Historia

Maipú, una hazaña que sigue inspirando emancipación

Chile era el primer paso del Plan Continental para emancipar definitivamente el territorio sudamericano del yugo español. El abrazo en el que se fundieron los generales del entonces Ejército Unido, San Martín y O'Higgins, representaría la lucha que encabezan los y las líderes de la región, doscientos años después -y a pesar de algunas derrotas-, para lograr la segunda independencia del continente.

5 de Abril de 2021

Por Alejandro Filippini

Pasaron nada menos que 203 años de aquel abrazo entre San Martín y O`Higgins luego de la contundente victoria en Maipú de las tropas del Ejército Unido Argentino-Chileno ante las fuerzas realistas que respondían a Fernando VII.

Las tropas comandadas por el general San Martín habían estado quebradas y desmoralizadas luego del “desastre de Cancha Rayada” donde habían sufrido una dura derrota. Incluso se corría la voz que tanto nuestro Padre de la Patria como O`Higgins (general de la II División del Ejército Patriota) habían muerto en batalla. Los sueños de la revolución y de la emancipación se desvanecían.

Pero San Martín rápidamente disipó esos rumores haciéndose presente en Santiago de Chile. Habló frente a sus tropas para restablecer la confianza y la moral de sus hombres y mujeres. No había lugar para las dudas. A la independencia había que anhelarla, pero sobre todo había que creerla posible. En pocos meses San Martín recompuso el Ejército Unido, consiguió pertrechos y municiones y reavivó el sueño de la revolución americana.

Para las 11 horas del día 5 de abril de 1818, las tropas comandas por Osorio contaban con 1.000 hombres y 11 cañones menos que las tropas libertadoras. La victoria fue aplastante. Militarmente, San Martín desplegó tácticas y estrategia en el campo de batalla, para atacar al contrincante en su punto más débil, con las que conjugó el aprovechamiento de los movimientos del adversario, el tipo de terrero, un excelente empleo de las armas y la utilización de las reservas de Ejército Unido.

Políticamente el triunfo de Maipú fue resumido en el informe enviado ese mismo día por el general San Martín: “La Patria es Libre” concluía.

La hazaña política y militar es equiparada hoy a la de Epaminondas en las guerras de Peloponeso, que convirtió a Tebas en la potencia hegemónica de Grecia, relegando a Esparta.

El general Bernardo O`Higgins, gravemente herido en Cancha Rayada, participó de todos modos en la contienda en Maipú, tras la cual se abrazó con el General San Martín (famosa escena recreada por el artista Subercaseaux).

Chile era el primer paso del Plan Continental para emancipar definitivamente el territorio sudamericano del domino imperial español. Luego se avanzaría por mar hacia el Perú y finalmente con la ayuda del gran Simón Bolívar se buscaría liberar la Gran Colombia.

El ímpetu revolucionario del Ejército Unido sacudió la región. Hombres y mujeres de aquel Ejército eran conscientes del tamaño de la proeza y de las consecuencias políticas de la victoria. Lo que venía parecía irrefrenable: aunque con dificultades, un destino común para toda la América del Sur.

La segunda independencia
Pero, como sabemos, las victorias y las derrotas jamás son definitivas.

No podemos hablar en la actualidad de una región con un destino común (como era el plan original de los y las Libertadoras) ni de países que puedan tomas decisiones de manera soberana en todos los planos.

Todo está en disputa. Siempre. Incluso nuestra soberanía. Ciento cincuenta y cuatro (154) años después de Maipú, Salvador Allende pronunciaba su famoso discurso ante las Naciones Unidas. Palabras (que sorprendentemente conservan actualidad) en las que denunciaba la intromisión de las empresas multinacionales en las decisiones soberanas de los países de América Latina: “Son los pueblos, todos los pueblos al sur del Río Bravo, que se yerguen para decir: ¡Basta! ¡Basta a la dependencia! ¡Basta a las presiones! ¡Basta a la intervención!”. El entonces jefe de Estado reclamó la soberanía de los pueblos para disponer libremente de sus recursos naturales, y denunció: “los mercaderes no tienen patria. El lugar donde actúan no constituye un vínculo. Sólo les interesa la ganancia”.

Siendo presidenta, en el año 2009, Cristina Fernández de Kirchner viajó a Chile para firmar una serie de acuerdos de cooperación con su par transandina, Michelle Bachellet. Dicho encuentro se llevó a cabo en Maipú, en el mismo lugar donde San Martín y O`Higgins entrelazaron sus brazos en 1818. Las dos mandatarias replicaron el abrazo y hablaron del sentido de la solidaridad y la importancia de la cooperación entre ambas naciones. Cristina, incluso, fue más allá al mencionar “el abrazo de dos mujeres que va a significar también el progreso que han tenido nuestras sociedades, dos mujeres presidentes significa sociedades en crecimiento”. Se trataba de un abrazo en el lugar “donde hombres y mujeres de esta América del Sur lucharon codo a codo, brazo con brazo para lograr la liberación del yugo colonial. Hoy también tenemos que estar, creo yo, aquí en la América del Sur y en los países que la conformamos, ante una segunda independencia (…) Hemos superado en el siglo pasado el bipolarismo que dividió al mundo y hoy estamos ante un escenario global de nuevos protagonistas. Y el lugar que tenemos que ocupar Argentina y Chile y el resto de los países de la América del Sur, es un lugar protagónico.”

Los retrocesos
El golpe de Estado a Lugo en Paraguay, el proceso de destitución de Dilma Roussef en Brasil, el exilio y persecución judicial a Rafael Correa, el golpe de Estado en Bolivia, el encarcelamiento de Lula, la persecución mediática y judicial contra Cristina Fernández de Kirchner han puesto, quizás, un paréntesis a la segunda independencia. No sobre los destinos personales, sino sobre las medidas que tomaron cuando estuvieron al frente de sus países, las ideas que sostienen y –sobre todo- los derechos de las personas a quienes representan.

Luego de la gesta emancipadora de San Martín, Bolívar, Sucre, Azurduy (entre otrxs) las principales potencias extranjeras (Inglaterra y Francia principalmente) pusieron todo su empeño para provocar la desconfianza y la enemistad entre los países de la región, y provocar guerras secesionistas. La potencias eran conscientes del poderío que podía llegar a tener una región unificada. En el siglo XX utilizaron golpes militares (en connivencia con las oligarquías locales), y pusieron fin a los gobiernos de corte popular de la región. Terminando el siglo XX y comenzando el Siglo XXI los poderes fácticos globales (con el capital financiero en la proa, y utilizando de artillería mediática y la colonización del Poder Judicial de la región) siguen poniendo en jaque la segunda independencia.

El tamaño de la disputa no permite desmoralizados
El endeudamiento de los países de América Latina no es otra cosa que la sumisión total o parcial (según quién gobierne) a los mandatos y las voluntades de las castas privilegiadas, los fondos de inversión que derrumban naciones a su paso, las corporaciones con vocación imperial y las potencias de siempre.

La persecución de los líderes y lideresas populares de la región responde a la misma estrategia llevada adelante con precisión de microcirugía.

Pero, así como San Martín entendió luego de la hecatombe de Cancha Rayada que era indispensable que lo vieran de pie y encabezando la gesta para hacer palpable ese sueño de la revolución, en nuestra región han vuelto a soplar aires de esperanza. El retorno del MAS al gobierno el Bolivia, el desenvolvimiento del proceso judicial en Brasil a favor de Lula, y Cristina, quién resistió todos los embates imaginables -y aún más- armando un frente electoral que volvió gobernar la Argentina, son muestras concretas e indudables que las ideas de emancipación siguen con gran vigencia en nuestros pueblos.

Las tropas desmoralizadas y desorganizadas no vencen.

Si no estamos convencidos del rol protagónico que le toca a jugar a América del Sur (como anticipaba Cristina hace doce años atrás) no habrá libertad verdadera para nuestros pueblos. Como en la antesala del Maipú, hoy es imprescindible que entendamos el tamaño de la disputa y la importancia crucial y definitoria de estar organizados.

Nos debemos también un aprendizaje de la historia sobre la relatividad de las derrotas y de las victorias, o volveremos a frustrarnos. Como dijo alguna vez García Linera “la revolución se mueve por oleadas; una oleada, otra oleada, y la segunda oleada avanza más allá de la primera, y la tercera más allá de la segunda (…) Luego de una oleada vendrá un repliegue (…) Serán semanas, serán meses, serán años, pero está claro que, como se trata de un proceso, habrá una nueva oleada, para seguir avanzando en la lucha por la emancipación definitiva”.

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