El embudo
Foto: Somos Télam.
“Si nuestro sudor sirviera, ya habría algún sudoructo”
El embudo, Marcelo Berbel.
Con el desempate de la presidenta del Senado, ayer a la madrugada se aprobó la Ley Bases y el paquete fiscal.
Cristina Peri Rossi escribió en el primer poema de su libro Estado de exilio “tengo un dolor aquí / del lado de la Patria”. Y eso sentimos muchos y muchas. El anarcocolonialismo del que habló Cristina tuvo ayer una victoria contundente.
En 1997 salió el disco Orozco de León Gieco. Mi mamá me lo regaló para el día del niño, y en la dedicatoria que me escribió, decía que León hablaba “de cosas muy importantes”. Había una canción que me gustaba mucho. El embudo. Arrancaba con una caja, un instrumento de percusión andino, un pulso rítmico con espíritu de ritual, o de rezo, casi un letargo. De pronto irrumpe la indiscutible voz de la negra Sosa, grave, profunda como la Argentina, recita una frase, le habla a los marginados, a los silenciados. Y explota una guitarra eléctrica, Mollo al palo y Arnedo acompaña en el bajo. Santaolalla, Chizzo, Iván Noble, Iorio. La (contra)cultura rockera de los ´90, toda junta en un tema que sintetizó un momento histórico signado por la impunidad: 1997 se inaugura con el asesinato de José Luis Cabezas, un tiempo después es la voladura de la AMIA, y el asesinato de Teresa Rodríguez en manos de la policía durante un piquete del movimiento de desocupados en Neuquén. También fue el año en que los docentes instalaron la Carpa Blanca en la Plaza de los Dos Congresos, y que Menem recibió en Bariloche al entonces presidente Bill Clinton.
Seguimos siendo colonia de la gallina de arriba, canta León en El embudo. Una canción para poner en loop y entender algo de este país circular, que vuelve a insistir en viejas recetas que terminaron por chocar todo.
Si el kirchnerismo fue una anomalía histórica, que logró cambiar la relación de fuerzas, y que las y los trabajadores tuvieran una mayor participación en la distribución de la torta, de la riqueza, Milei vino a reconstituir ese trazo desviado de la historia que supimos conquistar, o por el que supimos luchar. No es una ocurrencia mía, ni lo quiero avergonzar, pero póngase a pensar qué pasaría si nos dieran, por todo lo que se llevan, lo justiiito y nada más, dice otro tramo de la canción. Sí Chizzo, nos dieron lo justito y bastante más también.
Y ahora lo perdimos, o nos lo están saqueando.
Anoche se aprobó el Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI), que ofrece incentivos fiscales, aduaneros y cambiarios a 30 años para facilitar la llegada de grandes inversiones al país. Implica, como plantearon desde el CEPA (Centro de Economía Política), 'excesivos beneficios tributarios y cambiarios durante 30 años a quienes inviertan un mínimo de 200 millones de dólares, sin ninguna exigencia', además de aseverar que 'no hay sectores prioritarios, ni obligación de promover proveedores locales, ni agregar valor en Argentina'. Soluciones que ya no engrupen a nadie. Así, el RIGI profundiza un modelo de actividades extractivas como la agroindustria, infraestructura, forestal, gas y petróleo, y energía, que puso en alerta a organizaciones socioambientales.
Ya lo sostuvo Cristina en Quilmes: “(Milei) dijo que la recuperación y el crecimiento van a venir desde cuatro lugares. Petróleo, gas, minería y el campo (...), llevarse todos los recursos naturales sin valor agregado, sin tecnología, sin industrialización. O sea, pre capitalista. Porque me hace acordar a la Argentina del Virreinato del Río de la Plata, donde se llevaban todas las riquezas y no te quedaba nada.”
En ese acto también afirmó que no podíamos analizar la coyuntura con categorías ajenas a nuestra historia, ni derecha ni izquierda, surgidas de los países dominantes. Y ahí nos habló del anarcocolonialismo. Un concepto que nos llama a indagar, reflexionar, y estudiar en su complejidad.
Pilar Calveiro es una doctora en Ciencia Política que se exilió en México después de haber estado secuestrada en Mansión Seré y en la ESMA durante la última dictadura cívico militar. Una militante y una intelectual brillante que escribió Poder y Desaparición, un libro que vino a mostrar los grises de una parte de nuestra historia que hasta hace no mucho estaba cubierta de blancos y negros. Hace unos pocos meses, dio una entrevista a la revista Crisis, en la que sostiene que desde ya que se pueden utilizar coordenadas de carácter global para entender lo que está pasando en Argentina en términos políticos y sociales, pero que lo fundamental es utilizar coordenadas nacionales. “No es útil pensar desde las perspectivas que hablan de fascismo. Me parece que tal vez a los europeos los remita el fascismo algunas de las cosas que pasan, pero creo que en América Latina tenemos que colocarlo en relación con nuestros procesos”, y afirma que a lo que estamos asistiendo es a una profundización del neoliberalismo y de la colonialidad, un reforzamiento del vínculo colonial con Estados Unidos, una alianza con Israel, la concesión tácita de nuestro territorio. Entonces, en el contexto de Argentina y de América Latina, estos son elementos que remiten más a la colonialidad que a categorías -aunque igualmente válidas-, atravesadas por otros factores y otras latitudes.
El dolor que sentimos acá, de este lado de la Patria, es porque aprendimos que la Patria no se vende, y que la están rompiendo en pedazos.
Ayer en la Plaza, mientras en el Congreso exponían los senadores, un compañero me contó que no podía parar de acordarse de diciembre de 2001, de que no pudo terminar el colegio porque su mamá no podía darle de comer. Trabajaba en una fábrica de zapatillas. Hacía seis meses que no le pagaban. El día que el dueño le pidió que lo ayudara a defender la persiana de las piedras que estaban arrojando para tirarla abajo, le dio un apretón de manos y se fue. Y me habló de la importancia de la memoria, y de que sus hijas habían votado al Frente de Todos porque él supo contarles su historia y hacerla carne. Que si todos los laburantes supieran su propia historia, no podrían votar otra cosa que al peronismo. “Porque no tenemos más que nuestra fuerza de trabajo. Y con Néstor y Cristina tuvimos mucho más que eso”. Me lo dijo con los ojos rojos por los gases, y la garganta tomada por la rabia. Hacer memoria desde y para el pueblo, desde lo que nos pasó. Eso hace Cristina cuando nos habla de anarcocolonialismo. Eso hizo Gieco cuando cantó El embudo.
Nos tildaron de terroristas, nos acusaron de querer dar un golpe de Estado, en un oxímoron que no tiene el menor de los sentidos. Pero la defensora de terroristas estaba adentro del recinto, y lo presidía, y quiso silenciar una vez más a Wado de Pedro, que en un acto de justicia poética, le dijo “no me puede reprimir la palabra”.
La palabra, el arma que tenemos, para hacer memoria, para no olvidarnos que venimos de una raíz marginada de hace tiempo, y que no vamos a contemplar en silencio lo que pase en el país.
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