Peronismo

“¿A mí me la vas a contar?”

Enrique Santos Discépolo fue un compositor de tangos muy popular en la primera parte del siglo pasado, que se embanderó con las conquistas del peronismo, y que por esa posición sufrió un escarnio público, tal como sucede hoy con distintas figuras de la vida pública. Baschetti lo homenajea a través de los hechos y las palabras.

Enrique Santos Discépolo, “Discepolín”, nació en el barrio porteño de Balvanera el 27 de marzo de 1901. Fue compositor, músico, dramaturgo y cineasta. Inolvidables tangos del repertorio popular fueron de su autoría: “Esta noche me emborracho” (1927), “Chorra” (1928), “Yira-yira” (1929), “Cambalache” (1935), “Alma de bandoneón” (1935), “Uno” (con música de Mariano Mores, 1943) y “Cafetín de Buenos Aires” (1948).

Pero, en esta reseña particular de “Discepolín” me interesa rescatar su profunda identificación y compromiso con el peronismo, lo que le valió la repulsa del mundo intelectual de la época, el distanciamiento de viejos amigos y que también le hicieran un vacío que terminó con su deceso.

“Desde algunos sectores opositores se denigraba a quienes apoyaban al peronismo. El caso de Discepolín es sintomático: desde retirarle el saludo a enviarle paquetes con los discos rotos de sus canciones. En una cena organizada para homenajearlo, alguien compró todas las tarjetas para vaciar de gente el evento” cuenta Guillermo Korn en su libro “Hijos del Pueblo”.

Discépolo, que tenía un programa de radio que se llamaba “¿A mí me la vas a contar?” murió de un ataque al corazón el 23 de diciembre de 1951.

Transcribo partes de su última intervención radial, producida el 10 de noviembre de 1951, un día antes de las elecciones que concluyeron con un triunfo arrollador de Perón en pos de su reelección presidencial. El programa estaba dedicado a los “contreras”, un término popular con el que se encasillaba a los antiperonistas. En el mismo, “Mordisquito”, el personaje de Discépolo, afirma:

“Bueno, mirá, lo digo de una vez. Yo no lo inventé a Perón. Te lo digo de una vez, así termino con esta pulseada de buena voluntad que estoy llevando a cabo en un afán mío de liberarte un poco de tanto macaneo. La verdad: yo no lo inventé a Perón, ni a Eva Perón, la milagrosa. Ellos nacieron como una reacción a los malos gobiernos. Yo no los inventé a Perón ni a Eva Perón ni a su doctrina. Los trajo, en su defensa, un pueblo a quien vos y los tuyos habían enterrado en un largo camino de miseria”.

Y sigue diciendo:

“Yo no lo inventé a Perón ni a Eva Perón. Los trajo esta lucha salvaje de gobernar creando miseria, los trajo la ausencia total de leyes sociales que estuvieran en consonancia con la época. Los trajo tu tremendo desprecio por las clases pobres a las que masacraste desde Santa Cruz hasta lo de Vasena, porque pedían un mínimo respeto a su dignidad de hombres y un salario que les permitiera salvar a los suyos del hambre. Sí, del hambre y de la terrible promiscuidad de sus viviendas en las que tenían que hacinar, lo mismo sus ansias que su asco. No… Yo no lo inventé a Perón ni a Eva Perón. ¡Vos los creaste! Con tu intolerancia. Con tu crueldad. Con la misma crueldad aquella del candidato a presidente que mataba peones en su ingenio azucarero porque le pisaban un poco fuerte las piedritas del camino a la hora de la siesta” (se refiere a Robustiano Patrón Costas).

Para luego expresar:

“Sí, yo sé que te fastidia que te lo recuerde. Es claro, pero vamos a terminarla de una vez. Porque yo no lo inventé a Perón ni a Eva Perón. Los trajo la injusticia que presidía el país. Porque a fuerza de hacer un estilo de tanto desmán, terminó por parecerte correcto lo más infame (…) No, si la memoria fastidia. Pero yo no lo inventé a Perón ni a Eva Perón. Los trajo la estulticia que manejaba el país. Mirá, si vos hubieras estado en la Semana Trágica como yo y como tantos, en Cochabamba y Barcalá, y hubieras visto morir primero a aquellos cinco, luego a cientos, y hubieras visto masacrar judíos por una ‘gloriosa’ institución que nos llenó de vergüenza, no hubieras formado nunca más parte de ese partido que integrás por amor propio y quizá por ignorancia de tantos hechos delictuosos que son los que empezaron a preparar la llegada de Perón y Eva Perón”.

Y también hace referencia a una situación coyuntural de aquel momento que en mucho se parece a lo que ahora sucede con Javier Milei y su runfla de gorilones de largo prontuario que lo acompaña, es decir, la verdadera casta oligárquica:  

En un país milagroso de rico, arriba y abajo del suelo, la gente muerta de hambre. Los maestros sirviendo de burla, en lugar de hacer llorar porque estaban sin cobrar un año entero ¡No! ¡Y todo vendido! ¡Y todo entregado! Yo sé que te da rabia que te lo repitan tantas veces, pero es que entristece también pensar que no lo querés oír…

… El otro día, en un discurso oí que decías refiriéndote a un gobierno de 1918: ‘Ya por ese entonces los obreros gozaban…’ ¿De qué gozaban? ¡Los gozaban!, que no es lo mismo. Y, sí Mordisquito. ¡Los gozaban! La nuestra es una historia de civismo llena de desilusiones. Cualquiera fuese el color político que nos gobernó, siempre la vimos negra. Aspiramos a gozar y al final nos gozaron ¡Todos! ¡Siempre! Una curiosa adoración, la que vos sentís por los pajarones, hizo que el país retrocediese cien años. Porque vos tenés la mística de los pajarones y practicás su culto como una religión”.

Y le aclara, finalmente:

“Cuanto más pajarón él, más torpe y más crédulo vos. Te gusta oír hablar a la gente que no le entendés nada; la que te habla claro te parece vulgar. Yo también entré como vos y, ¿por qué no confesarlo? me sentía más conmovido frente a un pajarón que frente a un hombre de talento. El pajarón tiene presencia, tiene historia larga, la que casi siempre empieza con un tatarabuelo que era pirata. Yo también me sentí dominado por los pajarones cuando era chico. Ahora ¡no! Cuando era chico, sí. ¡Pero no ahora, Mordisquito! Salvate de los pajarones”.

Porque la consecuencia fáctica está a la vista:

El fracaso –por no decir la infamia- de los pajarones fue lo que trajo como una defensa, a Perón y Eva Perón. Pero no fui yo quien los inventó. A Perón lo trajo el fraude, la injusticia y el dolor de un pueblo que se ahogaba de harina blanca y una vez tuvo que inventar un pan radical de harina negra para no morirse de hambre. 

Tampoco te lo acordabas. ¡Ay, Mordisquito, qué desmemoriado te vuelve el amor propio! Te dejo. Con tu conciencia. ¡Perón es tuyo! ¡Vos lo trajiste! ¡Y a Eva Perón también! Por tu inconducta.

A mí lo único que me resta es agradecerte el bien enorme que sin querer le hiciste al país. Gracias te doy por él y por ella, por la patria que los esperaba para iniciar su verdadera marcha hacia el porvenir que se merece”.

author: Roberto Baschetti

Roberto Baschetti

Sociólogo, historiador, investigador. Autor de más de 50 libros sobre el peronismo revolucionario. Socio fundador de la editorial Jirones de mi vida.

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