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Repetir a Kirchner

El posibilismo es una posición política que limita las posibilidades de una época, la resignación de una voluntad, la aceptación de una correlación inamovible, señala Manuel Saralegui, quien aparte recupera la hidalguía de Kirchner padre –y el posicionamiento de Kirchner hijo- para caracterizar el presente. La gran disputa de nuestro tiempo, dice, es repetir el kirchnerismo, su ruptura de los límites de lo posible, su encuentro con el pueblo, su espíritu militante.

"Nadie nos prometió un jardín de rosas
Hablamos del peligro de estar vivos
No vine a divertir a tu familia
Mientras el mundo se cae a pedazos"
Fito Paez


La cosa va más o menos así:

“Esto fue lo mejor posible. Había que hacerlo. Todos los acuerdos son malos. Esta cláusula es estándar. Las reglas son estas. No se reestructura. No hay quita. Si fuera por nosotres no estaríamos aca. No quisiéramos tener que hacerlo, pero es lo que toca. No se puede. No se pudo. Nos dijeron que no. Es así.“

Enredadas entre estas afirmaciones utilizadas una y otra vez para explicar el reciente acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, aparecen evocaciones a Néstor Kirchner y su manejo de la deuda externa. Por supuesto que nada impide comparar las negociaciones entre 2003 y 2006 con las actuales. Habrá puntos de contacto, similitudes y diferencias. Sin embargo, lo llamativo es que los argumentos con los cuales se defiende la letra del acuerdo tienen un efecto exactamente opuesto al que tuvo Kirchner en la historia social, económica, política y militante argentina.

¿Cómo definir el posibilismo? Se trata de la posición política que limita las posibilidades de una época. El posibilismo es la resignación de una voluntad, la aceptación de una correlación inamovible. Esto es lo que se puede, y proponer o reclamar lo que no se puede queda por fuera de toda racionalidad. Hay demasiado por perder para arriesgarnos a más. Dijo alguna vez Margaret Thatcher: el método es la economía, pero el objetivo es el alma. Decía el neoliberalismo: no hay alternativa. Dice el posibilismo: esto es lo que hay.

¿Y cuál es el significado histórico de Néstor Kirchner? Su absoluto contrario: la ruptura de todo posibilismo. Néstor, el anti-posibilista. La creación de un nuevo posible. Pensemos un segundo: ¿Qué podía esperarse en la Argentina del que se vayan todos de un político “tradicional”? ¿Qué transformación podía venir después de los 90s de la mano de un gobernador, de un miembro del Partido Justicialista, de un hombre contemporáneo de Menem, Duhalde y fue también de la entrega de las banderas del peronismo en el altar del Consenso de Washington? Néstor rompió todos los moldes y nos partió a todes la cabeza.

Durante la década ganada, gobernaban presidentes ajenos a la política tradicional. Lula, el tornero mecánico. Evo, el indígena cocalero. Chávez, el militar revolucionario. Mugica, el guerrillero tupamaro. En ese pelotón, Néstor destacaba precisamente por no ser un outsider. Sin embargo, con las herramientas de la política, con su aprendizaje como intendente y gobernador, y con su memoria histórica de haber sido parte de la militancia de los años setenta, Néstor Carlos Kirchner le demostró a una generación entera que lo que parecía imposible de repente era real. Hacer de las consignas de Memoria, Verdad y Justicia política de estado, hacer que la juventud entre a la Casa Rosada, recuperar las banderas históricas del peronismo, generar trabajo, dignidad, orgullo, responsabilidad en nuestro pueblo.

Es cierto que Néstor hizo acuerdos con el FMI antes de sacárselo de encima. Pero lo importante no son los acuerdos que hizo antes, sino que se lo sacó de encima después. Bien han argumentado muches defensores de este acuerdo lo que hizo Néstor antes. Lo que queda poco claro es cómo conectarlo con lo que hizo después. Eso que hicieron Néstor y Cristina.

Entonces, lo que debemos proponernos no es una justificación o una crítica de las condiciones actuales. Las circunstancias son lo que son: la herencia macrista, la pandemia, la guerra. Nadie puede ni debe negarlo. Lo que debemos proponernos aquí y ahora es un enorme desafío: repetir a Kirchner.

¿Qué significa decir la palabra Kirchner en nuestro tiempo? No se trata de una simple imitación. Tampoco se trata de simplemente evocar su nombre. Menos aún podría significar repetir exactamente sus palabras, sus acciones, sus modos, sus tácticas. Bien decía Perón que estudiar la historia política y militar no era para copiar las maniobras del pasado sino para ejercitar la gimnasia de pensar políticamente. Repetir a Kirchner es repetir sus resultados, repetir su efecto, repetir su impacto en nuestra Patria. Debemos repetir las consecuencias de lo que quiso (y quiere) decir la palabra Kirchner en la vida del pueblo argentino.

Kirchner abrió un tiempo de independencia, soberanía, justicia. Kirchner es sinónimo del tecnicolor de los días felices. Kirchner es felicidad, Kirchner es responsabilidad, Kirchner es militancia. Como dicen las paredes del conurbano: Kirchner es pueblo.

La gente adentro

Durante la sesión de votación del acuerdo con el FMI en la Cámara de Diputados, hubo un triste cruce entre la reciente electa Victoria Tolosa Paz y el “lilito” Juan Manuel López. En su discurso, Tolosa dijo “¡nosotres no votamos incómodos!”, y luego le tocó a López que respondió “¡nosotres tampoco!”.

Escuchándolo en plena madrugada, se me hizo imposible no recordar el memorable discurso de CFK en la apertura de sesiones ordinarias en el Congreso el 1 de marzo de 2015, donde afirmó: “Dejo un país cómodo para la gente pero incómodo para los dirigentes”. El Poder Ejecutivo y el Congreso Nacional han votado un acuerdo cómodo para les dirigentes, que se felicitaron entre elles por la “responsabilidad”, se congratularon por lograr consensos, resolvieron de forma express entre ambas cámaras. ¿Y la gente?

El comunicado del Frente Patria Grande que fundamentó las abstenciones de sus diputades marcó la ruinosa situación de nuestro pueblo: Quince millones de pobres, cinco millones de indigentes, 11 millones de argentinos sin techo propio, 4 millones de trabajadores registrados con salarios bajo la línea de pobreza. 8 millones de trabajadores informales y de la economía popular sin derechos básicos garantizados, cientos de miles de campesinos, originarios y pequeños productores sin tierra, un ambiente cada vez más deteriorado, un país cada vez más centralizado que somete a sus provincias a la hegemonía unitaria de la metrópoli porteña.

Los recientes números de la inflación se palpan, la licuación del poder adquisitivo se siente. Nuestro pueblo sufre, y el actual acuerdo solo extiende la agonía, limitando el crecimiento económico y asegurando que el poco que haya “se lo lleven tres o cuatro vivos”. ¿Era este el único acuerdo posible? ¿Es tan extraordinario este préstamo como el anterior que le dio el FMI a Macri? ¿Se podrían recorrer otros caminos? ¿Se pueden recorrer otros caminos hacia adelante? Las tasas, los plazos, los condicionantes, las quitas. Todo eso debe cambiar.

Como bien señala el documento circulado por quienes votaron junto con Máximo Kirchner en la Cámara de Diputados, la dicotomía “pagar o default”, “acuerdo o abismo” nos nubla las contradicciones principales de la larga lucha que tendremos por delante para desendeudarnos y sacarnos de encima al Fondo Monetario: CÓMO se negocia; QUÉ se acuerda; QUIÉN paga. Esta es la gran disputa de nuestro tiempo: cerrar los números con la gente adentro, y con el FMI afuera.

En los próximos meses, nuevas generaciones descubrirán lo que significan las revisiones trimestrales, las “misiones” del Fondo, sus imposiciones. La realidad terminará por imponerse: el acuerdo se incumplirá y/o se renegociará. Por eso, la negociación que viene no puede ser dejada en manos de un grupo de grises tecnócratas, cerrada bajo cuatro llaves, alejada del pueblo. Máximo repetía en campaña una y otra vez que el margen de error de la política se reduce cuando la gente participa, y esa afirmación cabe perfectamente a la negociación con el FMI. El error es mayúsculo porque se evitó convocar al pueblo, abrirle la discusión, invitarlo a participar, proponerle un camino claro que lo incluya. Es momento de corregir ese error.

El pueblo vuelve

La consigna con la que Cristina ha marcado la etapa es profunda y merece pensarla con detenimiento: el pueblo siempre vuelve. ¿Qué puede significar en este tiempo? Porque claro, después de Macri en 2019 el pueblo volvió al gobierno. Pero si CFK afirma que vuelve quizás nos está deslizando que hoy no aparece, que no está, que no es convocado a presentarse por parte del gobierno, del Frente de Todes, del campo popular. De hecho, la consigna fue lanzada el 10 de diciembre de 2021 ante una plaza colmada, junto con Lula, Mujica y el propio Alberto.

Que el pueblo vuelve es una certeza, como es una certeza que los programas del FMI solo traen ajuste, hambre y violencia. Sin embargo ¿cómo vuelve el pueblo? Puede volver a defender a un gobierno, puede volver para bancar, para darle fuerza a un presidente en las grandes batallas por la grandeza de la Patria, para luchar por sus derechos, para construir victorias. Puede volver unido y dispuesto, pero también puede volver de formas menos felices. Puede volver para reclamar, para repudiar, para denunciar, para cuestionar. Puede venir para exigirte lo que prometiste y no cumpliste, puede volver para decirte que ya no lo representás. Puede venir roto, despedazado por mil partes, decepcionado, con bronca, sin fe.

Es por esto que la actual discusión interna del Frente de Todes debe leerse en clave de los intereses del pueblo, y no de los problemas entre dirigentes. Una unidad que cierra con todes les dirigentes adentro pero con la gente afuera está destinada a fracasar de forma estrepitosa; e incluso llevarse puesta a la política como herramienta de transformación, como bien marca el documento publicado por senadores del FDT que votaron en contra. Si los resultados de nuestras políticas no logran diferenciarse de los resultados de las políticas neoliberales, ¿qué diferencia hace uno u otro gobierno? El problema no es de forma, sino de contenidos.

No pretendemos simplificar: este es el momento más difícil del campo popular en mucho tiempo, y hemos tenido muchísima mala leche. Pero nadie nos prometió que sería fácil. Militamos precisamente porque la realidad nos inconforma y pretendemos transformarla.

El gobierno de Alberto tuvo aciertos: la temprana cuarentena, la campaña de vacunación, el IFE y el ATP, la sanción de la interrupción voluntaria del embarazo, el aporte de las grandes fortunas, la reposición de políticas cristinistas como el PROGRESAR y el Conectar Igualdad. Pero sencillamente no alcanza. Y debería preocuparnos que el efecto histórico de esta etapa sea exactamente el opuesto al del kirchnerismo 2003-2015: que todo se transforme en un gran no-se-puede y no-se-pudo. Que el posibilismo, el cinismo y la resignación se apoderen de nuestro pueblo. Se tiene que poder, porque ya pudimos lo que parecía imposible. Se tiene que poder, y lo tenemos que hacer. Y sino, que sea la primera vez.

El consensualismo con los poderosos ha demostrado ser un fracaso. El pragmatismo de los buenos modales no ha traído los resultados que prometía. Toda verdad divide las conciencias, afirma Badiou. Entonces, probemos otras recetas mientras podamos. Por ejemplo, las recetas que propone Cristina en sus sucesivas cartas y discursos. que no han sido escuchadas hasta ahora. Repetir a Kirchner bien podría comenzar escuchando a Cristina, que es Kirchner. Reformulando una consigna de Unidad Ciudadana de tiempos de Macri podríamos decir: con Cristina hay 2023, sin Cristina hay 2001.

El gran desafío de nuestro tiempo será entonces repetir el kirchnerismo, en tanto su verdad histórica, su ruptura de los límites de lo posible, su encuentro con el pueblo, su espíritu militante. ¿Cómo sacarse de encima al FMI? ¿Cómo afrontar la pandemia, la guerra y la deuda con la gente adentro? Son preguntas que no tienen respuesta dada, porque deben ser construidas junto al pueblo y desde el pueblo en la calle.

Si gobernar es movilizar –como escribió un joven Horacio González en la Revista Envido– hoy debemos proponernos un ciclo creciente de movilización popular que sea capaz de torcer el destino y abrir nuevas posibilidades. Que el pueblo vuelva por acá, y no por otro lado.

En escasos días, se cumplirá un nuevo aniversario del 24 de Marzo. Desde la Ex-ESMA hasta la Plaza de Mayo, marcharemos para decirle al presidente que aquí estamos, dispuestos como el primer día a dar las grandes batallas para que nuestro pueblo viva bien; que nos convoque a la lucha, a controlar precios, a señalar a los especuladores, a ponernos la pechera, a mostrarle al FMI que acá no se ajusta a nadie, que esa deuda que dejaron no la vamos a pagar, con el hambre de la gente no se jode nunca más.

Derrotemos el posibilismo, derrotemos la derrota. Repitamos a Kirchner, que la historia nos lo reclama. Vienen todes, convocá.
author: Manuel Saralegui

Manuel Saralegui

Militante peronista. Los viernes a las 16hs sale por AM530. Publicó el libro 'Kirchnerismo sin grieta' (2017, Punto de Encuentro).

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