26 de Abril de 2021
Por Osvaldo Balossi (*)Como comunero de Caballito, desde hace varios días vengo recibiendo mensajes muy preocupantes de parte de padres, madres, docentes y directivos de escuelas públicas del barrio. Tienen angustia, tristeza, desesperación y mucha bronca. Pocos se animan a hablar en público por miedo de las represalias del Gobierno de la Ciudad. En especial, lxs trabajadores de la educación y directivos se encuentran bajo altísima presión para que sostengan abiertas las escuelas. Pero con el actual nivel de circulación viral, se multiplicaron los contagios, los contactos estrechos y los aislamientos de burbujas. Los protocolos se pensaron en enero para implementar en febrero, pero han quedado obsoletos en abril. Son incumplibles con esta cantidad de casos.
El sistema educativo está estresado al límite de no poder funcionar, y la situación solo parece empeorar. Hay que decirlo con toda claridad: hoy la presencialidad escolar no es posible. Pero la coerción y el miedo se han instalado por abajo. Obligan a los equipos de conducción de los colegios a mantener la presencialidad de cualquier manera, con amenaza de sanciones. La tensión se traslada luego a las familias, enfrentadas con la disyuntiva de mandar a sus hijxs o no al colegio, sobre todo con el riesgo de perder sus vacantes. Entre la espada y la pared.
¿Qué hay detrás de toda esta psicopatía negacionista? No se trata solo de desestabilizar al gobierno del Frente de Todos, sino de destruir los lazos de empatía y solidaridad que son regla y principios rectores de toda comunidad educativa. Hablamos de los vínculos que sostienen las cooperadoras, las relaciones afectivas entre familias y docentes, el rol de trabajadores y directivos, incluso un espacio tan sencillo como los grupos de chats cuya función es compartir información y darse una mano entre padres y madres. En cada espacio donde hay una conexión solidaria y cooperativa, Larreta busca sembrar la discordia, el caos, el sálvese quien pueda y la desconfianza en el otro.
El domingo pasado, Larreta llevó la desorganización, caos, miedo y conflicto al seno de la comunidad educativa en las escuelas, entre los y las docentes, las cooperadoras y las familias. Ya vamos una semana desde que el jefe de Gobierno desafió toda norma republicana al desobedecer un Decreto de Necesidad y Urgencia del Estado nacional, amparado en un fallo de un tribunal local. Un disparate jurídico que cuenta con el amparo informativo de los medios masivos de comunicación.
Aún así, con todo en contra, en las redes de familias, docentes, directivos y trabajadores, el sentido común y la empatía siguen prevaleciendo. Ante la soledad y la indefensión, comienzan a primar la necesidad de tomar decisiones colectivas por sobre las individuales, de alzar la voz, de ser solidarios entre distintos actores. Por eso, a pesar de la violencia ejercida por el Ministerio de Educación porteño para abrir las escuelas como sea, la presencialidad escolar se reduce en los hechos.
Ya no hay más tiempo que perder. Es hora de que Larreta abandone el negacionismo. La única verdad es la realidad: solamente en las últimas dos semanas alrededor de 40.000 porteños y 2.500 cabalitenses se enfermaron, otros 397 porteños y 27 vecinos perdieron la vida. Es la hora de la razón y la solidaridad. Frenemos la circulación del virus, cuidemos la salud de nuestros pibes y salvemos vidas, antes de que sea demasiado tarde.
(*) Comunero del Frente de Todos en Caballito, CABA.
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