
No se piensa en el verano cuando cae la nieve
Siempre emociona el rumiar colectivo. En todos lados hablamos de la serie que acaba de estrenar Netflix, la brillante relectura que hace Bruno Stagnaro de El Eternauta, la historieta escrita por Héctor Germán Oesterheld y dibujada por Francisco Solano López. En cada sobremesa, en cada encuentro, en cada reunión. En las redes sociales, en los grupos de WhatsApp, en esa arena digital donde transcurre gran parte de nuestra conversación política. Miramos la serie, la sacudimos, la conversamos, la discutimos. Hay un trasfondo y hay una urgencia. No sabemos qué estamos construyendo, pero sí sabemos que es imprescindible hacerlo. Esta historia nos habla de eso, de apostar a lo que no es infierno en medio del infierno, en palabras de Ítalo Calvino:
'El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquél que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio”.
En la primera escena suena Paisaje, de Gilda. No se piensa en el verano cuando cae la nieve, cantamos. La serie llega en la época justa. Cae nieve. Es ineludible pensar en el apocalipsis y el derrumbe de todo aconteciendo frente a nuestros ojos. Stagnaro es el juglar de algunos de nuestros traumas colectivos más profundos. Ya hizo historia con Pizza birra y faso en 1998, después con Okupas en el 2000 y ahora nos sacude con El Eternauta cuando es 2025 y gobiernan el odio y la crueldad.
Dentro de cincuenta años habrá gente estudiando este tiempo tan oscuro de la historia nacional y sabrán que la serie argentina más vista de todos los tiempos fue una epopeya contracultural basada en una historieta escrita a fines de la década del 50 por Oesterheld, detenido desaparecido en 1977 por la dictadura militar al igual que sus cuatro hijas y sus parejas. Dos de ellas, Marina y Diana, estaban embarazadas al momento de ser secuestradas. Esos niños nacidos en cautiverio continúan desaparecidos. Quizás ya vieron la serie sin saber que son nietos de Oesterheld.
Salgan al sol
El Eternauta nos cuenta la historia de un país que con mucha rabia y algo de melancolía comprende que lo único que le queda es levantarse. Y la salida será colectiva o no será. A contracorriente del mensaje que bajan desde los siniestros poderes que gobiernan nuestro país. La serie emociona porque es una carta de amor a la argentinidad, una especie de Aleph que retrata la lucha colectiva contra el enemigo invasor. Personas sencillas de la clase trabajadora se organizan para sobrevivir frente al espanto.
No se puede ser feliz en soledad. Tampoco se puede ser héroe en soledad. En 1975, la revista Récord publicó por primera vez una edición integral de la primera versión de El Eternauta, casi veinte años después de la publicación original. “El único héroe válido es el héroe en grupo, nunca el héroe individual, el héroe solo”, remarcó Oesterheld en esa edición. Nadie se salva solo, dice esta obra e introduce la idea del héroe colectivo. Es imperioso sostener relaciones solidarias, organizadas, cooperativas para enfrentar los desafíos comunes. Hablamos de la comunidad organizada como modelo nacional.
El Eternauta, escrita a fines de la década del 50, resulta una obra premonitoria por la representación del autoritarismo y la invasión que llegó con la dictadura. Premonitoria también porque la historia empieza con el protagonista Juan Salvo que busca a su hija y a su esposa desaparecidas en medio del apocalipsis. Desaparecidas. La idea de la desaparición es el punto de partida de la narración.
Una defensa de la aventura
Para diferenciarlo de otros autores de ficción del género, Sasturain dice que Oesterheld es un aventurador. Aventurarse no es el boludeo del héroe, dice Sasturain, aventurarse no es vivir peligrosamente. La aventura no es algo exótico que pasa allá lejos. La aventura te puede pasar a vos.
En Oesterheld, el concepto de aventura es un desafío personal. No hay héroe anterior a la peripecia. La noción de héroe colectivo implica que no hay un heroísmo previo. El héroe no está hecho antes de que las cosas pasen. Las circunstancias hacen que esa persona común se convierta en un héroe.
Hablamos de ese momento crucial de toda vida en el que una persona se pregunta: ¿qué sentido tiene todo esto?, ¿para qué estoy vivo? Es el momento en el que las personas, ante una situación límite, deciden si se quedan en el molde o hacen lo que tienen que hacer. Hablamos de hacerse cargo de la aventura.
El Eternauta es el gran clásico del siglo XX de la cultura argentina. Una obra se vuelve un clásico por la lectura reiterada a través del tiempo. Por ese volver una y mil veces sin perder significado. Más bien todo lo contrario. Un clásico le habla a todas las épocas. Se resignifica. El Eternauta se transformó en la gran alegoría del siglo XX, una historia que nos reúne y genera múltiples resonancias políticas, culturales, sociológicas. A Oesterheld lo desapareció la dictadura militar. Una vez desaparecido, su obra siguió siendo censurada y perseguida.
Cuando fue gobierno, Mauricio Macri quiso prohibir su lectura en las escuelas secundarias de la ciudad de Buenos Aires. Hoy los libertarios hacen papelones en las redes sociales ante el éxito de El Eternauta, convertida en una de las series más vistas en todo el mundo.
No pibe, de Manal, canta Darín en el primer episodio al quedar varado en Puente Saavedra por un cacerolazo. No debes cambiar tu origen / ni mentir sobre tu identidad / Es muy triste negar de dónde vienes
Lo viejo funciona
Eso le dice Favalli a Juan Salvo en el capítulo dos antes que caiga fuego del cielo y suene el tema El Magnetismo de El Mató a un Policía Motorizado. Para la juventud lectora de las revistas de historieta de la década del cincuenta que tuvieron El Eternauta en sus manos, la invasión de lo desconocido, el apocalipsis, el fin del mundo, todo eso estaba adelante. Para quienes miramos la serie en el siglo XXI, todo eso está atrás. Ya vivimos catástrofes humanitarias y climáticas, ya vivimos incluso una pandemia global.
Lo viejo funciona, dice Favalli antes de reír triunfante. ¿Qué representa lo viejo en la serie? ¿Los autos viejos? Las cosas viejas funcionan, sí. Si llega el apocalipsis y se corta todo, la radio funciona, por ondas de radio, sin necesidad de lo digital. La radio es inmortal. ¿Qué es lo viejo que funciona? Funciona no dejar tirado al amigo, al compañero. Funciona ir a buscarlo, ayudarlo, como hace Favalli en ese capítulo. Funciona saber hacer cosas por nosotros mismos, tener oficios. Funciona no depositar y delegar todo el saber acumulado en tecnologías como celulares, nubes, drives, IA. Funciona no embrutecerse. Funciona insistir en hacer cosas que aparentemente la IA puede hacer por nosotros. Todo eso que ante cualquier colapso electromagnético te deja tirado.
“La brújula anda bien. Lo que se rompió es el mundo”, dice Favalli a Juan Salvo en el capítulo siguiente.
¿Quién detendrá a la turba iracunda?
El Eternauta exporta al mundo el ADN nacional. Reivindica la música argentina, el rock, el folklore, la cumbia, el tango. Están las Malvinas Argentinas en el corazón como un trauma y no como una historia de milicia heroica. Están las oraciones, el Gauchito Gil, San Cayetano. Está la fe. Cuando los bichos invaden la Iglesia, pasan cerca de la estatuilla de una virgen que está apoyada en el suelo. La chocan y la rozan varias veces pero no la tumban. No pueden. La virgen se bambolea, se mueve, pero no cae. Suena el Credo de Mercedes Sosa. Stagnaro es increíble. Está lleno de detalles así. También son incontables las operaciones que hace con el género de ciencia ficción y la historia argentina.
Sigamos buscando planos asombrosos. Están el graffiti de Okupas, la Scaloneta en un llavero y el stencil del gol del Diego a los ingleses en un paredón. Están nuestras costumbres, nuestras picardías, nuestros juegos. La idiosincrasia, los símbolos, los héroes, las banderas populares e identitarias.
La serie nos recuerda que somos un país hermoso y no esa cantinela despreciativa que larga la derecha cipaya que gobierna cada vez que habla del pueblo. No somos lo que nos dicen que somos.
Volviendo a Calvino, El Eternauta habla de apostar a lo que no es infierno en medio del infierno. Hacernos cargo de la aventura y sostener el esfuerzo de vivir juntos. Entonces queda ser desobedientes, insubordinados, inconvenientes para esas fuerzas del cielo que apuestan constantemente a la división, al odio, a la violencia, a la mentira.
Somos una comunidad aguerrida, amorosa y valiente. Somos una comunidad que se levantó, se levanta y se levantará todas las veces que haga falta.
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