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“Si primero sos militante, y luego abogado, es más sencillo el encuadramiento o contención”

Federico Paruolo es uno de los referentes del Frente de Abogados y Abogadas Populares. Es abogado defensor en la Causa Vialidad y delegado gremial en la facultad de Derecho. Habló sobre la disputa por los espacios de poder con los radicales y el PRO, el Lawfare, y el desafío de formar abogados que defiendan las causas populares.

Son las 11.45 y en la pantalla empotrada en un rincón de La Farola de Cabildo, la señal TN repite una y otra vez las imágenes de un violento robo en un partido del sur del conurbano. Sobre las mesas del salón hay desparramados un par de ejemplares de La Nación y Clarín. En el fondo, unos diez adolescentes de un colegio privado juegan a las cartas, a los gritos. El sol de una falsa primavera ingresa por los ventanales, y en la calle, la gente aprieta el paso para meterse en el subte o subirse al colectivo. Pienso en la llamada derrota cultural, y que ahí dentro también cabe la indiferencia de millones con la Guerra Jurídica que el poder real le tiró encima a Cristina Kirchner en particular y al kirchnerismo en general.

Llega Federico Paruolo, un abogado y militante peronista que desde hace varios años es una referencia en el armado abogadil del campo nacional y popular, en la Ciudad de Buenos Aires. Viene desde San Martín, donde tiene a su padre enfermo, y en un ratito tiene que volar hacia el centro, a su estudio. En el juicio de Vialidad, defendió al ex titular de Vialidad Nacional durante los tres gobiernos kirchneristas.

En la facultad, aparte de ejercer la docencia, Federico es el delegado de la FEDUBA, el gremio que nuclea a los docentes universitarios. Y también es uno de los referentes del Frente de Abogados y Abogadas Populares (FAP), el espacio político y gremial con el que el peronismo y sus aliados –a veces circunstanciales- le disputa espacios de poder en los centros profesionales y académicos a los sectores más rancios y conservadores de la actividad abogadil: el radicalismo, la Coalición Cívica y el PRO.

Paruolo está por cumplir 44 años. Es delgado y viste unos jeans y camisa ajustada al cuerpo. Es calvo y usa una barba tipo candado, encanecida. Nació y creció en Saavedra, hijo único de un matrimonio con raíces peronistas.

“Mi abuelo paterno era un militar de la rama peronista, y del lado de mi mamá, la familia era peronista. Su primo se había conseguido una silla de ruedas, y me hacía empujarlo, yo tenía unos diez años, para manguear por la calles unas monedas con la que luego compraba unas latas para pintar en los paredones Perón Vuelve. También me llevaba a las internas del PJ en el barrio, y como yo era chico, y no me revisaban, metía unos fierros en las reuniones”.

Corría 1989, y aparte de las internas del partido, en el barrio, a nivel nacional se dirimía otra interna, que marcaría el destino del país por unos cuantos años: Cafiero y Menem. En aquel entonces, Paruolo cursaba en River el primer año del secundario.

En el CBC, en Ciudad Universitaria, un poco en joda y otro poco en serio, Federico armó una agrupación peronista junto a media docena de compinches. Les duró poco el proyecto, ya que una agrupación universitaria, ligada al PJ, los invitó a terminar con ese jueguito.

En 1995, su padre declaró la quiebra de su fábrica de ropa.

En su paso por la facultad de Derecho, “nos picanteábamos con NBI, porque nosotros éramos muy progres”, recuerda Federico, y se ríe. No militó con NBI de manera orgánica, pero sí tejieron un vínculo, una cercanía. El 2001 se había llevado puesto a La Alianza y también a la política. Se recibió en junio de 2004, cuando Néstor ya era presidente.

En ese momento Federico trabajaba en el Banco de Boston. Tres meses después, logró un acuerdo para su desvinculación, y se fue con una indemnización debajo del brazo, para comenzar ahora sí a ejercer su profesión en una oficina que le consiguió una de sus profesoras y compañera de otro abogado peronista, Hernán Diez.

“Mi viejo atendía el teléfono y yo iba a hacer bancos”, recuerda Federico; detrás suyo en TN hay unos goles, y en el fondo, los secundarios siguen a los gritos. “Yo había me había especializando en penal, pero en ese momento hacía lo que fuese. Difundíamos nuestros servicios en un aviso clasificado”.

¿Por qué elegiste la materia penal?

Yo era hijo de los noventa, escuchaba heavy metal, teníamos problemas con la policía, no había mucha opción.

¿Había también una intención de defender a las víctimas del sistema, a los desprotegidos?

No, en realidad tenía que ver con cubrir la necesidad de aquella época, ahí en el PJ del barrio, de contar con abogados para la causa. En ese momento, se hablaba de que vendrían tiempos difíciles, y por eso la necesidad de contar con abogados cercanos.

Los caciques de los 90, no se equivocaron.

En 2005, Federico y su padre trabajaron la causa de una quiebra familiar, e hicieron una buena diferencia de dinero, que les permitió alquilar una oficina propia en Uruguay y Sarmiento. Diez años estuvieron ahí. Luego hubo otra oficina, y más tarde, siempre de la mano de colegas y compañeros de militancia, alquilaron en las oficinas donde hoy tiene su estudio jurídico, en Diagonal Norte y Florida.

Hace varios años que Federico tiene a su cargo, en la facultad, y junto al colega y compañero de militancia, Hernán Diez, el Práctico de Penal. Es para estudiantes de quinto año, quienes tienen la oportunidad de “llevar casos”, en la jerga laboral, (preparan los escritos que hay que presentar en los juzgados, elaboran estrategias de defensa) para a personas  de bajos recursos –o derechos vulnerados- que se acercan a la casa de estudios para pedir asistencia jurídica.

¿Qué laburo haces como delegado de la FEDUBA?

Con varios compañeros y compañeras tenemos una Comisión Interna dentro de la facultad, y desde ahí tenemos un diálogo con las autoridades en relación a las cátedras, materias, salarios, actividades, charlas.

¿Cuántos docentes afiliados tienen? 

Unos trescientos.

¿De un total de cuántos?

Derecho es la facultad que tiene más docentes no rentados, y justamente, el reclamo de que se les pague ese trabajo es una de las reivindicaciones históricas de nuestro espacio político y el gremio, por supuesto. La facultad ni sabe cuántos son, porque viene cualquiera, es ayudante, y como no le pagan, no hay problema con que cumpla esa tarea, pero deben ser unos 3.000 docentes.

¿Qué laburo está haciendo hoy el FAP en la facultad? 

Nuestra militancia ahí adentro es muy coyuntural. Hasta 2015 hubo fue un escenario determinado, y en la resistencia, durante el gobierno de Macri, otro, porque muchos compañeros sufrieron el armado de causas, o hubo que armar guardias para brindarle asistencia jurídica a muchos de los detenidos que dejaba la represión de una marcha. También armamos una guardia cuando se movilizó fuerte con la campaña a favor del aborto, e hicimos presentaciones jurídicas para que la policía no porte armas de fuego. Bancamos la defensa de distintos compañeros y compañeras judicializados.

También laburamos mucho tema institucional, como por ejemplo la represión -de parte de la Gendarmería, a cargo en aquel entonces de Patricia Bullrich, a la murga de la villa 1.11.14. Eso lo hicimos con el Grupo de Litigio, uno de los espacios de militancia que conforman el frente.

Cuando nos tocó ser gobierno –a nivel nacional- hicimos un laburo de apoyo a la gestión, y sostuvimos una línea más enfocada en lo gremial. 

¿Cómo es eso?

Aparte de disputar el Claustro de Graduados de la facultad, nosotros nos presentamos en las elecciones del Colegio de Abogados de la Capital Federal, y también la Asociación de Abogados y Abogadas de Buenos Aires, y también el estamento de abogados del Consejo de la Magistratura de la Nación, pero también de la Ciudad.

¿Qué estrategia hay que trazarse en la facultad para que en algún momento los futuros abogados y abogadas salgan recibidos con una formación más cercana a los intereses de las mayorías y no a la de las corporaciones?

Siendo el FAP una expresión minoritaria dentro de la facultad, tenemos claro que nosotros crecemos en contextos de conflicto. Es así. Crecemos cuando hay represión, malos salarios, condiciones de vida a la baja; cuando el abogado no le alcanza la plata, tiende a acercarse a nuestro espacio, que te contiene desde otro lugar. O sea que la realidad del país se cuela permanentemente. Durante la Década Ganada a la gente no le interesaba ir a marchar, porque morfaba todos los días, y con los abogados pasa lo mismo, teniendo en cuenta además que el abogado fue formateado por una universidad que forma gorilas.

Con respecto a la pregunta, desde 2013, más o menos, venimos trabajando fuerte el vínculo con los estudiantes, para fortalecer el esquema estudiantil que tiene el peronismo en la facultad, y para que vean que hay un traspaso al mundo profesional.

Le pedimos un café y un agua con gas al mozo que hojea el Clarín, de pie, a un costado de una mesa. Una abuela, junto a dos nietos, se sienta frente al ventanal, y pide una pizza y un par de gaseosas.

Se suele hablar de la grieta entre los abogados y abogadas de las causas populares, y los de las corporaciones.

No dividiría las aguas con esos parámetros ya que hay muchos compañeros y compañeras que trabajan en distintas empresas y no por eso dejan de ser militantes nuestros; el tema es que si primero sos militante, y luego abogado, es más sencillo el encuadramiento o contención.

¿Qué espacios le dan carnadura hoy al peronismo en la facultad?

La Cámpora Derecho, como construcción mayoritaria, y más cercana a nosotros (Federico milita en el esquema de Mariano Recalde), pero también está la referencia de Juan Manuel Olmos, con agrupaciones como La Centeno; otro espacio vertebral es la 14 Bis (una escisión de NBI), con la referencia de Ana Adelardi, y hay varias agrupaciones más.

¿Hay elecciones este año?

Debería haber elecciones para el Centro de Estudiantes, sí, pero viste que se armó quilombo en la asamblea, porque Franja Morada no quiere elecciones.

¿Olfatean una derrota?

Tienen una interna que les puede llegar a quebrar el acuerdo con Nuevo Derecho, y en ese caso, perderían la mayoría, sí.

Hace un par de días, Cristina habló de la consagración de la impunidad, luego de que el fiscal Rívolo cerrase la investigación por su atentado. Aparte, los camaristas Hornos y Borinski rechazaron la recusación en su contra que había hecho su defensa, por falta de imparcialidad. ¿Cómo se juega en una cancha tan obscenamente inclinada?

El problema es que el poder judicial reproduce el sistema de fuerzas hegemónico, de afuera hacia adentro y de adentro hacia fuera. En el poder judicial, la gran mayoría se casan entre ellos, y luego tienen hijos. Eso es la familia judicial. Los Mahiques, por ejemplo, son catorce familiares dentro del poder judicial.

Parte de eso quiso Cristina romper con el paquete de leyes que envió al Congreso -con el nombre Democratización de la Justicia-, en el 2013. 

Exacto. Y no se logró, porque hubo una muy fuerte resistencia.

¿Y hoy, entonces, si te invitasen a una unidad básica para conversar sobre la pelea contra la mafia judicial, qué les dirías a los militantes?

Para mí son dos las puntas para laburar. Uno, elemental para la política, la correlación de fuerzas, porque vos para poder preocupar a esta gente, tenés que tener mayoría en el Consejo de la Magistratura, para poder echarlos de sus cargos.

¿Y meter tres millones de personas, frente a los tribunales, en lugar de cincuenta mil?

No sé. Desde la pandemia, los cortesanos no van más al Palacio de Justicia. Mandan desde la casa.

Cuando el kirchnerismo metió cien mil personas en Comodoro Py, en abril de 2016, no les gustó nada. Se pusieron nerviosos, como diría Néstor.

No les gustó, pero manejan muy bien los tiempos. Si hay algo que saben manejar, son los tiempos. En Comodoro Py hay causas que duran veinte años. Entonces, retomando lo anterior, si vos no generas la correlación de fuerzas que le permita avanzar con la remoción de jueces, a un gobierno con voluntad política, no se va a auto depurar, como dijo Cafiero.

El organismo clave es el Consejo de la Magistratura.

Sí, y por eso tenés que tener diputados, senadores, y desde la abogacía, ganar el estamento de abogados, para poner ahí tu representante.

Por otro lado, en relación a tu pregunta, también tenés que seguir construyendo organización en las universidades para formar operadores políticos con otra visión del Derecho. Tenés que atacar todos los frentes. Nosotros como abogados laburamos la patria chica, que es la facultad, los colegios de profesionales, pero si no tenés las mayorías en los otros estamentos, en el Consejo no podés avanzar.

Y en las provincias, a nivel federal, ¿cómo está el armado abogadil del peronismo?

Muy homogéneo. Vos podes disputar en algunas provincias en los que en el ejecutivo somos fuertes, la relación del colegio con la provincia es cercana, y en función de la lógica de construcción local; cualquier cosa que haces impacta. Si inaugurar un juzgado en Tucumán, por ejemplo. Si lo haces acá en Capital, nadie se entera, con más de cien mil matriculados.

Allá o acá, lo real es que los juzgados necesitan que haya gente que delinca para justificar su existencia. En términos sociológicos, es una realidad. Necesitan que haya conflicto. Y parte de ese conflicto es la superpoblación carcelaria, la idea de que se sale peor que cuando entraste, y siempre apuntando contra los sectores vulnerables para criminalizarlos. Al día de hoy tenés tres condenas por casos de lavado de dinero, por ejemplo, y por evasión fiscal ni uno.

Hablamos de delitos federales.

Delitos económicos, de guante blanco.

Los secundarios del fondo por fin hacen silencio: un mozo esparció sobre las mesas por lo menos tres pizzas. El aroma a la maza caliente llega hasta nosotros.

Mientras tanto, los medios te transmiten imágenes de motochorros las veinticuatro horas.

Lo plantea muy bien Capussoto, en un video casero, de hace unos días, cuando dice que en la Argentina se piensa que la delincuencia es el lumpen, cuando en realidad habría que hablar del poder económico, y entonces te linchan un motochorro, porque el verdadero delincuente es inalcanzable.

La otra salida es una revolución, como sucedió en 2015 con los feminismos, que rompieron un montón de lógicas y que hoy, a ocho años, produjeron cambios muy importantes. Aquello pasó también porque tuviste en la calle a dos millones de mujeres movilizadas.

Estamos entonces en un momento de retroceso.

El Lawfare en América Latina tiene un desarrollo distinto al tradicional. El imperio yanqui, por ejemplo, en sus colonias rompía gobiernos con la justificación de la libertad, y acá lo que se dio mucho tiempo fue una disputa entre los grandes medios de comunicación y el poder judicial para ver quién ‘decía’ el Derecho. Los medios informaban que tal había robado y matado y decían que debía recibir una perpetua, y la justicia contestaba que eso me corresponde decirlo a mí. Y con la disputa trunca de la ley de medios de la democracia y la democratización de la justicia, todo junto, hizo que ambos poderes se unieran, y ya no discuten qué dice el Derecho sino que juegan en tándem.

Otro problema que tenemos es que el poder judicial transforma a mucha gente. Claudio Bonadío tenía un cuadro de Juan José Valle en su despacho. En la facultad de Derecho militó en la JUP (Juventud Universitaria Peronista).

¿Y qué le pasó?

Se lo come el sistema.

¿Por plata, poder?

Por poder. Democratizar la justicia es la forma de romperlo, porque si vos tenés juicio por jurados, en lugar del tribunal compuesto por Gorini, Basso y Giménez Uriburu, es otra discusión. El poder no lo tendrían los jueces. Lo tendrán los fiscales con la investigación, pero no los jueces.

Hay un debate con respecto a esto, ¿no?

Sí, en términos jurídicos; Zafaroni por ejemplo plantea que el juicio por jurados no me da garantías, pero en el plano político yo prefiero que el poder esté en el pueblo; luego discutimos lo técnico. Hoy quiero sacarle el poder a los jueces y dárselo al pueblo. Si se equivocan, es el pueblo, y no los jueces.

¿Esto también valdría para delitos federales?

Sí, lo digo principalmente para delitos federales y delitos económicos, los más graves. También quiero un jurado popular en el juicio contra una tabacalera por padecer cáncer del pulmón, o contra una empresa del agro que contamina la tierra o el aire; tampoco quiero jueces ahí.

Qué diferencias y similitudes entre la gremial de abogados de los 70 y el armado actual que nuclea a los abogados y abogadas del campo nacional y popular. 

En esa época el enemigo era un poder de facto que tenía acuerdos con un sector del poder judicial, y hoy el poder judicial es el poder de facto. Esa es la principal diferencia. Los compañeros y compañeras se jugaban la vida en ese contexto.

En diciembre del año pasado, durante su alegato en calidad de abogado defensor del ex director de Vialidad, Federico sostuvo que “este es un juicio contra un modelo de país, el de la redistribución del ingreso”, y a finales de noviembre de 2020, en una audiencia del mismo juicio, en la pantalla del Zoom se pudo ver que detrás suyo había puesto una remera con la cara del Diego, que se había despedido de este mundo hacía solo unos días atrás.

¿Por qué el Diego?

Aparte de que se trata de un ídolo que flamea en nuestras banderas, Diego siempre sufrió persecuciones raras de parte de la justicia. Cada vez que tuvo un enfrentamiento con el poder real, sufrió un proceso judicial, sea a través de una causa armada, o no. Eso es bastante lineal.

Fin de la entrevista. Justo salen los secundarios, otra vez, hablando fuerte. La cuenta supera mis estimaciones: 1.100 pesos.

Bajo tierra, en el subte, le pregunto a Paruolo por su rol de abogado defensor de la familia Melmann, en el segundo juicio que se finalizó hace unos días, en los tribunales de Dolores, por el secuestro, abuso sexual y asesinato de Natalia, su hija de 15 años, en 2001. Un caso espantoso, ocurrido en Miramar, que estremeció a la opinión pública por la brutalidad policial.

En el primer juicio, realizado en 2002, fueron condenados tres de los cuatro policías implicados en el caso, y en el segundo, casi veinte años después, el cuarto, que había zafado en el primero por falta de pruebas que lo incriminasen.

“El tipo fue condenado porque encontraron un vello púbico suyo en el cuerpo de Natalia, y porque dos peritos, llevados por la familia, demostraron que el cuerpo había sido movido del lugar en el que había sido asesinada, ya que por un lado en el vivero -donde apareció su cuerpo- encontraron unas moscas que no eran de la zona, y por el otro, porque en suelas de las zapatillas tenía una mezcla de tierra y cal que pertenecía al patio del aguantadero en el que la habían violado y luego estrangulado”.

Toda esa materia propia de una película, para Paruolo conforman parte de su trabajo como abogado penalista. Menciona las cámaras de video vigilancia que están en todas partes, y como esa tecnología cambió para siempre la calidad y  veracidad de las pruebas en un proceso penal. Ahora le ingresa un llamado, se disculpa, habla cortado, seco. Un pibe se hace lugar entre los pasajeros y atraviesa el vagón ofreciendo medias, y enseguida, detrás, aparece otro que vende pastillas.  Quiero preguntar por la colecta de Maratea en Independiente, pero no hay tiempo: Paruolo saluda y se baja en 9 de Julio.

author: Mariano Abrevaya Dios

Mariano Abrevaya Dios

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