Cultura deportiva Qatar 2022

Muchachos

La Argentina de Messi está en la final de la Copa del Mundo y el pueblo lo sabe: ayer inundó de celeste y blanco las calles, avenidas y plazas de todo el país, un festejo y reencuentro necesario, luego de la pandemia, y con la última celebración ya lejana, en 2019, con el triunfo del Frente de Todos. El rol de prensa antiselección.

Qué lindo es ver al pueblo desbordando las calles de alegría, emociones, lágrimas y camisetas de Messi, para festejar un triunfo colectivo. No nos pasaba desde agosto de 2019, cuando el Frente de Todos de Alberto y Cristina aplastaba en las urnas al horroroso gobierno de Cambiemos. Aquella noche se trató de una mayoría, y ayer martes, luego del triunfo contra Croacia que nos deposita en la final de la Copa del Mundo, todos. Hacía mucha falta celebrar, juntarse, encontrarse en la esquina, el centro del barrio, la localidad o municipio, o el epicentro argentino de los festejos deportivos, el Obelisco, para cantar, saltar, pintarlo todo de celeste y blanco, porque venimos de sufrir el encierro, la locura y la muerte de una pandemia, porque la inflación nos come los bolsillos, porque la coalición de fuerzas populares que se armó para sacar a Macri, está atravesada por muchos problemas.

Emociona, también, que allá en el desierto, la fiesta que sacude las tribunas de los estadios-naves de Qatar, refleje con tanta naturalidad el folclore de nuestro futbol local. El aliento baja de las tribunas todo el partido, y los jugadores lo sienten, disfrutan y agradecen. Los muchachos, al finalizar los partidos, o en el vestuario, el micro o la concentración, entonan las canciones que coreamos todos, porque son pibes que también pisaron una tribuna, que sienten el fútbol y la camiseta tanto como cualquier hincha, y como dijo Lionel Scaloni en las últimas horas, se la están jugando toda por la felicidad del pueblo, por la gloria deportiva, y no por dinero o más fama de la que tienen. Eso se ve, contagia, enamora, y hay que irse muchos años para atrás, para recuperar una época en la que un vínculo entre el hincha y selección era puro reconocimiento y amor.

Gran parte de ese logro lo tiene el cuerpo técnico, encabezado por Scaloni pero también con ex futbolistas como Pablo Aimar, quienes se caracterizan por la sensatez, la humildad y el trabajo. Han sido quienes le pusieron el cuerpo a la transición entre el hueco que dejaba una generación, y la irrupción de nuevas figuras.

Messi -junto a Di María- es el único jugador del plantel que estuvo en la Selección que jugó la final en Brasil 2014. Messi tiene el record histórico de goles en la selección, y debe estar cerca de ser el que más veces se calzó la celeste y blanca. Messi es el goleador del equipo, en lo que va del campeonato mundial. Messi es el hombre que concentra la mirada obnubilada del mundo, y aparte, es el líder del grupo, el referente indiscutido y admirado por sus compañeros, porque todos hicieron sus carreras profesionales con el rosarino como referente futbolístico. El caso más emblemático, quizá, sea el de Julián Álvarez, un pibe de 22 años que siempre tuvo a Messi de ídolo, y hoy recibe de su parte pases gol y se lo carga a upa para festejar goles inolvidables. Messi es gran ídolo popular de nuestro pueblo, y ayer ni una sola esquina, a lo largo de todo el país, sin un hincha con la 10 en la espalda.

Messi está tallando con talento y carisma el capítulo más importante de su extraordinaria carrera deportiva. Faltan solo 90 minutos, y el mundo quiere verlo con la copa en alto, sopesando su peso, como dijo alguna vez El Diego, la otra gran maravilla que nos entregó el fútbol argentino. Justamente, fue en este mundial, y en especial en el partido contra Países Bajos, que el rosarino mostró los dientes, rompió el molde de chico educado en el club Barcelona y cara visible de la campañas de Unicef, y con atino, una parte de la prensa lo definió como el más maradoniano de los messis, porque así fue: corrió, metió, buscó una y otra vez el arco rival cuando se había puesto muy negra la noche, se plantó contra el árbitro, insultó a los holandeses, y condujo al equipo a un triunfo clave, forjando así dos cualidades fundamentales para ser campeón: templanza y fortaleza.

“Los ojos de un niño que ama al fútbol, Lionel Messi. Y qué lo brinda a todos. Incluso a quien no sabe amar. Abran el corazón y agradezcan”, se deshicieron en elogios un relator y comentarista italianos luego de la jugada que realizó por la banda izquierda y que habilitó el tercer gol argentino, ayer ante Croacia. También se puede buscar en las redes sociales el relato de Víctor Hugo, que reparte versos y elogios para Lio, en un relato que no está a la altura del que hiciese en el 86 con el segundo gol a los ingleses, pero sí tiene puntos de comparación.

El clima de fiesta que se vive en la Argentina es contagioso y conmovedor. Luego del partido con Holanda, muy sufrido, esa misma noche, en distintos recitales que se realizaron en varias ciudades, hubo un momento en el que las bandas y el público, todos juntos, cantaron la canción del momento, produciendo así un hecho de comunión colectiva preciosa. Yo mismo fui testigo, en un show del grupo Laquetecumbió, cuando primero un grupo de gente, en un patio techado, cantó la canción una y otra vez, y en cada vuelta se sumaban otros, con los brazos en alto, la camiseta puesta, los ojos humedecidos por la emoción, hasta que un encargado salió a rogar que parásemos, porque estábamos tapando a la banda (que sonaba muy bien). Un rato después, las músicas cantaron y tocaron el tema junto al público, en un grito de gol transpirado que nadie quería que terminase jamás.

El tema, hoy cantado hasta en el extranjero, fue creado por un hincha de Racing y profesor de catequesis, quien en las entrevistas que le están haciendo desde todos lados, dijo que la ganancia que le deje la canción por derecho de autor, la donará a una causa solidaria.

Mejor país del mundo, sí, y alimentamos el mito con los terabites de contenidos que circulan en las redes sociales no solo con imágenes del partido, las tribunas y los asados y banderazos en Qatar, sino también acá, en los festejos que se produjeron en todas las provincias.

El mundial, pase lo que pase en la final, también será recordado por el periodismo mala leche, antipopular, falsos moralistas incapaces de empaparse con la alegría del pueblo, quienes hablaron de vulgaridad, de modales, de ética, justamente ellos, que escriben para pasquines que tienen las manos manchadas de sangre, que forman parte de dispositivos de poder que atentaron de todas las maneras posibles contra gobiernos democráticos, elegidos por el voto popular. Empresas de medios y comunicadores que apostaron a que le vaya mal a la Selección para obtener rédito político del descontento generalizado.

A todos ellos, y a Larreta y D’Alessandro –blindados por la prensa hegemónica, luego de nuevo escándalo del viaje a Lago Escondido- le dedicamos el triunfo de ayer, el pase a la final de la Copa del Mundo, y la alegría que por estas horas goza y transita el pueblo argentino.

Una línea final también para Martín Caparros, quien consultado sobre la canción de Muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar, la criticó por su cita a los pibes de Malvinas, por la supuesta fanfarronería de decirle al mundo que nunca va entender nuestra pasión, y por la cita al Diego, a quien vemos en el cielo, porque claro, es un hombre escéptico, o más bien, un amargado, incapaz de abrazarse con la alegría popular.

author: Mariano Abrevaya Dios

Mariano Abrevaya Dios

Director de Kranear. Escritor.

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