“No me Rompan” se anuncia como el tipo de historia divertida en donde dos desconocidas se alían al momento de protagonizar una serie de aventuras camino a desbaratar un oscuro plan, pero, en su trasfondo, la propuesta nos dice mucho más. Esta comedia dirigida por Azul Lombardía y protagonizada por dos actrices de altísimo nivel en la cinematografía nacional, en compañía de un casting de lujo, ofrece una mirada femenina preponderante a lo largo de sus noventa minutos de duración, en donde el dispositivo de humor es utilizado como instrumento para pensar desde el absurdo.
Dos heroínas del cine vernáculo como Julieta Díaz y Carla Peterson regresan a la pantalla grande luego de compartir elenco una década atrás en “Dos Más Dos” (co-protagonizada junto a Adrián Suar y Juan Minujín). Aquí, dan vida a Ángela y Vera, dos féminas que luchan contra el hartazgo de sus días y se complotan para derrotar a un cirujano mediático que pone en peligro sus vidas y las de muchas incautas más. Dos opuestos que hacen improbable equipo se verán uniendo sus fuerzas: una diva acostumbrada al glamour de las alfombras rojas y una madre todoterreno frustrada y estresada por la rutina familiar, están dispuestas a hacer que la verdad explote por los aires. Porque, en definitiva, un par de mujeres apoyándose son conscientes de que la pelea no se da en soledad.
Con guión repartido entre Jazmín Rodríguez Duca, Sebastián Meschengieser y Alberto Rojas Apel, “No me Rompan” trata problemáticas actuales visibilizadas en el día a día de una mujer de mediana edad, como los mandatos culturales que refieren al rol de la belleza, al lugar a ocupar dentro de una estructura familiar y a la igualdad de oportunidades laborales, hecho que cobra consonancia, bajo la perspectiva de una industria que continúa brindando mayor apertura, preponderancia y equidad al incorporar protagonistas femeninas a sus proyectos.
Ángela y Vera cobran vida gracias a la enorme química que exhibe en pantalla el dúo Peterson-Díaz. La dupla de impacto sabe burlarse de las propias imperfecciones, acaso de la propia fisura, enunciando el chiste y afinando el puntual remate, siempre esbozando esa sonrisa que nos causa simpatía. Las chicas no están solas, sino rodeadas por una peculiar fauna expuesta en sus propias miserias: compuesta por un director machista obsesionado con las MILF, una chimentera que mata por rating, un peligroso gurú anti-age, un exnovio mediático, un abogado a priori poco competente, un marido que no se hace cargo de nada y una impetuosa líder de un grupo de mujeres impulsivas reunidas bajo tratamiento de control de ira.
La famosa pero menguante actriz que compone una estupenda Carla Peterson sufre en su propia piel las drásticas consecuencias de unas inyecciones experimentales con aspiraciones a conservar un inmaculado aspecto, obra de un cirujano plástico que promete la fuente eterna de juventud a un alto costo. Apenas un ladrillo en la pared de un negocio macro, perverso mecanismo de anzuelo para productos publicitarios que deforman el rostro y agrandan la chequera en forma directamente proporcional. Y Ángela, damnificada por decreto social y quien ya probó el bocado más amargo del periodismo sensacionalista, cuando la vida privada se hace pública, se enfrenta ahora a la falta de escrúpulos de aquel cuya apariencia engaña.
Víctima de una injusta demanda judicial por parte de otra mujer -en parte por despecho, en parte por situaciones que no conviene adelantar-, Vera se encuentra involucrada en un hecho que será determinante en la resolución del conflicto. El personaje que interpreta con dotes de alta comediante la gran Julieta Diaz se convierte en elemento primordial que pivota el relato. Ella es quien se siente ajena a los parámetros de un mundo de celebrities …un mundo del cual amenaza con bajarse; pero, contrario a abandonar la pelea, sabe que es hora de orquestar la venganza y dar por tierra con las diversas formas de abuso patriarcal. Ella, que ha visto postergar su propio emprendimiento personal (unas cremas naturales de aloe vera que fabrica de forma casera), entiende que su hija la tiene re clara: ¿sabías que las peluquerías son un invento del hetero patriarcado’, dice la pequeña. ‘Sí, por eso no voy’, contesta Vera.
Un detective de verdad
Producción nacional
Con música del reconocido bajista Mariano Otero, y la conformación de un reparto numeroso –sumando intérpretes de primera línea en roles de reparto, como Nancy Duplaa, Cecilia Dopazo, Esteban Lamothe, Salvador Del Solar y Alfonso Tort-, destaca la inclusión de Fito Páez, estelarísima participación. Una contribución deliciosa, cuya composición se comprende como una sátira a un director de telenovelas mañoso, misógino y engreído, en una de las grandes revelaciones del año para nuestra industria. Sin embargo, la curiosidad artística e incesante interés de Fito en explorar el medio cinematográfico no resulta una novedad en absoluto. Recordamos en él al director de las películas “Vidas Privadas” (2001) y “¿De Quién es el Portaligas?” (2006), así como del mediometraje “La Balada de Donna Helena” (1994). También al actor, haciendo de extra en el cameo de “Todo Sobre mi Madre” (1999), de Almodóvar.
Entre enredos e insultos, apostando al humor coloquial, “No me Rompan” apela a la sororidad, y de la literalidad de su título se desprenden otros posibles sentidos, más allá de la sensación de hartazgo existencial. El mensaje que deja al público aboga por no lastimarse entre semejantes, al tiempo que denuncia la violencia estética y la exigencia que pesa sobre el cuerpo femenino, recurriendo a la autoparodia y la reescritura por vía del ridículo del lugar que actrices cómo Carla o Julieta podrían verse destinadas a ocupar en una industria en dónde la agenda protagónica se marca con extrema crueldad, aun ‘cuando no se es viejo, pero se está a punto de serlo’. Porque el almanaque no traiciona, y al rescate acude la artificial fábrica de la exageración. Boca arriba en la camilla, las facciones monstruosas se arquen mirándose al espejo: hay cosas que la fama no puede comprar. Mientras tanto, el mundo moderno de atroz competencia continúa vendiendo filtros virtuales para las arrugas y la dictadura del bisturí firma tratamientos de tortura, de común acuerdo con aquellos que se dejan llevar por quienes dicen cómo los demás deban ser.
Llamativamente, “No me Rompan” llega a las salas apenas semanas después del fallecimiento de la modelo Silvina Luna, y la coincidencia que espeja un tristísimo hecho de la vida real es un dato no menor a tener en cuenta. La muerte de Silvina, y otros casos tan lamentables y similares, sensibilizó al ambiente artístico y nos dejó pensando profundamente. En este sentido, si bien la película elige un camino de liviandad y entretenimiento para cursar el delicado tema que trata, resulta inevitable proyectar la impunidad que ostenta aquel que escude su accionar detrás de una matrícula profesional, utilizando como conejillo de indias a sus pacientes, desechables daños colaterales de un sórdido mercado amparado detrás de su fachada. En evidencia, la polémica figura de Aníbal Lotocki traza más de un paralelismo con la recreación del médico con acento caribeño y aspecto superficial en poder de la fórmula salvadora que compone Salvador Del Solar.
Militante de la inclusión, el film coloca a dos mujeres antagónicas y desprotegidas, en clara posición de contraataque. Un poco rotas, pero que no están locas, no, sino que saben reírse de sí mismas. Decididas a dar el golpe maestro, dejarán en evidencia a villanos patéticos e inofensivos, a comparación con otros de peor calaña, habitantes de una esfera real que supera todo estrato de ficción. Entre mutua contención y escapes imposibles esquivando la torpeza de criminales de poca monta, Julieta y Carla acompasan pasos de baile al ritmo de la canción homónima que escuchamos durante los créditos finales. Recurriendo a gags y clichés conocidos, “No me Rompan” arriba a su desenlace dejando algunos cabos sueltos, por bien de un final feliz del cual elige no privarnos, entre facciones, autoestimas y morales restauradas.
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