Derechos Humanos Militancia

Mi nombre es Mario Bordesio

En el marco del 47 aniversario del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, Kranear publica la declaración que Mario Bordesio -hijo de dos militantes populares desaparecidos en Rosario-, realizó hace unos días, en calidad de testigo, frente a los jueces del Juzgado Federal Nro. 1, en el marco de la megacausa Guerrieri (tramo IV) que se está tramitando en dicha ciudad.

23 de Marzo de 2023

Mi nombre es Mario Bordesio, tengo 46 años, nací el 17 de noviembre de 1976, mi mamá quedó embarazada en febrero de 1976, un mes antes de que comience la dictadura. Mi papá se llama Mario Eduardo Bordesio, mi mamá Olga Beatriz Ruiz.

COMPOSICIÓN DE MI FAMILIA

Quiero explicar ahora, como son mis vínculos familiares para que quede claro a lo largo del relato:

Mis padres son Mario Bordesio y Olga Beatriz Ruiz. Mi papá, Mario, tuvo otra hija, antes de tenerme a mi (María Bordesio), con Judith Said. Luego del secuestro y desaparición de mis padres, fui adoptado por mi tío (Héctor Bordesio, hermano de mi papá, y su mujer, Miriam Álvarez). Héctor y Miriam, ya tenían dos hijos al momento de mi adopción, Jimena y Luciano. Y en el ´83 tuvieron a Antonella. Mi mamá, Olga, tenía una hermana, Adela, quien también va a declarar hoy.

QUIÉNES ERAN MI PAPÁ Y MI MAMÁ

Mi papá, Mario Bordesio, nació del 1 de febrero de 1948, tenía 29 años en el momento de su secuestro.Hoy tendría 75 años. Era hijo de Enrique Aquiles Bordesio y de María Delia Ferrando, quienes tuvieron dos hijos, a mi papá y a Héctor, que era el mayor de los dos.

Mario nació Rosario, hizo la primaria en la escuela numero 116, y cursó el colegio secundario en el colegio Nacional numero 2 General José de San Martín. Después empezó en la facultad de Filosofía y Letras, donde cursó la carrera de Antropología.

Mi mamá nació en Rosario el 8 de julio de 1949, tenía 28 años al momento de su secuestro. Hoy tendría 74 años, y era hija de Francisco Ruiz y de Laura Jiménez. La primaria la hizo en la escuela número 150 “Cristóbal Colon”, la secundaria la cursó en la escuela Justo José de Urquiza, y luego ingresó en la facultad de ciencias económicas, más un mandato familiar que por sus gustos, adonde cursó dos o tres años la carrera de estadística. Después se cambió a la carrera de psicología que era lo que ella quería.

De mi papá sé que era un hombre alegre y divertido, querido por las personas que lo conocieron, comprometido con su época y su tiempo. Desde adolescente comenzó a viajar por el país y países vecinos como mochilero, recorrió ciudades del norte argentino, de Brasil, Uruguay y Paraguay. Tenía un espíritu libre y solidario, amante de la naturaleza, la historia, la filosofía y la lectura.

MILITANCIA

No conozco mucho de su militancia, al menos no en profundidad, vivieron muchos de sus jóvenes años en un clima de dictaduras, persecución y represión, que los llevó a tomar el camino del compromiso militante.

LA DICTADURA Y LA DESAPARICIÓN DE PERSONAS

La dictadura que comenzó en 1976, fue la responsable del secuestro y desaparición de ambos y de mi propio secuestro y desaparición, aunque a diferencia de ellos yo estoy acá.

Los imputados aquí juzgados formaron parte de una maquinaria que hizo desaparecer a miles de personas entre quienes están mi papá y mi mamá.

La mal llamada desaparición de los secuestrados es producto de la voluntad de los responsables de callar su destino, ocultar, pruebas, y mantener al día de la fecha secuestrados a mis padres y a otras tantas víctimas. Esto también lo hicieron para garantizarse impunidad.

POR QUÉ TESTIMONIO

Estoy acá para dar testimonio de lo que significó y significa ser víctima del terrorismo de Estado, haber sido separado de mis padres con solo 9 meses de edad y transitar luego la infancia bajo la misma sombra de terror que comenzó incluso antes del 24 de marzo de 1976.

Años de silencio, dolor, terror, miedo y espera incierta, ser re victimizado de mil maneras, por la sociedad, los medios de comunicación, tener que escuchar siendo niño a famosas figuras en programas de televisión repetir el rumor de que los desaparecidos estaban en España, afectando profundamente mis sentimientos de niño, generando inseguridad y traumas. ¿Me habían abandonado mis padres y no me querían ver? ¿Si estaban de viaje, cuando iban a volver? Pesadillas adonde todas estas cosas se hacían realidad, soñarlos vivos y nos saber su paradero o no poder hablar con ellos en el sueño.

LA PREVIA DE NUESTROS SECUESTROS

La fecha en que nos secuestraron es incierta, pero fue en septiembre de 1977 (así consta en la denuncia en CO.NA.DE.P) 20/9/1977). Antes de su captura y asesinato, en agosto de 1976, hubo un gran operativo del ejército, del que participaron muchos integrantes de fuerzas represivas, que rodearon la manzana del departamento de pasillo en el que vivíamos. Mi mamá, embarazada de seis meses de mí, logró escapar, saltando por un techo.

A partir de ese intento de secuestro, se profundiza la situación de clandestinidad de mis padres y hay sólo unos pocos contactos con la familia, hay solo unos encuentros más en una iglesia de zona sur, que nunca supe cual era, según me contó mi tía Adela.

Quiero decir que como tantos otros, tuve que reconstruir mi historia con los pocos fragmentos que encontré, por eso van a ver que hay varios huecos que aun después de tantos años sigo sin poder llenar.

Días antes de la desaparición de mis padres, Héctor Bordesio, mi tío, recibe un llamado de mi papá, avisándole que me iban a mandar con él ya que no podían seguir teniéndome.

MI LLEGADA A LA CASA DE MIRIAM Y HÉCTOR

Según relato de Miriam Álvarez (la mujer de mi tío) a mediados de septiembre del ´77 llegó un día a su domicilio (Calle Maciel 251, Rosario) una camioneta nueva, con tres hombres jóvenes bien vestidos, que me llevaban a mí y a mis pertenencias, ropa, juguetes, alguna manta. Cuenta que me entregaron y el diálogo fue muy breve: ella les preguntó si mis padres estaban bien, y le respondieron que sí, que estaban bien. Me entregaron, lo mismo con mis cosas y se fueron.

EL ESTADO EN QUE ME DEJARON

Miriam dijo también que mi estado no era bueno, que yo olía muy mal y mis pertenencias también, que tenía lastimada la nariz y la boca y que parecía que estaba resfriado hacía ya varios días, sin haber recibido atención médica.

LOS PRIMEROS MESES CON ELLOS

Además, mis tíos me contaron que durante varios meses después de recibirme, yo lloraba todo el tiempo. Como dije, al momento de que me separaran de mi papá y mi mamá, yo no había cumplido un año todavía, tenía 9 meses.

LA CARTA CON LA QUE ME ENTREGARON

Entre mis cosas había una carta con la que me enviaron (NdR: Y Mario la leyó frente al tribunal):

DESPUES DE MI LLEGADA

Luego de haber sido entregado a mis tíos, ante la incertidumbre y el miedo de tenerme ahí, me mandaron a la ciudad de Pérez a pasar un tiempo a la casa de la mamá de Miriam, la mujer de mi tío.

En los meses posteriores a mi llegada a su casa, me contó mi mamá adoptiva Miriam, que personas pertenecientes a un grupo operativo, no sé de qué fuerza, si de la policía o militares, que estaban vestidos de civil, la fueron a buscar a su trabajo (el colegio Guadalupe), pero una de las monjas del colegio les dijo que ella no estaba ahí y no los dejó pasar.

LA CORRESPONDENCIA POSTAL DE ESE TIEMPO SOBRE LA SITUACIÓN DEL PAÍS Y MI FAMILIA

Tengo en mi poder una serie de cartas que dan cuenta de la situación que se vivía en aquellos años y que aportan de manera cronológica algunos de los sucesos que hablan del temor, de la persecución, de la incertidumbre de aquellos días.

Las cartas son un ida y vuelta entre mi abuela paterna, la primera mujer de mi papá, y Judith Said (que también es víctima del terrorismo de Estado y testigo en este juicio), y entre mi abuela paterna con la mamá de Judith, de nombre Linda.

Para ponerlos en contexto, Judith se exilia junto con sus dos hijos María y Ricardo, a Israel, a mediados de 1977.

El correo se sostuvo hasta el final de la dictadura, entre 1977 y 1983. El intercambio de correspondencia era muy lento, entre una carta y su respuesta podían pasar meses.

Carta de Judith, Israel 29/8/77. Preocupación por la falta de noticias de mi papá, relato del encuentro con él en Mar del Plata en febrero del 77, adonde Mario le habla de las intenciones de irse del país.

Carta Judith a Delia 15/1/1978. Judith pregunta sorprendida porque me dejan a mí con Héctor y Miriam, y habla de la preocupación por sus hermanos de los cuales no tiene noticias.

Tengo que aclarar que los dos hermanos de Judith también están desaparecidos.

Carta Judith a Delia 22/6/1976, en la que Judith le recomienda a mi abuela la presentación de un habeas corpus.

5/12/1978. Carta de Linda a Delia, en la que pide noticias de Mario y comenta que no tiene noticias de sus hijos también secuestrados.

10/3/1979. Linda le escribe a Delia expresándole la preocupación por sus hijos sobre los que no tiene noticias

4/11/1979. Linda le escribe a Delia comentándole las arduas gestiones ante la O.E.A y embajadas y diversos organismos y le expresa cierta esperanza en el hecho de que el Papa habló de los desaparecidos argentinos. Le comenta que tiene problemas de salud por la angustia que está viviendo.

25/5/1982. Carta de Delia a Judith donde dice que María ya sabe la verdad sobre la desaparición de su papá y sobre expectativas que tiene sobre un informe que van a dar los militares sobre los desaparecidos.

5/11/83. Carta de Judith a Delia en la que habla sobre la posibilidad de volver a la Argentina.

BÚSQUEDA DE MIS PADRES

Paralelamente a todas estas cartas que yo ya mostré, mi abuela paterna, María Delia, seguía haciendo gestiones y averiguaciones para saber el paradero de mi papá y de mi mamá, esperanzada con volver a verlos.

Entre las cosas que guardaba mi abuela encontré:

Folletos, recortes de diarios, panfletos de los organismos de derechos humanos, año 1978 solicitada a Videla, firmada por religiosos y personalidades pidiendo piedad y esclarecimiento.

Cartas al ministerio del interior.

Presentación de habeas corpus.

Formulario para la Comisión Interamericana de Derechos humanos y O.E.A, carta a Naciones Unidas, A.P.D.H, agrupación de familiares de desaparecidos y detenidos por razones políticas.

Quiero aclarar acá que el nivel de perversión y cinismo del aparato militar era inconcebible: mientras secuestraban, torturaban, violaban mujeres y hombres, mayores y menores de edad, asesinaban y hacían desaparecer cuerpos en vuelos de la muerte, fosas comunes, enfrentamientos fraguados, entierros como N/N; mientras hacían todo eso, paralelamente el aparato burocrático (ministerios y juzgados) seguía enviando respuestas a los familiares diciéndoles que estaba haciendo todo lo que estaba a su alcance para dar con el paradero de los desaparecidos. 

CUANDO ME ENTERÉ DE LA DESAPARICIÓN DE MIS PADRES 

Quiero contarles además que yo supe de la desaparición de mis padres a muy temprana edad, posiblemente entre los 4 y 5 años. Y algo que me importa remarcar es que después de la desaparición forzada de mis padres y mía, y de que me devolvieran a mi familia, pero sin ellos, vino mi adopción forzada. Lo digo así porque fue forzada por las circunstancias.

Mi tío pasó a ser mi papá adoptivo, su mujer, mi mamá adoptiva.

Imaginen cuál era el nivel de incertidumbre, lo que pensaba y sentía mi familia que se hizo una adopción simple ante la posibilidad y con la esperanza de que mi mamá y mi papá pudieran volver vivos.

Luego de mi nacimiento, y después de la desaparición de mi papá y mi mamá, siguieron seis años más de dictadura, donde reinaba el miedo y el terror concreto, dentro y fuera mi casa de crianza.

MI NIÑEZ

Fui un niño triste y solitario, intentando comprender el mundo como se me presentaba, con la voz de mi abuela hablándome de mis papás y con una enorme sensación de abandono y ausencia.

LA DICTADURA Y SU SISTEMA DE DESAPARICION

El largo proceso de los años, las muchas horas pensando en estos sucesos, me hicieron reconfigurar la idea de mis padres “desaparecidos”, triste eufemismo usado por Videla, que extendió un manto de mentirosa niebla sobre gran parte de la sociedad con un poder que aún persiste. Los desaparecidos no están desaparecidos, no fue un truco de magia en un circo adonde cae el telón y desaparece el león. No. Fue un plan digitado y siniestro perpetrado por personas de carne y hueso con nombre y apellido. Asesinatos, secuestros, torturas, violaciones, sin distingo de sexo, edad, credo, religión o bandera política.

Tal era el grado de conciencia de mis padres de lo que estaba pasando y los peligros inminentes a los que estaban expuestos, que me sacaron esta foto ante la muy concreta posibilidad de que yo no llegara a manos de mi familia.

Todos quienes estuvieran en la vereda de enfrente del proyecto político y económico que se venía a imponer podían correr ese destino.

Mis padres permanecen secuestrados, alguien sabe o supo su destino, y alguien calló y ocultó la información para que no podamos recuperar sus cuerpos, no alcanzó con el secuestro, y asesinato, me sacaron de sus brazos  antes de asesinarlos, terrible tortura para mí y para ellos, además los desaparecieron.

Pienso en todos los trágicos destinos posibles que pueden haber sufrido mis padres a manos de sus verdugos y todos son potencialmente reales, torturas físicas y psicológicas, violación, y no contentos con eso nos quitaron hasta posibilidad de tener sus cuerpos.

LAS CONSECUENCIAS DE SER HIJO DE DESAPARECIDOS

Transcurrí el jardín de infantes, y la escuela primaria, teniendo que callar mi identidad. Porque si bien sabia mi origen y me crié en una familia de mi misma sangre, tenía que soportar en silencio la ausencia de mis padres, los comentarios de mis amigos sobre la diferencia física con mis hermanos de crianza, el tener que nombrar las cosas ocultando una verdad producto de un delito. A mis primos (mis hermanos de crianza) decirles hermanos, y a mi hermana María regresada del exilio con la vuelta de la democracia decirle prima.

Tal era la realidad de aquellos años que, en mi propio grado de la escuela primaria, un compañero y una compañera también eran adoptados, posiblemente hijos de desaparecidos, pero apropiados por otras familias. A una me la encontré en una marcha por el 24 de marzo.

La configuración familiar quedó movida, los roles cambiados, el terror presente. Transcurrió la primaria, y comencé el colegio secundario, iba conformando mi identidad en un tironeo afectivo de mis padres adoptivos, mi tía materna, mi hermana regresada del exilio con su mamá y su hermano. Una familia marcada y atravesada por el miedo, los secuestros, las ausencias, atravesada por la desaparición de nuestros seres queridos, mientras, los años pasaban sin justicia.

Entramos en los 90s y la realidad social empeoraba mes a mes con el boom del neoliberalismo y empecé a entender cada vez más las razones de la lucha de mis padres.

En el largo camino de injusticia e impunidad, primero fueron las leyes de obediencia debida y punto final y luego con la llegada del menemismo, el batacazo con los indultos.

No tuve asistencia psicológica en mi infancia, tampoco la tuve durante los años del secundario, el silencio reinaba en mi familia de crianza, y era más que razonable, hablar de aquella época estaba ligado en nuestra psiquis con la persecución, la tortura y la muerte.

Las voces de ciertos sectores sociales y mediáticos pedían una vuelta de página, un borrón y cuenta nueva, intentaban instalar versiones que pretendían igualar el accionar de las fuerzas represivas, con la militancia política e instalar la idea de una guerra (la tristemente conocida Teoría de los dos demonios). Claro está, una guerra en la que obviaban las atrocidades cometidas, el terror instalado, la debacle económica generada, los derechos perdidos.

Latía cada vez con más fuerza el reclamo social por justicia, Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, organizaciones políticas, sindicales, intelectuales y artistas hicieron su trabajo de hormigas forzando la inevitable caída de las leyes de impunidad. En mi fue creciendo un grito silencioso, una ansiedad y una expectativa para poner en palabras lo callado durante tantos años, lo soportado en silencio.

MI ACERCAMIENTO A H.I.J.O.S.

A comienzos de los 2000, y luego de escuchar una madrugada al periodista Carlos del Frade anunciar que al día siguiente iba a haber una movilización frente a los tribunales federales de la calle Entre Ríos, en Rosario, y que en esa movilización iba a participar la agrupación H.I.J.O.S, decidí acercarme y emprender el camino de la participación de los reclamos y de la justicia.

Quiero decir que para quienes encontrábamos solo silencio alrededor, la palabra de comunicadores comprometidos como Carlos del Frade fue determinante.

En H.I.J.O.S. encontré personas que son familia, amigos entrañables y el camino hacia la conformación de mi identidad, el hilo para suturar las heridas del pasado o al menos el espacio para mitigar su dolor.

Quiero dar cuenta de que la posibilidad de estos juicios, el avance de la justicia (aunque lenta y tardía), es producto de la lucha de los organismos de derechos humanos desde el día uno de la vuelta a la democracia, y de que hay sectores sociales militantes y comprometidos que son los que mueven los engranajes a base de luchas y sacrificios personales y colectivos.

PARA TERMINAR

Me preguntó un amigo una vez si pertenecer a la agrupación H.I.J.O.S, si la militancia por la justicia y tener tan presente el pasado, no obturaba de algún modo la posibilidad de hacer el duelo por mis padres después de tantos años.

Luego de reflexionar le respondí que no, que ante tanta atrocidad, tanto dolor, y tanta impunidad lo único que obturaba o demoraba el duelo eran básicamente dos cosas: la falta de justicia, y la torturante falta de los cuerpos de nuestros seres queridos.

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