Derechos Humanos

El Nunca Más no es un museo

Dos nuevos decisiones del gobierno libertario mancillan la historia democrática de nuestro país: nombrar a un militar en actividad como ministro de Defensa, y alineados con los EEUU e Israel, votar en contra de la resolución de la ONU que condena la tortura. Pretenden una memoria vacía, plantea Giselle Tepper.

26 de Noviembre de 2025

Por Giselle Tepper

La fragmentación de la historia no solamente es funcional a la impunidad, sino incluso a la posibilidad de negar el horror y hasta de reivindicarlo. Los pactos democráticos que se venían renovando permanentemente desde la recuperación de la democracia, y casi de manera ritual cada 24 de marzo, no son un museo. Son una constancia: por su continuidad y por su carácter afirmativo.

La democracia no tiene lugar para lo que pertenece a la dictadura. Aunque sus consecuencias tengan espacio en la impunidad. La democracia no es la interrupción de una dictadura. Es la salida después del horror y cuando un pueblo puede decir Nunca Más va hacia la imposibilidad de la repetición. La ruptura de los consensos democráticos de parte del gobierno de Javier Milei y Victoria Villarruel pretenden, en algún sentido, operar sobre la idea inversa: la democracia como una interrupción de la dictadura.

La reciente decisión de designar a Carlos Alberto Presti, jefe del Estado Mayor General del Ejército, como nuevo ministro de Defensa, implica un profundo retroceso en los casi 42 años transcurridos desde la recuperación de la democracia: por primera vez esa función será ocupada por un militar. Y no cualquiera: es hijo de Roque Carlos Presti, quien fue coronel durante el terrorismo de Estado y estuvo al frente del Regimiento de Infantería 7 en La Plata, a cargo de la represión en el área 113. Bajo esa órbita funcionaron los centros clandestinos La Cacha, Pozo de Arana y la Comisaría 5ª, entre otros. Murió sin llegar a ser juzgado, acusado por delitos de lesa humanidad.

El silencio de Carlos Alberto Presti no permite saber todavía qué opina sobre la dictadura genocida, si alguna vez le pidió información a su padre, si piensa que los genocidas y civiles deberían o no romper los pactos de silencio para decir dónde están los miles de cuerpos desaparecidos y los nietos y las nietas que las Abuelas de Plaza de Mayo siguen buscando.

La elección de Presti en Defensa fue cuestionada también por Jorge Taiana, quien ejerció el cargo en el gobierno de Alberto Fernández: “nombrar a un militar como ministro de Defensa implica la utilización partidaria de las FFAA, haciéndolas parte de las decisiones políticas de un gobierno que ha renunciado a la defensa de la soberanía”, expresó.

¿Por qué al gobierno de Milei y Villarruel le interesa que las Fuerzas Armadas tengan la posibilidad de acceder a su politización? ¿Por qué cada vez más familiares de acusados o condenados por delitos de lesa humanidad son parte del gabinete del gobierno? Ninguna casualidad sistemática. La designación de Presti, unida a la acumulación de funcionarios negacionistas y hasta apologistas del terrorismo de Estado sucede en el contexto del desmantelamiento de las políticas de Memoria, Verdad y Justicia con despidos masivos y retiros “voluntarios” extorsivos.

Y ya sin ocultarlo, el subsecretario de Derechos Humanos, Alberto Baños, un ex juez devenido en funcionario libertario, llevó ante el Comité contra la tortura de la ONU las expresiones negacionistas del gobierno para volver a ofender la memoria de nuestro pueblo poniendo en duda un consenso de la democracia: SON 30.000.

Sin desplegar, al menos todavía, esa “memoria completa” en la que fundamentan los retrocesos y agravios a los organismos de derechos humanos, van hacia una memoria vacía: desarmando las políticas de Estado que con Néstor y Cristina Kirchner instalaron a nuestro país como referencia ante el mundo en lucha contra la impunidad y en la promoción y defensa de la memoria.

Sin disimular su negacionismo, van intentando deshacer lo conseguido en los espacios de memoria, en los juicios por delitos de lesa humanidad, en la búsqueda de los nietos y las nietas, en los archivos, en todo lo posible. Y el eco libertario de ese negacionismo ya no solamente se atreve a cuestionar el número de víctimas, sino también a tratar de destruir otro de los consensos del Nunca Más: la privación de derechos y garantías de quien disiente con el poder, de quien lucha, de quien resiste, desplazando la idea de justicia a la de venganza.

El contexto del retroceso que significa la inminente designación de Carlos Alberto Presti como ministro de Defensa no es ajeno a la injerencia de Estados Unidos en nuestro país.

Mientras que en estos 42 años de democracia en la Argentina no se ha saldado la gran deuda de erradicar las prácticas de violencia institucional, el gobierno de Milei, alineado con Estados Unidos e Israel, votó en contra de la resolución de la Asamblea General de la ONU que condena la tortura, promoviendo su prevención y eliminación. ¿Por qué el gobierno argentino niega ante el mundo que SON 30.000 y al mismo tiempo evita comprometerse con la erradicación de la tortura? Este voto de la Argentina es inadmisible para nuestra, historia nuestro presente y para quienes desde la sociedad repudiamos el genocidio de Israel sobre el pueblo palestino en Gaza.

Tiempos difíciles, en los que algunos consensos perdieron sus batallas contra el vaciamiento de sentido, pero seguimos siendo el país de los pañuelos blancos. El que salió a hacer de la memoria un verbo y no un museo. Y acá nos tendrán. Molestando con la verdad, siempre.

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