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“Convertir la impotencia en acción fue muy sanador”
La Alianza Cambiemos arrancó su gestión de gobierno con una ola de despidos en el Estado nacional. Aparte, acompañaron la medida con un discurso estigmatizante y discriminador, muy peligroso, que luego Macri y sus funcionarios profundizarían a lo largo de su gestión, siempre en contra de un enemigo interno que cambiaba de nombre o color. En este caso, había que echar a la grasa militante, como el entonces ministro de Economía Prat Gay se refería a quienes supuestamente habían ingresado al Estado nacional durante los últimos meses de gestión del gobierno anterior.
Los grandes medios de comunicación, aliados del gobierno, replicaron el discurso oficial, y las víctimas serían miles, de todos los ministerios de la administración pública nacional, y también de los organismos descentralizadados como el INTI o la ANSES. Las notificaciones de los despidos, en la mayoría de los casos, llegaban por medios informales, como la fría palabra de un empleado de seguridad, o una hoja A4 adherida al portón de ingreso del organismo. Se trata, sin dudas, de un mecanismo cobarde, propio de un gobierno sin ningún tipo de sensibilidad social.
Uno de los casos más brutales se produjo en el entonces Ministerio de Cultura, hoy degradado a Secretaría. De aquella experiencia puntual, nació el documental, ideado y dirigido por María Laura Cali, y guionado por Franco Cruz. Fue a través de esta realización audiovisual que ambos, junto a un numeroso equipo de producción, que echan luz sobre los 500 despidos ejecutados por el entonces ministro Pablo Avelluto, en enero de 2016, y también sobre el estigma que padecieron las y los empleados públicos de aquella cartera, no solo de parte de la alianza gobernante, las editoriales y comunicadores de los medios de comunicación, sino también de una parte de la sociedad y hasta de los vecinos de Recoleta que viven alrededor de la aristocrática sede central de la cartera, epicentro de más de una protesta.
La experiencia sirve también como una muestra de la impotencia y lucha que encarnaron miles de empleados públicos de otros ministerios y organismos descentralizados, en muchos casos espalda contra espalda con los sindicatos –que en el documental tienen una voz- ante el avance y la discriminación del macrismo.
Tristes postales que se comenzó a ver en las calles luego de la asunción de Mauricio Macri.
“El plan de ajuste descomunal de Cambiemos mostró descarnadamente el desequilibrio de fuerzas con el que enfrentó a los trabajadores y destruyó sus proyectos profesionales y formas de subsistencia. Con apego a la verdad, con rigor académico y sin perder nunca el humor y el sentido poético de la vida, Los Ñoquis intenta deconstruir el mito contemporáneo del neoliberalismo”, explican los autores en una gacetilla de prensa que hicieron circular antes del estreno de su producción.
Unas horas después del tan acontecimiento, con Kranear charlamos con su directora, María Laura Cali. Lo primero que le preguntamos fue por las sensaciones colectivas del estreno.
“Fue muy emotivo y asistieron todos los compañeros y compañeras que testimonian en la película, aparte de todo el equipo de producción. Vinieron también los trabajadores de TELAM que fueron echados de su lugar de trabajo y hasta una señora que había visto el adelanto de la película y nos quería dar un abrazo. Fuimos más de cien personas y estamos muy agradecidos con el Centro Cultural Carlos Mugica que aparte de abrirnos las puertas nos prepararon una ñoquiada. Fue un momento de mucha felicidad, a pesar de todo, porque siempre hay una luz al final del túnel –no la de Michetti sino la muestra, aclara- que tiene que ver con la dignidad del trabajador, la que defiende su puesto de trabajo y sus derechos laborales”.
¿En qué momento decidiste que había que narrar los despidos de Cultura, y con qué objetivo?
“Todo arrancó en enero de 2016, cuando echaron a los 500 trabajadores y trabajadoras del Ministerio de Cultura, yo formaba parte del Centro de Producción e Investigación Audiovisual (CEPIA), una especie de productora de contenidos que sería vaciada y cerrada. Tres meses fui reincorporada junto a otros cien compañeros y compañeras, y pasé a ser gestora de producción, en la Dirección Nacional de Museos. En los últimos tres años tuve otros tres cambios más de funciones, hasta terminar donde estoy hoy, que es la Casa del Bicentenario. Aparte, nuestras condiciones laborales empeoraron de modo drástico. Nos redujeron el salario un 40 por ciento, en muchos casos, por la reducción del presupuesto nos quedamos sin tareas, y el desgaste produjo muchas renuncias. Afuera, por supuesto, también estaba muy duro. Entonces decidí quedarme y registrar lo que nos estaba pasando, con el objetivo de transformar la energía y dejar un testimonio de los hechos”.
Se trata de una producción independiente, y en consecuencia, entendemos que haberse puesto al hombro el proyecto significó transformar la impotencia en acción. ¿Hay algo de eso?
“Sí, tal cual. Convertir la impotencia en acción fue muy sanador para todos nosotros. Me colocó en un lugar de observadora de los que nos pasaba, un distanciamiento que uno necesita cuando tenés que narrar algo. Era muy duro para estar tantas horas sin hacer nada o viendo cómo se enfermaban algunos compañeros, o cuando renunciar. Era todo tan inverosímil, que desde el momento que decidí comenzar a registrar todo, fue liberador”.
Cali, durante el rodaje.
Nadie cobró un peso por la producción. Lo filmaban y producían en sus ratos libres o los fines de semana. Recién en junio de este año el documental vio la luz, y fue ahí que crearon el sitio web y dieron de alta cuentas en redes sociales. Hasta entonces se había tratado de un trabajo silencioso. Recibieron ayuda externa para la mezcla final de sonido y color. La pareja de María Laura, el productor Marcelo Schapces, los asesoró de modo permanente, y aparte fue quien tuvo a su cargo la tarea de aportar a la construcción definitiva del guion, desde afuera, con una mirada objetiva, ya que María Laura tenía algunas inseguridades por estar tan involucrada con los hechos que se narrarían. “No se trataba de contar una historia desde la mirada de un espacio político determinado, sino desde la perspectiva de los trabajadores ante una política neoliberal. Esa era mi premisa central. Explicar por qué estaban tomando esas decisiones”, agrega María Laura.
La directora convocó a Cruz, quien había sido echado –también de CEPIA- y nunca fue reincorporado. Se entendían con los ojos cerrados porque ya habían trabajado juntos en otros proyectos audiovisuales. Y luego convocó a otros trabajadores y trabajadoras, todas del Estado, que se fueron uniendo de modo espontáneo, con la necesidad de contarle a quien quisiese escuchar que no eran ñoquis, que habían sido estigmatizados por un gobierno perverso, y que hasta les habían tirado huevos y hielo desde los balcones, aquel 29 de enero, cuando fueron a la sede de Alvear del Ministerio.
En el documental no está la palabra de Avelluto u otro funcionario/a de gobierno. ¿Por qué?
“Solo quería tener la voz de los trabajadores, aunque hubo un momento que intenté contar con la voz de alguien del PRO o del radicalismo, ya no solo en relación a la gestión en Cultura, sino a nivel general, pero no quisieron. Ahí terminé de descartarlos. Por alguna razón no tiene que estar su voz, pensé. Solo dejamos la declaración de Avelluto, de agosto pasado, que hizo en los medios, sobre los 1.600 despidos. Fue indignante”.
De los 500 despidos, el entonces Ministerio reincorporó solo a 100.
¿Tienen planificadas nuevas presentaciones?
“Vamos a ir itinerando por sindicatos y universidades, y estamos invitados a participar de un ciclo de cine en La Paz, en un ciclo organizado por el Estado Plurinacional de Bolivia; aparte nos la están pidiendo de distintas provincias. Estamos muy contentos y la idea es que la película pueda circular por todo el país. Aparte la vamos a inscribir en festivales y el año que viene es probable que la subamos a alguna plataforma para que pueda ser vista por todo el mundo”.
Hace un mes atrás, en el programa Brotes verdes que conduce el periodista Alejandro Bercovich en la señal C5N, mostraron un video de 2016, en la que por entonces novia de Pablo Avelluto, Carolina Azzi, se llevaba unos carísimos equipos de CEPIA, sin otra credencial que su relación sentimental con el ex ministro que alguna vez declaró que su golpe de Estado preferido había sido el de septiembre de 1955. Esas imágenes forman parte del documental Ñoquis.
Avelluto y Lombardi, responsables de la estigmatización y despido de cientos de trabajadores de Cultura y el Sistema de Medios Públicos.
Las próximas presentaciones Los Ñoquis serán el viernes 4 de octubre, a las 19 hs, en la Usina del Pensamiento Nacional y Popular, Venezuela 574 "A", CABA; el martes 8 de octubre, a las 19 hs, en el auditorio del Hotel "Héctor Quagliaro", Moreno 2654, CABA; el 2/11, y en el marco de la Noche de los Museos, en el Centro Cultural Haroldo Conti del Espacio Memoria y Derechos Humanos (Ex ESMA).
Acá se puede ver un adelanto del documental: https://vimeo.com/337347730
En Facebook, el documental tiene una página que se llama losnoquisdocumental
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