
El otro Eternauta
5 de Mayo de 2025
Por Gustavo Abrevaya. Imagen portada: Ramiro Abrevaya.
El Eternauta que leí a los veinte años no es este. O no del todo. Como yo, como el país, como el mundo. Como el mismo Eternauta de la historieta que, si se lee con atención, es varios eternautas. Juan Salvo no es el mismo cuando empieza jugando al truco en su cálida casa de Beccar que cuando mata escarabajos gigantes. Ni el que viaja en el tiempo buscando a su mujer y su hija desaparecidas. Juan Salvo es un familiar que busca a su mujer y a su hija desaparecidas.
La historieta se publicó en 1957, hace 68 años. Y fue, como todo en Oesterheld, una aventura, la mayor de su producción, acaso no de su vida. Si hubiera sobrevivido a la dictadura hubiera dedicado todo su tiempo junto con Elsa, su mujer, a buscar a sus hijas, a sus nietos.
En estos 68 años sucedió: la resistencia, la revolución cubana, la lucha armada, el Che como faro para las juventudes del mundo, Los Beatles, sucedió el pelo hasta los hombros, la maravillosa minifalda, Woodstock sucedió, las flores, Jimi Hendrix, el alunizaje, El Padrino, el regreso de Perón, la muerte de Rucci, los estúpidos imberbes abandonamos la plaza, aquella, la del primero de mayo, sólo esa, nos fuimos quizás echados pero no renunciantes, y no abandonamos a Perón. Creo que no lo entendimos. Difícil entender a las AAA y sus armas en los pasillos del Ministerio de Salud del Gobierno Nacional y Popular liderado por nuestro máximo líder. Ya empezaban a matarnos. Y todo estaba ahí. También sucedió el rock nacional, mucho Jugo de tomate frío, mucha Muchacha, mucha Biblia, algunos sostuvimos el rock y la política. Pink Floyd grabó El lado oscuro de la luna y el mismo año Pinochet nos señaló el futuro, que iba a llegar tres años después con la dictadura más sangrienta de nuestra historia. Cuando llegó todavía conservábamos el espíritu futbolero de la JP. Se nos iba a borrar rápido la sonrisa. Y desaparecieron los amigos del barrio, los cantores de radio, las personas que amábamos, desaparecieron en la calle, en el aire. Legiones de Falcon circulaban en las noches tenebrosas y desaparecían gente, nos desaparecían, quiero insistir, nos llevaban a todos, nos mataban, nos tiraban vivos en vuelos nocturnos mientras salíamos campeones del mundo y aparecía Maradona para seguir vivo hasta este mismo momento en que lo evoco. 30.000 veces hicieron eso. 30.000. Aunque lo nieguen los terraplanistas. Y hubo la Guerra de Malvinas y el genocidio volvió a ocurrir, un ejército de torturadores no podía combatir contra un ejército imperial. Y torturaba a sus propios, juveniles, inexpertos soldaditos.
Dos recuerdos: un pibe de dieciocho años disfrazado de soldado entra corriendo al campamento gritando: Rajemos, loco, ¡vienen los Gurkas! La palabra LOCO en ese contexto hiela sangre. El otro recuerdo, un pibe encargado de recoger en un camioncito restos de muertos, pedazos de sus compañeros, brazos, piernas, torsos de adolescentes reventados por las bombas y las balas trazadoras, el pibe me lo contaba en una comunidad terapéutica, reventado él mismo de drogas. Perdimos la guerra, pero era lógico, cayeron los torturadores, vino la democracia, los juzgamos, a los peores de la dictadura, los ideólogos, los jefes, a ellos los sentamos al banquillo y los juzgamos, nunca antes, y por primera vez en la historia fueron presos, ellos, los asesinos, los horribles, los que nos mataron y nos torturaron y se robaron a nuestros niños, y Videla murió preso, voy a repetir esto, Videla murió preso, no hay retorno. Algo nuevo estaba pasando, nos íbamos sanando, parecía, la plaza resultó nuestra. Cayó el muro de Berlín, el neoliberalismo se hizo plaga, nos ajustaron y nos hambrearon los mismos que votábamos, el 21 de diciembre de 2001 mataron a treinta argentinos y un helicóptero abandonó la Rosada, tuvimos cinco presidentes en una semana, mataron a Kosteki y a Santillán, un día apareció Néstor, pidió perdón en nombre del Estado, fue el peronismo soñado, después se murió y Cristina fue la posta. Y hubo un Papa Peronista.
El Eternauta del 57 era una historia que nos antecede. Estaba en los libros, nuestra historia de plaza bombardeada y ejecuciones en los basurales de José León Suarez. El Eternauta de la serie cuenta aquello y también esto que cuento, lo que vivimos.
Y ver en la pantalla esa historia al día de hoy, así, actual, repensada, porque no podés decir lo mismo como si en 68 años no hubiera pasado nada, es una experiencia escalofriante. Tiene muchos errores, y es lo de menos. Apuesto: Oesterheld no hubiera objetado esto. Lean la segunda parte que él escribió en la clandestinidad y ahí ya está la evolución que en la serie alcanza niveles épicos. Incluso en la versión trunca que hizo con Breccia, que se publicó censurada en la revista Gente, las potencias del norte nos entregan a los invasores. Otro Eternauta. No sé de qué se habla cuando se dice que este Juan Salvo no es Juan Salvo. Juan Salvo somos todos, perdón por el lugar común.
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