Política Militancia Peronismo

Militancia = Democracia

Luego del intento de magnicidio contra CFK, el pueblo ganó la calle y volvió a dar un ejemplo cívico, respondiendo al odio con amor, tal como lo pregona la propia vicepresidenta, y con el perpetuo ejemplo de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo en el horizonte. La conclusión, entonces, se escribe sola, plantea Saralegui: si la dictadura vino a borrar la militancia, la democracia vive en la militancia.

Cómo querés que no me meta
Si el mundo se ha vuelto loco
(Los Gardelitos)

Finalmente Cristina habló. Después de dos semanas de silencio luego que un grupo terrorista fracasara –por un milagro– de asesinarla en la puerta de su casa, tomó la palabra en el Senado en un encuentro con curas villeros, curas en opción por los pobres y hermanas, religiosas y laicas. Rodeada de gente de fe, quien quisiera la pudo ver viva y bien. Eso necesitábamos, verla y escucharla, para que marque el camino.

Más allá del devenir de la investigación judicial, es evidente que el atentado contra la vida de Cristina en Juncal y Uruguay tuvo la intención de romper la magia y la potencia que estaban latiendo en esa esquina. En respuesta a la persecución grotesca de la que era objeto la conducción del peronismo, las amenazas de grupos fascistas y el amedrentamiento de la policía política de la derecha macrista, la militancia se congregó a partir del 22 de agosto en la Recoleta, y tal como Gandalf ante el Balrog en el Señor de Los Anillos se plantó y dijo: no pasarán. Asistida solo por su convicción, su organización y la potencia que da ser muchos y muchas, la militancia dejó en claro que no hay vallas que puedan separarla de Cristina. Parafraseando a Paco Urondo, la militancia dijo de este lado de las vallas está la realidad / del otro lado de las vallas está la realidad / lo único que no es real son las vallas.

Esa potencia que permitía pensar modificar la correlación de fuerzas y cambiar el rumbo de un gobierno extraviado por lo que no supo, no pudo o no quiso hacer, recibió una herida profunda que rozó el corazón la noche del 1 de septiembre. El pueblo peronista preparaba un 17 de octubre para CFK, pero el atentado lo transformó en otra cosa: una plaza herida. Un millón de almas salieron a la calle el viernes 2, pero salieron con tristeza y congoja; con miedo y preocupación. Casi matan a Cristina, todo debe cambiar a partir de hoy, pero… ¿cómo?

La herida abierta sólo podía empezar a cicatrizar con la palabra de Cristina. Fueron los propios curas quienes describieron su rol en nuestro tiempo. Le dijeron líder, faro y guía.

Y entonces habló. Y dijo mil cosas, entre ellas que lo importante no es lo que le había pasado a ella sino lo que le pasa a nuestro pueblo, que ya no puede comer y ser feliz como en los años de sus gobiernos. Pero quiero detenerme en un punto clave que fue su mención al rol de la militancia la noche del atentado.

Palabras más, palabras menos, Cristina plantea que el atentado traspasa un límite y se rompe el acuerdo democrático de 1983. La democracia no es solo votar, es también la vida y la racionalidad, dice. Eso se terminó de romper la noche del 1 de septiembre de 2022 en Juncal y Uruguay. Pero también ahí–intuyo que nos propone Cristina–está el punto de partida para reconstruir ese acuerdo. Porque en eso fue taxativa: el pacto democrático debe reconstruirse de forma urgente.

Después de evocar el intento de asesinato de Hipólito Yrigoyen en 1929, seguido un año después por el primer golpe del Partido Militar, Cristina toma el ejemplo de las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo en la recuperación de la democracia y lo conecta directamente con el rol de la militancia en reducir a Sabag Montiel y entregarlo a la policía. Veamos:

…Tomar el ejemplo […] de las Abuelas y las Madres de Plaza de Mayo, pero cuando yo también era senadora y se declaró la inconstitucionalidad o la anulación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, yo me pregunté esa vez porque la verdad estaba sentada en la banca y digo «yo no sé si me hubieran secuestrado un hijo o me hubieran torturado y matado, si me hubieran robado un nieto, si hubiera sido de reclamar solamente justicia y aplicación de la ley como hicieron», porque la verdad que este es el tema, cuando alguien delinque no se lo puede ni matar, ni secuestrar, ni torturar, ni nada, hay que aplicar la ley y todos tenemos que tener ese ejemplo cívico como argentinos. El otro día cuando pasó lo que pasó fueron los militantes los que aprehendieron a quien me había intentado matar, los militantes, no fue la policía, fueron los militantes los que lo detuvieron. No solamente lo detuvieron, impidieron que fracasado el primer disparo, intentó apuntar nuevamente el arma y se lo impidieron. Y no hicieron justicia por propia mano, ni lo lincharon, ni nada. Hicieron lo que corresponde hacer a ciudadanos democráticos, cristianos, cristianos. Lo entregaron a la policía, la ley.

Esta actitud ejemplar de la militancia esa noche fue replicada de forma masiva al día siguiente en las movilizaciones en todos los rincones de la patria, donde no se escuchó un insulto, un agravio, una agresión o un acto de violencia. El pueblo en la calle dio un ejemplo cívico, respondiendo, como tantas veces insistió Cristina, al odio con amor.

Es evidente, la militancia peronista del siglo XXI sigue el ejemplo de las Madres y las Abuelas porque fueron ellas quienes la parieron. Las nuevas generaciones militantes que se incorporan a la política conducidas por Nestor y Cristina tienen tatuado el pañuelo blanco en la piel, siendo que ese pañuelo simboliza la continuidad histórica de aquello que la dictadura quiso borrar de la Argentina.

En su libro El genocidio como práctica social, Daniel Feierstein explica que los genocidios modernos no sólo buscan eliminar ciertas identidades, etnias o grupos sociales, sino que van más profundo. Los genocidios buscan eliminar relaciones sociales, buscan destruir formas en que las personas se vinculan las unas con las otras; buscan rediseñar las sociedades. Los genocidios pretenden anular la solidaridad, la empatía, la organización colectiva, la denuncia de la injusticia, las alianzas populares. En la Argentina hay una palabra para todo eso: se le dice militancia.

En efecto, más allá del origen social, las biografías individuales de les 30.000 desaparecidos, es evidente que lo que la dictadura cívico militar de 1976 vino a desaparecer fue al tipo de relación social que denominamos militancia. Porque militante no es algo que uno es, sino que militancia es una forma de relacionarse entre las personas. Militancia es cuando dos personas se organizan entre sí y convocan a otras. Militar es un verbo que se hace–al menos–de a dos, como teorizó Damian Selci en La organización permanente.

Las Madres y las Abuelas de aquella generación militante desaparecida parieron nuestra democracia. A través de su incansable lucha por la memoria, la verdad y la justicia–resistiendo toda tentación de odio o venganza–hicieron posible el surgimiento de nuevas generaciones que, como dice la marcha peronista, imitaron su ejemplo.

La conclusión se escribe sola: si la dictadura vino a borrar la militancia, entonces en la militancia vive la democracia. Militancia entonces es el nombre de la democracia activa, es el nombre que toma el pueblo cuando pasa a la acción, cuando decide organizarse para gobernar. Cuando la militancia merma, cuando la gente deja de participar, cuando la democracia se reduce a votar y olvidarse dos años, entonces la política se extravía, lo bueno es menos bueno, lo malo es más malo; y la democracia decrece. Menos militantes = menos democracia. Más militantes = más democracia.

Cristina señala que la democracia vive en esos compañeros y compañeras que intervinieron al ver a Sabag Montiel empuñar su Bersa, evitando que recargue y vuelva a tirar; reduciéndolo, entregándolo sano y salvo ante las fuerzas de seguridad. Entonces, para reconstruir la democracia debemos imitar su ejemplo. Este elogio de la militancia debe ser comprendido como un llamado. El llamado al pueblo a acercarse a la militancia, y el llamado a la militancia a ser protagonista de la reconstrucción de la democracia. Solo con la participación y el protagonismo popular podremos salvar la democracia de los grupos minúsculos que por mantener sus privilegios harían arder la patria. Es momento de sumarse a militar.

En un luminoso texto, Nicolás Vilela sostiene que el odio político es un discurso por ende una práctica social. No es esencial, no es eterno. El odio antidemocrático es una construcción histórica, y como nos enseñó el feminismo en relación al patriarcado, se puede de-construir, se puede desarmar.

La movilización popular es central. Fue la movilización popular la que puso límites al negacionismo macrista con el 2×1, la que reclamó la aparición con vida de Santiago Maldonado, la que aviva la democracia los 24 de marzo. El atentado contra Cristina no debe devolvernos a nuestras casas sino sacarnos a las calles. Pero, también dice Vilela, enfrentar los discursos de odio requiere construir una estrategia de las conversaciones políticas. La democracia se nos va a jugar en las conversaciones que podamos crear, las calles que podamos copar, las luchas que podamos ganar para ponerle un límite a la violencia y proponer, como pide Cristina, la vida y la racionalidad.

El Papa Francisco en Fratelli Tutti convoca a una cultura del diálogo y el encuentro que nada tiene que ver con la falsa tolerancia, la liviana libertad de expresión que permite la circulación del odio, o un falso consensualismo donde sólo puede negociarse los intereses de las partes sin que nada cambie de verdad. El verdadero diálogo social es la búsqueda de la verdad y el reconocimiento del otro. La búsqueda de puntos de encuentro en pos del bien común, exigiendo al opresor que deje de oprimir. Dice Francisco: “Los que perdonan de verdad no olvidan, pero renuncian a ser poseídos por esa misma fuerza destructiva que los ha perjudicado. Rompen el círculo vicioso, frenan el avance de las fuerzas de la destrucción”.

El espíritu del encuentro y el diálogo social es el que anima a la militancia que responde sin negar el conflicto, pero insistiendo con el amor. Es el mismo espíritu con el cual Cristina llama a toda la sociedad a la reflexión y la deposición de la violencia y el odio. Si Cristina se junta con Melconián, vos podés hablar con tu vecino gorila. Sin embargo, habrá que hacer la salvedad que llamar al diálogo no equivale a darle micrófono y legitimidad a los que ostentan guillotinas, antorchas y tatuajes nazis. El siglo XX nos enseñó que al fascismo se lo combate. Aislarlo, desprestigiarlo y hacerlo rendir cuentas ante la ley.

Finalmente, el pacto social al que convoca Cristina no es otra cosa que aquel que propuso en Sinceramente bajo el nombre de contrato social de ciudadanía responsable. Porque los problemas de nuestra patria son tan profundos que requieren soluciones estructurales; no solo en lo que respecta a la convivencia democrática, sino esencialmente en la economía. Porque como ella misma dijo, no es la ambición personal lo que la anima, sino la convicción de que podemos y debemos arreglar nuestro país. Solo basta que nos decidamos todes a hacerlo. Si el pueblo quiere, Cristina puede. Va a pasar lo que queramos que pase.

author: Manuel Saralegui

Manuel Saralegui

Militante peronista. Los viernes a las 16hs sale por AM530. Publicó el libro 'Kirchnerismo sin grieta' (2017, Punto de Encuentro).

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