Militancia Peronismo

Apocalípticos o esperanzadores

No es nuevo: a Juan Domingo Perón, como a Cristina, también le armaron causas judiciales e intentaron asesinarlo. La crisis económica y inestabilidad política y social son caldo de cultivo para el surgimiento de jóvenes asfixiados por la precariedad laboral y las frustraciones de un sistema económico y cultural que constantemente les recuerda que ellos no son quienes quieren ser. El rol de la militancia, reivindicada una vez más por la vicepresidenta.

Tantas veces me mataron

Hace aproximadamente un mes quisieron asesinar a Cristina en la puerta de su domicilio. Lo mismo intentaron, varias veces, con Juan Perón.

La primera de ellas, como se conoció mucho tiempo después, fue el mismo 17 de octubre de 1945, el día en que el peronismo tuvo origen. Un hombre, de apellido Cabanillas (quien años más tarde volvería a intentar asesinar al Pocho) integró un comando que se proponía secuestrar al coronel y fusilarlo.

Las siguientes tentativas vinieron de la mano de los golpes de Estado que sectores de las Fuerzas Armadas propiciaron contra el gobierno justicialista a principios de la década del 50´.

El primero de ellos fue el 28 de Septiembre de 1951 cuando un grupo de efectivos del Ejército, la Marina y la Aeronáutica, al mando del general retirado Benjamín Menéndez (tío del genocida Luciano Benjamín Menéndez), Guillermo Zinny, Samuel Guaycochea y Vicente Baroja quisieron derrocar a Juan Perón. Aquel día una escuadrilla de veinte aviones estuvo a punto de bombardear la Casa de Gobierno. La cordura se apoderó del capitán de navío Baroja quien abortó la operación cuando una multitud ya se congregaba en Plaza de Mayo para defender al General Perón.

Un nuevo intento de asesinar a Perón ocurrió el 15 de abril de 1953 cuando un grupo terrorista de anti-peronistas y radicales decidió colocar explosivos en la línea del Subte A (que recorre la Plaza de Mayo por debajo) mientras el líder de los descamsisadxs se dirigía al Pueblo desde un balcón de la Casa Rosada. El grupo terrorista conformado por Carranza, Dogliotti, Mathov y los hermanos Lanusse también habían puesto bombas en la azotea del Banco Nación con la intención de que la mampostería se desplomara sobre las multitudes peronistas que se congregaban en la Plaza. Esto último no ocurrió. Explotaron las bombas del subte y como consecuencia de ello murieron 6 personas, 90 resultaron heridas (19 de ellas mutiladas).

Quizás el más violento y recordado episodio fue el del 16 de julio de 1955, recordado como el “Bombardeo a la Plaza de Mayo”. Algo que jamás ningún agresor externo se había atrevido a hacer en nuestro suelo fue llevado adelante por Eduardo Massera (luego, en 1976, sería miembro de la Junta Militar que asaltó el poder e instauró el Terrorismo de Estado), Horacio Mayorga (involucrado en la Masacre de Trelew) y Oscar Montes (uno de los jefes de la ex Esma en la última dictadura cívico-militar), entre otrxs. Además 14 toneladas de bombas arrojadas sobre la Plaza de Mayo y sus adyacencias, también fueron blanco de ataque el Departamento Central de la Policía y el Palacio Unzué, que era la residencia presidencial (destruida luego, en 1956 por considerársela un templo pagano de peregrinación peronista). En total murieron más de 350 argentinxs y más de 1200 terminaron heridxs. Aparte de los ataques propiciados por la Fuerza Aérea, 300 civiles armados intervinieron en acciones complementarias ocupando radios y las inmediaciones de la Plaza de Mayo preparados para una eventual toma de la Casa de Gobierno.

Nada de ello logró acabar con la vida de Perón. Ni siquiera el exitoso golpe de Estado que tres meses después interrumpiría el gobierno constitucional del líder popular y lo obligaría a exiliarse durante un largo período en el cual el peronismo terminó de tomar forma y proyectarse como un destino irrenunciable para buena parte de su Pueblo.

En aquel largo exilio, el General Perón pasó unas cuantas noches en Caracas. Fue allí donde Cabanillas, a través de un meticuloso plan, logró infiltrar a uno de los suyos en el entorno de Perón: Manuel Sorolla (hombre del Servicio de Inteligencia del Ejército) quien, el 25 de Mayo de 1957, intentó volar el “Opel” de Perón con una bomba que no mató al General, aunque sí hirió a su chofer Isaac Gilaberte. Ni él ni Cabanillas eran unos “locos sueltos”. Los autores intelectuales del aniquilamiento del peronismo fueron los mismos del atentado en Caracas: los llamados líderes de la “Revolución Libertadora”.

Además de pretender eliminar al General nacido en Roque Pérez (cerca de Lobos, provincia de Buenos Aires), los jerarcas que derrocaron al gobierno electo pretendieron eliminar al peronismo de la historia. Un auténtico plagio a lo perpetrado por Mitre y Sarmiento respecto de la figura de Juan Manuel de Rosas y sus gobiernos al frente de la Confederación Argentina.

Comenzaron con el decreto 4.161, con el que se prohibía -entre otras actividades- invocar el nombre de Perón o el término peronista, justicialista, tercera posición y otras expresiones, consignas y canciones que caracterizaron aquellos años tan felices para el Pueblo.

Paralelamente, Juan Perón fue sometido a una persecución judicial sin precedentes hasta ese momento. Ciento diecinueve (119) fueron los procesos judiciales que se le abrieron por todo tipo de delitos.

El 17 de mayo de 1956 el Juez Luis Botet (bajo las órdenes de Aramburu) inició una causa caratulada “Sumario instruido contra Juan Perón y otros, por traición a la Patria y asociación ilícita”. Cualquier parecido con lo que sucede en la actualidad no es pura coincidencia.

Su figura y la de su difunta esposa fueron vilipendiadas por acusaciones mediáticas ligadas a hechos de corrupción económica y moral. Eva Perón era la supuesta poseedora de una inconfesable cantidad de joyas y de oro que había robado. Juan Perón tenía una colección de mil (1.000) zapatos, y mantuvo una relación prohibida con la joven Nelly Rivas. Como años después demostró Ignacio Cloppet, las declaraciones testimoniales del expediente judicial N° 8353 habían sido adulteradas. Las declaraciones, manuscritas, fueron falsificadas y se difundieron durante años como incriminatorias del General, cuando eran apócrifas. Misma metodología utilizada en la “causa de los cuadernos”.

El Huevo de la Serpiente

En una famosa escena de la película “El Huevo de la Serpiente”, de Ingmar Bergman, el científico Vergerus le explica a Abel -quien se muestra horrorizado- el motivo de sus experimentos prohibidos -y crueles- con seres humanos.

En ese filoso diálogo que ocurre en una Alemania mancillada luego de la Primera Guerra Mundial, devastada por la inflación y la falta de futuro, el científico le muestra a Abel un video de personas adultas caminando y le dice: “Observa a toda esa gente. Son incapaces de hacer una revolución. Están muy humillados, muy miedosos, muy oprimidos”. Acto siguiente, le muestra la imagen de jóvenes, niños y agrega: “En 10 años los de 10 años tendrán 20, los de 15 años tendrán 25. Al odio heredado de sus padres ellos le agregarán su propio idealismo e impaciencia. Alguien se adelantará y pondrá sus sentimientos en palabras (…) Los jóvenes e inexpertos brindarán su valor y su fe a los cansados e indecisos y luego habrá una revolución. Y nuestro mundo se hundirá en sangre y fuego”.

Vergerus termina confesando: “Exterminamos lo inferior y aumentamos lo útil”.

Esa alemania pre-nazi, la célebre República de Weimar, se caracterizó por una gran inestabilidad política y social. Hubo intentos de golpe de Estado, fuertes crisis económicas y una inflación incontrolable. Surgieron así grupos extremistas de izquierda y de derecha, sectores paramilitares y, como si fuera poco, se le sumó el “crack del 29” y sus conocidas consecuencias. Esta compleja combinación de variables externas e internas generó un escenario propicio para que jóvenes (y no tan jóvenes), frustrados, sin expectativas de futuro, sin autoestima y golpeados por la crisis económica se empezaran a vincular con las ideas, la violencia y la estructura política-militar del nacionalsocialismo.

Existe en nuestro país, y debemos hacernos cargo, una buena parte de la juventud desahuciada, empobrecida, sin aparente horizonte en el futuro. Los motivos son varios y ameritarían una nota aparte pero lo que resulta ineludible es el rol de los medios de comunicación en trabajar y potenciar esa frustración, diaria y meticulosamente. Artículos periodísticos, influencers, redes sociales funcionan como una herramienta indetenible de erosión a la autoestima de nuestro pueblo y, en especial la de las juventudes.

Los jóvenes que intentaron asesinar a Cristina Kirchner la fatídica noche del 1º de septiembre no son miembros jóvenes de la sociedad rural, ni viven en countries ni son vecinos del barrio porteño de Recoleta (aún no se lo puede descartar en el caso de los autores intelectuales del atentado, habrá que ver qué depara la investigación judicial), pero el grupo que se organizó, realizó una inteligencia previa y quiso matar a Cristina son jóvenes marginales, expulsados, sumergidos en la precariedad laboral y en la frustraciones de un sistema económico y cultural que constantemente les recuerda que ellos no son quienes quieren ser. Vendían algodón de azúcar, aprendieron oficios de carpinteros con instructivos de Youtube, son empleados precarizados de alguna institución médica estatal. A los jóvenes descartados del sistema que viven en villas, asentamientos o barrios populares, que se encuentran lejos de todo, hay que sumarle esta otra camada de jóvenes que supieron ser clase media o hijos de la clase media empobrecida argentina, víctimas de un sistema que concentra la riqueza cada vez en menos manos y condena enormes sectores de la población a vivir en la incertidumbre, en una falsa meritocracia que agobia y llena de resentimiento a más y más compatriotas.

Nada de ello les quita responsabilidad en el intento de asesinato de la única dirigente que los podría sacar de la marginalidad y de su abominable situación.

Carrizo, el presunto jefe de la “Banda de los Copitos” tiene 27 años y trabajó en blanco por última vez en 2016. Es decir que ese año o lo echaron o renunció (lo último es poco probable). Uliarte, quien públicamente se ha manifestado en contra de “los planeros” despotricaba más contra quienes estaban “debajo” de ella en la pirámide socio-económica que a quienes fugaron los 44 mil millones que el macrismo consiguió del préstamo del FMI. Tiene apenas 23 años. Estos jóvenes que se volcaron al odio para intentar remediar sus frustraciones son instrumentos útiles de otros intereses que nada tienen que ver con cambiar el sistema, sino más bien apuntan a profundizarlo. Los mismos intereses que saben que Cristina y el peronismo son el gran obstáculo para moldear y fraguar una sociedad más injusta (o sin justicia social).

Si bien no lograron su cometido, los marginales que decían vivir de vender copitos, generaron lo que comúnmente se denomina una operación psicológica a gran escala. Lograron posicionar dentro de la oposición al “ala más dura”, mostraron la facilidad con la que pudieron llegar hasta centímetros de Cristina, generaron conmoción y temor en buena parte de la población y la militancia, que recién pudo respirar cuando Cristina, en un gran acierto político y espiritual, reapareció en su mejor versión acompañada de Curas Villeros, Curas en Opción por los Pobres y Monjas que sentenciaron: “Con vos los pobres comían bien y eran felices”.

Cristina reaparece luego del atentado con lo que representa la contracara de esa juventud resentida y de sus instigadores. Reivindica el accionar de la militancia política la noche del 1° de septiembre. Esa militancia juvenil que es también contracara y que se organiza, es solidaria, tiene esperanzas y se involucra con la realidad para cambiarla. La hay y es mucha. No se reduce únicamente a la militancia peronista. Existen otras juventudes que se organizan en torno a demandas puntuales, generales y que lo hacen desde la solidaridad, como colectivo. Cristina sintetizó esta actitud en la frase “La Patria es el Otro”.

La desesperanza pareciera ser el carril que conduce al odio. La supuesta “antipolítica” y el desinterés son algunas de las consecuencias de la cultura del descarte. Los medios de comunicación y el Poder Judicial son las herramientas de los verdugos para direccionar la bronca y el malestar.

“No vine a guiar corderos, sino a despertar leones”, suele decir Milei en sus actos. Brenda Uliarte le escribió a una amiga que iba ella iba a intentar asesinar a Cristina: “Hoy me convierto en San Martín (…) me re pudrí que hablen y no hagan nada”. Estas frases rememoran las palabras del filme El Huevo de la Serpiente cuando el científico Vergerus le explica a Abel que son los jóvenes (y no “lxs viejxs” abatidos por el sistema) los que -sumado al odio heredado- van a despertarse y a animarse a “hacer una revolución”. Revolución Federal es el nombre que un grupo de jóvenes eligió para protagonizar ataques verbales y físicos contra dirigentes del Frente de Todxs.

Reconstruir la épica y la esperanza

Para evitar que haya jóvenes que piensan que pasarán a la historia por asesinar a la principal dirigente del campo popular y para que exista un 2023, es menester reconstruir tejido social, subrayar las coincidencias, edificar una épica propia, elaborar un proyecto sin nostalgia y con futuro que cautive y vuelva a entusiasmar. Resulta imperioso trabajar un ancho programa de gobierno que permita a quienes el peronismo dice y aspira representar proyectar un horizonte sin la fragilidad, inestabilidad y pauperización que impone el neoliberalismo. Un verdadero plan de todos donde “los nadie de las periferias” pasen a ser el centro de las políticas. Como lo dijo Cristina el 15 de septiembre:

“Cuando me tocó ser presidenta a mí había trabajo, había esperanza, había expectativa y yo creo que eso es lo que tenemos que volver a construir entre todos y todas, y hacerlo con la actitud de hablar con todos, con los que nos gustan y con los que no nos gustan”

Hace unas semanas le preguntaron a Domingo Bresci en una entrevista “¿No siente que el diablo gana seguido la partida?” y el fundador del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo contestó:

– No, para nada. Siempre hay apocalípticos y esperanzadores y yo estoy entre los esperanzadores.

author: Alejandro Filippini

Alejandro Filippini

Nadie se realiza en una comunidad que no se realiza. Militante peronista.

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