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Autogestión en jaque: las empresas recuperadas frente al ajuste libertario
24 de Octubre de 2025
Por Kranear
En 2001, cuando las fábricas se cerraban y el desempleo se convertía en paisaje, cuando el hambre empezaba a cubrir los hogares y la desesperación se hacía carne, hubo trabajadores que definieron que la mejor estrategia, o quizás la única posibilidad, era resistir en sus puestos de trabajo, recuperar las máquinas, los galpones, las marcas, y mantener en funcionamiento la productividad. Construyeron otro sentido para la palabra “empresa”.
Así nació uno de los movimientos sociales más precursores de la Argentina: las Empresas Recuperadas por sus Trabajadores (ERT), símbolo de resistencia y de producción autogestionada.
Más de veinte años después, ese universo que supo florecer en medio de una crisis social, política y económica de alta envergadura, vuelve a enfrentar un escenario de supervivencia. Estamos asistiendo a un cambio de clima político que amenaza con desarticular los frágiles equilibrios sobre los que se sostiene.
Según el informe Las empresas recuperadas en el gobierno de Milei: crisis y resistencia del trabajo autogestionado, del Programa Facultad Abierta de la Universidad de Buenos Aires, actualmente existen 398 empresas recuperadas activas, que dan empleo a 13.812 personas en todo el país. Pero la foto, advierte el estudio, “refleja un estancamiento y un proceso de crisis profunda del sector, agudizado por las políticas económicas implementadas desde diciembre de 2023”.
Un mapa de la resistencia
La investigación —que se basa en encuestas y entrevistas realizadas entre marzo y agosto de 2025— detalla que el movimiento de empresas recuperadas se mantiene estable en cantidad, pero con signos de agotamiento estructural. En el último año y medio solo se registraron tres nuevas recuperaciones, que incorporaron 21 trabajadores.
“Es el número más bajo desde el inicio del fenómeno”, señala el documento. Durante los años posteriores al macrismo todavía se sostenía una dinámica de creación de nuevas cooperativas, pero hoy la parálisis es casi total.
Las ERT están distribuidas en su mayoría en el Área Metropolitana de Buenos Aires, el conurbano bonaerense y algunas provincias industriales como Santa Fe, Córdoba y Mendoza. Los rubros más frecuentes siguen siendo metalurgia, gráfica, textil y alimentación.
El informe detalla una caída pronunciada de la producción: cuatro de cada diez empresas recuperadas redujeron su nivel de actividad en más del 40 %, y un 15 % lo hizo en más del 80 %. Los motivos son conocidos: apertura de importaciones, caída del consumo, suba de tarifas y el aumento descontrolado de los costos logísticos.
“Las empresas autogestionadas, al no tener capitales de respaldo ni acceso a crédito, sufren con mayor intensidad los impactos del ajuste”, sostiene el relevamiento. En este contexto, la inflación erosiona los ingresos: más de la mitad de las cooperativas no logra actualizar sus salarios al ritmo de los precios, y casi tres de cada cuatro trabajadores deben buscar un segundo empleo para sostener su economía familiar.
Según el estudio, la necesidad de combinar varios trabajos se ha vuelto una condición estructural que erosiona la autonomía de las cooperativas y de sus miembros.
Valores
Empresas recuperadas activas: 398
Trabajadores en ERT: 13.812
Cooperativas con caída de producción >40%: 40%
Cooperativas con caída de producción >80%: 15%
Cooperativas que no lograron actualizar salarios al ritmo de la inflación: 62%
Trabajadores con segundo empleo: 74%
Nuevas recuperaciones 2024-2025: 3
Un Estado que se retira
El desfinanciamiento de programas de apoyo a la autogestión es otro de los puntos críticos. El documento menciona la desarticulación del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES), la eliminación de fondos específicos y la parálisis de los programas de asistencia técnica y crédito productivo, como focos determinantes en este sentido.
“Hoy las empresas recuperadas ya no tienen a quién recurrir dentro del Estado”, resume uno de los testimonios incluidos en el estudio. El cambio de orientación, o más bien, la ausencia total de política en el Ministerio de Capital Humano, sumado a la reducción drástica del gasto público dejaron al movimiento sin políticas de contención.
En los hechos, la mayoría de las cooperativas quedó fuera de las líneas de crédito oficiales, mientras que la devaluación y la dolarización de insumos no paran de encarecer la producción al punto de poner en riesgo su continuidad.
Hostilidad ideológica
Pero la crisis no es solo económica. Hay una dimensión simbólica y política que atraviesa el presente del movimiento. Según el equipo de Facultad Abierta, el gobierno de Javier Milei “ha instalado un discurso abiertamente contrario a las experiencias de gestión colectiva”, al considerar que las cooperativas “distorsionan las reglas del mercado y representan una forma de parasitismo social”.
En esa línea, la estigmatización de los trabajadores autogestionados no es un efecto colateral: es parte del proyecto. La falta de reconocimiento institucional y la ausencia de políticas públicas son también una forma de disciplinamiento.
Sobrevivir sin rendirse
Pese al contexto adverso, el movimiento de empresas recuperadas mantiene espacios de organización y redes de solidaridad. Algunas cooperativas lograron diversificar su producción, asociarse con universidades o sostener mercados de cercanía.
“Lo que se sostiene hoy es, ante todo, la voluntad política de los trabajadores de no desaparecer”, señala el informe. En esa frase se condensa algo más que una estadística: la persistencia de un modo de entender el trabajo como práctica comunitaria.
El informe del Programa Facultad Abierta concluye que “el futuro de las ERT dependerá de su capacidad para volver a articular alianzas con movimientos sociales y sindicales, y de la posibilidad de volver a instalar en la agenda pública la idea de que la autogestión no es una excepción, sino una alternativa”.
En tiempos donde el discurso oficial celebra la destrucción del Estado y la competencia como única moral posible, las fábricas recuperadas siguen siendo un recordatorio incómodo: que se puede producir sin patrón, que la propiedad colectiva es también una forma de libertad.
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