Fotos: Martín Bonetto
Nuestro corazón rockero ya había marcado la fecha en el almanaque, tomando los recaudos debidos que todo viernes trece impone. Hace meses que el mítico Estadio Luna Park había anunciado la presentación de Juanse, con motivo de celebrar los cuarenta años de historia de una de las bandas fundamentales de la segunda generación del rock nacional. La cita era infaltable. Horas antes del show, una marea de gente inundó las calles aledañas al clásico recinto, sede de inolvidables gestas musicales, como el “Adiós Sui Generis” de 1975 o el apoteósico recital de Billy Bond y La Pesada del Rock and Roll, inmortalizando el famoso ‘rompan todo’, en 1972.
La liturgia ratonera en su máxima expresión se acercó a las puertas de acceso a medida que el sol caía, sabiendo que estaba a punto de ser testigo de un hecho histórico. Los ingresos al estadio se demoraron hasta minutos antes de la fecha de comienzo pautada, y, apenas pasadas las veintiuna horas, uno de los violeros más destacados de nuestra escena arriba al escenario del recinto ubicado entre la intersección de las avenidas Corrientes y Madero. Lo hace acompañado de su banda de habituales, los Mustang Cowboys, integrada por Pablo Memi (bajo), Ponch Fernández (guitarra) y Juan Colonna (batería), y con quienes gira hace diez años. Fiel a su estilo y con la contundencia que amerita, el cantante y guitarrista anuncia que algo especial está a punto de acontecer. Es el turno de ponerse las ropas de líder y guiar a la tribu, porque no, con cierto tono místico: ‘Ahora, pueblo del rocanrol, ¡levántate y que se desate la tormenta!’, aulló el frontman.
La primera parte del show mixtura perlas esperables y algunos lados b menos transitados, hilvanando un interesante segmento que incluyó a “Sucia Estrella”, “Boogie”, “El Centauro”, “Bailando conmigo” y “Líder algo especial” (con Facundo Soto, de Guasones, como invitado en voces). De inmediato, fue el turno de "Enlace", "Carol" y "Damas Negras”. Sin embargo, transcurridos cincuenta minutos de show, Juanse anuncia un llamativo intermedio, aduciendo un cambio de vestuario. A los pocos segundos, nos damos cuenta de que hay algo más detrás. Luego de que los músicos se retiran del escenario, un telón cubre los instrumentos, mientras un clip proyectado en las pantallas revive los instantes más salvajes del cuarteto nacido en Villa Devoto. Cumpliendo con la cuota de nostalgia, el anuncio no se hace esperar; el grave registro vocal del inconfundible Tom Lupo retumba en las paredes del recinto, para hacer realidad el sueño de muchos al pronunciar la siguiente frase: “Señoras y señores, amigos y enemigos, con la legítima ilusión de ser rockeros heroicos... ¡Los Ratones Paranoicos!”.
Tal como previsto, se consuma el momento más anhelado de la velada, para disfrute de las siete mil fieras lunáticas presentes. Juanse reúne sobre el escenario a Los Ratones Paranoicos, con motivo de conmemorar sus cuatro décadas de existencia. El bendito encuentro, emplazado un día en dónde las cábalas no deberían fallar, sella promesas postergadas por la pandemia: la banda tenía pensado reencontrarse con antelación, pero no lo hacía en Buenos Aires desde el multitudinario recital llevado a cabo en el Hipódromo Argentino de Palermo, luego plasmado en el DVD “Caballos de Noche”, editado en 2017. Aunque, cabe mencionar, habían tocado juntos en la edición 2020 del Cosquín Rock.
En el campo los fans se amontonan; de un lado y de otro se despliegan banderas y el respetable rockero se hace sentir. Ahora acompañan a Juanse, Pablo Memi (bajo), Roy Quiroga (batería) y Pablo ‘Sarcófago’ Cano (guitarra), dispuestos a revalidar sobre las tablas los pergaminos de una leyenda viva que encadena hits inagotables, riffs pegadizos y letras calientes integrantes del imaginario colectivo de la melómana audiencia de rock nacional. Portadores de una impronta áspera y apostando a un rock duro y crudo, se disponen a hacer lo que mejor saben, porque la noche recién comienza. Los chicos todavía quieren rock, y es así como suenan los primeros acordes de “Destruida Roll”, en enésimo guiño a entendidos: es el exacto comienzo que registraran sobre este mismo escenario. veintiún años atrás, para el álbum en vivo “Luna Paranoico”.
En uno de los ápices emotivos de la presentación, llega el turno del funky “La Nave”, con la participación como invitado de lujo del siempre carismático Fabián Von Quintiero -integrante de la banda entre 1997 y 2006, en reemplazo del bajista Pablo Memi-. El Zorrito se roba todas las miradas bailando al pie de su teclado, mientras, entre canción y canción, un Juanse en estado de divinidad nos regala otra mayúscula sorpresa de la noche. Convoca al escenario a Andrew Loog Oldham, histórico manager de los Rolling Stones, trayendo al presente un hito fundamental de la historia ratona: el artífice de los cuatro fantásticos de Londres llevó adelante labores de producción, llevándolos a Estados Unidos a grabar el disco “Hecho en Memphis” (1993), junto a la colaboración de Mick Taylor. No había mejor forma de sellar el encuentro stone que con un pico entre ambos.
Al momento de los bises, la fiesta se desata y la temperatura no deja de subir. ‘Viva la Virgen, viva Jesús’, grita Juanse señalándose la estampa de su remera blanca: ‘Este tiene más rocanrol que cualquiera’, remata ante un Luna Park que estalla. La remera no durará puesta mucho más; minutos se la sacará para calzarse la guitarra y cantar en cuero una arrolladora versión de “Ruta 66″, último eslabón de un concierto que se extendió por exactas dos horas de duración. Aunque si de sorpresas se trata, eso no era todo: ahora las pantallas anuncian el “Adiós Para Siempre Tour’, gira que ya posee fechas confirmadas en Europa y Sudamérica, y una infaltable cita de pronto reencuentro: el cierre será el próximo mes de septiembre, en el Estadio Amalfitani. ‘Nos vemos todos en Vélez’, agita un exultante pero exhausto Juanse, a instancias de un abrazo de despedida que quisiéramos que dure para siempre.
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