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'De niño milité, luché y me derrotaron sin elegirlo'

La última novela gráfica del argentino Agustín Comotto, radicado en España, se llama Stein, y narra la indagación que un alter ego del autor realiza sobre una doble historia de lucha: una militante popular en la argentina de los 70, y un miliciano ruso que pelea en la segunda guerra contra los nazis, con el anhelo de mantener viva la memoria, en el colectivo, y en lo personal, encontrar respuestas a interrogantes que lo perturban desde que era un chico. También habló de El Eternauta y Oesterheld.

En Stein, su última novela gráfica, Agustín Comotto aborda un asunto que en la Argentina no pierde vigencia: el ejercicio de la memoria como antídoto contra el olvido, o mejor aún, el negacionismo.

“La identidad no es otra cosa que la memoria que tenemos de lo vivido, la memoria de lo que hicimos y de quienes nos acompañaron en el camino y conformaron lo que somos”, dice Agustín en el epílogo de su libro, un objeto tamaño A4, precioso, de 200 páginas de grueso gramaje y a todo color, con textos y dibujos propios. Hoy, en nuestro país, hacerse de un ejemplar de esta edición del sello español Nórdica Libros, es un lujo que muy pocos se pueden dar.

Los padres de Agustín se exiliaron en España, luego del golpe de Estado de 1976, y su infancia transcurrió en un apacible barrio madrileño entre posters de Thor y Iron Man, y afiches que denunciaban la desaparición forzada de personas. Jugaba en su habitación con sus hermanos a convertirse por un rato en Mazinger, o Afrodita, mientras  del living les llegaba una banda de sonido muy particular: las febriles y apasionadas reuniones de sus padres junto a sus compañeros exiliados.

'Puedo comprender la militancia, la inconsistencia de la edad, vivir por los otros. Puedo comprenderlo todo. Pero a mí me tocó de rebote. De niño milité, luché y me derrotaron sin elegirlo”, afirma en el libro. Y se recuerda como un niño solitario que tenía dos grandes deseos: ser un chico normal y dibujar (y contar historias, nos dirá en la nota).

Aldo Comotto era abogado laboralista y militaba en el PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores). Presentaba habeas corpus a favor de militantes detenidos de los que se desconocía su paradero. Luego de la Masacre de Trelew,  profundizó su compromiso y militancia política en la organización revolucionaria, y poco tiempo antes del golpe del 24 de marzo de 1976 pasó a la clandestinidad. A finales de aquel año, se exilió a España junto a su compañera y tres hijos. Agustín era el mayor, y tenía ocho años. Natalia era la hermana del medio, y Baltazar (actual guitarrista conocido por tocar con la banda de El Indio Solari), el menor. Allí estuvieron seis años. Cuando pegaron la vuelta, gobernaba Raúl Alfonsín y la Argentina transitaba un fervoroso proceso de de apertura y recuperación democrática.

Stein se publicó en Madrid en 2024.

Agustín convivió durante toda su vida con la lucha de Aldo y su generación, y ese vínculo, en el autor del libro, encendió siempre muchos interrogantes en relación a su propia vida. Y decidió indagar, desenterrar, tratar de obtener respuestas. ¿Cómo? Con la escritura y con el dibujo, tal como deseaba cuando era un chico, y que hoy es el oficio con el que se gana la vida y el prisma el que observa e interpreta el mundo (de modo pesimista, interpretaremos en la entrevista).

Agustín volvió a exiliarse en España, en 1999, ya no con sus padres, sino por decisión propia. Se fue del país un tiempo antes de que el país chocase de frente contra los diez años de políticas neoliberales. Quería cambiar de vida, según le contará a Kranear. Y trabajar allá con lo suyo. Su padre, Aldo, había muerto un par de años antes. El cambio buscado se transformó en algo permanente, por lo menos hasta ahora, ya que Agustín sigue viviendo allí, junto a su propia familia. Su esposa es catalana.

Hace poco tiempo, Agustín decide visitar a Andrea, una compañera de militancia de Aldo, en el barrio madrileño Carabanchel, un lugar que lo conecta con su propia infancia. Decide ir a verla ahora, en el presente, para tratar de obtener respuestas a dilemas que lo inquietaron desde que era un pibe, exiliado, junto a sus padres y hermanos: ¿qué significa la lucha, y cuánto tiempo puede luchar una persona? ¿En qué quedó aquella lucha, y porqué -se interroga Agustín-, quiero saber de eso 42 años después de los hechos?

Con Andrea, entonces, repasa la historia de militancia y exilio, y al sentarse a escribir y dibujar, Agustín le dará vida a un personaje que sufrió su propio destierro, clandestinidad y horror, pero en la segunda guerra mundial: Stein, que significa piedra, y que terminó llevándose el título del libro.

Luego de que Contexto Libros, la distribuidora local, nos acercase un ejemplar de su libro, conectamos a Agustín a la distancia para hablar de Stein, los 70, las luchas generacionales, el doble exilio, las influencias artísticas, las búsquedas estéticas y políticas de su arte, y El Eternauta interpretado por Darín, furor en todo el mundo, estrenado hace solo unas horas por el gigante de Netflix.

Uno de los nombres a los que les dedicas el libro es Luis Piriz. ¿Quién es?

Luis fue uno de los mejores amigos de mi padre. Era médico devenido en periodista. Juntos fundaron el diario Estrella Popular, que sacó solo un número y posteriormente tuvo que cerrar por un atentado de la Triple A. Luis fue secuestrado, y continua desaparecido, y le dedico el libro porque tengo la idea, o por lo menos esa es mi construcción, de que durante su detención jamás reveló el paradero de mi familia. Es decir, le debemos probablemente la vida. Tengo un recuerdo bastante fuerte de él de cuando yo era niño, especialmente en unas vacaciones que pasamos en Piramar con su familia. Marcó mi infancia.

¿Cuánto de la lucha de la generación de tus padres hubo y hay en tus propias luchas?

Creo que es muy difícil establecer una relación directa porque somos parte de generaciones diferentes y las generaciones están marcadas por procesos sociales que no dependen exclusivamente de la decisión personal de cada uno. La generación de mi padre se jugó todo por un cambio generacional ideológico posterior a la Segunda Guerra Mundial, y sobre todo en relación al papel que se le asignó a toda Latinoamérica en ese entonces, o sea ser productora de materias primas para el imperio que se quedó con esta parte de la tierra: los Estados Unidos.

En ese contexto, hubo una generación enorme de toda Latinoamérica que se negó a esa decisión, y todos ellos fueron víctimas de su propia utopía como del gran proceso de la Guerra Fría que implicó el exterminio de cualquier tipo de disidencia al proyecto general que tenía Estados Unidos. En ese contexto, cambiando de años, mi lucha generacional tiene más que ver por buscar tu propia voz y por tratar de desarrollar un lenguaje, un discurso mínimo para poder contar tus propias historias. Por un lado, hay un proceso de ruptura con la generación de mis padres, pero por otro lado también hay un proceso de aceptación de valores morales o pautas morales en los cuales también creo. Si nos referimos a las propias luchas, evidentemente también creo en ese tipo de discurso y de reclamo de la justicia social, de la equidad y el repartimiento igualitario de la tierra y cosas por el estilo, pero me siento muy lejos de esa generación porque pertenezco a otra.

¿Por qué crees que tu vocación por el dibujo se despertó tan tempranamente?

Mi vocación por el dibujo se despierta siendo muy niño, y tuvo que ver con la necesidad de contar cosas. Y por eso me volqué al dibujo, muy tempranamente, a través del comic, la historieta. Esto se me despierta en Argentina, pero el criterio narrativo aparece en España, en 1980, aproximadamente. Siempre he tenido un vínculo narrativo con el dibujo. Me gusta escribir y me gusta dibujar, y la historieta tiene ambas cosas. Más que un ilustrador soy un narrador. Me gusta contar secuencias y espacios narrativos que cuenten historias. Se trata de una vocación, y como tal, nace como le da la gana.

La infancia, se suele decir, es fuente de inspiración para un artista. En el caso del personaje Stein, esto aparece con mucha claridad, pero ¿qué sucede si la infancia transcurre sin dolores o traumas, de un modo normal, como pretendías en tu exilio?

Conozco muchos que no tienen una infancia traumática y que tienen una capacidad narrativa extraordinaria. En el libro tuve la necesidad de contar la historia de Stein y de de la generación de mis viejos y tratar de entender ciertas cosas sobre ellos y sobre las razones que los llevaron, siendo una clase media relativamente acomodada, y con capacidad universitaria, a jugarse la vida por un ideal.

La experiencia traumática de Stein, en la Segunda Guerra, visto con nuestros ojos, parece insuperable. Pero nuestra dictadura atacó a la militancia con una  saña inédita. ¿Por qué crees que son comparables las experiencias?

No sé si ambas experiencias son comparables en el sentido de la barbarie, pero sí en el sentido de una planificación concreta. Es decir, en la Segunda Guerra Mundial, por parte de los nazis, hubo una planificación de reordenamiento de tierras y de distribución de riquezas, y especialmente tuvieron la indecencia de exterminar una parte de la humanidad simplemente porque pertenecía a una raza, o una religión. La represión en Argentina yo la entiendo también como un reordenamiento y una eliminación de determinado tipo de disidencias que no están de acuerdo con el plan generalizado.

¿Cuáles fueron tus influencias artísticas?

Son muy variadas. Por la parte literaria creo que tengo una gran deuda con la literatura universal en general, en particular la rusa. Me fascinan los escritores rusos, especialmente de comienzos del siglo XX. Me influyó mucho Isaak Bábel, como también me influyen los cuentistas argentinos como Borges, Cortázar, y en cuanto a la creación de espacios y de ambientes narrativos, Roberto Arlt creo que es extraordinario y que me ha marcado profundamente. Después tengo una gran influencia de la ciencia ficción de Bradbury, de Ursula K. Le Guin, y de los primeros autores de ciencia ficción como Stanislaw Lem, por poner algún autor europeo también. El cine es para mí una influencia ineludible. Me encanta el cine en todas sus apreciaciones, tanto el de género norteamericano o el cine de películas negras de la década del 50-60, y también el cine más experimental o más de autor, como puede ser Andréi Tarkovski. Y en cuanto a la cuestión gráfica, la cuestión netamente de dibujo podría dividirlo en dos partes. Primero los que no son dibujantes de historieta, y los que sí. De los primeros tengo una gran influencia probablemente de todos los grabadores expresionistas alemanes o de centro Europa de la época de la República de Weimar, y también de autores de lo que se denominó posteriormente por los nazis Arte Degenerado, George Grosz, por ejemplo, cuya obra me impacta mucho; y también, si pego un salto para el otro lado, Norberto Onofrio, en Argentina, quien me parecía un grabador y artista extraordinario. En cuanto al cómic, es evidente que tengo influencias de los grandes clásicos argentinos, como puede ser Alberto Breccia y José Muñoz. Y de la historieta mundial, creo que en mi trabajo se ve a Hugo Pratt, Moebius (Jean Giraud), Milton Caniff, por poner casos concretos. Más hacia acá en el tiempo tenemos a Robert Crumb que me fascina también, o Gipi (Gian Alfonso Pacinoti), un italiano del que gusta mucho el trabajo que hace.

Trato de saber quién soy desde hace mucho tiempo, decís en el epílogo del libro. ¿Escribir y dibujar la novela te permitió conocerte aún más a vos mismo?

La identidad va trasmutando a lo largo de los años, ¿no?, y trato de saber quién soy, sí, y en el contexto del libro, sí, es un libro en el trato de que aparezcan trazos de mi historia personal, de manera oblicua, porque estoy contando la historia de dos personas que no tienen que ver de manera directa con mi familia, ni conmigo. Es decir: Stein es un perfecto desconocido y la Turca Andrea, que fue una compañera de mi padre pero que no tiene nada conmigo de manera directa.

Y mi historia personal no se acaba aquí, es decir que con el libro intenté evacuar ciertas preguntas existenciales que en relación a lo que me conforma como persona, pero posteriormente a eso mi historia personal sigue un camino que desconozco. Mis nuevos proyectos tienen con otro tipo de cuestionamientos del tipo qué papel tenemos los individuos o la sociedad en cuanto a participación social cuando tenemos casi todo establecido y contamos con muy poco margen para los cambios, a diferencia de los 70.

Hoy una de las grandes posibilidades que tenemos en Occidente, o en Europa, es pasear el perro, porque todo es absorbido por esa gran máquina con una vorágine insaciable que es el capitalismo. Si se te ocurre algo rupturista, si funciona y tiene la capacidad de generar dinero, enseguida se transforma en mainstream, y sino, es completamente ignorado. Intento generar algún tipo de narrativa sobre estos temas.

Recordar produce una cantidad de preguntas sin respuesta y probablemente ese fue el motivo para realizar este libro, afirmás también en el final del libro. Otra vez: ¿sumaste respuestas?

Sí, las sumé. Stein es un trabajo sobre la memoria, que no es una cosa rígida, y que funciona de una manera metodológica. Mi manera de recordar o producir memoria, tiene que ver con ciertos procesos o reflexiones personales, que son infinitamente diferentes , por suerte, al de otras personas. Eso no quiere decir que mi manera de recordar sea la definitiva, y de hecho, al día de hoy, haría el libro de manera diferente, porque mi proceso de producir memoria es otro. Aparte de sumar respuestas, sumé preguntas, porque al introducirme más información sobre esa época, genera muchas preguntas sobre los compañeros de militancia de mi padre, por ejemplo.

¿Por qué te fuiste vos de la Argentina siendo ya un adulto?

Creo que uno de los efectos colaterales de cualquier experiencia traumática es que uno la carga a lo largo de su vida, y aprende a vivir con ella de la manera que puede. Uno de los casos más claros sobre la experiencia traumática de los 70 en el contexto de ser un hijo de un afectado, como yo, y estoy hablando de un afectado de manera “suave”, porque no mataron a mi padre, más allá de que diezmaron a todo su entorno. Eso a mí me ha afectado de manera directa, por ser el hijo “de”, y de manera directa también afecta a mi presente.

Una de las preguntas que me hice al terminar el libro, tiene que ver con la ausencia absoluta del sentido de patria que había en la Argentina. Soy profundamente crítico con la República en sí misma como concepto de país. No creo en los estados, y en caso argentino, se trata de un Estado creado por gente de la que no me siento partícipe de su proyecto. Un Estado creado a partir de una decisión de un imperio que se estaba hundiendo, y posteriormente, a principios del siglo XX, se diseña a partir de la exclusión y el exterminio de pueblos originarios. Luego de eso, se extermina y se excluyen los inmigrantes disidentes y a partir de ahí, bueno, tenemos consecuencia tras consecuencia hasta llegar al actual gobierno fascista que tiene la Argentina.

Al no tener una sensación de Estado tampoco tengo una sensación de pertenencia exclusiva. Me siento nacido allá y siento que tengo un montón de valores culturales que me conforman como argentino, pero no tengo la más mínima necesidad de someterme a procesos que los argentinos no eligen en su día a día. Otros cuestionamientos y necesidades me han llevado a buscarme la vida lejos del lugar en el que nací, y probablemente el proceso de exilio me dio un espacio de infancia en España que siento también mío y que me conforma también como persona. No tengo una patria cerrada. Vivo aquí porque es lo que me ha salido hacer.

¿Seguis el día a día de la política argentina?

Tengo una aproximación a nivel familiar, pero no lo sigo. Una de las cosas que te da vivir afuera de tu país, es no entender para nada cómo funciona la política de tu país, y poder ver a la distancia cierto caos político. Argentina es como un país que tiene una vida política exacerbada. Me sorprende, por ejemplo, la duración de las campañas políticas. Me aturde bastante. Al final, el resultado es el de siempre: más polarización económica, más resentimiento en la clase media y la clase trabajadora, y una magnetización económica.

¿Por qué te parece que luego de tantos años y luego de haber logrado consensos democráticos, hoy tiene cabida el negacionismo de Milei en relación al terrorismo de Estado?

Hay una parte pequeña pero poderosa de la Argentina que niega y no aceptar ciertos procesos democráticos que se fueron llevando a cabo en el país desde 1983 a la fecha. Es decir: los dueños de la tierra o los oligopolios, que entienden que la dictadura fue una manera de reordenar las cosas y que era necesario el exterminio de 30.000 personas, y sobre todo, cambiar una manera de pensar en la sociedad. Esta es la manera de pensar de un montón de personas, la consecuencia es este tipo de personas amorales como el presidente Millei y toda su corte, ¿no?

Creo que Milei es un fenómeno, como Berlusconi, es un payaso, un clown, títere, un tipo que tiene problemas personales importantes para juzgar por sus comportamientos, un histriónico. Pero el caso de Bullrich, es más interesante. Viene de una familia patricia, es una persona militarizada, completamente deseosa del conflicto armado, una persona sin ningún tipo de moral. Tiene su origen en la alta burguesía argentina, militó en Montoneros, y posteriormente se transforma en esta cosa actual, con las manos manchadas de sangre. Pregunten por Maldonado y todo lo que pasa con la gendarmería nacional. Basta ver la trayectoria de esta mujer como para ver una radiografía de un determinado espacio social económico que tiene muy claro lo que le importa y lo que le interesa en detrimento de miles de personas.

Posteriormente a eso nos encontramos en esta especie de clase política descerebrada, de incompetentes, que generan un descreimiento absoluto de la sociedad en lo que pueden o no pueden hacer los políticos, con lo cual el espacio para que ascienda un personaje como Milei está servido. El actual presidente no sube por sus méritos sino por la inutilidad de los gobiernos anteriores, quienes básicamente no pueden hacer nada porque el poder fáctico no los deja. Tratan de acomodarse lo mejor que puedan, ante unas reglas establecidas fácticamente en relación a lo económico.

Hay una pregunta muy simple, ¿por qué hace 70 años que Argentina vive en una inflación permanente, ajena al resto de Sudamérica? Es demencial educar a una población a no poder saber qué salario tiene el día 1 y el día 30 de un mes. Y creo que ese tipo de cosas son las que generan un descreimiento enorme y también un negacionismo enorme. Es muy raro, y a mí no deja de sorprenderme.

¿Unas palabras sobre Oesterhel y su novela gráfica El Eternauta, ahora que Netflix puso en su pantalla la adaptación de Bruno Stagnaro?

El Eternauta es como una obra capital. En los años 80, Martin Scorsese conoció la historia, y dijo que era una obra monumental que no podía ser filmada porque creía que no había medios tecnológicos para sacarla adelante. Yo entré a la obra por medio de la versión de Alberto Breccia, que publicó y abortó la revista Gente, un hecho que da un panorama de lo que contenía aquella segunda parte de la historia que escribió Oesterheld. El trabajo anterior, en el que dibujó Solano López, es descomunal. Yo creo que allí se genera un clima genuinamente porteño y argentino, y logra un clima que hoy se está utilizando muchísimo. Es precursora de series como  The last of us, en las que se crea un enrarecimiento y en las que se juega de manera extraordinaria con los comportamientos sociales de las personas ante una agresión que no encuentra una respuesta.

En relación a Oesterheld, un militante desaparecido, como sus hijas, al leer El Eternauta queda muy claro la gran metáfora que quería expresar y que tenía que ver con el contexto social en el que estaba viviendo. Me da un poco de resquemor que la obra sea estrenada en Netflix, porque vivimos en una época en la que se descascaran las cosas para dejar el envoltorio estético, y sacarles el contenido ideológico que pueda llegar a molestar al discurso mainstream, ¿no?

En el contexto del Eternauta, la gran invasión alienígena que se hace en las tierras del sur del planeta, luego será negociada con las grandes potencias, que aceptan cederles todo ese espacio, para ellos poder tener un espacio humano de acuerdo a sus intereses. Y el enfrentamiento de la población civil en Sudamérica, en concreto en Buenos Aires, contra esta potencia invasora, refleja de una manera metafórica muy claramente por lo que luchaban en esa época. Hay varias conversaciones en El Eternauta donde comentan el papel penoso del resto de la humanidad, en el norte, en relación a cómo abandonan el sur ante la potencia invasora.

Tengo mis dudas acerca de que eso salga en la serie de Netflix, pero vamos a verla. Tengo curiosidad por verla. Me queda un poco lejos también el papel de Ricardo Darín en relación a mi imaginario sobre Juan Salvo, pero de todas maneras es un gran actor, y otra vez: habrá que ver la serie.

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Antes de instalarse en Barcelona, Agustín estudió dibujo con Alberto Breccia y Leopoldo Durañona publicó sus trabajaos la Revista Fierro, entre otros medios gráficos. Allá combina su trabajo como ilustrador y autor en el área infantil, y publica libros de su autoría en Francia, Italia, México y Corea. En el año 2001 gana el premio A la orilla del viento del Fondo de Cultura Económica de México por el libro Siete millones de escarabajos que, al año siguiente, fue mención White Raven de la Biblioteca de Munic (Alemania). Ilustra para la editorial Nórdica diversos clásicos de la literatura como 20000 Leguas de viaje submarino y De la tierra a la luna de Jules Verne, La muerte de Iván Illich de Lev Tolsói, o La Caída de la casa Usher de Edgar Allan Poe. En 2017 publica 155, novela gráfica sobre la vida de Simón Radowitzky que se edita en Francia, EEUU, Argentina y Alemania. Su ultimo trabajo como autor es El peso de las estrellas, vida del anarquista Octavio Alberola, editado por Raig Verd, donde realiza un trabajo de investigación histórica y prescinde de la ilustración.

author: Mariano Abrevaya Dios

Mariano Abrevaya Dios

Director de Kranear. Escritor.

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