Cultura Cine

El (d) olor de la pobreza

En la última película del surcoreano Bong Joon-ho se narra de modo despiadado la historia de una familia pobre para salir de la precaria y desesperante situación en la que viven. Se trata de un trabajo que pone de relieve las estigmatizaciones y prejuicios propios y ajenos, y por eso, para la autora de la reseña, es una obligación moral ir a verla al cine o bajarla en la computadora para verla en casa.

16 de Enero de 2020

Por Laura Fuhrmann

Hablar de la diferencia de clases sociales, del abismo que existe en la sociedad capitalista actual entre quienes más tienen y quienes tienen muy poco, siempre resulta tan necesario como delicado. El cine, industria surgida y arraigada en este tipo de sociedades desiguales, contribuye a reflejar los tipos de relaciones que se suscitan entre los miembros de una comunidad que evidencia de modo constante las carencias de unos y los privilegios de otros.

Parasite (Gisaengchung), película surcoreana de 2019 dirigida por Bong Joon-ho, se ocupa, de la manera más despiadada que se pueda imaginar, de contar la historia de los miembros de una “familia tipo” (si de una sociedad capitalista hablamos, por supuesto) que habitan un sótano en los suburbios, sin trabajo estable y en condiciones de hacinamiento, y que en su afán de “equilibrar la balanza”, podría decirse, idean un plan casi perfecto para salir de la situación en la que se encuentran.

A partir de allí, la película, que comienza de un modo ameno y simpático, conduce al espectador por un camino sin retorno, volviéndolo cómplice de situaciones incómodas, insoportables por momentos, hasta el punto de colocarlo, por ejemplo, como testigo de la llamada “guerra de pobres contra pobres”, solo que, en este caso, se pasa del sentido metafórico al literal de una manera que resulta intolerable.

Con un desenlace inesperado, pero no menos doloroso que el resto de la historia, Parasite construye su relato a partir de una serie de estigmatizaciones –los rasgos físicos de una persona determinan su condición social y cultural, el olor que supuestamente emana la pobreza- que atraviesan, al parecer, no solo a la sociedad occidental.  Y es quizás en esto último –más allá de que se trate de una obra original y provocadora hasta el paroxismo- donde reside el hecho de ser un filme tan galardonado y con tantas nominaciones a futuras premiaciones (ganó la Palma de Oro y el Globo de Oro a la mejor película extranjera en la última edición del festival de Cannes, está nominada al Oscar 2020 a la mejor película extranjera).

Tomando todas las precauciones del caso y dispuestos a confrontar y confrontarnos con nuestros prejuicios más profundos, ver esta película constituye prácticamente una obligación moral en estos tiempos que corren. Aunque hay que andarse con cuidado, porque en el cine cualquier semejanza con la realidad…

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