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Política Patria Grande Internacionales
Apuntes para una nueva Doctrina Monroe
El pasado 20 de enero Donald Trump asumía la presidencia en el imperio del norte. Dentro de sus puntos centrales de su discurso de asunción destacamos la crítica a la clase política tradicional (una diatriba que resulta conocida), el rechazo a la globalización (que incluye ataques al cambio climático y minorías sexuales) fundado en una expresión de nacionalismo norteamericano, y de esto se desprende la importancia que se le dará en su gestión al desarrollo de la industria local. Por último, aún resuena la frase más impactante del discurso “Make America Great Again” (juntos haremos que América vuelva a ser grande). Frase pomposa, ambigua y compresible. En el presente artículo proponemos algunas líneas de interpretación posible sobre la cita anterior y el impacto que podría tener en la región.
Trump y el impacto en América Latina
En Nuestramérica los principales mandatarios esperan un cambio en la lógica de las relaciones intencionales. Desde Perú las autoridades expresan el deseo de una relación bilateral fructífera, lo mismo que el gobierno uruguayo que sostuvo a los Estados Unidos como un aliado estratégico. La presidente de Honduras Xiomara Castro mantuvo algún recaudo, pero en el marco de dialogo espera un fortalecimiento en materia de migración ordenada y segura. Estas expresiones junto a otras dan cuenta de una expectativa lógica ante el cambio de escenario, pero también de cierta debilidad al plantear acuerdos bilaterales y no el marco de una estrategia regional.
Si bien Donald Trump abogó por el fin del intervencionismo norteamericano, como todos sabemos y como bien lo mencionó Perón existen diferentes formas de intervencionismo que van más allá de lo puramente militar. Esta situación nos retrotrae inmediatamente a la definición de semicolonia, la dominación en nuestros países no necesariamente pasa por una ocupación de territorio, sino por la colonización de los principales resortes de la economía, instancia que se logró durante buena parte del siglo XX a través de un profundo aparato cultural que naturalizaba la dependencia económica,
En esta línea y sujetándonos a nuestras preocupaciones el nuevo presidente sostuvo en sus primeros días en relación a América Latina que su país no necesita de aquella, sino que por el contrario es la región la que necesita a los Estados Unidos. Resulta lógica que esta frase se desprenda de un presidente del imperio del norte, pero lo interesante es analizar los acontecimientos y posicionamientos de Trump en las últimas horas a través de una mirada y un compromiso anti imperial.
¿Que fue la Doctrina Monroe?
La falta de interés de Trump en relación América Latina funciona como una suerte de filtro ideológico en el sentido de Marx ya que demuestra un intento por generar una falsa conciencia. Todos sabemos la importancia que tuvo durante el siglo XX la región para los EEUU. Trump a través de su discurso propone una distorsión de la realidad.
La afirmación entra en fase paradojal al contradecirse, son los hechos y la historia quien niegan al propio Trump. Esto último también lo desarrolla Atilio Borón cuando se pregunta si América Latina y el Caribe fueron irrelevantes porque los Estados Unidos decidió crearle la primer doctrina de geopolítica a nivel internacional a la región. Estamos hablando de la Doctrina Monroe, proyecto formulación teórica que guió la política internacional norteamericana en la región y que tiene su nacimiento incluso un año antes de la última batalla por la independencia en América Latina: Ayacucho.
La doctrina se sustentaba en la frase América para los americanos, y así, una vez concluida las guerras por la independencia contra España, era EEUU quien garantizaba la no intervención de potencias europeas en el continente. La frase tantas veces utilizada se completaba con una menos conocida: “Estados Unidos no tiene amistades permanentes, tiene objetivos e intereses permanentes”. Esto va a explicar cómo en diferentes oportunidades a lo largo de la historia EEUU hizo caso omiso a la máxima América para los americanos y miró para otro lado en la intervención de países europeos. Así los EEUU dieron la espalda en la invasión británica a Malvinas en 1833, al bloqueo anglo francés en 1845, a las excursiones francesas a México en 1862, entre otros episodios, siendo el más cercano y recordado el apoyo directo que dio a Gran Bretaña en el marco de los acuerdos por la OTAN en Malvinas 82.
La doctrina fue actualizándose al calor de los acontecimientos, mezclando invasiones directas, asistencias a gobiernos títeres en la región, financiamiento a experiencias militares, pero siempre mantuvo un objetivo: sostener los intereses económicos de los EEUU en la región y someter soberanías. Ejemplo de esto fue la anexión a territorio mexicano, perdiendo el Estado azteca el 55% de sus tierras. Así también, la creación de Panamá como país independiente, siendo esta joven nación una provincia colombiana, hasta que los EEUU con maniobras financieras logró balcanizarlos. Ni hablar de los centenares de intervenciones militares a las pequeñas repúblicas del Caribe durante la primera mitad del siglo XX.
Todos estos movimientos se dan en el marco de expansión y ascenso de los EEUU como nación poderosa que coincide con el ocaso del crecimiento europeo y la convivencia del poderío británico.
El siglo XXI y China: ¿una nueva doctrina Monroe?
El último título no es fortuito, sino que encubre un clima de época un tanto diferente al del ascenso norteamericano del siglo XIX y XX, y para esto conviene detenerse en la caracterización de José Martí, quien mencionó a los Estados Unidos como la Roma americana. El patriota cubano fue contemporáneo del ascenso norteamericano, pero no imaginaba el presente del imperio a nivel comercial. La sombra de la decadencia que atraviesa la mente de Trump es China y de acuerdo a lo que sostienen los analistas internacionales toda la política de Trump va estar orientada a enfrentar con diferentes estrategias al gigante asiático. La cuestión es: ¿hasta qué punto estas decisiones afectan a América Latina? ¿O las decisiones que puede tomar Trump en relación a la región son independientes del enfrentamiento comercial con China? Como en todo análisis internacional, existen interpretaciones y gestos que invitan a pensar matices.
En primer lugar, uno podría decir que las agresiones se darán en el marco de las relaciones comerciales, así Trump apuntará sus cañones a aquellos países de la región que tengan buenas migas comerciales con China. Como sabemos el gigante asiático durante los últimos años aprovechó la distracción del patio trasero que tuvieron las administraciones demócratas para extender su red de negocios en América Latina. Así Trump aprovechará el látigo histórico de los EEUU con la región para presionar a través de sanciones y aranceles. En este sentido ya se estableció gravar aranceles del 60% a “cualquier producto que pase por [un] puerto de propiedad o control chino en la región” y que tenga como destino final Estados Unidos. Bajo la defensa de la industria nacional se atacará el desarrollo industrial de la región (Trump firmó un decreto que le impone un arancel del 25% a las empresas argentinas –y el resto de los países- que importen hacia allá aluminio y metal). Nada nuevo en la lógica imperial, solo que esta vez advertimos una triangulación o mejor dicho la emergencia de un actor externo como China.
Hasta ahora lo novedoso es una reactualización expansionista de la doctrina Monroe desde la diatriba de Trump, así amenazó con restablecer el control norteamericano en el canal de Panamá, situación que movilizó el rechazó de miles de panameños en las calles. Además, las declaraciones dieron cuenta de pretensiones territoriales sobre Canadá y la Isla de Groenlandia. En relación a México el vecino con el cual Estados Unidos mantiene una relación tan conflictiva aseguran que una posibilidad es declarar los cárteles de drogas como organizaciones terroristas abriendo la puerta a una posible intervención militar. En paralelo ya se menciona la intención del cambio de nombre del golfo de México por el de golfo de América. Todo esto se suma a una política puertas adentro con los latinos de persecución inmigratoria, que generó que algunas voces de la región se pronuncien en contra como Claudia Sheinbaum la presidenta mexicana.
Trump se enfrenta a un escenario donde pareciera que corre de atrás con China, de ahí su impaciencia y beligerancia: debe cumplir con las promesas de campaña a nivel económico y la defensa del trabajo local demanda una agenda activa. Estados Unidos necesita cubrir con su industria su mercado interno, pero también en las pretensiones del Make America Great Again se esconde la necesidad de volver a ser la “industria” de la región, lo que implica también una atención especial en los recursos naturales y el adoctrinamiento de gobiernos sumisos en América Latina.
En paralelo y volviendo a lo paradojal, Estados Unidos consideró históricamente como su espacio vital de expansión natural a la región, el imperio siempre se proyectó hacia el sur. Y no casualmente los momentos de mayor crecimiento de la economía latinoamericana coinciden cuando el imperio está entretenido en sus aventuras bélicas por otros lugares del mundo. Trump ya se encuentra atravesado por un mundo multipolar, y en la decadencia imperial capaz a manotazo de ahogado querrá cuidar las últimas joyas de la abuela, estamos hablando de la influencia comercial y territorial y en materia de recursos naturales en América Latina. La respuesta no habrá que buscarla en el imperio, sino en cómo reaccionan y cómo se organizan ante las ofensas los países de la región (recomendamos una reacción bloque). Quizás las fuerzas del cielo no sean el mejor ejemplo para aconsejarnos.
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