Militancia Peronismo

Dos pibes como nosotros

El 7 de septiembre de 1970, los militantes peronistas Fernando Abal Medina y Carlos Gustavo Ramus fueron abatidos por la policía bonaerense en la localidad de William Morris, una fecha que sería elegida por la militancia para conmemorar el Día del Montonero. Baschetti repasa sus vidas, y también, el país oprimido en el que crecieron.

Aramburu fue parte del golpe de Estado que derrocó al gobierno nacional y popular, en setiembre de 1955. Debe recordarse que el pueblo en elecciones libres y transparentes, en 1951, había reelegido a Perón para presidente con el 62,49% de los votos emitidos, siendo la segunda fuerza, en donde se agrupaba la oposición, la UCR, que obtuvo un magro 31,81%. 

Cuando Aramburu se apoderó de Argentina, hasta entonces este era un país acreedor y el Banco Central tenía 371 millones de dólares en reservas. Al retirarse en 1958, la deuda externa era de 1.800 millones de dólares. El déficit fiscal que en 1957 era de 27.000 millones de pesos, en 1958 se elevó a 38.000 millones de la misma moneda. Durante su gestión se desarticuló todo el sistema económico montado por el Peronismo, pasando la economía del país a depender enteramente de sus exportaciones de granos y carnes, que además estaban controladas por grandes empresas extranjeras y la oligarquía vernácula. También el Banco Central dejó de ser un promotor del desarrollo para ser un simple estabilizador de precios. Al poco tiempo, por primera vez, hizo su entrada de rapiña, miseria y hambre en el país: el Fondo Monetario internacional (FMI).

Alcanzado el poder por las armas, Aramburu encabezó la represión del movimiento político mayoritario y representativo del pueblo argentino; proscribió sus organizaciones, intervino sus sindicatos, encarceló a sus dirigentes y permitió la represión en los lugares de trabajo.

Las cárceles se atiborraron de presos políticos y gremiales. 

Cuando Aramburu fue presidente de facto, profanó y se robó el cadáver de Eva Perón (fallecida el 26 de julio de 1952), le cambió el nombre y lo ocultó en Italia con la complicidad de la jerarquía eclesiástica argentina.

Aramburu, dictador sangriento, no vaciló en fusilar entre el 9 y el 12 de junio de 1956, a 15 civiles y 18 militares peronistas que bregaban por desalojarlo del poder mal habido y lograr elecciones sin proscripciones para elegir nuevo presidente constitucional. Lo hizo sin juicio previo y sin causa justificada. O sea, asesinatos premeditados.   

Aramburu, que debió ser juzgado y condenado por todos los hechos antes narrados, no solo no fue molestado en lo más mínimo, sino que su sucesor en el cargo, el presidente Frondizi (otro crápula que llegó a la primera magistratura con el Peronismo proscripto) lo ascendió en el escalafón militar al grado de “Teniente General” un 12 de junio de 1958.

Desde junio de 1966 regía otra dictadura cívico-militar en Argentina encabezada por el general Juan Carlos Onganía (pasó a la historia como “El Onganiato”), en la cual estaban clausurados todos los mecanismos democráticos y el Peronismo seguía proscripto y perseguido.

En tal contexto represivo, y como si nada hubiese pasado quince años atrás, Aramburu era presentado por los escribas del régimen y los políticos del sistema, como el hombre indicado para tomar nuevamente las riendas del gobierno y ser hombre de consulta permanente para el establishment.  

En aquel escenario de permanente burla y farsa para el pueblo argentino, hizo su aparición un grupo peronista armado que, al poco tiempo, fue la más importante y numerosa guerrilla en cantidad de integrantes, que hubo en este país. Se llamaban MONTONEROS. Aramburu fue secuestrado por ellos, un 29 de mayo de 1970 y ejecutado el 1° de junio del mismo año.

A partir de ahí hubo una feroz cacería por parte de todo el aparato policial y militar para dar con los culpables. Estos sabían que no podían caer con vida. Así fue como cercados por la policía bonaerense, en un bar perdido de la localidad de William Morris (provincia de Buenos Aires), murieron en combate el 7 de septiembre de 1970, Fernando Abal Medina y Carlos Gustavo Ramus.

Lo que sigue y se recupera es la vida de ambos.  

Fernando

Nació en 1948. Era un tipo más bien alto, flaco, joven y simpático, con cierta áurea aventurera que transmitía una gran seguridad en sus acciones. Su adolescencia la vivió en el barrio de San Telmo.

Como sus padres (Antonio y Carmen) y sus hermanos, fue parte de la Acción Católica Argentina y desde los 12 años se integró a la Juventud Estudiantil Católica (JEC), del Colegio Nacional Buenos Aires, que tenía como asesor al Padre Mugica. Tuvo un breve paso por la Guardia Restauradora Nacionalista (GRN). Se ganaba la vida, por entonces, vendiendo libros de la editorial Pleamar.

Estudiando en el Colegio Nacional Buenos Aires (promoción 64), serán sus amigos y compañeros de curso, Carlos Gustavo Ramus y Mario Eduardo Firmenich. Terminó sus estudios en 1964. Comenzó su militancia concreta conjuntamente con ellos dos, en el grupo católico (JEC).

En el Chaco santafecino comprobó personalmente la pobreza en que estaba sumergida gran parte de nuestra población. Profundizó su compromiso cristiano y descubrió el peronismo. Paralelamente, a nivel universitario, comenzó a cursar economía política en la Universidad de Buenos Aires (UBA), donde fundó con otros compañeros la agrupación estudiantil Movimiento Universitario Popular (MUP).

En 1966, participó como activista político en la defensa de los derechos de los trabajadores portuarios en lucha contra la dictadura de Onganía. Fue integrante de los Comandos “Camilo Torres” dirigidos por Juan García Elorrio, el director de la revista “Cristianismo y Revolución”. En 1967, Fernando recibió entrenamiento militar en Cuba. Un año más tarde junto a otros compañeros conforma el Comando “Juan José Valle”. Es fundador de Montoneros y uno de los secuestradores de Aramburu el 29 de mayo de 1970.

El 7 de septiembre del mismo año cae en combate, cercado por una patrulla de la policía provincial, en la pizzería “La Rueda” de la localidad de William Morris, provincia de Buenos Aires.

La militancia partidaria, recuerda todos los 7 de septiembre, cada año, como “El Día del Montonero”.

El prestigioso periodista y literato Luis Alberto Murray, dirá oportunamente: “Fernando -católico, nacionalista, peronista- fue amigo mío; sentí su desaparición visceralmente, como la de un hijo. Por lo mismo, en él personifico a todos los combatientes –sin excepción- caídos en la lucha por la liberación nacional”.

Ahora estamos en mayo de 2023. Acabo de terminar de leer el libro “Conocer a Perón” escrito por Juan Manuel, hermano de Fernando. Allí se dice que: “El velorio fue en la casa de mis padres, donde fue incesante el paso de gran cantidad de amigos de las agrupaciones católicas y nacionalistas, así como muchos compañeros que se identificaban con diversos grupos peronistas (…) La prensa destacó que el féretro estaba colocado frente a un cuadro de grandes dimensiones que representa el fusilamiento de Dorrego y tenía la leyenda: ‘Han de estar contentos los salvajes unitarios. Lavalle ha mandado a matar al más valiente’. Arturo Jauretche, mirando el cuadro, le dijo a mi hermano Mario: ‘Premonitorio, premonitorio …’ (…) A las 20,25 llegó una gran corona enviada por el general Perón. Debía ser entregada a las 20,25 recordando que era la hora en que Eva Perón entró en la inmortalidad”.

Carlos Gustavo

También nació en 1948. Estudiaba en el Colegio Nacional Buenos Aires, siendo sus compañeros de grado Fernando Abal Medina y Mario Eduardo Firmenich. Para esa época era muy nacionalista y disfrutaba leyendo la historia argentina escrita por José María Rosa, las reflexiones de Arturo Jauretche, los ensayos políticos de Juan José Hernández Arregui y las denuncias de Raúl Scalabrini Ortíz.

Algunos aspectos de su personalidad y pensamiento en formación, se pueden encontrar en un trabajo que le solicitó el Departamento de Extensión Cultural de ese colegio secundario. Fue para 1965 y debía elegir un cortometraje argentino, explicando el porqué de su elección. Escribió: “Voto por ‘Bienvenido’. Agilidad, excelentes y bien logrados efectos y una idea argumental muy bien llevada, configuran un corto en el que su director, Juan José Stagnaro, pone en evidencia relevantes condiciones. La crítica a la ‘Generación Pepsi’ enloquecida por ritmos ululantes, obnubilada por la adoración de falsos ídolos, alcanza contornos trágicos (...) Stagnaro expone con singular maestría la mentalidad de cierta juventud que se estremece al compás de los Beatles y ‘no espera nada de la vida’. (...) Son, en síntesis, diez minutos muy bien aprovechados, en que el director nos llama la atención, sin mayores pretensiones, sobre el problema de una juventud tarada por la propaganda masiva y la falta de objetivos vitales”.

Ramus inició luego estudios universitarios de Economía en la Universidad de Buenos Aires. Empezó su militancia conjuntamente con aquellos dos amigos antes citados, en un grupo católico orientado por el Padre Carlos Mugica: la Juventud Estudiantil Católica (JEC). Fue a Tartagal (Salta) con un pequeño contingente de la Acción Misionera Argentina (AMA) que dependía de la Acción Católica Argentina (ACA) y desarrollaban campamentos de trabajo. La pobreza ancestral de los hacheros lo conmovió muy fuertemente. Contó que habló con ellos y supo que a esta pobre gente le pagaban con vales que cambiaban por fideos apolillados. Ramus los ayudó a organizarse, a sindicalizarse y cuando volvió a Buenos Aires hizo la denuncia, logrando que algunos medios la registraran.

Comenzó a plantearse con otros compañeros, el uso legítimo de la violencia como única manera de defensa, porque en ciertos casos –como el de los hacheros- la primera violencia era la que ejercían los patrones, al rebajarlos a la más extrema pobreza y marginalidad jamás imaginada.

Leía con igual interés a Mao Tse Tung, como la encíclica “Populorum Progressio” y todo lo que había sobre economía peronista del 46’ al 55’ y además, sobre la guerra de guerrillas. La Revolución Cubana no pasó inadvertida para su conocimiento. Profundizó su compromiso cristiano y asumió el peronismo.

Su hermana Susana Jorgelina Ramus (a quien tuve el inmenso gusto de conocer y frecuentar) recuerda: “No tenía miedo a las consecuencias de sus acciones, su temor era el de equivocarse como cristiano y no hacer lo necesario para mostrarle a los militares asesinos del pueblo que su impunidad podía terminar, porque había argentinos como él que estaban dispuestos a todo, para que ellos no siguieran humillando al pueblo, reprimiéndolo, proscribiéndolo, quitándole todos los derechos que Perón había restablecido para la clase trabajadora”.

Ramus fue parte de los Comandos “Camilo Torres” dirigidos por Juan García Elorrio. En 1968, junto a otros compañeros peronistas conforma los Comandos “Juan José Valle”. Fundador de Montoneros, es uno de los secuestradores del general Aramburu el 29 de mayo de 1970 y de su posterior ajusticiamiento. El cuerpo del fusilador es enterrado en un campo de propiedad de sus padres, en la localidad de Timote, en la provincia de Buenos Aires.

La Estrella Federal de ocho puntas con la “vepe” adentro -Perón Vuelve-, que luego apareció en los comunicados y partes de guerra de la organización guerrillera peronista, fue bosquejada y diseñada por él.

El 7 de septiembre del mismo año cae en combate cercado por una patrulla de la policía provincial en la pizzería “La Rueda” de la localidad de William Morris, provincia de Buenos Aires. Alcanzado por las balas policiales, desabrochó una granada de mano que llevaba en el cinto y luego de sacarle la anilla de seguridad, trató de lanzarla sobre los canas, pero el explosivo explotó en sus manos y falleció en el acto.

La militancia recuerda todos los 7 de septiembre, cada año, como “El Día del Montonero”.

Dejemos que nuevamente su hermana relate lo que siguió: “El 7 de septiembre de 1970 mamá estaba escuchando radio Colonia y se enteró del enfrentamiento en William Morris. Cuando entré a la cocina mamá estaba llorando desconsolada. Luego vino todo el infierno de recuperar el cadáver (...) Después fue la misa de cuerpo presente junto con el cadáver de Fernando Abal Medina, en la parroquia San Francisco Solano, donde ‘Carli’ y yo habíamos tomado la comunión.

La misa la dio Mugica, triste y dolido; eran sus discípulos queridos. Los compañeros cubrieron sus féretros con la bandera argentina mientras recorríamos el camino que mediaba entre la puerta del cementerio de la Chacarita y los lugares adjudicados en tierra. Vino la policía y nos obligó a quitar las banderas. Se cantó la Marcha Peronista. Mi tristeza no podía ser más grande. Se había ido la persona que más amaba en el mundo, mi consejero, mi amigo, mi hermano querido”.

Esta y otras apreciaciones de Susana Ramus, pueden leerse en el libro de su autoría: “Sueños sobrevivientes de una montonera a pesar de la ESMA”, editado por Colihue en el 2000.

author: Roberto Baschetti

Roberto Baschetti

Sociólogo, historiador, investigador. Autor de más de 50 libros sobre el peronismo revolucionario. Socio fundador de la editorial Jirones de mi vida.

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