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Malvinas Argentinas: una historia de héroes, patriotas y cipayos

En nuevo aniversario del comienzo de la Guerra de Malvinas, Baschetti recupera sucesos y nombres de la historia que marcan no solo la hidalguía de nuestro pueblo para defender la soberanía nacional sobre las islas, sino también, la entrega desvergonzada de varios vendepatrias, como por ejemplo, el mismísimo presidente de la Nación.

Como todos sabemos, este 2 de abril próximo, se cumple un nuevo aniversario (1982-2025), del intento de recuperar Malvinas. Pero más que situar mí escrito en esa fecha, es mi intención hacer un repaso de lo más importante que fue sucediendo a lo largo del tiempo en nuestras islas.

1964

8 de septiembre. “¡Atención!, ¡Atención! Sobrevuelo islas Malvinas. Aterrizaré enarbolando la enseña nacional. ¡Qué este sea el primer paso para la recuperación de nuestra soberanía perdida!”. La voz resonó dentro de la torre de control y quedó registrada en un par de grabadores. Era la voz de un piloto sin ocupación, Miguel Fitzgerald, argentino de 38 años, casado, padre de dos hijos. Minutos después –al mediodía del martes pasado- descendió en una pista de carreras cuadreras, en los alrededores de Puerto Stanley, isla Soledad, con un monotor Cessna 185, matrícula LVHUA.

Allí dejo su avión con el motor en marcha, se acercó a una valla de alambre y clavó una bandera argentina. Fitzgerald –de ascendencia irlandesa- vio que algunas personas se acercaban a contemplar sus inesperadas maniobras. Entonces con toda calma, se dirigió a uno de los presentes, en correcto inglés, y depositó un memorial en sus manos. “Entréguelo a quien los manda”, explicó Fitzgerald. En el memorial reivindicaba los derechos del país sobre las Malvinas y fustigaba la política exterior de Gran Bretaña. Luego subió a su máquina y retornó. En ese momento, Fitzgerald se convertía en un héroe. En la torre de control del aeródromo de Río Gallegos, donde su voz acaba de resonar, cundió el júbilo. Quizás cundió más de lo que cualquiera sospechara, porque todos los técnicos sabían desde la mañana los propósitos del navegante. (Luego) el jueves pasado a las tres de la tarde, una vasta muchedumbre esperó al piloto en el aeroparque de Buenos Aires, lo llevó en andas, lo cubrió de flores, lo escolto hasta el centro de la ciudad con una caravana de automóviles” (Primera Plana N° 97. 15-9-64).

Fitzgerald.

1966

28 de septiembre. Fue un día miércoles y pasada la medianoche un avión de Aerolíneas Argentinas (Douglas DC4, LV-AGG) cuatrimotor de hélices, despegó del Aeroparque metropolitano con destino a Río Gallegos y Ushuaia al mando del comandante Ernesto Fernández García, siendo su copiloto Silvio Sosa Laprida. Cuando el avión superó Trelew y el comandante de la aeronave descansaba, irrumpieron en la cabina, Dardo Cabo y Alejandro Giovenco armados, y ordenaron a la tripulación desviarse hacia Malvinas. (Aprovecharon la presencia en el avión de la única compañera mujer de ellos –y pareja por entonces de Dardo Cabo; María Cristina Verrier-  que hizo valer sus encantos femeninos para que los pilotos entusiasmados, abrieran la puerta hermética de la cabina). Los tripulantes del avión que mandaban por su rango, pusieron más de una excusa para no acceder al pedido de los jóvenes (falta de cartas de aeronavegación, carencia de radio ayuda, combustible justo, etc.) Cabo fue inflexible. Si no obedecían, los captores amenazaron con represalias contra sus familias en tierra; así que el comandante viró entre las nubes hacia dónde creía que estaban las islas. Los pasajeros que dormían entre tanto no notaron nada, pero Cabo y Giovenco que estaban acompañados entre el pasaje por 16 personas más, a una señal hicieron que estos cambiaran sus ropas civiles por chaquetas militares y borceguíes. Al bajar sobre el objetivo, desde la radio del avión que había estado muda a propósito para no delatar presencia, comunicó al aire y a la torre de control argentina que “La Operación Cóndor” se dirigía a las Islas Malvinas para reafirmar la soberanía nacional, por Dios y por la Patria“. Una vez en tierra colocaron banderas argentinas en el suelo irredento (flamearon 36 horas seguidas) y a través de un comunicado legitimaron el derecho de la Argentina sobre ese lugar ocupado por el colonialismo inglés.

Una vez logrado el objetivo y luego de algunas deliberaciones con los piratas británicos que no llevaron a buen fin, optaron por refugiarse nuevamente en el avión descendido que ya para entonces estaba rodeado por diez efectivos militares armados. Pese a tener por el momento superioridad numérica optaron por evitar un enfrentamiento armado parapetados en el avión que tenía bandera argentina. La policía los intimó a rendirse y se negaron nuevamente. Se sumaron entonces refuerzos británicos en la cifra de cien para presionar la rendición. Que finalmente ocurrió, pero los muchachos se negaron terminantemente a darle las banderas argentinas que tenían en su poder a los ingleses y envueltas en sus ropas volvieron con ellos a la patria en tanto cantaban el himno nacional.  El gobernador de las islas, obviamente británico, los tildó de “bandidos”      

Los muchachos eran todos peronistas:

Ricardo Ahe. 20 años. Estudiante y empleado.

Fernando José Aguirre. 20 años. Empleado.

Pedro Bernardini. 28 años. Obrero.

Juan Carlos Bovo. 21 años. Obrero.

Dardo Manuel Cabo. 25 años. Periodista, obrero. (Jefe del Grupo).

Luis Francisco Caprara. 20 años. Estudiante.

Andrés Ramón Castillo. 23 años. Empleado.

Víctor Chazarreta. 32 años. Obrero.  

Alejandro Armando Giovenco. 21 años. Estudiante. (Subjefe del Grupo)

Norberto Karasiewiecz. 20 años. Obrero.

Fernando Lisardo. 20 años. Empleado.

Edelmiro Ramón Jesús Navarro. 27 años. Empleado.

Aldo Omar Ramírez. 18 años. Estudiante.

Juan Carlos Rodríguez. 31 años. Empleado.

Edgardo de Jesús Salcedo. 24 años. Estudiante.

Ramón Adolfo Sánchez. 20 año. Obrero.

Pedro Tursi. 29 años. Empleado.

María Cristina Verrier. 27 años. Periodista y autora teatral. 

Cabo y Verrier.

De regreso al continente hubo solidaridad manifiesta con los cóndores. Se quemaron banderas inglesas, se atacó el consulado inglés en Rosario –daños importantes-, y también la residencia del embajador en Buenos Aires, además, hubo destrozos en la flemática Asociación Argentina de Cultura Inglesa. A tono con la épica, la Confederación General del Trabajo (CGT) declaró que “era un día de júbilo para la patria”.

Pero no todos pensaban igual. El presidente de facto que luego de un golpe militar había asumido el Ejecutivo tres meses atrás, declaró a los jóvenes patriotas, como “facciosos”. Lo difícil de entender era que este calificativo proviniese de un militar que se decía nacionalista y que no tuvo reparo para las mismas fechas, en jugar al polo –deporte de élite si lo hay- y tomar té, con el príncipe británico Felipe de visita en Argentina. 

Tras cartón, en Ushuaia, los pibes fueron puestos a disposición del Juez Federal Miguel Ángel Lima. La Cámara Federal de Bahía Blanca, condenó a Cabo, Giovenco y Rodríguez a 3 años y 6 meses de prisión y al resto a 2 años de cumplimiento en suspenso, por privación ilegítima de la libertad, calificada por el empleo de violencia y tenencias de armas de guerra en concurso real.

Una vuelta de tuerca. En agosto de 2012, María Cristina Verrier la viuda de Dardo Cabo, se entrevistó con la presidenta Cristina Fernández y le pidió que una de las siete banderas históricas que flamearon en Malvinas fuera exhibida en el mausoleo de su esposo Néstor Kirchner. Otra de ellas, en honor a los soldados correntinos caídos en combate en 1982, fue llevada a la basílica de Itatí. Y en 2014, a 48 años de la gesta, el Museo Malvinas recordó lo sucedido y colocaron una baldosa por la memoria frente a la casa donde vivió, Dardo Cabo, el líder natural de aquella hazaña. 

1982

2 de abril. Otra dictadura militar, la del general Leopoldo Fortunato Galtieri. Acorralada por las masivas luchas de resistencia del pueblo argentino, no tuvo mejor estrategia que invadir las Malvinas como una manera de que todos se identificaran detrás de esa causa justa, que sí lo era, pero dirigida por unos sátrapas que solo servían a la oligarquía y al imperialismo. Imposible que el intento terminara de la mejor manera. El conflicto duró 74 días y terminó con la rendición argentina el 14 de junio. En total, 649 militares argentinos y 255 británicos murieron en combates.

Hubo héroes y cipayos. Entre estos últimos el capitán de navío Alfredo Astiz, que firmó la rendición de las islas Georgias sin disparar un solo tiro. No mostró la misma “valentía” que parece, si tuvo, para secuestrar y matar a monjas y familiares de secuestrados-desaparecidos. Héroes hubo muchos, destaco a uno en representación y homenaje de todos ellos. 

Oscar Ismael Poltronieri, con 18 años de edad y siendo analfabeto estaba cumpliendo con el servicio militar obligatorio cuando fue la Guerra de Malvinas. Siendo operador de una ametralladora pesada, desoyó la orden de retirada impartida por un oficial a cargo y quedó combatiendo él solo, permitiendo así el repliegue de todos sus compañeros a zonas seguras y siguió disparando al enemigo con su única boca de fuego, impidiendo así avanzar a todo el dispositivo ofensivo británico durante más de 10 horas. Por esa acción recibió la medalla “La Cruz de la Nación Argentina al Heroico Valor en Combate” siendo el único soldado conscripto vivo en recibir esa máxima condecoración militar. Finalizada la contienda bélica, intentó suicidarse, luego vendió baratijas en colectivos de línea como así también ofrecer “a voluntad” un texto con las Islas Malvinas en su portada. Lo realmente llamativo e insólito a la vez, fue que soldados y oficiales veteranos ingleses que lo enfrentaron, lo vinieron a buscar para expresarle su admiración y llegó a ser condecorado por el enemigo, por Inglaterra, con “La Cruz de Hierro al Valor”. Y más aquí en el tiempo, en Argentina, la revista de bibliografía histórica peronista, titulada “Terquedad”, en su número 7, correspondiente al mes de agosto de 2015, entregó una historieta de una página a todo color, que llevó por título: “El soldado Oscar Poltronieri. Héroe de Malvinas”.  

Oscar Poltronieri.

“Cuando los cipayos vienen marchando” 

Últimamente se repiten en nuestro país declaraciones de figuras de la política que aborrecen de la causa Malvinas. Repasemos:

2021. 3 de mayo. Patricia Bullrich pide intercambiar el archipiélago malvinense por vacunas Pfizer.

2021. 26 de julio. “Las Malvinas no son ni nunca fueron argentinas”. Sabrina Ajmechet. Precandidata a diputada nacional de Juntos por el Cambio.   

2022. 8 de septiembre. “Mis condolencias al pueblo y al gobierno del Reino Unido, así como a los miembros de la Casa Real, por el fallecimiento de su Monarca, quien se desempeñara con honor como Jefa de Estado por siete décadas”. (Mauricio Macri y la Reina Isabel).

2023. 11 de septiembre. Argentina debe convertirse en un “país normal” para buscar lazos estrechos con las islas Malvinas y advirtió: “El concepto de imponerle a los isleños lo que puede o debe hacer es feudal e ingenuo”. Diana Mondino (entonces futura canciller argentina del gobierno de Milei)   .

2024. 6 de mayo.  Javier Milei pidió “diferenciar” su admiración a Thatcher porque “hubo una guerra y a nosotros nos tocó perder. Eso no quiere decir que uno no pueda considerar que quienes estaban enfrente eran personas que hacen bien su trabajo. Y no solo admiro a Margaret Thatcher, lo admiro también a Ronald Reagan en Estados Unidos. Y admiro profundamente a Winston Churchill. ¿Y cuál es el problema?”, preguntó el jefe de Estado. (Nota: La misma Thatcher que ordenó el hundimiento del crucero General Belgrano que estaba fuera de la zona de exclusión decretada por el Reino Unido y navegaba alejándose de la zona de conflicto. El torpedo de un submarino ocasionó la muerte de 323 tripulantes).        

¿Pueden ser tan miserables? Si, pueden y cada día de sus existencias se esmeran por serlo más. 

author: Roberto Baschetti

Roberto Baschetti

Sociólogo, historiador, investigador. Autor de más de 50 libros sobre el peronismo revolucionario. Socio fundador de la editorial Jirones de mi vida.

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