Política Militancia

Unidad sin que duela

“Sin internas y sin dedo olímpico no parece fácil lograr la tan deseada unidad”, plantea Rinconet, y luego de realizar un repaso de los vaivenes, dilaciones y contratiempos que sufrió el Frente de Todos para hacer kirchnerismo, pondera que hoy se esté debatiendo el rumbo y los objetivos de nuestra fuerza política de cara al futuro.

Hoy es casi un lugar común lamentar la interna peronista, al menos de este lado de la grieta. Los argumentos que solemos escuchar refieren a la urgencia que impone la coyuntura del gobierno de la motosierra, es decir, a los padecimientos que las alucinaciones austríacas nunca antes aplicadas sobre seres vivos imponen a las mayorías. El famoso combate de egos -como injustamente se suele describir las internas políticas- retrasaría la necesaria unidad del peronismo, única herramienta para enfrentar eficazmente este presente político catastrófico.

Por otro lado, desde la candidatura de Alberto Fernández es también un lugar común rechazar el famoso dedo para designar al candidato de nuestro espacio. Sin internas y sin dedo olímpico no parece fácil lograr la tan deseada unidad.

En realidad, el peronismo debería temerle más a la ausencia de debate que al debate en sí. Si nos quedara alguna duda al respecto, es bueno recordar como fue el proceso de unidad del peronismo lanzado en el 2019, con el objetivo de frenar la reelección de Mauricio Macri. En aquel momento decidimos “volver mejores” y repetimos con ahínco masoquista el objetivo de lograr “la unidad hasta que duela”. Tuvimos unidad, bastante dolor y conseguimos frenar la reelección del líder de Cambiemos en primera vuelta, un logro considerable. El día después, es decir, la gestión de gobierno, fue otro cantar.

¿Por qué quisimos volver mejores? ¿Qué tenía de malo simplemente volver? De hecho, el electorado no pidió otra cosa que volver a los años anteriores a Cambiemos. Por supuesto, nadie niega que como sostenía el compañero Heráclito de Efeso, es imposible entrar dos veces en el mismo río. El tiempo pasa y no podemos volver atrás, pero no era a eso que hacía referencia la fórmula “volver mejores”. Había algo necesariamente malo en la experiencia kirchnerista; una confrontación al parecer innecesaria, una ausencia de diálogo, de mesa amplia, que debíamos modificar. Ocurre que, al frenar el debate interno, aceptamos ser relatados por los de enfrente. Elegimos así hablarle a una audiencia tan virtuosa como imaginaria. Nos pusimos como objetivo seducir a una clase media mesurada, entusiasta de las instituciones y coso, que consideramos reticente a los supuestos malos modos kirchneristas y a la extrema politización que habría impuesto el estilo de CFK. Una clase media alérgica a la confrontación que terminó votando a un energúmeno vociferante con una motosierra...

El precio a pagar tuvo consecuencias políticas calamitosas: significó dejar de ampliar los límites de lo posible mientras los adversarios políticos hacían exactamente lo contrario. Así, mientras la entonces oposición prometía terminar con la ley de contrato de trabajo, eliminar la indemnización por despido, acabar con al sistema de reparto, volver a la estafa legal de las AFJP o incendiar el Banco Central -aunque sin aclarar si lo haría con los funcionarios adentro- el Frente de Todos buscó un camino mesurado y evitó como el ébola cualquier tema considerado piantavotos, es decir, todos aquellos que impliquen ampliar derechos.

El futuro Presidente de los Pies de Ninfa proponía vender órganos o dolarizar la economía, pero el Frente de Todos no podía hablar de reducción de la jornada de trabajo (cuyo límite de ocho horas fue fijado hace casi un siglo, en un país con una realidad tecnológica completamente diferente), de plan de viviendas, de mayor carga impositiva a los más ricos, de mayores regulaciones financieras, o incluso de reforma agraria, un tema del que ya debatía Domingo F. Sarmiento, un conocido kirchnerista sanjuanino. Dejamos de proponer nuevos horizontes respaldados por la gestión, la marca de fábrica del kirchnerismo, para no asustar a una audiencia que nunca nos escuchó, básicamente, porque no existía. Aceptar ser relatados por los de enfrente no solo fue la manera más eficaz de perder nuestra propia esencia política sino que, además, evaporó nuestra potencia electoral. Dos calamidades por el precio de una.

No debatir lo suficiente, no ponernos de acuerdo en qué queríamos, más allá de frenar al macrismo, explica el menos en parte el fracaso del gobierno del Frente de Todos. En el 2019 no debíamos hablar de presos políticos, no debíamos debatir sobre la justicia sino esperar que se autodepure, no podíamos mencionar las palabras subsidios o retenciones, debíamos transformar un instrumento como el equilibrio fiscal en un fin en sí mismo y no debíamos destacar el período 2003-2015 para no asustar a quienes al final aplaudieron los discursos de odio de La Libertad Avanza.

Luego de una derrota como la del año pasado lo extraño sería no tener una interna a cielo abierto. ¿Queremos una unidad aún más dolorosa que incluya a una entusiasta de la última dictadura como Victoria Villarruel? ¿La idea es hacer albertismo sin Alberto o preferimos inspirarnos en los tres gobiernos kirchneristas, que redujeron la pobreza y el desempleo, y aumentaron sueldos y jubilaciones, pasando de 50% a casi el 100% de cobertura provisional? ¿Nos preocupa más el bienestar de las mayorías o el equilibrio de las cuentas fiscales? ¿Aceptamos que las ampliaciones de derechos se enfrentarán inevitablemente al rechazo furioso del establishment o nos declaramos alérgicos al conflicto y, por lo tanto, a dichas ampliaciones? ¿Existe algo llamado burguesía nacional o son los padres? ¿Podemos lograr que la Argentina ofrezca alimentos y energía barata para todos? ¿El gas de Vaca Muerta nos interesa para exportarlo y conseguir dólares o para impulsar la industria local? ¿Vamos a seguir fingiendo demencia frente a la caterva de operadores que seguimos llamando justicia federal o intentaremos remediar ese mal? Sin ponernos de acuerdo sobre esos temas, de nada serviría ganar las próximas elecciones. Sólo aseguraríamos una nueva desilusión masiva y un mayor descreimiento en la política.

¿Hay interna peronista a cielo abierto? Enhorabuena, es hora de debatir para qué y a favor de quienes queremos gobernar.

author: Sebastián 'Rinconet' Fernández

Sebastián 'Rinconet' Fernández

Es arquitecto (DPLG-UBA), tuitero (@rinconet), cofundador de La Mesa de Autoayuda K (@LaRadioMAK). Considera que el verdadero desafío consiste en opinar desde la más tenaz ignorancia, ya que sabiendo opina cualquiera.

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