando a Lavalle, le marca en una carta: "Este pueblo espera todo de usted, y usted debe darle todo", y en una línea que queda para la historia, asegura: "Cartas como estas se rompen”.

El fusilamiento del primer líder popular fue ordenado por los sectores de privilegio de la época.

Los conjurados

La trama del establishment político y económico se consolida para conspirar, el Poder Judicial, la burguesía mercantil, y falta una pata, el ejército. Los Jefes militares retornan al país con un malestar grande, luego de una gesta en la Banda Oriental en la guerra con el Imperio de Brasil, lo ganado en el campo se pierde en los escritorios, Inglaterra pretende que el territorio no quede para las Provincias Unidas, ni para el Imperio de Pedro I.

Según cuenta otra gran biografía, “Manuel Dorrego, Vida y Muerte de un líder Popular”, de Gabriel Di Meglio, nuestro hombre había sido convocado entrando en la década del 20, para combatir en la banda oriental contra el "subversivo", según Buenos Aires, José Gervasio Artigas. Allí experimentó el odio al unitarismo porteño, también percibió un federalismo similar al que emanaba de las provincias y sus caudillos.

Los ingleses intentaron, y con éxito, que la Banda Oriental sea un tercer Estado, un Estado tapón para comerciar y tener acceso en ambos territorios (Brasil y Argentina). El tema excede a esta columna pero entre los generales descontentos estaba el propio Lavalle, y otro gran General cordobés José María Paz.

Hay una cita para la conjura, un encuentro de políticos, militares y sacerdotes, en una casa de la calle Parque, la actual Lavalle, entre San Martín y Reconquista. Uno de los dos curas es Ramón Gómez, el hermano del dueño de la casa Valentín Gómez y el otro es Bernardo Ocampo. Concurren también Julián Segundo Agüero, los unitarios Florencio y Juan Cruz Varela, Valentín Alsina, Juan Galo de Lavalle y algunos soldados de rango menor que responden al primero. Hay un militar más, un célebre asesino de indios, Federico Rauch.

Algunas fuentes alegan que Julián Agüero expresó que había que terminar con el gobierno de Dorrego e ir por Rosas; Valentín Alsina expuso que había que dar guerra al gauchaje federal. Está reunión del 30 de noviembre de 1828, fue clave. La destitución estaba en marcha.

En los primeros días de diciembre de 1828 se producirá la sedición, el levantamiento del ejército que controla la ciudad. Dorrego es destituido y caerá preso y los militares disuelven la Sala de Representantes, o sea, la Legislatura de aquel entonces.

Navarro: KM 0 de la violencia política

Cuando amanece, el 13 de diciembre  en los campos de Navarro, la suerte de Dorrego está echada, le comunican que lo van a fusilar, la primera impresión es de incredulidad, y pide hablar con Lavalle. Ese pedido nunca será cumplido, el general Gregorio Araóz de Lamadrid semblantea a Juan Galo que está desencajado, busca hacerlo retroceder sobre sus actos,  pero es imposible.

Lo que va a suceder es un crimen y también una tragedia histórica, un héroe de nuestro ejército de la independencia fusilando a un líder popular, a un gobernador legítimo, a uno de los héroes de la crucial Batalla de Tucumán, con el Ejército del Norte junto a Manuel Belgrano.

En aquel mediodía en los campos de Navarro, ardía el sol y la boca de los fusiles: disparados por el ejército aunque también por la élite porteña. Como cuenta José Pablo Feinmann en el magistral trabajo sobre la violencia política en la Argentina, La sangre Derramada, es extraño, aquel trabajo cuyo guionista fue el escritor Ernesto Sábato, con música del folclorista Eduardo Falú, El Romance a Juan Lavalle, que rescata la épica tras su asesinato y traslado de su cadáver en 1841, en una de las sublevaciones contra Juan Manuel de Rosas.

Según la mirada de Feinmann, se  invierte la carga: lo romántico es del victimario, de los fusiladores, y la víctima de la historia Dorrego cae en el olvido.

En una matriz que forma parte de una continuidad histórica, son fusilados aquellos que se niegan a ser mascotas del poder, allí están los Dorrego, los Peñaloza, los brutalmente asesinados por la salvajada unitaria en Cañada de Gómez, ahí vienen los Sandes, Paunero, los coroneles mitristas degollando, los fusilados de la Patagonia Trágica y en los basureros de José León Suárez.

El odio y la trama judicial

La fusiladora mediático-judicial también actuó en perjuicio de Cristina Fernández, en una causa absurda y premeditada. 

Alguien puede creer que los jueces que jugaban al fútbol y comían asados con Mauricio Macri, eran imparciales, ¿o más bien parte de una conjura? Los jueces y la Corte Suprema esgrimieron un accionar fraudulento y conspirativo como aquel que rastreamos en Salvador María del Carril, y el invento de causas.

Cristina proscripta y privada de su libertad por un poder judicial cómplice del poder económico.

Finalmente el reconocido historiador Felipe Pigna en una nota para la Revista Caras y Caretas alega acerca de la conspiración y el odio, que "resulta de ayuda una pata imprescindible en la generación de odio: un Poder Judicial funcional al poder, dispuesto a inventar causas contra los enemigos políticos elegidos y sostenerlas en el tiempo”

A algunos periodistas, a ciertos políticos malintencionados, a muchos arribistas que hoy hacen las veces de diputados y a aquellos ciudadanos de a pie, bastante mal informados que dicen que la violencia política comenzó en los 70, no olvidemos esta fecha. La violencia política para este escriba comenzó mucho antes, tal vez un día como hoy de 1828.

author: Matías Escot

Matías Escot

Docente de Historia y aficionado a la literatura. Profesor en escuelas públicas y privadas. Creador del sitio web www.relatosdelsur.com. Participa del proyecto Pensar el Pasado en la Escuela del Futuro, en la Universidad Nacional de Quilmes.

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