
Al mileismo se le gana con sentimiento
24 de Mayo de 2025
Por Enrique Aurelli
(Artículo publicado en la revista Contraeditorial)
Las efectividades conducentes y la urgencia de la praxis en tiempos de despojo
Es imperativo alzar la cabeza, no por soberbia, sino por la claridad que la historia nos ha legado. Las caracterizaciones de esta etapa, desde la asunción del actual presidente, y en especial las lúcidas misivas de Cristina Fernández de Kirchner, han sido proféticas. Las políticas de endeudamiento y ajuste no se presentan como una opción, sino como la única 'realidad', una construcción artificiosa, trazada con el compás y el transportador de los grandes medios de comunicación del poder real. Aquí, la visión del filósofo Carlos Astrada resuena con fuerza: la técnica, en este caso la mediática, se instrumentaliza no para la liberación, sino para la dominación, para inducir un 'coma' social que oculta la verdad y petrifica la vida.
Estas políticas, por cierto, no son nuevas. Son el retorno de un ciclo perverso que ya hemos padecido. Producen crisis económicas devastadoras, aniquilan cientos de miles de puestos de trabajo, y con ello, la dignidad. La desigualdad se agiganta, la inseguridad económica se vuelve un fantasma cotidiano, y la democracia se degrada hasta la caricatura.
En este paisaje desolador, afloran las miserabilidades más patéticas, y la pobreza, lejos de ser un problema a resolver, se convierte en un 'peligro a la vista de ciertos sectores', desatando respuestas punitivas. Las víctimas son culpabilizadas, mientras los verdaderos artífices de la miseria, los endeudadores seriales, gozan de una impunidad obscena. Los trabajadores, desarmados por un ejército de desocupados, ven sus salarios pulverizados. El movimiento social descendente parece interminable. El consumo, esa métrica impuesta por los economistas formados en el corazón del imperio, se desploma, agravando la crisis. Se apela, una vez más, al crédito ilegal y político externo, una quimera para reactivar una economía que solo se retrae bajo los requisitos de acreedores que, invariablemente, privilegian la deuda externa por sobre la deuda con la gente. No hay que esperar nada bueno de este 'régimen falaz y descreído', solo gestos vacíos, imposturas y algún viaje en colectivo simulado. Esta no es una buena experiencia para el pueblo argentino, y sus efectos, como una herida profunda, serán prolongados.
Milei/Macri: la lógica del adversario y la negación de la causa
La caracterización de base es clara: este gobierno no cambiará el rumbo. Los Milei/Macri, los Sturzenegger, los Bullrich, los Caputo, son adversarios naturales de los sueños de la gente. Su credo neoliberal es inquebrantable, pues a ellos, empleados o empresarios, les ha ido bien en este sistema. Creen en él con una fe ciega, lo que anula cualquier posibilidad de un cambio de rumbo. Aquí, la 'Izquierda Nacional' de Jorge Abelardo Ramos y Rodolfo Puiggrós nos ofrece una lente: el peronismo, en su momento, fue caracterizado como un 'bonapartismo democrático burgués', progresista en su desarrollo nacional, pero limitado por su naturaleza de clase. Este gobierno, en cambio, ni siquiera aspira a ese progresismo; es la expresión más cruda de un sector minúsculo, el 'poder real', que gobierna para sí mismo.
Dos de los grandes responsables del saqueo de la nación.
La clave no reside en cómo comunican, sino en que poseen los medios de comunicación. Es cierto que la cobertura mediática es total, la pauta oficial y el dinero de la SIDE fluyen sin cesar. Un sector no menor de la sociedad fue inducido a un 'coma' por estos medios, creyendo primero en promesas de campaña y luego en la falacia de que 'no había otra salida'. Ahora, la tergiversación se extiende a la causa misma de la crisis: si las cosas van mal, la culpa no es de Milei/Macri, sino de Cristina. Esta operación se monta sobre dos pilares: el Partido Judicial y los medios. Los jueces persiguen, los medios hablan de 'pesada herencia'. No es que el mileismo/macrismo 'comunique bien'; es que tienen a los medios de su lado, ejércitos de trolls pagos y una vasta red de dinero sin blanquear, con la SIDE y embajadas como cómplices. Esta es la 'ocultación' de la verdad que Carlos Astrada denunciaba: la supresión deliberada de un proyecto nacional y popular que, como su propia obra, fue descalificado y silenciado tras el golpe de 1955.
Buena parte de la sociedad ha sido perjudicada por las políticas aplicadas, y esto abre la posibilidad de discutir, con la palabra, mirando a los ojos, con sentido común. Persiste una crisis de representación política, pero también mediática.
La oposición permitida y el culto al posibilismo: la traición a las efectividades conducentes
La caracterización se completa con una descripción de aquellos que, debiendo oponerse al paquete mileísta/macrista, no lo hacen; de quienes deberían representar a las víctimas de este modelo, y no las representan. Los trabajadores han perdido salarios, libertades y derechos, pero también a muchos de sus representantes. Antes, la CGT convocaba a paros por el Impuesto a las Ganancias; ahora, con cientos de miles de puestos de trabajo desaparecidos, la pérdida del poder adquisitivo y el retroceso en la participación en el PBI, no hay paro por tiempo indeterminado, ni piquete, ni toma de los lugares de trabajo. La gente percibe que son pocos los que se atreven a enfrentar al Gobierno.
Quienes antes enarbolaban la bandera de 'nos duele lo que falta' ahora murmuran 'dame lo que puedas': han tenido menos paciencia con Cristina que la que demuestran con los gobernadores que entregan los recursos estratégicos, la salud y el trabajo de su gente. Hay sectores en el PJ que se benefician de la ausencia de Cristina, poniendo precio a su silencio a cambio de obras. Si eso no basta, el apriete se cierne sobre cada crítico del libertarianismo. Sea por extorsión o prebendas, están inmovilizados por el miedo, y así, dejan de representar. Quienes se dejaron extorsionar, dejaron de representar.
Aquí, la 'efectividad conducente' de Hipólito Yrigoyen se erige como un faro. Su 'abstención frente al fraude hasta que se implante el sufragio libre' no fue pasividad, sino una estrategia radical para deslegitimar un régimen y forzar un cambio sistémico. Contrastaba con el 'posibilismo' de Bernardo de Irigoyen, quien prefería 'las efectividades conducentes a la ilusión revolucionaria', negociando con el poder establecido. La lección es clara: no hay que dejarse extorsionar, hay que obrar con el ejemplo. Es necesario comprender que hay una alternativa, que otro camino es posible. No se trata de que le rompan la cabeza al pueblo de a poco o de una, como lo hacen cada miércoles con los jubilados. Hay que oponerse al posibilismo que se inyecta cotidianamente desde cierta dirigencia y cierto periodismo. No debemos permitir que se quiebre más el ánimo de la sociedad. Debemos alzar la voz.
Tengamos presente que el plan de gobierno de la derecha no comenzó en diciembre de 2015, sino mucho antes, en 1955, con las bombas sobre el pueblo en Plaza de Mayo. La derecha que hoy gobierna atacó constantemente al gobierno de Cristina. No fue una 'oposición democrática' que nos diera aire para desplegar tranquilamente nuestras políticas. Confrontaron en todos los planos, todo el tiempo, con y sin base social. Buscaron que Cristina no concluyera el mandato, le gatillaron en la cabeza y le inventaron más causas que a Perón, precisamente para justificar las medidas que están tomando hoy. Es decir: cuando se oponían a todo, estaban siendo estratégicos, capa de sedimentación tras capa de sedimentación. Eso queda claro al revisar los doce años de gobiernos populares: no nos dieron ni un metro. Esta es la 'contradicción pueblo-antipueblo' que se remonta a los orígenes de nuestra historia.
Lecciones del pasado reciente: la revalorización de la política y el legado innegociable
Pero hay más lecciones en el pasado reciente. Hubo una conquista social con la que no pudieron avanzar en el gobierno de Macri y no podrán en el régimen de Milei: la revalorización de la política. La incorporación masiva de los jóvenes a la política se debió no solo a la decisión política de Néstor y Cristina de promover esa participación, sino también a la impronta, las políticas y las peleas que se encararon durante sus doce años de gobierno, abandonadas desde el arribo de Massa y Alberto al frente electoral. Esos jóvenes, hoy hombres y mujeres, siguen allí, fieles a la conducción de CFK, solo distantes de las conducciones intermedias, hijas de la 'rosca', la cancelación y el canibalismo. De allí la sorpresa de aquellos comentaristas que en su momento redujeron el fenómeno a una serie de contratos en el Estado o a las ventajas de la construcción desde el gobierno, que ahora se llenan de dudas y ven resquebrajarse su pronóstico de que con el fin del mandato institucional sobrevendría el ocaso de nuestra fuerza.
Hace unos dias se realizó una jornada solidaria en el barrio Papa Francisco.
No comprenden que el mandato es político y que, entonces, no hay razones para aflojar. Palabras como 'patria' y 'militante', que estaban borradas del diccionario de la sociedad, hoy siguen cargadas de sentido. Gracias a Néstor y Cristina podemos decir 'patria' sin exagerar y ser 'militantes' con la vocación de transformar. Estas mutaciones culturales no se explican por contratos y no fueron derrotadas. La estafa electoral a la que se sometió al pueblo argentino constituye la mejor prueba de que la derrota no fue política ni cultural, sino electoral. Nuestro lenguaje conserva su eficacia y nos permite comenzar la labor de la reconstrucción de la fuerza política. Lo viejo funciona, y nadie se salva solo.
Reconstrucción de la fuerza política: la dialéctica de la praxis y el mito vivo
La reconstrucción de la fuerza política no es un acto espontáneo, sino una 'efectividad conducente' que se nutre de un legado que viene desde los subsuelos de nuestra tierra y nuestra historia. Retomamos las banderas de Belgrano, San Martín, Rosas, el Che, Perón, las Madres, las Abuelas, los Familiares, los 30 mil compañeros detenidos-desaparecidos y Néstor Kirchner. Esta reconstrucción se nutre de la historia en la piel, de testimonios de hombres y mujeres que no apostaron al presente, sino al futuro. Contra lo que se dice, ser testimoniales es valioso, e indispensable por momentos para una construcción de largo plazo. No es un dato menor estar dispuesto a dejar de lado el coyunturalismo berreta y barato, tentador por demás, para animarse a construir. Tenemos generaciones enteras que se animaron a dar testimonio. Nosotros caminamos porque ellos caminaron antes. Así que nuestra responsabilidad es seguir caminando.
La primera evidencia es que la reconstrucción empieza fuera del Estado. Su lugar es la calle. Podrá haber menos herramientas, pero lo decisivo es la inteligencia y la voluntad. No es una cuestión de iluminados, sino de resistir, escuchar y hablar con todos los compañeros. Se trata de movilizar desde el proyecto, la palabra ideológica y la acción. Esto es fundamental, porque quienes movilizan solo a partir de recursos no construyen nada y se ven obligados a transar permanentemente para reproducir esa lógica. Aquí, la unidad de la teoría y la praxis de Carlos Astrada se vuelve un imperativo. La filosofía no es un mero ejercicio académico, sino una herramienta para comprender y transformar la realidad, para generar 'efectividades conducentes' que se materialicen en la vida del pueblo.
La segunda evidencia es que para la reconstrucción no bastan las 'condiciones objetivas'. Por más estancamiento económico, destrucción del aparato productivo y descomposición social a la que un gobierno facho o un sector de la sociedad conduzca al país, no alcanza para que los proyectos políticos populares se conviertan en una nueva mayoría. La prueba de ello son los años de estancamiento de la economía en los países centrales, sin que hubiera el menor cambio en las políticas que aplican sus gobiernos. Se requiere de mucha voluntad de representación, organización, compromiso, inteligencia, autoestima y coraje para lograr convencer a las mayorías de que es necesario intentarlo de nuevo, pero con los probos, con miles a lo largo y ancho del país, maltratados por enviados o representantes foráneos mal aprendidos; con quienes piensan en carreras políticas en liga de militancia como forma de vida y lucha permanente. Aquí, el vitalismo de Astrada nos recuerda que la voluntad y el pensamiento humano son fuerzas capaces de romper la inercia histórica y poner fin al capitalismo.
No debemos tener miedo a dejar testimonio. Dos ideas entonces: hagan lío. Reconstruir sin el poder del Estado, y movilizar desde la convicción ideológica, con palabra y la acción. No vamos a movilizar desde las políticas públicas siendo oposición, porque no las manejamos. En cambio, sí podemos basar la construcción política en nuestros valores, en el ejemplo, en el compromiso. El primer valor es no tener miedo de dejar testimonio. Es un valor y, en este momento, también una táctica. Nosotros dijimos que este gobierno es crueldad, es fascismo y hambre, y ahora todos lo ven, y quien no lo ve lo padece y lo verá en breve. Esto hará que empiecen a mirarnos diferente porque, sin medir costos políticos, nos la jugamos en el diagnóstico.
El segundo valor es el respeto. Sin respeto no hay organización. Podrá haber ideas, conducciones, pero no auténtica organización con maltratos internos, caza de brujas y exclusión. El respeto significa que se es leal al conjunto y que no existe ningún lugar para la disputa personal o el egoísmo, aunque algunos no lo practiquen. Hay que despojarse de todos los egos: el ego es un exceso de equipaje neoliberal, empieza a doblar las espaldas y nos termina poniendo de rodillas. El tercer valor es la autoestima. Se habla de la autocrítica, pero martillarse los dedos lleva al derrotismo, el derrotismo al posibilismo electoralista, y el posibilismo a la claudicación. En lugar de autocrítica, mejor debate interno: un intercambio de ideas entre compañeros que no deje lugar a la excusa, y motorice la acción. No hay que perder el orgullo de lo que hicimos para el pueblo durante nuestros gobiernos. Y valores como la Templanza, tampoco practicada internamente, la solidaridad y la perseverancia basada en la alegría porque, como decía Néstor, no nos guían el odio ni el rencor.
La militancia y su músculo solidario.
Para transformar la realidad, el militante debe transformarse a sí mismo. Todos estos son los valores de nuestros militantes. Hay que hacer hincapié en esto porque un militante, sin dudas, quiere transformar la realidad, pero para transformar la realidad tiene primero que transformarse a sí mismo. Esto es absolutamente clave. El militante no es ningún marciano: es una parte de la realidad. Así que la primera parte de la realidad que debemos transformar y mejorar somos nosotros mismos. La reconstrucción empieza en uno. Por cierto, para reconstruir hay que mirar el futuro y proponer hacia el futuro. Con propuestas, con ideas, con acciones nuevas. Pero siempre partiendo de una memoria colectiva que no se puede perder, porque de otro modo estaríamos empezando de cero, que es lo que le conviene a la derecha. Aquí, la 'superación y conservación' dialéctica de Astrada nos guía: integrar el pasado en el presente para proyectar el futuro.
El rol de nuestra organización: la conducción sin jefe y la victoria del sentimiento
Esto marca la relación que debe tener nuestra organización con los demás espacios del campo nacional y popular. Para nuestra organización, Cristina es innegociable. No por una fijación sentimental. Es innegable que es la dirigente con mayor poder de catalización en nuestro espacio. Y uno de nuestros problemas es que se proponen como 'reemplazo' y no continuadores (como en México) a dirigentes que no representan más que sus propias ambiciones; otro es que se sigue confundiendo el frente electoral con el frente de conducción. La visión porteña se traspasó a todo el interior del país, por eso las 'carreras políticas del neoliberalismo' que tenemos adentro. La acción de un militante, un cuadro formado y probado, tiene que tener el mismo peso que un legislador; los dirigentes deben ser elegidos y refrendados o removidos por sus pares. Nuestras tensiones con otras fuerzas no son por temas menores, son por Cristina; quieren su cabeza, quieren jubilarla como conducción del movimiento, y no estamos de acuerdo. No entremos en la 'chiquita' que nos proponen, propios o ex-propios y ajenos. Somos una organización política que tiene que dar el ejemplo en el camino de la unidad del campo nacional y popular. Pero sin perder la coherencia. No somos sectarios, no debemos sentirnos sectarios. No nos fijamos quién capitaliza tal o cual acción, aunque sí marcar al pícaro. Lo trascendente es que capitalice nuestro pueblo. Gritar, patalear y hacer lío cuando se pierda el rumbo.
Lo que nos lleva a discutir el rol de la organización en el espacio de las organizaciones compañeras. Si la conducción no está discutida, lo que significa un problema menos, queda ver el tema de los roles. Nosotros solemos aparecer como los 'tirapiedras', mientras que otros figuran como los 'chicos buenos' en los medios. Se habla de 'sectarismo' cuando podría hablarse del rol que cumple cada uno, tanto en la relación con otras organizaciones como para adentro: entre los mismos compañeros de nuestra organización.
La reconstrucción implica no poner el carro delante del caballo. Somos militantes porque nos hacemos cargo de la realidad y queremos transformarla. Esa es la causa. La consecuencia es que debemos tratar de ganar las elecciones en este contexto de un país sumido por el imperialismo. En ese orden. Tenemos la obligación de intentar y seguir intentando. Proseguir en la construcción de una organización amplia, plural, diversa, con mística, con capacidad de conmover. No pensar a partir de recuperar el gobierno en tal o cual elección; eso será una consecuencia. Los compañeros van y se embarran hasta el cuello en los barrios para ayudar a la gente, sin que vaya ningún periodista o un gran medio para fotografiarlos. Pero los compañeros faltan en las luchas de los miércoles con los jubilados, los compañeros se sacan autofotos disfrutando de sus capacidades económicas, mientras otros nos cagamos de hambre; eso no motiva. Es una causa, y no la del poder popular.
La militancia y su tarea social y política no tiene fecha de vencimiento.
De la derrota electoral aprendemos. Este proceso de reconstrucción no se da en el aire. Las condiciones las sabemos. Venimos del 2013, el 2015 y el 2022, donde al momento de la campaña se terminó copiando la lógica del adversario, cuando hubiese sido esperable que impusiéramos la nuestra. Se dio entonces una primera paradoja: se aplicó una lógica que no era la nuestra, y terminamos siendo acusados de mariscales de la derrota. La segunda paradoja siempre es que quienes eligen primero a los candidatos son los gobernadores, sindicalistas, la 'rosca', y quienes se ponen la pelea al hombro siempre son los compañeros, los vecinos y los adherentes, en lo que es una enorme movilización social, una multiplicación sin límite y a quienes nunca se les deja elegir o ser elegidos por sus pares.
La oportunidad histórica sigue abierta. Tenemos razón, tenemos que confiar en nosotros mismos. Hay que tener total confianza en tus compañeros, en esos que conoces, en los que están, en los que puedes contar, los que militan con el ejemplo, esos que están en las básicas, que le ponen la cara todos los días a la derecha. Ir espalda con espalda. Usar nuestro lenguaje. Hay que salir a golpear la puerta, a tocar el timbre, a hablar, a convencer, a sumar, porque se hizo mucho, porque gran parte de todo lo que se hizo fue a medida que ganábamos la confianza de la gente también. Al Mileísmo se le gana con sentimiento. Hay que trabajar con la misma convicción que salimos a caminar en 2008 después de la 125, que se caminó la provincia en el 2009, que se siguió caminando después del 2009, que se siguió caminando el 27 de octubre: con todas esas caminatas pudimos construir una mayoría en el 2011 de 54 puntos. El 13 de abril en Comodoro Py, y contra Macri en el Congreso, hay que seguir caminando como en 2017 y en el 19.
Esas batallas no fueron porque nos llevábamos bien con los dirigentes, fue porque nos rompimos el alma militando, gestionando y trabajando, y los que vinieron atrás fueron ellos, no los fuimos a buscar nosotros. Hay que hacer de nuevo eso, atraer desde nuestros valores, convicciones y ejemplo: que vengan donde estamos nosotros porque saben que los que luchan en serio piensan que los únicos con capacidad de transformar la realidad para disfrute de todos somos nosotros. Y esto por dos motivos sencillos: porque tenemos conducción, y porque la conducción no solo no tiene miedo, sino que no tiene jefe. Todos los que quieren gobernar la Argentina tienen jefe. La única que no tiene jefe es Cristina. La jefatura de CFK es la gente, es el pueblo, y con ella vamos a vencer, y no hablo de puja electoral, hablo de proyecto.
Esta es mi verdad relativa.
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