Política

El segundo gobierno de Macri

“Una Argentina diferente es imposible con los mismos de siempre” fue la consigna de campaña de los libertarios, pero el lider del PRO, luego de romper Juntos por el Cambio, se apropió del gobierno entrante. Así, la Argentina libertaria volverá a ser un paraíso financiero, muy rentable para los capitales especulativos y muy hostil para las mayorías que esperan soluciones en el corto plazo.

“Volvimos a encontrarnos otras veces en aquel lugar, y no sé si inconscientemente o de un modo premeditado por él, nuestros diálogos versaron acerca del ocultismo y teosofía. De estas ciencias poseía vastos conocimientos, a los cuales su fe les dotaba de tan severa apariencia, que no se podía menos de creerle y respetarle. Cuando desenvolvía esas tesis extrañas y obscuras, descubría, en el fulgor de sus negras pupilas, no sé qué misteriosos arcanos seductores”.

Roberto Arlt (Las ciencias ocultas en la Ciudad de Buenos Aires).

 

“Una Argentina diferente es imposible con los mismos de siempre”. Con esa categórica frase, el Presidente Electo Javier Milei resumió en los últimos meses su santa cruzada contra la casta, mientras prometía un brutal ajuste que tendría que pagar “la política” y no la “gente”. Millones le creyeron y depositaron su confianza en él. Frente a la teatralidad del poder, se presentó siempre como alguien que podía combinar en su persona una desinhibición honrada y el aura tecnocrático del club selecto de los economistas, que hablan como gurúes, se venden como cirujanos de un cuerpo enfermo y parecen poseer una ciencia oculta que escapa a la comprensión de la mayoría de los mortales. Sin pasar por los ritos iniciáticos de la logia, lejos de su habitual impopularidad, el excéntrico Milei condensó como ningún otro las habilidades histriónicas de un panelista de televisión enojado, la paciencia aguerrida de un miliciano (en su batalla cultural contra el keynesianismo argentino) y el carisma que, en tiempos de crisis, despierta profundas fidelidades religiosas. Aquellas características lo transformaron en el profeta de la dolarización y el libre mercado, en un país que desde 1930 siempre ha bailado mejor con el proteccionismo y la regulación estatal.

Pero Milei, igual que el último falso Mesías del judaísmo, decidió convertirse al Islam cuando tuvo que optar entre la “vida y la muerte”. Pensó que podía manipular a Macri para ganar el ballotage, pero Macri lo arrinconó a él. El libertario no tiene manera de evitar un juicio político en el Congreso sin los votos del PRO. Por lo tanto, en la mesa de negociaciones, al momento, prefirió renunciar a casi todas sus banderas identitarias antes que verse destituido cuando el ingeniero dispusiera. Digamos que la estafa electoral no tardó en orquestarse más que la del traidor Menem. Queriendo ser una excepción a la regla, Milei dijo lo que iba a hacer, y fue votado por comprometerse a aplicar una verdadera terapia de shock, que insinúa moderado al propio Fondo Monetario Internacional. Pero lo que no dijo es que lo haría con todo el elenco económico que arruinó a la Argentina entre el 2015 y el 2019, dejando una deuda externa impagable, una economía en recesión y una inflación desbordada. Los libertarios que todavía mantienen sus expectativas en la pureza de la causa argumentan por estas horas que los técnicos son técnicos y lo que importa es quién conduce. Macri opina lo mismo.

Aún si los trascendidos de las últimas horas no llegan a confirmarse, porque la danza de nombres es infernal y la distancia entre lo verídico y las operaciones de prensa muy difusa, todo lleva a pensar que Milei accedió al gobierno, pero que Macri tendrá las manijas del poder, al menos a la hora de presionar al libertario y obligarlo a tomar ciertas decisiones. Lo que hoy vemos con perplejidad y angustia es una feroz disputa por los cargos, el control de las empresas públicas a ser privatizadas y la metodología de pillaje y rapiña que se efectivizará a partir del 10 de diciembre. Todo parece indicar que el confinamiento de los referentes históricos del staff de economistas de La Libertad Avanza supone que la dolarización y el cierre del Banco Central quedarán para más adelante. Está en discusión, sin embargo, si se viene un esquema simultáneo o escalonado de las reformas implementadas durante el menemismo.

Recordemos que en la primera etapa del gobierno del riojano -el plan Bunge & Born- las medidas consistieron en ajustar bruscamente las tarifas de servicios públicos y combustibles, además de una megadevaluación y la sanción de la Ley de Reforma del Estado, simbolizada en la actualidad con una motosierra. Todo terminó en una nueva hiperinflación y en la asunción de Erman González como ministro de Economía, con el Plan Bonex bajo el brazo, mientras se preparaba el terreno para la Convertibilidad. En cada uno de los momentos, se financió el déficit fiscal con un galopante proceso de endeudamiento externo, que voló por los aires en el 2001.

Irónicamente, los mismos que armaron la bomba se proponen para desactivarla. Apostemos: los ricos pagarán menos impuestos y podrán “improductivizar” excedentes en el carry trade, los ahorristas tomarán la deuda con los bancos y todos los argentinos nos haremos cargo de rendir cuentas, permanentemente, con los acreedores en moneda extranjera. Nunca falla.

No caben dudas de que Milei podría ser tranquilamente un personaje salido de las novelas de Roberto Arlt, un brillante y loco matemático que, abrumado por el sinsentido y la dureza de la vida, se entregó destinalmente a la conspiración ideada por el Astrólogo. Los delirios teosóficos y la jerga esotérica-que son parte constitutiva del atractivo místico del economista- eran moneda corriente en la Argentina de los años 20. De hecho, Arlt se divertía escribiendo contra el ocultismo que estaba en boga en los círculos porteños de entonces.

Simpática y peligrosa a la vez, la utopía libertaria que privatizaría calles y pedazos de mar cedió lugar al saqueo de los profesionales de la timba, que visten con traje y corbata y desfilaron, haciendo carrera, en la pasarela vip de los grandes bancos internacionales. Nada de coléricos improvisados que no dan garantías.

Macri, ofendido por quedarse sin la joya de la corona (YPF fue obsequiada a Techint), intervino el gabinete con jugadores de verdad. Ahora podremos disfrutar del segundo tiempo del “Messi de las finanzas”, el endeudador serial Luis “Toto” Caputo, y ofrecerle una enésima oportunidad al cerebro del Megacanje e inventor de la bomba de las Lebacs, don Federico Sturzenegger, convocado para despedir empleados públicos a mansalva y achicar el Estado para “agrandar la Nación”, otra vez (incluso si Sturzenegger no llega a ser nombrado y no pasa de ser una apurada de Macri, el mero hecho de que se lo considere es una terrible afrenta).

Ni hablemos de la saña represiva de Patricia Bullrich, que podrá satisfacerse de nuevo al frente del Ministerio de Seguridad. Nada de esto sucedería sin la inoperancia de Alberto Fernández-y, nobleza obliga, de todos nosotros- para explicar lo que fue y lo que legó el macrismo. Le cumplió el sueño al hijo de Franco: ahora gobernará sin poner la cara, además de olvidarse de los radicales. Y todos sus secuaces, fantasmagóricamente, vuelven a aparecer, cubiertos con un insólito manto de impunidad, como si de repente aterrizaran en helicóptero en un país exótico necesitado del prontuario y las milagrosas recetas de brillantes astros económicos, recomendados por prestigiosas universidades privadas y gigantescos fondos de inversión. Se ve que nunca pusieron a prueba sus ideas.

La imagen de De la Rúa llamando a Cavallo para salvar la convertibilidad es más digna que la rendición incondicional, previa a asumir, de un Milei que se hizo famoso despotricando contra las “bicicletas” del señor Caputo y la fuga de capitales que concluyó con el catastrófico retorno del FMI al país, en lo que fue el mayor acto de corrupción de la historia argentina y del organismo multilateral.

¿O será que Milei, con astucia maquiavélica, emplea como fusibles y peones sacrificables a los “mejores hombres” de Macri, para quemarlos rápido y hacerlos pagar el coste del ajuste, antes de pasar a la etapa maximalista? Quizá sea pronto para saberlo, pero tiene más olor a adaptación humillante e incoherente que a plan secreto y deslumbrante. En especial porque Milei no tiene demasiado margen para especular con sus posibilidades a largo plazo. Buena parte de la sociedad lo votó esperando soluciones urgentes y no tanto para ser Estados Unidos en 35 años. El reloj está corriendo y la paciencia se agota. Las señales deben ser enviadas ahora (a la gente, porque el mercado ya las recibió), y los primeros resultados sensibles cosechados con antelación a las elecciones de medio término. Resulta complicado imaginarlo de alguien que no sabe el precio del pan o del asado porque sólo sigue los movimientos de los “grandes números”. Típico de neoliberales es afirmar que nunca se llevó adelante una verdadera liberalización económica, que siempre faltaron cinco para el peso y que, por ende, no se puede juzgar la teoría por experimentos mal hechos.

Tal vez el problema sea que los seres humanos de carne y hueso no somos cifras aritméticas a ser manipuladas con la frialdad de los modelos matemáticos. Cuando Carlos Rodríguez, sin un mínimo filtro sacerdotal (es curioso que el “pare de sufrir” de los pastores evangélicos que ven sus templos repletos de personas quebradas sea la otra cara del “hay que pagar la fiesta”, “creyeron que podían tener” o “vivían por encima de sus posibilidades” de la “racional” y “secular” casta de los economistas), nos pide a los argentinos que nos la aguantemos y suframos, porque “estamos en guerra”, no hace más que exigirnos que nos comportemos como un número, para que todo funcione según se previó. Bajar de un saque el déficit fiscal, sin contemplaciones ni gradualismos, es lo mismo que decir: que muera quien tenga que morir. 

Sin dolarización a la vista (Emilio Ocampo perdió la pulseada por el Banco Central a manos del también macrista Demian Reidel, reclutado una vez más para maniobrar la “salida del cepo”), lo que podemos esperar a priori es un feroz “Rodrigazo”, para “corregir” precios relativos y enfriar la economía.

Las consecuencias son siempre las mismas: profunda recesión, disparada inflacionaria, alto desempleo y caída del salario real, ya bastante golpeado como para seguir agitando el avispero. Pero Milei se da plazos de entre 18 y 24 meses, en un país donde todo cambia en un puñado de horas o días y en el que los últimos ocho años han sido de permanente amargura.

Disciplinar a sindicatos y movimientos sociales mientras el mercado descarta y expulsa requiere de fuertes dosis de violencia estatal y paraestatal. Sin terror es imposible domesticar las almas, como se propuso Margaret Thatcher, ídola confesa de Milei.

Temo que por muy mal que estén las cosas en Argentina, no padecemos una crisis hiperinflacionaria, como la que permitió a Cavallo hacer su entrada triunfal. El precio que pagamos entonces por una apariencia de estabilidad macroeconómica fue el desmantelamiento crónico del aparato productivo y la desarticulación criminal del tejido social. Esa memoria, para muchos de nosotros, todavía está fresca. Por lo tanto, a menos que el cansancio espiritual y la tristeza de los argentinos sean más agudos de lo que pensamos, Milei tenderá a agravar la incertidumbre y el malestar.

Declaraciones como las que hace con frecuencia, al estilo de que “tenemos el déficit fiscal más grande de la historia” (lo mismo se dijo en 1975), “los números macroeconómicos son similares a los de la previa de la híper” o “hay mucha inflación reprimida”, pretenden legitimar el ajuste de shock, que de todas formas encontrará fuertes resistencias en la calle. Bullrich va a poner las balas para garantizar esas medidas antipopulares.

Pero aun así, creo que más que asustar con diagnósticos terminales o policías sin correa, Milei va a ejecutar lo que siempre deseó: un estallido real de la economía, que nos arrojará a un estado de terapia intensiva, en el cual tecnócratas sin corazón se presentan como los únicos salvadores. Y no es seguro que vaya a ser sin hiperinflación. De hecho, en las entrevistas recientes, lejos de negarlo (como hace de manera diaria Carlos Maslatón, que anticipa un Rodrigazo), manifestó que tratarían de evitar la híper, rescatando la base de Lelics (con algún crédito externo que negociará el especialista Caputo, vaya a saber a cambio de qué), pero que para eso se requiere mucha pericia y sintonía fina. Evidentemente, si tan difícil es frenar la hiperinflación según sus proyecciones, es porque la hiperinflación es parte del plan de licuación de los pasivos, redistribución de la riqueza y flagelación social que tienen en mente.

A propósito, en su maravilloso ensayo Recuerdos de la inflación alemana, el célebre novelista Thomas Mann explica que en una crisis semejante “la frontera entre la estafa y lo permitido” se diluye, que “la expropiación y redistribución de la propiedad que una inflación trae como consecuencia ocurre sin sistema ni justicia alguna” y que “no vale más que un cínico ‘¡Sálvese quien pueda!’”, en tanto “sólo los más poderosos, y a su lado los más ingeniosos y descarados, toda clase de chusma advenediza, hienas de la vida económica, puede salvarse”. Por eso, remata diciendo que “una experiencia así es un veneno para la moral de una nación” y que “hay un camino recto que va desde la locura de la inflación alemana a la locura del Tercer Reich”, pues “la inflación es un espectáculo que vuelve a todos cínicos, endurecidos e indiferentes. Los alemanes robados se convirtieron en una nación de ladrones”.

Hace un par de días, parecía que Eurnekian y Paolo Rocca alentaban la testarudez de Milei para relegar a Macri y los suyos de la repartija de cargos y poder. A decir por las últimas novedades, el contraataque del ex presidente es tan fenomenal como esperable. Si algo hay que reconocerle, es que nunca juega a pérdida. Primero argumentó que Juntos por el Cambio se quedó afuera del ballotage porque él no compitió (omitiendo su pésima imagen), después rompió su fuerza política para apoyar a un personaje inestable y delirante, y ahora se propone gobernar, con la menor exposición posible, a través del Gólem que él mismo diseñó y que le es funcional para hacer correr una agenda que no podía concretar en sociedad con la UCR.

Si los nervios de Milei fallan y no soporta la presión, o la austeridad se le va de las manos, está el plan B de Victoria Villarruel para involucrar a las Fuerzas Armadas en tareas represivas y de seguridad interior, ya que ante la impotencia del fracaso aparecen los chivos expiatorios. Es necesario barajar todas las cartas. Lo previsible es que, en lugar de sacar los “pies” del Estado de las “espaldas” de un sector privado dinámico y pujante, la Argentina libertaria volverá a ser un paraíso financiero, muy rentable para los capitales especulativos y muy hostil a casi todos los demás, con la salvedad de los grandes oligopolios. Tendremos que aprovechar las contradicciones manifiestas, una vez deshecho el espejismo,  para conseguir, en una acuciante y militante prédica, que la misma base social que votó convencida o por desesperación el ajuste, sea la que devuelva al pueblo las posibilidades de derrotarlo.

author: Gaston Fabián

Gaston Fabián

Militante peronista. Politólogo de la UBA (pero le gusta la filosofía).

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