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Noche de los lápices: seis militantes, seis historias de vida

Se cumplieron 47 años de la masacre de La Noche de los Lápices, y Roberto Baschetti recupera de su archivo personal la historia de vida y de lucha política de cada uno de los seis ex militantes de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) secuestrados, torturados y desaparecidos por el aparato terrorista de la última dictadura civico-militar. De yapa: una reflexión sobre los jóvenes del presente.

La última dictadura cívico-militar que padecimos en nuestra patria fue sádica y sanguinaria en extremo. Si a franjas etarias nos referimos, Los jóvenes fueron de los sectores que más la sufrieron.

La Secretaría de Derechos Humanos de la Nación verifica que las víctimas mortales de edad entre los 13 y 19 años, alcanzó a 440 varones y 127 mujeres. Y entre los comprendidos de los 20 a los 24 años; 1.969 varones y 634 mujeres.    

En la madrugada del 16 de septiembre de 1976 y días subsiguientes fueron secuestrados en La Plata, provincia de Buenos Aires y más tarde asesinados, 6 pibes de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) brazo estudiantil de Montoneros. Habían conseguido el boleto estudiantil y luego con el gobierno de facto, resistieron y enfrentaron a la más feroz dictadura cívico-militar que asoló nuestra Patria. Por eso los hicieron DESAPARECER. Merecen nuestro reconocimiento eterno.

Ellos eran: Claudio de Acha (17 años). María Claudia Falcone (16 años). Horacio Ángel Ungaro (17 años). Daniel Alberto Racero (18 años). María Clara Ciocchini (18 años). Francisco Bartolomé López Muntaner (16 años).

La masacre pasó a la historia como La Noche de los Lápices. Fue llevada al libro y al cine. Numerosos establecimientos culturales o educacionales llevan hoy en día, alguno de sus nombres. Año a año los estudiantes secundarios recuerdan la fecha y conmemoran la desigual lucha de sus compañeros de estudios en pos de salud, trabajo y educación para todos los habitantes de nuestro país.

Cabe hacer notar que en mi libro “Peronistas que estudian. De los libros de lectura a la lectura de la realidad” (Jironesdemivida, 2016) tengo registrados 357 jóvenes de la UES-Montoneros asesinados. Por lo que, seguramente, esa cifra se haya engrosado en estos 7 años subsiguientes, a la luz de nuevas investigaciones. A continuación, las historias de vida de los seis pibes antes citados.   

De Acha, Claudio. El día 15 de septiembre de 1976, entre las dos y las tres de la madrugada, Claudio fue privado de su libertad en su domicilio ubicado en calle Diagonal 73, n° 2539 de La Plata, por un grupo armado que se identificó como del Ejército. Antes de matarlo lo tuvieron clandestinamente en cautiverio en la Brigada de Investigaciones de Banfield, perteneciente a la Policía de la Provincia de Buenos Aires, sitio que dependía operacionalmente del Primer Cuerpo de Ejército. Hay quien me dijo, que ni en cautiverio pudieron quebrarlo; el pan que le daban para comer lo repartía entre las mujeres embarazadas que corrían su misma suerte. Tenía tan sólo 17 años.

Había nacido el 21 de septiembre de 1958 en el Barrio de Los Plátanos, cercano a La Plata. Sus padres eran marxistas. Claudito –al que ya le decían de sobrenombre “Mao” por sus ojos achinados-, era hincha de Estudiantes de La Plata, se deleitaba escuchando a Sui Generis y Los Beatles, pero también vibraba con el folclore latinoamericano y el buen cine. Y tenía el raye de la lectura; hasta lo hacía cuando se desplazaba con su bicicleta o caminando, lo que ocasionaba más de una situación disparatada.

En el Colegio Nacional de La Plata, el equipo psicopedagógico de su escuela hizo un test y preguntaron a los alumnos que era lo que anhelaban más para el futuro. Muchos de ellos contestaron dinero suficiente, una casa grande o un coche importado. Claudio dijo: “que no haya guerras ni hambre en el mundo”. Ingresó a este Colegio Nacional en 1972.

El asesinato de prisioneros políticos en el sur de nuestro país, que se conocería como la “Masacre de Trelew” el 22 de agosto de ese mismo año, lo impulsaron a militar, a pasar a la acción, como única manera posible de que la dictadura retrocediera. Y optó por el peronismo montonero a través de su brazo secundario, la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) creada un año más tarde. Esta decisión le valió una discusión política fuerte con sus padres. Saldó la discusión con estas palabras: “Viejos, yo no llego al peronismo desde lo afectivo, desde lo emocional, yo estoy ahí por mi formación marxista. Ya es hora de que la izquierda en nuestro país entienda la cuestión nacional”.

Luego del triunfo electoral de Cámpora, el joven de Acha fue uno de los impulsores y organizadores de la toma del colegio en pos de cambios revolucionarios. Lograron todo lo que pedían: la renuncia del rector y profesores ligados a la dictadura militar, un gobierno tripartito en las decisiones, la eliminación del examen de ingreso y del uniforme por ser medidas elitistas y que se pueda fumar en las aulas en ciertos momentos. Aún repercuten en las paredes del viejo establecimiento educativo aquellas estrofas cantadas a coro: “Estudiantes del Colegio Nacional, todos juntos, adelante, por cultura popular”.

También tuvo tiempo para ir a alfabetizar a los niñitos de las villas platenses y por las noches compartía un vino con los obreros del lugar. Y quedaba fascinado, como si le contaran cuentos de las “Mil y una Noches” de Oriente, cuando estos curtidos hombres con modestia, recordaban, desempolvaban, historias de la “Resistencia Peronista” en las que habían sido protagonistas.

El 16 de septiembre de 2004 se le dio su nombre a un aula del Colegio Nacional dependiente de la UNLP. Y su nombre también figura en una placa conmemorativa fijada en el Bosque de la Memoria, en Israel, como uno de los detenidos-desaparecidos en la Argentina de origen judío. Cabe acotar, que, en la ciudad de Villa Mercedes, San Luis, por ordenanza Nº 1362-o, del 20 de agosto de 2002, hay una calle con su nombre. Además de numerosos actos y recordatorios que se suman todos los años.

Nuestra ex presidenta, y actual vice, Cristina Elizabeth Fernández de Kirchner, en el 34º aniversario del secuestro de militantes de la UES, dijo: “A Claudio de Acha lo recuerdo sentado a la mesa de la cocina de la casa de mamá. Alto, flaco, desgarbado, entrañable” y en otra ocasión también recordó, que, en 2004, durante una visita oficial a Israel como primera dama “sentí que me volvía a encontrar con él. Fue en el Bosque de la Memoria, cerca de Jerusalén, al ver que su nombre estaba grabado en un monumento que recuerda a cada uno de los judíos desaparecidos en la Argentina. Allí conocí que Claudio, militante, peronista, y joven, además era judío. Demasiado para la Argentina de aquellos tiempos”.   

Falcone, María Claudia. “Nucha” nació el 16 de agosto de 1960 en La Plata. En 1973, ingresó a la Escuela Superior de Bellas Artes para comenzar su secundario. Lo de “Nucha” viene por el lado, de la locutora radial de los años ’70, Nucha Amengual, que tenían una voz aterciopelada y cautivante para su público radio-escucha y por el absurdo, a María Claudia de voz fuerte y estridente, la empezaron a apodar del mismo modo. Ya en ese momento fue elegida delegada de curso y su militancia estaba consustanciada con los principios de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), el brazo secundario de Montoneros, donde ella tenía el grado de “Aspirante”.

María Rosa Torras, “Marocha” la recuerda de este modo: “Había algo de temerario al charlar con Claudia porque era una chica de tantos recursos que uno pensaba ‘si digo esto va a venir a decirme aquello’; era muy especial. De alguna manera te tensionaba la respuesta si se trataba de un planteo serio. Era una mina de una inteligencia tan extraordinaria que te daba vuelta todo y terminaba convenciendo por el poder argumentativo que tenía. Ella no repetía slogans o frases, era una estudiosa de verdad. Tenía un pensamiento lateral, divergente. Era admirable. Pero te repito, cuando era un planteo serio. Con sus amigas, en cambio, le gustaba cagarse de risa, hablar de chicos, de ropa, lo que hace una adolescente de su edad”.

Falcone tuvo un novio que quiso mucho y que fue su primer amor, Roberto “Willie” Silva, que pasó por la UES y la Juventud Guevarista antes de abandonar definitivamente la militancia: el primer beso que se dieron fue porque Claudia lo apuró a él. Y es él, quien la recuerda de este modo: “Claudia tenía la solidaridad en la sangre, era totalmente solidaria. Y no lo hacía para fingir una postura, le salía naturalmente. Me acuerdo que una tarde estábamos en Plaza San Martín, y llovía torrencialmente y ve pasar a un chico que se estaba cagando de frío y la mina se saca la campera y se la da. Así de sencillo, lo vio, lo llamó, y le dio la campera. Después de tener esa actitud me sigue hablando como si nada hubiera ocurrido, como si esa acción no hubiera pasado, era así de solidaria. Y si alguien le preguntaba por qué hizo eso, te respondía: ‘Él no tiene, yo tengo otra en mi casa, me mojaré como mucho tres cuadras’”.

Era normal verla en tareas de sanidad y apoyo escolar en villas y barrios carenciados del gran La Plata. Resultaba de lo más común también, que compañeros humildes de su colegio, merendaran o cenaran en su casa invitados por ella.

En la primavera de 1975 con otros compañeros se ocupó de lleno por lograr un boleto secundario accesible para todos los pibes estudiantes. Pero está claro que ella y sus compañeros luchaban por mucho más que un boleto estudiantil.

Fue privada de su libertad el 16 de septiembre de 1976 por un grupo de tareas, a la edad de 16 años. Ocurrió, pasada la medianoche, en tanto se encontraba en el domicilio de una tía abuela, en calle 56 N° 586 de La Plata junto a su amiga y compañera de militancia María Clara Ciocchini, a la que también se llevaron. En la casa guardaban armas cortas y granadas. Fueron dos de las víctimas de la fatídica “Noche de los Lápices”.

Ante de ultimarla, a María Claudia Falcone se la retuvo en cautiverio forzado en el “Pozo de Arana” y luego en la Brigada de Investigaciones de Banfield (“Pozo de Banfield”), provincia de Buenos Aires, sitio que dependía operacionalmente del Primer Cuerpo de Ejército. Fue torturada y violada reiteradamente.

Cuando Pablo Díaz un compañero y conocido suyo de La Plata, salió en libertad del Centro Clandestino de Detención, se le ocurrió decir para levantarle el ánimo a María Claudia: “Nos vemos afuera, cuando te liberen”; ella le responde: “No Pablo, nosotros no vamos a salir. Brinden por nosotros todas las navidades”.

Hoy, una calle de La Plata lleva su nombre (desde el año 2003) y una escuela secundaria en Capital Federal también: (Escuela Media Municipal N° 7 del Barrio de Palermo, por decisión de sus alumnos y profesores con 250 votos, en el año 1998. Detrás quedaron los otros dos ternados: Xul Solar y Oliverio Girondo). El 26-11-2007 se colocó una baldosa que la recuerda y simboliza la elección. Una segunda baldosa se instaló en la sede del colegio de la calle Yatay. En la ciudad de Villa Mercedes, San Luis por ordenanza Nº 1362-o, del 20 de agosto de 2002, hay una calle con su nombre.

Néstor Beroch, profesor de Literatura y ex integrante de Concentración Nacional Universitaria (CNU) en los años de plomo –un banda parapolicial y paramilitar de extrema derecha-  fue expulsado de su cargo docente en 2004: el legajo 3.675 de la CONADEP lo menciona como uno de los integrantes del grupo de tareas que secuestró a los estudiantes de “La Noche de los Lápices”.

Precisamente con este título el director de cine Héctor Olivera estrenó una película en 1986 y los periodistas María Seoane y Héctor Ruíz Nuñez, un libro en ese mismo año. Actualmente, en el curso del año 2017, apareció el libro “María Claudia Falcone. Políticas revolucionarias en bachilleratos de los años 70” escrito por Leonardo Marcote; un completo relato de la vida y la obra de esta joven peronista revolucionaria que ya ha entrado, para quedarse definitivamente, en la historia educacional secundaria de la Argentina.

Su sobrino, Juano Falcone, escribió no hace mucho: “No creo que ningún cielo nos reúna, y por eso no espero nuestro abrazo. Pero han dicho por allí que el único cementerio es la memoria, y ahí sí que estos canallas la tienen difícil: deberán lidiar con tu eternidad. ¡Hasta la victoria siempre Tía! Te amo”. 

Ungaro, Horacio Ángel. Nacido el 12 de mayo de 1959 en La Plata, provincia de Buenos Aires. Socio cadete de Estudiantes de La Plata con el número 119.492 (año 1972); ese mismo club que preside Juan Sebastián Verón lo homenajeó en el 2015. Secuestrado-desaparecido el 16 de septiembre de 1976 en su domicilio de La Plata junto a su amigo y compañero de militancia Daniel Alberto Racero, por personal armado y de civil perteneciente al Ejército. Antes de matarlo lo “pasearon” por el destacamento policial de Arana y por la brigada de investigaciones de Quilmes, sitios que dependían operacionalmente del Primer Cuerpo de Ejército.

Horacio Ángel Ungaro fue el menor de cuatro hijos. Antes de empezar la primaria ya sabía leer. Su padre Alfredo, era un hombre de la República en España y militante comunista. Su madre Olga, contadora en el Ministerio de Economía. Comenzó su militancia en la Federación Juvenil Comunista (FJC). Devoraba toda lectura que tuviera a Lenin como autor. Pero no solo esa. A los 15 años se leyó el “Plan de Operaciones” de Mariano Moreno y quedó deslumbrado. Lo mismo con los escritos de Cooke y el Che Guevara.  Empezó a interesarse por lo nacional.  En el ’71 ingresó al Normal N° 3 de La Plata. Le sorprendía la vitalidad revolucionaria de nuestra América y le gustaba muchísimo escuchar a Daniel Viglietti y Quilapayún.

A principios de 1974 tomó una decisión en tanto militaba de lleno en las villas de Berisso. Por esos lares toda la gente era peronista y él seguía la suerte de ellos, de los agredidos, era uno más del grupo, por lo que su compromiso político se direccionó hacia el peronismo revolucionario, concretamente hacia la UES. Entre la villa y el colegio siguió su vida e inclusive en este último, fue parte del cuadro de honor por sus brillantes notas. Participó en las luchas por el boleto secundario en noviembre de 1975, luchas que como se sabe concluyeron con éxito. Su idea, una vez terminado el secundario era estudiar Medicina para volcar positivamente su inquietud por lo social. No lo dejaron. Lo mataron con tan sólo 17 años de edad.

En los primeros días de abril de 2006, los vecinos de la localidad platense de Manuel Gonnet, concluyeron con éxito las gestiones para que la Escuela N° 18 lleve el nombre de Horacio Ángel Ungaro. Además, los alumnos de dicho establecimiento pintaron un mural de 6 metros de alto por 17 metros de ancho rememorando “La Noche de los Lápices”. Como en los demás casos, en la ciudad de Villa Mercedes, San Luis, por ordenanza Nº 1362-o, del 20 de agosto de 2002, hay una calle con su nombre.

Apostilla 1: El ex cabo de la policía bonaerense Roberto Grillo, llegó a confesarle a la familia Ungaro, con respecto a los pibes secuestrados en “La Noche de los Lápices” que “Yo los tuve que quemar, hacer cenizas, pero no los maté, ya estaban muertos… después no pude volver a comer carne nunca más”.

Apostilla 2: Olga Ungaro, la mamá de Horacio Ángel Ungaro, escucha por la radio el testimonio del represor policial Carlos Aberto Hours que dijo que al chico lo habían torturado tanto, que murió en la tortura. Ella escucha eso y sale desesperada de su casa para decírselo a sus hijas, cruza la calle y la atropella un colectivo. Quedó en coma una semana y luego falleció”.

Racero, Daniel Alberto. Nacido en Punta Alta, provincia de Buenos Aires, el 28 de julio de 1958. Su sobrenombre se lo ganó desde chico, cuando jugaba con sus amigos a ver quién meaba más lejos y él les ganaba a todos, lo que ocasionó la reflexión de uno de los participantes en el juego: “Lo que pasa es que vos tenés un pito de calibre largo” y así le quedó “Calibre” para siempre. Soñaba con ser corredor de autos (su ídolo era Luis Di Palma). Tenía mucha habilidad para la mecánica. También le gustaba pescar. Y ya cuando se mudó a vivir a La Plata se hizo hincha de Gimnasia y Esgrima. El motivo de la mudanza de su familia de Punta Alta a La Plata tenía un trasfondo político: su padre Juan Antonio, era suboficial de la Marina de Guerra y estaba cansado de que muchos camaradas de arma (sobre todo los oficiales) le objetaran su pasado peronista; por lo que renunció a la carrera militar, se mudó a la ciudad de las diagonales y consiguió trabajo en la marina mercante.

Daniel heredó de su padre una gran sensibilidad social; éste, el papá, un día le compró todos los diarios a un canillita de ocho años y justificó su acción benéfica diciendo: “Es demasiado chico para andar sólo a las diez de la noche por la calle; así va a volver más rápido a su casa”. Para 1971, Daniel ingresó al Normal N° 3. Al año siguiente comenzó a militar en la organización peronista Movimiento de Acción Secundaria (MAS) y para el verano del ‘73 organizó los equipos de trabajo de la UES que acompañarían a centenares de purretes de los arrabales más pobres de La Plata a pasar un día de fiesta en la Ciudad de los Niños. Un lugar que en el mejor de los casos siempre habían mirado hasta ese momento mágico, desde afuera. Daniel también participó con la UES en el operativo de reconstrucción nacional “Don Martín Miguel de Güemes” (alfabetización, reparación de viviendas, vacunación masiva, entre otras tareas) que llevaron adelante 500 jóvenes de la UES de todo el país, en la provincia de Salta. Con la muerte de su padre debió organizarse al máximo: Por la mañana al Normal, por la tarde reparto de paquetes y encomiendas a domicilio (para aportar unos pesitos a la casa), por la noche las actividades militantes de la UES. De inmediato, pasaron dos cosas importantes en su corta vida. Una, solidificó una amistad de hierro con otro compañero de la agrupación, Horacio Ungaro. Otra, fue elegido responsable de la UES en su colegio; (ámbito al que supo definir así: “encontré una trinchera para luchar por una causa justa”). Organizaban actos relámpagos para protestar contra la política retrógrada del ministro de Educación filo fascista, Oscar Ivani “SS”evich, así con dos eses mayúsculas, para identificarlo con el nazismo. Otro a quien tomaban de punto era al “Brujo” López Rega, y la repulsa a su política y a su figura siempre terminaba con un muñeco con su imagen quemado en el colegio.

Daniel Racero fue uno de los líderes que organizó a sus compañeros para acceder al boleto estudiantil. Está aún fresca en la memoria de aquellos pibes secundarios cuando “Calibre” se trepó al mástil del patio del colegio y desde allí en una asamblea multitudinaria bajó la consigna que se cumplió a rajatabla: “Al colegio venimos a pie o en bici, pero no tomemos ni un solo colectivo hasta lograr nuestro objetivo”.

En marzo de 1976 con su último año de secundario en la Escuela Técnica de Ensenada, se inscribió en el Industrial Modelo de Berisso para cursar Tornería Mecánica, la que había sido la profesión en vida de su viejo. Pero nada de eso pudo ser. Por su militancia en la UES, por su lucha en pos del boleto estudiantil, por ser parte de la Comisión de Solidaridad con los Presos Políticos formada por la Coordinadora de Estudiantes Secundarios, fue secuestrado-desaparecido junto a su amigo Horacio Angel Ungaro, el 16 de septiembre de 1976 por la madrugada. Tenía 18 años. Cabe acotar que como en los casos de cada uno de sus compañeros de infortunio, en la ciudad de Villa Mercedes, San Luis, por ordenanza Nº 1362-o, del 20 de agosto de 2002, hay una calle con su nombre.  

Ciochini, María Clara. Nació en Bahía Blanca un 21 de abril de 1958. Secuestrada-desaparecida en La Plata junto a su amiga y compañera de militancia María Claudia Falcone, en la casa de una tía abuela de esta última, el 16 de septiembre de 1976. Signo trágico, esa fecha es un nuevo aniversario de la caída del gobierno popular y democrático del general Perón en 1955. Fue una de las víctimas de “La Noche de los Lápices”. Ya de pibita participó en las manifestaciones anti-dictatoriales en Bahía Blanca, donde se había ido a vivir con sus padres. Eran los tiempos del gobierno de facto de Lanusse. Fue “girl scout” en la Pequeña Obra de esa ciudad bahiense y con un grupo de monjas tercermundistas ayudó a organizar actividades de apoyo tanto sanitarias como educacionales en los barrios carenciados y villas del lugar. Quería ser médica. Sentía admiración por Evita, el Che y el cura Camilo Torres. Tocaba muy bien la guitarra, tanto folclore como rock nacional. En poesía se fascinaba con los escritos de Juan Gelman y Pablo Neruda.  Su padre, Héctor Eduardo era un eximio profesor de dibujo.

María Clara, para 1973 comenzó a militar en la UES, para rabieta de su papá, que había sido un antiperonista de aquellos, en la década del ‘50. Ella se levantaba de madrugada y con los compañeros escribían largos paredones con las consignas “Perón o Muerte. Viva la Patria” y “Libres o muertos, jamás esclavos”. Para esa época militaba en un barrio marginal, el “Sánchez Elía” donde ayudaba personalmente y todos los días a una madre soltera y a su hijita para que tuvieran una vida más humana y confortable: además, pintaba, cocinaba, alfabetizaba y alegraba las reuniones con su infaltable guitarra y su voz privilegiada.

En la militancia le decían “La cieguita” porque si se sacaba los anteojos no veía nada; pero admiradores nunca le faltaron. En el ’74 fue elegida delegada de la UES en el Normal y a su cargo estuvo la resistencia contra el filonazi Remus Tetu, entronizado por la “Misión Ivanissevich”. También era la encargada de asistir a sus compañeros de la UES ya detenidos y encarcelados por el gobierno de “Isabel y el Brujo”.

Para noviembre de 1975 sus padres, medio de prepo, se la llevaron con el resto de la familia a vivir a La Plata, después de que una patota armada la fue a buscar por la noche, a su casa de Bahía. En la ciudad de su nuevo asentamiento, rápidamente hizo contacto con sus compañeros de la UES (“Si me voy, no es para quedarme de brazos cruzados. Me voy a otro lado para seguir militando”) y con ellos organizó la resistencia a la dictadura militar, ostentando el grado de oficial montonera. Hasta que se la llevaron. Pasó por los centros clandestinos de detención “Pozo de Arana” y “Pozo de Banfield”. Tenía 17 años. Fue torturada y violada antes de su muerte. En la ciudad de Villa Mercedes, San Luis, por ordenanza Nº 1362-o, del 20 de agosto de 2002, hay una calle con su nombre. Y en Bahía Blanca, con su nombre y apellido una “Plaza de los Lápices”. 

López Muntaner, Francisco Bartolomé. Tenía 16 años. Privado de su libertad el día 16 de septiembre de 1976, en su domicilio de calle 7 N° 2123 de La Plata, por civiles armados encapuchados que se identificaron como pertenecientes al Ejército Argentino. Entre ellos estaban dos integrantes de la banda de ultra derecha y nazi-fascista, Concentración Nacionalista Universitaria (CNU): siendo uno de los mismos y luego identificado como Patricio Errecalde Pueyrredón. Fue visto en el CCD “Pozo de Arana” y “Pozo de Banfield” antes de su asesinato.

Francisco “Panchito” Bartolomé López Muntaner, es uno de los chicos mártires de “La Noche de los Lápices”. De piel morena y pelo negro, nació el 7 de septiembre de 1960 en el seno de una familia peronista. En el colegio primario fue elegido varias veces como el mejor compañero. En los primeros cuadernos que dibujó y pintó quedaron como testigos de su temprana inquietud por lo social, indígenas, negros y mulatos combatiendo. Es que él mismo, para todos, tenía cara de indio. Le fascinaba la mitología griega y construir silogismos tales como: “¿Si los griegos inventaron la democracia y adoraban tantos dioses, porqué nosotros debemos tener uno sólo si queremos ser democráticos?”. A los chicos del barrio les organizaba jornadas de pesca en el arroyo instalado en 79 y 80, les enseñaba a jugar al ajedrez y los ayudaba con sus deberes del colegio. Era hincha de Gimnasia y Esgrima de La Plata. También tenía una relación particular con los animales domésticos: su perro “Coli” sólo le obedecía a él; y cuando tomaba la merienda o comía, “Panchito”, abría la jaula de la cocina y el canario caminaba suelto a su lado sobre la mesa. Practicó el deporte de la ovalada en el Albatros Rugby Club.

En 1974 asumió su compromiso político y comenzó a militar en la UES, desde el colegio de Bellas Artes platense, en donde fue becado, por ser hijo de familia numerosa, ya que tenía cinco hermanos. Se hizo íntimo amigo de María Claudia Falcone y con ella organizó a los chicos del colegio en un sinnúmero de actividades políticas, deportivas y sociales. También ayudaba a su padre en un pequeño almacén familiar de despacho y venta al público. Cuando fue “desaparecido” estaba leyendo “La Formación de la Conciencia Nacional” de Juan José Hernández Arregui. Toda una definición…

Cabe acotar que, en la ciudad de Villa Mercedes, San Luis, por ordenanza Nº 1362-o, del 20 de agosto de 2002, hay una calle con su nombre.

Cuando uno dice y afirma que la última dictadura que padecimos fue cívico-militar, es porque habla con propiedad. El siguiente entrecomillado está sacado del libro sobre vida y obra de María Claudia Falcone, editado en 2017 y cuyo autor es Leonardo Marcote, como ya dije anteriormente.

Afirma, hablando de profesores y represores a la vez: “Ricardo Peláez, profesor de Historia, ‘siempre bajaba línea sutilmente y recomendaba no meterse en nada raro’. Recuerdo con mucha indignación los días posteriores al 16 de septiembre del ’76 cuando Peláez pasaba lista y nombraba a Francisco ‘Pancho’ López Muntaner (que dicho sea de paso era un muy buen alumno de Historia y confrontaba ideas con Peláez, cosa que a este no le gustaba); repito, pasaba lista y al nombrar a ‘Pancho’, decía ‘¿otra vez ausente?’ avísenle que, si sigue faltando se va a quedar libre’. Lo decía con una especie de sonrisa en la cara, el muy cínico. Ese profesor era del grupo de confianza de la rectora Susana Fittipaldi de Gallo, esposa del médico veterinario Guillermo Gallo, rector de la Universidad Nacional de La Plata desde septiembre de 1976 hasta 1983”. Cabe recordar que oportunamente esta señora dijo sobre el rol de su marido: “Gracias a Guillermo se limpió de zurditos la universidad”.     

Un gancho con el presente

Estas fueron las historias de vida de estas pibas y de estos pibes que creyeron a pie firme en aquel pensamiento sanmartiniano que expresaba “seamos libres y lo demás no importa nada” y que ellos mismo pudieron adaptar al momento que vivieron y lo llevaron a la práctica con un LOMJE (¡Libres o Muertos, jamás Esclavos!) que honraron hasta el último momento de sus cortas vidas.

Deberíamos acercar estos relatos inconmensurables en solidaridad, honor y patriotismo, no exentos de heroicidad, a todos aquellos jóvenes desorientados que votaron en las Paso o piensan votar a Javier Milei en las próximas elecciones del 22 de octubre 2023. La salida no es Ezeiza, ni el futuro es un billete dólar o se va arreglar todo de una sola vez y con una motosierra cercenando todo lo que se interponga a su paso. Al respecto, sugiero que antes se aseguren de qué lado de la motosierra los van a dejar estar a ellos. La rebeldía y el odio al sistema es legítimo, pero hay que encausarlo a los verdaderos enemigos de nuestra patria, aquellos que fugan fortunas en divisas y las llevan a los paraísos fiscales convirtiendo al resto del pueblo argentino en parias de su propio país.

No sea cosa que repitamos la historia. Y que “La Libertad Avanza” termine siendo una versión aggiornada de la auto-titulada “Revolución Libertadora” que en 1955 derrocó por la fuerza de las armas a un gobierno que había sido elegido con el 62,49% de los votos emitidos y terminó encarcelando y fusilando a compatriotas. Ahora no necesitan de las balas para matar, con la quita de derechos y el hambre generalizado que sus medidas retrógradas instalarían, les alcanza y sobra para cumplir su cometido.

author: Roberto Baschetti

Roberto Baschetti

Sociólogo, historiador, investigador. Autor de más de 50 libros sobre el peronismo revolucionario. Socio fundador de la editorial Jirones de mi vida.

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