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Tomas, lucha y organización
Foto: Eliana Obregón / Télam
El miércoles 28/9 a la noche, en el programa que conduce Pablo Duggan en C5N, invitaron al piso a un grupo de estudiantes que participan de las tomas de colegios, y también a un par de padres. Uno de los chicos, con mucha soltura y honestidad, lo dijo bien clarito: ellos no quieren tomar sus colegios, prefieren tener clases, estudiar, pero llegaron hasta esta última instancia luego de realizar distintos reclamos, sentadas y asambleas. “Acuña, llamanos al diálogo y se termina la toma”, le dijo el chico a la ministra, mirando de frente a la cámara.
Los reclamos de los estudiantes también son claros y genuinos: mas presupuesto para la infraestructura escolar, más y mejores viandas, y el cese de las prácticas laborales en empresas.
El problema es el PRO, que gobierna la Ciudad hace casi quince años, y su modo de entender y ejercer política: solo les importa su electorado, al que retienen más allá de la buena o mala gestión de la Ciudad, con un discurso ideológico irresponsable y peligroso: el antikirchnerismo.
El macrismo, a nivel nacional, luego de de su paso por la Casa Rosada junto al radicalismo, entre 2015 y 2019, no tiene logros para mostrar. Siempre construyeron por la negativa, y su combustible es la polarización con el antiperonismo, y el odio.
En su carrera hacía la presidencia, y en el marco de la feroz interna que sacude el espacio Juntos por el Cambio para ver quién expresa el discurso más antipopulista, el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, hizo volar por el aire el pacto democrático edificado socialmente y con mucho esfuerzo, a partir de 1983, al lanzar una campaña de persecución y amedrentamiento en contra ya no solo los genios docentes, sino también de los estudiantes secundarios.
Los mismos que en los estudios de televisión y las redes sociales se presentan ante su electorado cómo promotores y cultores del diálogo y el consenso, que se rasgan las vestiduras por las instituciones de la democracia, hoy hacen uso del Ministerio Público Fiscal de la Ciudad, totalmente alineado con los intereses políticos de Larreta, y también de la Policía de la Ciudad, como brazos ejecutores de una campaña electoralista, que no tiene antecedentes en el recorrido democrático de nuestro país.
Nunca antes la policía había caído por la noche en la casa de los padres de los estudiantes que están tomando los colegios, para notificarlos de una contravención. Nunca antes, tampoco, la policía se metió en los colegios para interrogar a los chicos sobre las razones de la toma. Una policía que el gobierno local utiliza con fines políticos, como sucedió hace un mes atrás con el vallado que montaron para aislar a Cristina de la militancia, frente a su casa, o la criminalización de la pobreza que tanto les gusta mostrarle a sus votantes (migrantes africanos, vendedores ambulantes, minorías sexuales, piqueteros).
Hasta dónde piensan llegar, se preguntan unos cuantos. ¿Se puede ir más lejos, luego de patotear a los adolescentes que le ponen el cuerpo a una serie de demandas estudiantiles?
La política, sabemos, tiene que ser puesta al servicio de la resolución de los conflictos, y no para jugar en una interna entre facciones de una fuerza política que desde mucho tiempo viene demostrando que no tiene ningún apego por los valores democráticos que caracterizan históricamente a nuestro pueblo y Nación, pero otra vez: el problema es la dirigencia del PRO.
¿Qué se hace para lidiar con este escenario tan complejo, teniendo en cuenta que el espacio que nuclea a estos funcionarios y dirigentes gana las elecciones porteñas con más del cincuenta por ciento de los votos?
La respuesta llega una vez más de la mano de los pibes y pibas, quienes por estas horas, multiplicaron las tomas, a puro músculo solidario y organización, y se vienen bancando –junto a la comunidad educativa que los acompaña- la demonización que les tiran encima desde los medios masivos de comunicación y los funcionarios del gobierno porteño.
Las tomas ganaron la agenda mediática y política, y hoy Larreta y Acuña tienen un problema que resolver, las tomas significan una molestia, una distracción del asunto que los desvela: el 2023.
Lucha y organización, entonces: ahí está la fórmula darle pelea al macrismo en la Ciudad.
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