Cultura Poesía

“El cuerpo sabe antes de que la razón le ponga un nombre a todo”

Pilar Álvarez Masi es profesora de Letras y escribe desde muy chica. También bailó toda su vida. Hace unos días publicó su primer libro de poemas, un género sin ninguna atadura. “La poesía me brinda la posibilidad de captar los instantes, de que no se escapen”, cuenta en esta entrevista que le realizó el platense Maxi Curcio.

Pilar Álvarez Masi es Profesora de Letras, Licenciada en Comunicación Social y Poeta. Nacida en la localidad de Cañuelas, provincia de Buenos Aires, en la actualidad vive en Santa Rosa (La Pampa). Hace unos días, publicó su primer libro de poemas, 'El Cuerpo Sabe', editado por Editorial Enero.

¿Cuándo surge la idea de este libro y cómo fue el proceso de escritura?

El libro, podría decirse, en tanto libro, apareció después de los textos. Quiero decir: no los escribí pensando en “estos poemas son para un libro”. No había libro todavía, había textos sueltos que, en muchos de los casos, habían formado parte de “Huellas en el escenario”, un programa de televisión que recorre la provincia de La Pampa dando cuenta del teatro pampeano. Ahí empecé también a experimentar con la poesía, porque yo vengo de la narrativa, siempre escribí narrativa. Cuando un día agarré el cuaderno en el que escribo y vi la cantidad de textos que había (algunos del programa y otros no), empecé a soñar con el libro, a revisarlos en función de que sean un corpus y no textos sueltos. Ahí aparecieron temáticas recurrentes, recursos que se complementaban, ahí apareció el libro. Después, entre la escritura primera y el libro hubo un proceso enorme de clínica y de corrección. De aprendizaje.

¿Cómo estás viviendo la concreción del libro y qué expectativas tenés para lo venidero en tu trayectoria?

Uf, es hermoso, porque es el momento de compartir, de que esos textos dejen de ser míos al ciento por ciento. Ahora son un poco de cada lectora y de cada lector, que son, en definitiva, quienes los van a completar. En cuanto a las expectativas, estoy ahora trabajando en un corpus de cuentos muy breves y en otro corpus de poesía. El de cuentos está bastante más adelantado, pero van casi juntos, en paralelo. Tengo como momentos: hay un momento de la narrativa y hay otro de la poesía y no los elijo, suceden. Entonces me es hoy imposible decir ‘primero va a estar listo tal o cual’. La gran expectativa es seguir escribiendo, porque el desafío más grande fue animarme a mostrar.

¿Qué lugar ocupa la escritura en tu vida? ¿De qué manera te permite la poesía expresarte?

No me imagino vivir sin escribir. Si bien “El cuerpo sabe” es mi primer libro, en realidad escribo desde muy chica, no puedo hacer otra cosa. Clarice Lispector decía: ‘Escribir es una maldición que salva. Es una maldición porque obliga y arrastra, como un vicio penoso del cual es imposible librarse. Y es una salvación porque salva el día que se vive y que nunca se entiende a menos que se escriba’ (NdR: “Notas sobre el arte de escribir”). No me puedo librar de ello, no puedo no escribir, pero, a la vez, ese escribir me permite entender y entenderme. Hay cosas que las escribo y cuando las leo entiendo por qué están ahí, por qué me llamaron la atención y las usé para tal o cual texto. Y, en particular sobre la poesía, me brinda la posibilidad de los instantes, de captar los instantes, de que no se escapen. Por eso a veces digo que son como una cachetada, el poema aparece como una cachetada, la realidad y el mundo diciéndome: ‘mirá acá, que no se te escape esto, no andes por la vida en automático’.

¿Qué sensaciones y experiencias inspiraron este poemario en particular?

En los textos de este libro creo que hay, fundamentalmente, dos cosas: la defensa de la duda y la certeza absoluta de que el cuerpo sabe antes de que podamos poner nombres. A lo largo de los treinta poemas que lo conforman, el yo lírico va atravesando diferentes instancias de descubrimiento, va advirtiendo que los nombres de las cosas no son naturales, no están dados hoy y para siempre, y comienza este ser consciente, este dudar para avanzar sabiendo que ese paso es una decisión y no un seguir el camino porque sí.

¿Cuáles son las temáticas predominantes en estos textos?

Como te decía anteriormente, creo que la duda es central, así como también lo es el lenguaje. Muchos textos recuperan el acto de nombrar y muchos terminan también dando cuenta de cierta imposibilidad para hacerlo. Alejandra Pizarnik, en un poema que se llama “En esta noche, en este mundo” dice: ‘la lengua natal castra’. Muchos de estos textos hablan de esa castración, del ser hablados incluso antes de nacer y de qué hacemos luego con esos nombres que heredamos.

¿Qué mecanismos se ponen en juego en el lector a la hora de construir los sentidos de la lectura?

A mí me gusta mucho jugar con los silencios y esto involucra inevitablemente a las lectoras y los lectores. Creo que no hay un sentido único que las personas tengan que buscar como si estuvieran resolviendo un acertijo. Creo que ese sentido se construye, que está, obviamente, lo que yo como poeta digo, pero está también lo que eso que yo digo hace en quien lee. Y ahí está la magia. Y el silencio potencia este juego, porque los sentidos se abren en lugar de cerrarse. Porque no todos completamos esos silencios de la misma manera, y compartir, como te decía antes, es también el momento de escuchar a las y los lectores, porque de ahí una se lleva mundos nuevos.

Dice Pilar en uno de sus poemas: “Un cuerpo de raíces heladas/ a pesar de todo/ espera la luz.”

¿Qué sabe el cuerpo? ¿Sentir es conocer?

El cuerpo sabe todo, sabe nuestra historia, nuestras incomodidades, nuestros deseos. Sabe antes de que la razón le ponga un nombre a todo eso. En su libro “La insumisa”, Cristina Peri Rossi dice: ‘Primero se siente, después se sabe. Yo sentía delectación sin conocer la palabra para nombrar ese goce que es consciente de estar gozando’. Cuando lo leí, me pareció una maravilla la sencillez con la que ella describe un proceso que a veces nos mueve el piso, porque cuando le ponemos nombre a todo eso nos encontramos con un montón de revelaciones. Hablo por mí, obviamente, pero cuando yo le puse nombre a muchas sensaciones tuve que dejar atrás elementos que pensaba que hacían a mi identidad y que en realidad no tenían nada que ver. Ahí me di cuenta de que mi cuerpo sabía mucho antes de que lo hiciera la razón, de que había una hegemonía de la razón que yo quería cuestionar, porque a mí me había cegado durante mucho tiempo.

Elegí una poesía favorita del libro y contame cómo surgió.

Uf, hay varias. Pero te voy contar la historia del poema XXVIII: “Se me enreda / entre el pelo y las manos / la libertad de volar / aferrada a mi suelo”. Así como la escritura es algo que, si miro para atrás, se ha mantenido a lo largo de toda mi vida, la danza ocupa un lugar parecido. Bailo desde los once años, pasé por diferentes estilos (hice clásico, contemporáneo, tango, folklore) y desde el año 2018 bailo exclusivamente folklore en El Salitral, un espacio de arte y cultura fundado y dirigido por Alba Marín y Pablo Ruggieri, quienes formaron parte del Ballet Folklórico Nacional con Santiago Ayala y Norma Viola. Ahí, yo siempre les digo, con ellos aprendo a bailar y, como dice una compañera, aprendo también a vivir. En una de las paredes hay una frase de Santiago Ayala, el Chúcaro, que recupera la postura física del bailarín (es decir, cómo es necesario poner el cuerpo), pero también la política (y a eso voy cuando hablo de aprender a bailar y aprender a vivir). Él dice que el bailarín, de la cintura para abajo, echa raíces, se aferra al suelo y, de la cintura para arriba, vuela. Esto lo podemos pensar solamente desde lo corporal: tengo que estar agarrada al suelo para no caerme, para poder girar, para que el cuerpo se vea lindo; pero también lo puedo pensar desde cómo me paro políticamente para bailar y para vivir: me aferro a mi suelo, a mi identidad, a lo que me hace ser quien soy y con ese rumbo vuelo, me desplazo. Estar aferrada a un suelo, defenderlo, no me ata, al contrario, me da libertad, me permite volar sabiendo quién soy, cuáles son mis ideales, mis valores, por qué lucho, porqué me levanto todos los días y bailo y escribo y doy clases.

¿Qué caminos ilumina la poesía para pensarnos a nosotros mismos?

Puedo hablar, obviamente, por mí. En mi caso, la poesía me permite conocerme mucho más. Hay, en la escritura, un momento sumamente creativo en el que una deja que el poema salga (como salga). Después viene el proceso de corrección, de quitar versos, de invertirlos, de cambiarlos de lugar, un momento de trabajo más consciente, si se quiere. Pero en el momento anterior, en el momento creativo, si verdaderamente dejamos que ese trabajo sea creativo, estamos desnudas, y cuando volvemos a ese texto, lo que hace es alumbrar esa desnudez, sobre todo cuando volvemos ya en el momento de la corrección o en el de la lectura.

¿Qué te impulsa a seguir escribiendo cada día?

La imposibilidad de no hacerlo, creo. Como te decía antes, no puedo no escribir. Cuando ese instante, esa historia, me conmueven, me cachetean, lo primero que se me viene a la cabeza es ‘acá hay un poema’. Y ahí está lo que me duele, lo que me atraviesa, lo que me abraza. La poesía, el arte, es resistencia, te obliga a mirarte, a tomarte tu tiempo, a parar. Por eso también sigo escribiendo, porque seguimos luchando.

¿Escribir es una forma de…?

Vivir.

¿Dónde podemos obtener tu libro y qué presentaciones tenés por delante?

“El cuerpo sabe” fue editado por Enero Editorial, una editorial preciosa, y pueden conseguirlo en las siguientes librerías:

Eterna Cadencia (Honduras 5574 –Palermo, CABA).

Mandolina (Manuel Ugarte 2439 –Belgrano, CABA).

La Sueñera (Av. Carrasco 306 –Floresta, CABA).

Mandrágora (Vera 1096 –Villa Crespo, CABA).

Metonimia Libros (Amenábar 3656 –Saavedra, CABA).

Refugio Literario (Boulevard Saénz Peña 1338 –Tigre, PBA).

En cuanto a presentaciones, fueron tres hasta ahora. Lo presenté en General Pico, donde me acompañó Francisco Martín, cineasta pampeano. Después en Santa Rosa, en El Salitral. Esta presentación tuvo la particularidad de que fue una puesta en escena, de que involucramos al público en un recorrido por el cuerpo y por los sentidos. En esa ocasión me acompañó Liliana Ottaviano, psicoanalista y conductora de un programa precioso de entrevistas, Conversaciones, que sale los martes a las 20 por Radio Kermés.

Por último, lo presenté en CABA, en Bar de Fondo Cultural, con la compañía de Valeria Pariso, la poeta que me acompañó en la clínica, la primera que dijo ‘tu libro’, y de Corina Materazzi, editora de Enero Editorial. Fue una fiesta, y, además, fue hermoso poder compartir con ellas, dos mujeres que tan amorosamente trabajaron para que “El cuerpo sabe” esté hoy haciendo su recorrido. Los encuentros son fundamentales, necesitamos más que nunca del encuentro.

El libro se puede comprar en la tienda online de la editorial: https://eneroeditorial.mitiendanube.com/productos/el-cuerpo-sabe-pilar-alvarez-masi/ y las cuentas en las redes sociales de Pilar son @pilaralvarezmasi en Instagram, y Pilar Alvarez Masi en Facebook. 


author: Maximiliano Curcio

Maximiliano Curcio

Nació en la ciudad de La Plata, Argentina en 1983. Es escritor, docente y comunicador, egresado de la Escuela Superior de Cinematografía

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