Dirigida por un experto en relatos seriados y responsable de logrados productos como “Okupas” y “Un Gallo para Esculapio”, Bruno Stagnaro asume el gran desafío de trasladar al formato televisivo la icónica novela gráfica de Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López, emblemáticos autores de la icónica tira. Luego de una prolongada espera, “El Eternauta” finalmente arribó a la plataforma Netflix para convertirse, en cuestión de días, en tendencia mundial.
Apuesta fuerte del presente calendario en materia de producción autóctona, el propio Stagnaro, junto a los guionistas Ariel Staltari (también integrante del elenco), Gabriel Stagnaro, María Alicia Garcías y Martín Wain, se hacen cargo de su adaptación a las coordenadas actuales, otorgando identidad propia a una obra de cabal referencia, leída por numerosas generaciones, radiografía de nuestra idiosincrasia y definitoria epopeya comunitaria.
Desde los primeros instantes del primer capítulo, la serie nos atrapa de forma inmersiva. Protestas, caos y descontento social reinan en las calles, el estigma argentino que parece no cambiar jamás. Casi de modo simultáneo, el relato traza una ligazón emocional con el rock nacional de los años ‘60 y ‘70: Manal, Pescado Rabioso y Billy Bond y La Pesada se convierten en el acompañamiento sonoro ideal; posteriormente, cada capituló hará lo propio mediante una conexión que apostó a la diversidad (entre otras bandas, apreciamos desde Soda Stereo a Intoxicados y El Mató a un Policía Motorizado).
Decidida a generar impacto inmediato, “El Eternauta” nos hace partícipes de la prosaica realidad de una partida de truco y un distendido clima de jolgorio, el cual se ve abruptamente sacudido por una falla de energía en pleno verano y un extraño -improbable- agente externo: las nieves del tiempo no son del mismo tenor que las anunciadas por el mítico tango gardeliano. La distendida noche de barajas, chistes y tragos entre amigos no tarda en ser interrumpida por la incursión de un inesperado invasor: mortíferos copos de nieve cubren todo lo que la vista alcanza a distinguir.
Tras el ventanal los mudos gritos no pueden escucharse y la mínima distracción se vuelve imperdonable. La sensación que impera es de incredulidad; tragedia al despertar, la vida desaparece en segundos. Poco a poco, los personajes toman noción que la anómala condición llegó para quedarse y, tal vez, el planeta tal como lo conocimos -reflexiona uno de los personajes- ha dejado de existir. Algo raro en el aire domina la situación…
La serie está primera en el ranking de los contenidos más vistos en habla hispana.
El cielo arroja imágenes de indudable tono apocalíptico. Con espectacularidad, Stagnaro explora un territorio poco frecuente para nuestro medio (la ciencia ficción), dibujando un paisaje distópico en dónde la amenaza es ‘el afuera’; en tal sentido, interpreta a la perfección la intención plasmada originalmente por dos revolucionarios de la historieta argentina. La Nación enfrenta un enemigo desconocido (¿será que está dentro de cada uno de nosotros?), y la serie se vuelve una acertada metáfora sobre una aniquilación sin precedentes, de gigantescas dimensiones.
El encierro pone a prueba las emociones de los protagonistas; es hora de organizarse y resistir. Un talentoso elenco conformado por Ricardo Darín, Carla Peterson, César Troncoso, Andrea Pietra, Ariel Staltari, Marcelo Subiotto y Claudio Martínez Bel se muestra a la altura de las circunstancias. Captando la atmósfera de ciertas viñetas icónicas, y asumiendo el compromiso de estar a la altura de semejante legado, los autores contraponen reflexión a tensión, a medida que consiguen transmitir con solvencia la lucha de un grupo humano con un interés en común: potenciar valor solidario en pos de un logro a obtener: prolongar la propia existencia.
Juan (un rol a la medida de Darín, y el cual engrosa su prolífica galería de inolvidables personajes), líder a la fuerza y también padre en desesperada búsqueda de su hija perdida, es un ex soldado de Malvinas, un ciudadano común y corriente con que el fácilmente podemos empatizar. En posición vulnerable, debe afianzar su ingenio: un traje lo suficientemente funcional evita todo contacto con la peligrosa y tóxica nieve. La incertidumbre por sus afectos es una de miles batallas librándose a la vez; el terror de los sobrevivientes se propaga dentro de la afectada geografía de una ciudad sin reglas. La memoria del miedo instala en la mente confusas y perturbadoras referencias.
Suerte de analogía respecto a los gobiernos de facto que se sucedían en la vida política del país, “El Eternauta” fue editada por entregas en la revista semanal Hora Cero, entre 1957 y 1959. Totalizando trescientas cincuenta páginas (de las cuales la serie aborda, aproximadamente, la mitad), nos indica que, bajo su concepción, hay héroes grupales, no así individuales: para la supervivencia del ser humano la salida es colectiva. Tomando cierta distancia del original, Stagnaro amplía, altera o diversifica el universo argumental primario, y lo hace sin traicionar su esencia, sino apropiándose de su espíritu.
Su esperada concreción, tras sucesivas etapas de intensa producción y un rodaje que se extendió por ocho meses, representa un ambicioso proyecto audiovisual con carácter de pionero, que demandó años en llegar a completarse y contó con un abultado presupuesto y más de ciento cincuenta colaboradores en los diversos apartados técnicos. Echando mano a notables efectos especiales e inteligencia artificial para recrear diversos escenarios de Buenos Aires, la serie recurre a veinticinco locaciones reales y a otras treinta cinco creadas digitalmente.
“El Eternauta” transpone al ámbito hogareño una idea gráfica de intacta actualidad: en la gesta llevada a cabo por hombres y mujeres atravesando una situación extraordinaria podemos vernos fácilmente interpelados. Seis capítulos nos relatan una historia repleta de épica, angustia y astucia, en dónde pasado, presente y futuro dialogan. Una sobresaliente empresa de altísimo nivel artístico que el espectador local disfrutará y promete extenderse, al menos, por una temporada más. Queda mucho aún por contar.
Sigamos conectados. Recibí las notas por correo.