Hace unos días, Ernesto Tenembaum entrevistó a Gabriel Martino, un mesadinerista exitoso como el Toto de la Champions -actual ministro de Economía- y, como él, también amigo de Mauricio Macri.
Vale la pena escuchar el intercambio ya que es un breve compendio de esas letanías reaccionarias con las que nuestra derecha, hoy extrema derecha, reemplaza el debate político. Martino, según reconoció públicamente, es un empresario que trabajó en el equipo de Horacio Rodríguez Larreta hasta las PASO y que, con el triunfo de la Ministra Pum Pum, saltó a las filas de la ganadora de Juntos por el Cambio, hasta que descubrió los encantos de la motosierra apenas Bullrich quedó fuera del balotaje.
Tenembaum centró la entrevista en el asombro que le causa escuchar a Martino propiciar “un cambio cultural” mientras apoya a un presidente que “insulta y amenaza” o “trata de mogólico” a quien no comparta sus ideas. Como era de esperar, así como el estilo supuestamente rudo de CFK atormentaba a Martino y a sus clientes y socios; los insultos y amenazas que el Presidente de los Pies de Ninfa le dedica a quienes no comparten sus alucinaciones no parecen tener importancia a los ojos del financista.
Al parecer, bajo el reino de la motosierra, las formas han dejado de importar al punto de que ya no ahuyentan inversiones ni generan inquietud alguna en esa entelequia llamada “los mercados”. Según la visión del amigo de Macri “hace setenta u ochenta años, la Argentina empezó un tobogán absolutamente decadente, en donde lo peor lo pasamos en los últimos veinte en los que la Argentina dejó de ser un país normal.”
Martino transita así la letanía gorila clásica que establece la caída de la Argentina a partir del primer peronismo, es decir, a contar de la implementación de las vacaciones pagas, el aguinaldo, el fuero laboral, la universidad gratuita o incluso el sufragio femenino. Iniciativas que al parecer nos apartaron del mundo del mismo modo que lo hicieron las políticas del kirchnerismo, como la AUH, el matrimonio igualitario, la expropiación de YPF o las moratorias jubilatorias, que permitieron incluir dentro del sistema a la mitad de los jubilados que -sin aportes suficientes por haber trabajado en la informalidad o en tareas no remuneradas- no percibían haberes.
Como ocurre siempre con nuestra derecha, hoy extrema derecha, es difícil saber de qué mundo se habría alejado la Argentina a partir de la implementación de las leyes del primer peronismo o de los gobiernos kirchneristas. Francia, el país en el que nos convertiría el Presidente de los Pies de Ninfa si le diéramos treinta o cuarenta años de gobiernos ininterrumpidos, estableció las vacaciones pagas en 1936, es decir ocho años antes que en nuestro país. El fuero laboral fue establecido a partir de una ley promulgada por Napoleón en 1806, las mujeres pueden votar desde 1945 y el matrimonio igualitario rige desde el 2013, tres años después que se promulgara en este bendito país caído del mundo. El Estado francés, como el de cualquiera de los países que Martino considera serios, regula la economía de forma mucho más activa que en la Argentina, así como las leyes laborales son más estrictas hacia los empleadores y la presión fiscal y el gasto público son mucho mayores que en este país tan anormal.
Para Martino, no tenemos un problema económico, sino político, cultural y ético: “Los cuatro gobiernos kirchneristas fueron los peores de la historia. Le quemó la cabeza a la gente con el ¨facilismo¨, tenemos que trabajar en un cambio cultural (...) Cuando hablo de un problema ético me refiero al choreo de muchos políticos estos últimos años.” Es interesante constatar una vez más que en la agenda de nuestra derecha, hoy extrema derecha, el supuesto “choreo” es una actividad exclusiva de políticos, nunca de empresarios. La mayor fuente de corrupción de nuestro país, es decir, la toma de deuda impagable y sus permanentes renegociaciones, no parece entrar en esa definición de corrupción, limitada a los odiados representantes de la ciudadanía, nunca a sus corruptores.
Por otro lado, también es interesante analizar la noción de “facilismo” viniendo de un representante de la clase más privilegiada de la Argentina. ¿Quienes reciben la jubilación mínima luego de haber trabajado toda su vida en la informalidad padecen de ese terrible “facilismo”? ¿Lo padece una persona que toma el tren y dos colectivos para ir a trabajar y paga, o al menos pagaba, una tarifa de transporte subsidiada? ¿Los jóvenes que son la primera generación de universitarios de su familia, como ocurre en la mayoría de las universidades del Conurbano, son víctimas del “facilismo”?
En realidad, “facilismo” es cuando los recursos son dirigidos hacia las clases más desfavorecidas. Cuando son entregados al 1% más rico, se trata en cambio de “generar buenas señales al mercado” o de “aportar liquidez al sistema”.
“La Argentina tiene un serio problema de educación. Mi objetivo es la educación” opinó el amigo de Macri y nuevo entusiasta de la motosierra, obviando el detalle que el tan odiado kirchnerismo aumentó el presupuesto del área a partir de la sanción de la Ley de Financiamiento Educativo de 2005 -que estableció destinar un mínimo del 6% del PBI a educación (https://chequeado.com/ultimas-noticias/cfk-hemos-pasado-de-un-364-del-pbi-en-educacion-a-un-65-en-2012/)- y creó diecisiete nuevas universidades (https://chequeado.com/ultimas-noticias/scioli-se-crearon-17-nuevas-universidades-nacionales/), mientras que Cambiemos y La Libertad Avanza (https://www.pagina12.com.ar/698396-universidades-en-riesgo-por-el-ajuste-de-javier-milei) redujeron el presupuesto correspondiente y en el caso del gobierno actual incluso frenó la creación de cinco nuevas universidades (https://www.infobae.com/politica/2024/02/27/el-gobierno-freno-la-apertura-de-cinco-nuevas-universidades-que-creo-el-kirchnerismo/).
Preocuparse por la educación apoyando su desfinanciación parece una decisión contradictoria, aunque el antiperonismo suele ser afín a este tipo de lógica contorsionista. Del mismo modo excluye el análisis de políticas concretas o datos específicos, que reemplaza por denuncias vaporosas y moralismo selectivo. Este tipo de razonamiento mágico permite que quienes consideraban que el mayor problema de la Argentina era la corrupción en la obra pública -un diagnóstico al menos cuestionable- propusieran como solución entregarle la administración del Estado a sus contratistas, es decir, a los supuestos corruptores.
Hacia el final de la entrevista, Martino repite un lugar común de la crueldad hecha política: “el tema es ver si la gente aguanta o no”. Desde la última dictadura militar, las políticas virtuosas son presentadas por nuestra derecha, hoy extrema derecha, como necesariamente dolorosas. Son las famosas cirugías mayores sin anestesia, aplicadas, obviamente, siempre sobre miembros ajenos ya que no todos sufren con el modelo que impulsaron o impulsan Martínez de Hoz, Cavallo, Macri, Milei o Martino, solo las mayorías.
Por último, la entrevista que empezó como un intercambio sobre la violencia verbal del Presidente de los Pies de Ninfa que Tenembaum critica y Martino apoya, concluye como un debate acalorado sobre cuál de los dos interlocutores fue más antikirchnerista: “Yo enfrenté al kirchnerismo cuando vos estabas callado” lanzó, contundente, Tenembaum. Ocurre que aún ante un gobierno extremadamente autoritario y empobrecedor como el del Presidente de los Pies de Ninfa, que generó una transferencia inédita de las mayorías hacia el 1% más rico, que descree de la Constitución y amenaza a los opositores, lo relevante es dejar en claro que lo peor es el kirchnerismo.
Asombros de una época asombrosa.
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