El Plan Alborada y el Operativo Dorrego
Introducción
A través de este trabajo, se analizarán dos políticas sociales que se comenzaron a aplicar durante el año 1973, referidas a la construcción de viviendas desde el Ministerio de Desarrollo Social como también a la implementación de una ayuda socio-comunitaria que involucró al Ejército y a miembros de la Juventud Peronista en labores que se cumplieron en el interior de la provincia de Buenos Aires durante la gobernación de Oscar Bidegain.
Se analizarán en espejo el objeto de las políticas, cómo se consideraba a la población beneficiaria en cuanto sujeto pasivo o activo de la intervención social y características generales en la implementación del Plan Habitacional Alborada en contraposición a las concepciones de otro actor de relevancia en esos momentos: el Movimiento Villero Peronista.
El análisis se verá surcado por preguntas e interrogantes que se intentarán develar. ¿El Plan Alborada puede plantearse como una continuidad del plan de erradicación de villas de emergencia ejecutado por gobiernos anteriores? ¿Qué resistencias o críticas despertó su implementación? En este sentido, se analizarán opiniones vertidas sobre actores políticos y sociales, y también posicionamientos de entes colectivos como el Movimiento Villero Peronista y la opinión de algunos de sus integrantes con labor en los territorios, tal vez uno de los más significativos en el Padre Carlos Mugica.
El operativo Dorrego, ya desde su propia nominación, está tejido de las obras materiales de saneamiento que llevó adelante y de un componente simbólico muy significativo. La figura del gobernador federal fusilado fue el momento clave del siglo XIX en el inicio de una lucha fratricida, de enfrentamientos violentos que se extendieron por décadas. La labor social llevaba también la intención de menguar la violencia entre los actores protagónicos, la Juventud Peronista y el Ejército. ¿Cómo se concibió esa ayuda social respecto de su objeto y sus destinatarios? ¿Era posible unir en una misión común a dos sectores en esos momentos probablemente no totalmente enfrentados pero sí en tensión? Una empresa casi ghandiana que pronto lamentablemente revelaría sus límites, en una sociedad cada vez más crispada y surcada por la violencia.
Una nueva (o vieja) Alborada
Cada año, cada época tiene sus debates. La actual crisis social argentina (NdR: año 2023) con más de cuarenta por ciento de pobres y de larga duración nos puede hacer creer extemporáneo el debate sobre la política social del ´73. Hoy, en una situación acuciante, si inauguran un plan de viviendas de cualquier forma que sea, será bienvenido. Cuando el agua llega al cuello viene bien la asistencia y el asistencialismo también, como apuntó una vez el trabajador social Norberto Alayón.
Recordemos el año 73, con el peronismo de vuelta en el poder tras dieciocho años de violenta proscripción. Y, para poner en perspectiva también, y ponernos en la piel de esa época, es preciso decir que el Ministerio de Desarrollo Social era encabezado por José López Rega en el reparto de cargos entre las distintas vertientes del movimiento peronista. No era probablemente, todavía en ese momento, el monstruo en el que se convertiría cuando arreciaría el enfrentamiento interno y la violencia para-estatal en el gobierno de Isabel. Pero para eso faltaba, y en la breve primavera camporista tuvo lugar el comienzo de un plan de viviendas. Eran épocas en que todo estaba en discusión y los actores sociales tradicionalmente rezagados cobraban protagonismo. Se tomaban casas de estudio, fábricas, lugares de trabajo, dependencias estatales. Y se discutió también la política social.
Quinientas mil viviendas se anunciaron en la inauguración del Plan Alborada. Se reproducía en los diarios la pauta oficial con ese proyecto. Uno lee eso hoy y podría preguntarse, desde una visión mínimamente progresista: ¿Quién puede estar en contra?
Y, sin embargo, dos concepciones se contrapusieron a la hora de abordar la problemática habitacional en las villas de emergencia de la Ciudad de Buenos Aires. Por un lado, la gestión del gobierno encargada de la implementación del plan. El otro enfoque lo encarnaba una organización comunitaria de muy significativa importancia en cuanto a participación de los potenciales beneficiarios del plan: el Movimiento Villero Peronista.
Siguiendo a Pérez Rubio, Ana María y otros (2016), las políticas sociales constituyen un espacio crítico que condensa la hegemonía, con capacidad para establecer responsabilidades y definir sujetos. Al mismo tiempo, expresan los principios que organizan la vida social en cuanto a la igualdad, libertad, capacidad y calidad de la participación social y política.
En este sentido, el Plan Alborada aparece encorsetado y planificado por la institución estatal. Define un sujeto de la asistencia pasivo, receptor de la asistencia por parte del Estado, que son los sectores vulnerables de la población. La hegemonía estatal, en cuanto a planificación y ejecución, aparece muy clara, sin llamados a la participación.
En contraposición, el Movimiento Villero Peronista levantó la idea de la participación de los villeros en el plan de viviendas, elaborando incluso también una propuesta que se alcanzó a dependencias oficiales y se presentó al propio Perón. En reuniones asamblearias, también se mostraron partidarios de la participación por medio del trabajo de los propios beneficiarios restando intermediarios y contratistas. Definen un sujeto de la política social activo, involucrado.
El padre Mugica, referente de los intereses del pueblo villero.
Otro aspecto fundamental de la contraposición en cuanto a concepción de la política social fueron los objetivos de la misma. Aparecieron anunciados en el plan Alborada los objetivos de dinamizar la actividad económica por la industria de la construcción y el de dar respuesta a la necesidad de vivienda de los sectores necesitados. Un objetivo oculto, implícito, no declarado, era la erradicación de las villas de emergencia. La propuesta incluía el traslado de los habitantes a sectores periféricos de la Capital Federal o zonas linderas de la provincia de Buenos Aires. En este sentido, el Plan Alborada puede considerarse una continuidad de planes erradicadores llevados a cabo por los gobiernos de la Revolución Libertadora en 1956 y la Revolución Argentina en 1967. Trasunta la concepción de que vivir en la Capital Federal no es para cualquiera, ejecutando con medios pacíficos pero erradicaciones que tiempo después se intentaron llevar a cabo con el medio brutal de las topadoras.
En 1980, Guillermo del Cioppo, titular de la Comisión Municipal de Vivienda de la Ciudad de Buenos Aires, del intendente de facto Osvaldo Cacciatore, expresó lo siguiente: “Hay que hacer un trabajo efectivo para mejorar el hábitat, las condiciones de salubridad e higiene. Concretamente: vivir en Buenos Aires no es para cualquiera sino para el que la merezca, para el que acepte las pautas de una vida comunitaria agradable y eficiente. Debemos tener una ciudad mejor para la mejor gente”.
En contraposición a esta concepción, el Movimiento Villero Peronista propuso la expropiación de los terrenos donde se levantaban las villas de emergencia y la construcción de las viviendas definitivas en los propios lugares o en su defecto en zonas vecinas. Proponían un sujeto de la política social participativo y reivindicado en su derecho a la vivienda, planteando la expropiación de terrenos con una concepción socialista que en esos momentos alcanzó gran significación en amplios sectores de la sociedad.
A continuación, intentaremos sistematizar en paralelo ambas concepciones de la política social.
PLAN ALBORADA | MOV. VILLERO PERONISTA | |
SUJETO | Pasivo, receptor de la política social. | Participativo en la construcción del plan y las propias viviendas. |
PARTICIPACIÓN | Hegemonía estatal en planificación y de contratistas privados. | Participación comunitaria con asistencia del Estado. |
OBJETIVOS | Dinamizar economía, solución habitacional y erradicación | Expropiación de terrenos y construcción de viviendas respetando localización. |
Las dos concepciones de la política social terminaron enfrentadas imponiéndose por lo menos parcialmente la concepción oficial, efectuándose algunas erradicaciones por ejemplo en villa 31 rumbo a barrios de Ciudadela. Cuando las mismas se efectuaron, el Movimiento Villero Peronista abogó porque la erradicación fuera bajo las mejores condiciones posibles para los grupos poblacionales atendidos. El enfrentamiento político en la concepción de la política social no se limitó a confrontación verbal teniendo lugar represión e incluso el asesinato, como el de Alberto Chejolán, del Movimiento Villero Peronista.
Otro hecho que jalonó la resistencia que despertó la política social fue la renuncia del padre Carlos Mugica al cargo que aceptó ocupar en forma ad honorem en el Ministerio de Desarrollo Social. Algunos párrafos expresan sus concepciones enfrentadas con la política oficial, elevando su renuncia y “(...) discrepando fundamentalmente con la política del Ministerio de Bienestar Social, con relación a las villas, ya que se les niega a los compañeros villeros toda participación creadora en la solución de sus problemas (...)”
Sigue: “(...) Que el hecho de que las mismas casas sean construidas por los villeros con la colaboración técnica y financiera del gobierno del pueblo es una forma concreta de economizar dinero, de eliminar intermediarios y contratistas que a veces se llevan la parte del león (...)”
Posteriormente, también el padre Carlos Mugica elogió los barrios donde fueron erradicados, o realojados, vecinos de la villa 31. Su visión política integral, que expresó claramente en el momento de su renuncia, no le impedía sin embargo reconocer, empatizar y aceptar que vecinos de su barrio se acogieran al plan y vivieran en mejores condiciones en los nuevos barrios. Habituaba a decir que muchos hablan del hambre sin nunca haberla sentido. Esta observación no hace mella sobre lo que pensaba concretamente y a nivel global sobre el sentido y objetivos de la política social que llevara a cabo el gobierno, con el que manifestara su discrepancia como ya se mencionó, y que motivó su renuncia. A lo que no renunció nunca fue a la creencia en la participación comunitaria con una visión transformadora de las condiciones materiales y sociales de existencia.
El Operativo Dorrego, un intento audaz y trunco de pacificación
Una inundación implacable había devastado varios partidos de la provincia de Buenos Aires en aquel 1973. La primavera trae a veces también lluvias inclementes. La gobernación de la Provincia en manos de Oscar Bidegain y el Ejército encabezado por Jorge Rául Carcagno idearon un operativo audaz que tenía como fundamento la ayuda social pero fue también propicio para intentar un acercamiento político entre dos sectores que serían agua y el aceite en la coyuntura crispada y el porvenir inmediato: el Ejército y la Juventud Peronista. Intentar una forma de acercamiento, intercambio en la tarea loable y necesaria de dar respuesta al desastre sanitario y de infraestructura provocados por las inundaciones.
Incluso el bautismo del operativo con el nombre del gobernador federal fusilado en 1829 es significativo. Habitualmente, la historia del siglo XIX argentino suele apuntar ese hecho como importante, luctuoso y uno de los desencadenantes de un enfrentamiento que se extendería por décadas de guerra civil. Unitarios y federales. Ejército y juventud peronista. ¿Era esa armonía posible? ¿Se podía impedir que, de alguna forma, la historia volviera a repetirse? Sin dudas el Operativo Dorrego de 1973 podría inventariarse como una de las oportunidades perdidas en el desencadenamiento de un proceso que culminaría en la dictadura más cruel y sangrienta de la historia argentina.
Foto de la revista El Descamisado del 30/10/73: formación realizada en el Operativo Dorrego
Bajo la consigna “codo con codo”, la Juventud Maravillosa y los hombres de armas llevaron a cabo conjuntamente las obras de reparación en beneficio de la comunidad. El Primer Cuerpo del Ejército se dedicaba todavía en ese 1973 a sostener la legitimidad democrática y brindar con su intervención una ayuda social que precisaba la comunidad en que está inserto para hacer frente a los daños ocasionados por las inundaciones.
Fueron varias las obras efectuadas, tantas que son imposibles de inventariar, como reparación de caminos, limpieza de puentes, alcantarillas y escurrimiento de agua acumulada. Reconstrucción de plantas de tratamiento de líquidos cloacales, puesta en condiciones de distintos edificios como hospitales y escuelas. Volver a enseñar y a restañar heridas luego de dieciocho años de enfrentamientos y proscripciones.
Se podrían recorrer algunos nombres de figuras que participaron del operativo Dorrego y que causan impresión, como Albano Harguindegui y el general Jorge Rafael Videla, dos militares de responsabilidades principales en el terrorismo de Estado que se ejecutaría menos de tres años después. Del otro lado, Norberto Habegger y Juan Carlos Dante Gullo fueron dos de los principales líderes de la Juventud Peronista. La imagen fuerte de cavar juntos zanjas, poniéndose el mameluco y momentáneamente de acuerdo en una coyuntura de 1973 que invitaba entre otras cosas a soñar con el socialismo nacional como quería el General, pero que también daba signos de evolucionar hacia otros derroteros conservadores y violentos. Fin de la primavera camporista, gobierno de Lastiri y finalmente el tercer gobierno de Perón.
Del 4 al 23 de octubre duró el Plan Provincial de Reconstrucción Manuel Dorrego. En esta última fecha, fue clausurado con un acto central en la localidad de 25 de Mayo. Otra vez, el nombre mismo de la localidad poniéndose en espejo con los movimientos fundantes de la patria y su deseo de alumbrar algo nuevo. En el palco, relatan las crónicas, estuvieron el gobernador Bidegain, el ministro de Defensa de la Nación Ángel Robledo, el intendente anfitrión Carlos Alberto Hendriksen, el comandante en jefe del Ejército teniente general Jorge Raúl Carcagno y el titular de la Regional I de la Juventud Peronista, Juan Carlos Dante Gullo.
Pero hubo una ausencia notoria, la de Juan Domingo Perón, nada menos. Ya se insinuaba un devenir hacia posiciones conservadoras del gobierno, que desembocarían entre otras cosas en el propio desplazamiento de Carcagno. Lo sucedería Anaya, de posiciones más formalmente profesionalistas y sin disposición a dialogar con la juventud radicalizada. Detrás de él, estaba agazapado Videla. Poco después, hasta el propio Bidegain sería obligado a renunciar a la gobernación. Juan Carlos Dante Gullo caería preso en marzo del 75, su familia perseguida, esquilmada poco después por el terrorismo de Estado como tantas otras. Habbeger sería desaparecido en 1977 en Brasil en el marco del Plan Cóndor de colaboración entre dictaduras del continente.
Un bálsamo no aprovechado, un oasis perimido, un extraño caso de convergencia que se volvió fugaz el operativo Dorrego. Es que el 73 en debate, tema que se propone en estas jornadas de ponencias, se caracterizó también por un ritmo vertiginoso.
Elecciones en marzo, plaza tomada por la Juventud Peronista en mayo, liberación de presos políticos la misma noche del 25 de mayo, Ezeiza y la violencia de las avanzadillas de la derecha peronista pertrechada hasta los dientes en el palco en junio, elección de Perón en septiembre, asesinato de Rucci poco después. Y operativo Dorrego en octubre, a nivel provincial, como bálsamo para una Buenos Aires y tal vez un país, que también se inundaba.
La enumeración de los acontecimientos que se hizo adrede pone al desnudo en la comparación la casi perfecta irrelevancia del operativo Dorrego respecto a los otros hechos que jalonan el año. En tiempos de fuego cruzado, disputa de proyectos de país, incluso de una herencia política, el intento de concordia no germinó y pasó a la historia como una mera anécdota cuando se tiene la suerte de que se lo recuerde.
Pero las obras se realizaron y bien valió el intento. País que se deslizaba hacia la violencia en furioso torbellino, no deja de sorprender que se haya intentado desde el Estado por medio del operativo el encuentro político entre militares y civiles menos de tres años antes de la barbarie absoluta y coexistiendo en su mismo tiempo con los inicios de una violencia para-estatal de triste recordación.
Es uno de los debates interesantes a dar sobre el 73, donde los proyectos que intentaron apostar a dejar las armas y la violencia fueron en general barridos por la inercia de los acontecimientos y la espiralización de la violencia que precipitó al país en la peor tragedia. Pero creo que desde la perspectiva que da el tiempo transcurrido, es un desafío interesante retomar el análisis sobre propuestas que intentaron otra cosa, así sea pataleando en el aire en las arenas movedizas de la coyuntura convulsionada que impidió que fuera apropiada del todo por los actores sociales intervinientes en aquéllos momentos.
De hecho, uno de los pilares en la función de un Ejército inserto en un país democrático en la actualidad, es llevar a cabo labores de desarrollo comunitario y de ayuda ante emergencias y catástrofes, como hemos visto hace poco en algunas labores destacadas que cumpliera en la reciente pandemia. Una inserción en la comunidad que era la que concebía, cincuenta años antes, el operativo Dorrego.
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Referencias bibliográficas generales:
- Álvarez, Manuela Luz (2017). Organizaciones villeras y estado. el movimiento villero peronista frente a la aplicación del plan alborada en la ciudad de Buenos Aires (1973-1974).
En Revista URBANA Revista Eletrónica do Centro Interdisciplinar de Estudos sobre a Cidade, publicada por Universidade Estadual de Campinas, Brasil.
- Besoky, Juan Luis (2011). Hacia la convergencia cívico-militar. El Operativo Dorrego. IX Jornadas de Sociología. Facultad de Ciencias Sociales (Buenos Aires: Universidad de Buenos Aires).
- Bustingorry, Horacio (2013). Qué fue el operativo Dorrego. Artículo publicado en Agencia Paco Urondo.
- Giménez, Sebastián (2018). Reflexionando sobre la Intervención Social de ayer y de hoy. Continuidades y rupturas. En Revista Margen de Trabajo Social y Ciencias Sociales n° 90.
- Mugica, Carlos (1973). Peronismo y cristianismo. Editorial Merlín, Buenos Aires.
- Pérez Rubio, Ana María y Barbetti, Pablo (2016). Políticas Sociales: Significaciones y prácticas. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Estudios Sociológicos Editora.
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