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Salir a la cancha para ganar

Verónica Castelli trabajó durante veintiún años en la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Hace unos pocos días el gobierno la despidió por “motivos de fuerza mayor”. Un policía se paró en la puerta del edificio con un listado en mano y le prohibió el ingreso. En ese momento, la violencia le conmocionó el cuerpo, volvió a sentir algo del terror de la dictadura, de los crímenes de los que ella también es víctima. ¿Cómo pararse frente al horror? ¿Cómo seguir? Hay que salir a la cancha para ganar.

Verónica tiene dos años. Come un caramelo Sugus. El Sugus tiene todavía el papel pero ella lo mastica, lo saborea. Su papá la mira y en tono cariñoso, socarrón, le dice “Peeero, ¿Sos tonta? ¿Cómo te vas a comer un caramelo con el papel?”

Es el único recuerdo que tiene de él. A Roberto Castelli lo desaparecieron el 28 de febrero de 1977 en Merlo, provincia de Buenos Aires, y fue visto en el Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio El Vesubio. 

En una de las fotos que hay de Verónica y de su papá, ella mira a cámara, está a upa de él, y tiene los ojos achinados porque el sol del mediodía la encandila. Él la mira y se le forma un hoyuelo al costado de la boca, porque se está sonriendo. Tiene la raya del pelo muy al costado, unos anteojos de marco grueso, y unos bigotes tupidos, setentistas. 

Roberto Castelli y Verónica Castelli.

Más o menos por la misma época, María Teresa Trotta, la mamá de Verónica, camina junto a ella por la vereda de una calle del conurbano bonaerense. Detrás de las dos va El Contra, su perro. A María Teresa se le cae un documento, Verónica se da vuelta y ve que El Contra lo agarra con su boca y se lo lleva. 

A ella la desaparecieron en San Antonio de Padua el mismo día que a Roberto, con un embarazo de seis meses y medio, y fue llevada al Vesubio también. Después, gracias a testimonios de sobrevivientes, se supo que fue trasladada a Campo de Mayo, donde parió a su segunda hija. Al Contra lo mataron en ese operativo. 

María Teresa era bellísima, y Verónica tiene su  sonrisa.

Maria Teresa Trotta y Verónica Castelli

Dos escenas. Las únicas en movimiento que recuerda. Después de todo eso se convirtió en Verito. Así la conocen en el mundo de los derechos humanos, del que forma parte desde hace más de 25 años. Le hubiera gustado ser fundadora de H.I.J.O.S., pero se sumó a militar ahí en 1997, cuando pudo. 

“H.I.J.O.S.  fue la familia en la que me sentí parte nuevamente, la que me permitió continuar mi vida desde el deseo en el que yo había sido engendrada.“ 

Porque a Verito la crió su tío, el hermano de su papá, un comisario inspector de la Policía Federal Argentina. No le hablaba de sus padres, ni de su historia, ni de las razones por las cuales las fuerzas de seguridad los habían secuestrado, torturado y desaparecido. “Era un fascista”.  

“Lo obvio sería decirte que viví esos años de impunidad como una tragedia. Pero tengo recuerdos muy hermosos, pese al horror, a lo injusto”. Una compañera, Raquel Robles, escribió que su hermano y ella eran personas que salían a la cancha para ganar. 

“No porque uno no pudiera ser digno jugando bien, sino porque necesitábamos tener la convicción de que íbamos a ganar. Lo peor ya había pasado, una vez que pasa lo peor no te queda otra que ganar. Si no te rendís, vas a ganar. Yo peleé toda mi vida con mucha alegría.”

Insiste e insiste con que tarde o temprano la verdad y la justicia triunfan. “Es cuestión de sostenerse, de que no te rompan en lo más íntimo de lo que vos crees”. 

En 1998, desde H.I.J.O.S., Verito fundó, a nivel federal junto a otros compañeros, la comisión de Hermanos, que hace un trabajo similar al de Abuelas de Plaza de Mayo: investiga la apropiación de niños y niñas nacidas en cautiverio para seguir pistas, armar los rompecabezas que permiten restituir la identidad a esas personas. Desde ahí profundizó una búsqueda y un trabajo que tendría un punto de culminación diez años más tarde. El 25 de julio de 2008 recibió un llamado telefónico. Era un juez que le informaba que los resultados de los análisis inmunogenéticos realizados en el Banco Nacional de Datos Genéticos confirmaban que una joven dada en adopción a través del Movimiento Familiar Cristiano, era la hija menor de Roberto y Teresa. Su hermana. “Fue un día de muchas victorias, veníamos de festejar toda la noche la primera sentencia de Luciano Benjamín Menéndez, jefe del tercer cuerpo del Ejército, no había dormido nada. Me estalló la cabeza de alegría. Estaba con compañeros de distintas partes del país, y repetíamos todo el tiempo 'qué felicidad'. Revoleé el teléfono.” Fue uno de los momentos más intensos de su vida, junto con el nacimiento de su hijo. ¿Quizás fue un nacimiento también? O un renacimiento. “Con un parto larguísimo. Estuve años y años imaginándome cómo iba a ser. Creía que era un varón, grandote, que me iba a proteger. Y resultó ser una mujer, chiquitita, flaquita. Al final siento que yo soy la que tengo que protegerla a ella”. 

Durante ese proceso, y por su experiencia en la comisión de Hermanos, Veríto fue convocada a trabajar para la Comisión nacional por el Derecho a la Identidad (CONADI) en 2003. Ese es el año que ingresa a la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Con la tuya, contribuyente. “Con la tuya también financiaron 500 centros clandestinos en todo el país y no veo a nadie rasgarse las vestiduras por eso”. Verónica se enoja con los comentarios que lee en redes sociales y que levantan un manto de sospecha sobre aquellos familiares de desaparecidos que trabajan en el Estado. Pero les contesta, con altura. Una micromilitancia que pretende avispar a algún distraído que repita esos argumentos desde la ignorancia. 

“Mucha gente ve como algo espurio que haya familiares que trabajan en la Secretaría. Pero es importante remarcar que esto se debe a que durante años, años y años, en Argentina las víctimas tuvimos que aprender a repararnos a nosotras mismas, a poder enlazar todo lo que el Estado había roto y había dejado como un agujero con la desaparición. Por eso, cuando se empiezan a establecer políticas públicas para la memoria, la verdad y la justicia, nos van a buscar a las mismas víctimas para ocupar lugares, porque éramos quienes sabíamos hacer este tipo de tareas.” 

Los despidos

Veintiún años después de entrar a trabajar en la Secretaría de Derechos Humanos, Verito llegó a la puerta del edificio, en el Espacio para la Memoria ubicado en la ex ESMA, y ahí había dos policías que le notificaron que estaba despedida y que no podía ingresar. Una de ellas la agarró del brazo. Y algo de esa violencia le conmocionó el cuerpo. Tiene clarísimo que su condición de víctima no implica que merezca recibir un trato diferencial, pero es contundente con relación a que la Secretaría de Derechos Humanos funciona en un edificio público que existe para alojar a las víctimas de violaciones a los Derechos Humanos, y a donde cualquier ciudadano puede acudir. 

“Yo no me puse a llorar porque me despidieron, sino porque me impidieron el paso a un lugar que debería asistirme. Y me lo impidieron con personal de seguridad, siendo que fueron las fuerzas armadas y de seguridad quienes ejecutaron la última dictadura.” 

Se abre, entonces, un proceso de revictimización que vuelve a hacer daño. Verónica afirma que el terror retorna al cuerpo. “Yo tenía dos años y seis meses cuando secuestraron a mis papás. Algo puedo hacer pasar por la palabra, pero hay partes que no me va a salir explicar porque lo siento pero no lo sé decir. Penso en los compañeros y compañeras que sufrieron la tortura en el vientre de sus mamás, que nacieron en cautiverio y que no pudieron hacer pasar nada de eso por la palabra. El nivel de revictimización que genera que reivindiquen eso que te hicieron, que te amenacen con que van a dejar a los asesinos libres, cuando el presidente niega la cifra de los desaparecidos, cuando habla de los peores crímenes que se cometieron en nuestra historia como si hubiera sido una guerra, es muy violento”. 

Después de eso vino el Festival en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, organizado por el sindicato ATE. Las autoridades notificaron por whatsapp la indicación de que a partir del 2 de enero de 2025 se procedería al cierre del edificio “a efectos de velar por una adecuada reestructuración interna, rearmado de equipos de trabajo (...). El personal queda en guardia pasiva en sus respectivos domicilios (...)”. El mensaje circuló durante el 31 de diciembre, con una crueldad inusitada. Pero la memoria ardió, y el 4 de enero, con la ciudad desierta, el Espacio para la Memoria se colmó de personas que circularon por el predio durante horas. El avión Skyvan, símbolo de muerte y horror, al costadito del Archivo Nacional de la Memoria, con su oscuridad imponente, se encontró rodeado de luz, de potencia, de abrazo. “Ni nosotros mismos esperábamos la respuesta que tuvimos. Pero lo realmente emocionante es que había muchos pibes. No éramos nosotros.”

Ese día Verito vió a un grupo de chicas que escuchaban a alguien en el escenario, preguntaron quién era la que hablaba: 'Taty Almeida', les digo. Y me dicen '¿está acá o es un video?', 'no, está acá, si la quieren ver acérquense, no hay muchos años más de las Madres'. Y salieron eyectadas, moviéndose inquietas, movilizadas. No tendrían más de 20 años, y querían ver a una Madre. Algo de todo lo que hicimos es irreversible, por más que ellos quieran reescribir la historia, algo de todo el laburo que hicimos durante todos estos años de democracia, ya se inscribió.”

El 4 de enero ATE realizó el Festival 'Una memoria que arda. El Conti en guardia' en el predio donde funcionó la ESMA.

Figurita repetida: el achique del Estado

Un pueblo sin memoria de sus luchas es mucho más fácil de dominar. La Secretaría de Derechos Humanos tiene entre sus funciones, la de no hacerle lugar al olvido. “¿Para qué te sirve la memoria? Sirve siempre y cuando vos la puedas traer al presente para analizarlo desde 'esto ya pasó, nos sirve saberlo para que no vuelva a ocurrir'. No quieren que hablemos de uno de los objetivos de la dictadura de destruir el Estado, y las consecuencias que eso tuvo. No quieren que contemos que lo que ellos están haciendo ya pasó”. 

Existe una línea de continuidad entre el momento que estamos ahora y lo que vino a imponer la dictadura cívico militar. “Nos vienen a ofrecer un plan económico y político como si fuera la novedad, hoy Milei llega con el mismo plan económico que la dictadura y que el menemismo, lo hace a través de los votos pero con el engaño de haberle vendido a los pibes esta propuesta como algo nuevo, como la salida, y de nuevo no tiene nada”. 

Y ahí, trae a la memoria precisamente una publicidad que pocos recuerdan en la que había un elefante con forma de globo, todo pesado y torpe porque no se podía mover. Pinchaban el globo que se iba desinflando y aparecía un slogan “achicar el Estado es agrandar la nación'. 

La destrucción del Estado como tal, el topo en el que quiere convertirse Milei, es uno de los ejes de continuidad más potentes entre aquel momento histórico y este. “Porque si el Estado está para llevar adelante políticas públicas, para todos y no para unos pocos, no pueden avanzar en lo que ellos quieren que es un país para unos pocos en detrimento de la mayoría. No quieren una Secretaría de Derechos Humanos porque si reprimen ferozmente una manifestación, las víctimas de esa violencia institucional no van a tener a dónde denunciar”. 

Verónica señala que la condición de posibilidad de destrucción del Estado también se vincula con las contrataciones precarias que arrastran años y años de inercia e inacción. “Si vos querías dejar como un hito de la Argentina las políticas públicas de Memoria, Verdad y Justicia, yo me hubiera sentido en condiciones de concursar y haber llegado a tener una planta permanente. Eso era darle continuidad al Estado. No hubo en todos los años en los que fuimos gobierno, un interés real de proteger al Estado. Están arrasando con el Estado”. 

¿Cómo salir a la cancha para ganar?

Hoy hay una ametralladora que dispara medidas de gobierno y acciones destructivas a mansalva. Son muchos los frentes abiertos, es difícil cubrir todos. Y a veces pareciera que la parálisis empieza a vencer. 

“Hay que salir del ostracismo, del silencio, poder decir hasta el cansancio qué es lo que está pasando con nosotros, qué es lo que están haciendo. Contar qué es lo qué hacíamos. Todos los que están, y los que estuvieron, tienen que poder contar en palabras sencillas cuál es el trabajo que llevamos adelante.”

H.I.J.O.S. daba un discurso durante los escraches a los genocidas que sostenía que no podían esperar a que la justicia cayera de arriba como una fruta podrida del poder, sino que había que construirla desde abajo. 

Verito se agarra de esa referencia y la levanta como bandera: “yo entiendo que hay gente que fue muy dañada y lastimada, pero no es la primera vez que este pueblo muerde el polvo. Es un pueblo que se caracterizó siempre por volverse a levantar y pelear. Y ojalá en algún momento la dirigencia vuelva a estar a la altura de este pueblo, el pueblo está sufriendo y nada justifica una interna. No podemos esperar a que aparezcan, cada uno de nosotros tiene que comprometerse a poder seguir. Puede tardar, pero va a llegar, porque ya pasamos por esto.” 

La casa de Verónica tiene movimiento. Hay cinco gatos con nombres japoneses de animé que se trepan por todos lados, se acercan a la mesa, pispean las alacenas. También tiene dos perros, hay gente que entra, sale, saluda. Verónica se ríe mucho, es filosa, ácida, y muy cálida, hospitalaria. 

Hay un orquideario, porque Verónica, durante la pandemia, aprendió a cuidar y cultivar orquídeas. Es una casa con verde, abierta. No veo ahí rastros del horror, veo mucha vida. Cuando me estoy yendo, ella se va también a la ex ESMA, va a participar de un acto sindical. “Ahora trabajo de despedida”, larga una carcajada y me da un abrazo. Porque la única venganza es ser felices. 

author: Celeste Abrevaya

Celeste Abrevaya

Licenciada en Sociología por la Universidad de Buenos Aires, especialista en Políticas del Cuidado con perspectiva de género por CLACSO y Diplomada en Género y Movimientos feministas (FFyL).

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