Derechos Humanos Militancia

Hijos de ningún demonio

La agrupación H.I.J.O.S. llega a su aniversario número 30. Ese movimiento de pibas y pibes que en los 90 aparecieron con los escraches por los barrios, que pasaron de lo personal a lo colectivo, hoy sigue luchando ante los desafíos de una actualidad que tiene un gobierno que alterna entre el negacionismo y la justificación de los delitos de lesa humanidad, además del desmantelamiento de las políticas de Estado de Memoria, Verdad y Justicia. Pasaron tres décadas para un organismo de derechos humanos que perdura en el tiempo con una práctica característica: la construcción horizontal.

13 de Abril de 2025

Por Giselle Tepper

De los escraches a las políticas de Estado

Si en pleno genocidio las Madres, Abuelas y Familiares surgieron para denunciar las desapariciones forzadas y el robo de bebés, en una democracia con impunidad, los hijos e hijas aparecieron para escrachar en esos años 90, cuando nuestra sociedad convivía con genocidas por las calles, entre el silencio y los intentos de olvido. 

Pasaron 30 años de ese abril de 1995 cuando los hijos e hijas de militantes que fueron víctimas del terrorismo de Estado se empezaron a organizar para saltar de lo individual a lo colectivo. Se pusieron nombre: H.I.J.O.S., Hijos (todavía sin “hijas”) por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio. Y se definió que la toma de decisiones sea en asambleas, con horizontalidad.

Mientras públicamente se los identificaba como “hijos de desaparecidos”, H.I.J.O.S. se propuso una identidad a partir de las militancias de sus familiares. “Es importante que la agrupación recuerde a los desaparecidos desde su militancia, porque es lo que los hizo desaparecer. Es eso que sostuvieron con el cuerpo, con tanto amor, con tanto compromiso, con tanta potencia, es lo que los hizo desaparecer, que les roben a sus hijos, que los torturen. Ahí es a donde apuntaban: destruir esa militancia”, reflexiona Mariana, hija de Mirta Clara, ex presa política, y Néstor Sala, asesinado en la Masacre de Margarita Belén. Militaban en la organización Montoneros.

Con las Madres y Abuelas, siempre.

“Lo importante de los homenajes era homenajear a la organización política a las que nuestros padres y madres pertenecían y de esa forma homenajear al colectivo, no a las individualidades. Me parece que esa es una de las definiciones más importantes que tomó la agrupación”, sostiene Verónica, hija de Roberto Castelli y María Teresa Trotta, quien estaba embarazada de 6 meses y medio. Eran militantes de Montoneros. En 2008 Verónica pudo encontrar a su hermana, nacida en cautiverio en Campo de Mayo.

Cuando vuelve al momento de la aparición de H.I.J.O.S. piensa que “lo importante del surgimiento de la agrupación fue darle energía al movimiento de derechos humanos, hacer que muches jóvenes se identificaran por una cuestión etaria con nosotros”. Y encuentra que los escraches a los genocidas fueron hacia la sociedad “energía en la lucha contra la impunidad”.

La historia de H.I.J.O.S. es un ir y venir entre lo colectivo y lo personal. Entre el pasaje de lo familiar a la inclusión en 30.000 historias. “Hasta el momento de la conformación de H.I.J.O.S. tenía una sensación de soledad o de abismo en lo familiar, en lo social. Siempre tengo la imagen de la escuela, cuando te enseñaban -ahora por suerte hay una apertura en la enseñanza-, el dibujito de primer grado, que eran la mamá, el papá y la casita. Y yo no entraba... En la primera hoja del dibujo escolar, no entraba. Y menos el poder explicar que mi mamá estaba presa y que mi papá había sido fusilado. Para mí de chiquita no era lo mismo ´está muerto´. Decía ´lo mataron los militares´. Y el choque era inmenso con la gente que me veía”, recuerda Mariana Eva Sala. Este testimonio es suyo, pero atraviesa a muchas otras historias sobre ese cotidiano impactado por las ausencias forzadas en una sociedad que no las hablaba o que incluso era receptora de los mensajes de terror que la dictadura emitía a través de sus órganos de propaganda. Entre tapa y tapa de Clarín o La Nación se iba justificando el accionar genocida con “enfrentamientos” y su respaldo en un marketing de la demonización de la militancia: el “no te metás” o el “algo habrá hecho”.

“Desaparecido” es una palabra que todavía no tiene traducción en algunas partes del mundo. Incluso en nuestro país sigue necesitando ser explicada. No se fue: se lo llevaron. No es un preso: es un detenido-desaparecido. No es algo legal: no hay juez, información de dónde ni cómo está, no hay juicio. Hay torturas. No volvió: su cuerpo sigue desaparecido. Y casi cincuenta años después, siguen siendo miles.  

Consgina icónica de los organismos de derechos humanos de la Argentina.

¿Qué hay entre el duelo personal y el duelo colectivo y político sobre los desaparecidos? La organización. Juntarse y que las conjugaciones sean en plural. “Encontrar un lenguaje con otres, con otros, en algún lugar es un alivio. Casi siempre pasa que uno se reúne con gente que ha tenido una historia similar porque hay un lenguaje que uno ya no necesita explicar, que se comparte y se profundizan algunas cosas. Y creo que esos encuentros y esas uniones son un potencial”, dice Mariana, quien pasó su infancia separada de su hermano Juan, sin su papá y con su mamá presa política: “el terrorismo de Estado a mi familia la desmembró, porque el núcleo familiar fue a parar a distintos lugares, ni siquiera me crié con mi hermano, y también el terrorismo de Estado rompió la relación que podría llegar a haberse logrado aún con mi mamá presa. Porque no nos permitían más de 15 minutos de encuentro, no permitían al principio tampoco ni el abrazo y yo era muy chiquita y estar atrás de un vidrio no me lo bancaba, no tenía ganas de ir, no tenía ganas de hacer colas donde después nos rebotaban y decían ´tu mamá se portó mal, hoy no la vas a ver´. Creo que son todas mutilaciones a la familia”. En su casa tiene una carpeta, muy ordenada, con las cartas que las presas políticas hacían para las familias, los dibujos para los cumpleaños, los mensajes rechazados. Los recuerdos de un tiempo que marcó sus primeros años de vida y todos los siguientes.  

Para Tomás Labrador, integrante de H.I.J.O.S. Rosario, “la importancia del surgimiento de la agrupación significó la irrupción en la vida pública de una generación que, por un lado, no aceptó la imposición de la dictadura acerca del disciplinamiento político del todo aquel que se animara a desafiar el statu quo vigente a través del disciplinamiento de los cuerpos como ocurrió con la generación del 70 mediante la tortura la desaparición y la muerte, y, por otro, un cuestionamiento hacia los dirigentes políticos que fueron dóciles ante la extorsión de los militares y cedieron a su pedido de impunidad mediante las leyes de Punto Final y Obediencia Debida primero durante el gobierno de Alfonsín y luego con los indultos en el gobierno de Menem”.

Si no hay justicia, hay escrache. Consigna emblema de los años 90, marcados por la impunidad.

“Por otra parte, dice Tomás, al apostar por una construcción colectiva, de cierto modo vino a luchar también contra la ruptura del tejido social que provocó la dictadura y, por último, vinimos a aportar al movimiento de derechos humanos, al que pasamos a integrarnos, la impronta cultural propia de nuestra edad con el rock y otras formas de expresión cultural propias de nuestra edad y de los 90,  que nos permitieron hacer llegar el discurso de los derechos humanos a los jóvenes como nosotros en una época donde el divorcio entre la juventud y la militancia política estaba muy presente”.

En la familia de Tomás Labrador hay cuatro víctimas del terrorismo de Estado: Palmiro Labrador, su padre, Edith Graciela Koatz, pareja de éste último, y Víctor Labrador, abuelo de Tomás, fueron asesinados. Los dos primeros militaban en la organización Montoneros, al igual que Miguel Ángel Labrador, tío de Tomás, quien sigue desaparecido.

“Eso provocó que el resto de mi familia paterna tuviera que partir al exilio, amenazados de muerte. El universo familiar de ese niño que era yo de tres años quedó completamente desarticulado por la parte de la vía paterna. Seguí viviendo con mi madre. Con el correr del tiempo, tuve muy cercano el ejemplo de mi abuela paterna, Esperanza Labrador, quien luego de partir al exilio, unos meses después ya regresó a la Argentina para integrarse al reclamo de los familiares de desaparecidos, para integrarse a Madres de Plaza de Mayo primero y después formar Madres 25 de Mayo en Rosario. La posibilidad de integrarme después a la militancia de H.I.J.O.S. me sacó de un lugar en el que, si bien tenía inquietudes políticas, no encontraba una agrupación que pensara o quisiera ir hacia el mismo camino”, cuenta Tomás.

¿Por qué esas historias primero particulares y luego colectivas pudieron dialogar con una sociedad que cuando surgió H.I.J.O.S. convivía con leyes de impunidad que permitían que los genocidas caminaran por las calles? H.I.J.O.S. siempre fue un organismo incómodo. Al lado de los pañuelos blancos instaló una práctica con una palabra difícil: escrache. Fue construyendo su propio pañuelo, mientras se apoyaba en los consensos sociales. Y sobre ese recorrido, con las marcas de la irreverencia, le dijo a un país entero que “Si no hay justicia, hay escrache”. Que la casa del genocida podía ser su cárcel y el repudio del barrio su condena social. Que ante las leyes de impunidad siempre hay que saltar. En este caso, hacia la verdad. El escrache fue posible por un cuerpo colectivo que no toleraba (ni tolera) a los asesinos del pueblo sueltos.

La nulidad de las leyes de impunidad, en 2003, se festejó fuerte.

Pasaron 30 años de una práctica política y artística que en la Ciudad de Buenos Aires tuvo a los tambores en lucha de La Chilinga, la señalética del GAC y las intervenciones de ETC, a La Tribula con el móvil y el sonido para ir por los barrios con los vecinos y vecinas a instalar la condena social. Y así en cada lugar del país en el que la Red Nacional de H.I.J.O.S. se encargó de construir espacios colectivos para ir por las plazas con volantes para llegar a las casas con canciones, carteles y banderas. Y el genocida perdía una parte de la impunidad: el anonimato. Pero en algún momento eso no fue suficiente para nuestro pueblo y las luchas de los organismos de derechos humanos y sobrevivientes, con los consensos sociales de búsqueda de justicia, empujaron un 2003 como bisagra. El Estado pasó a reconocer en políticas públicas las causas por Memoria, Verdad y Justicia. Desde ese 24 de marzo de 2004 en el que Néstor Kirchner bajó los cuadros de los genocidas del Colegio Militar y pidió perdón en nombre del Estado en lo que empezaba a ser la ex ESMA a esta parte, las políticas de Memoria, Verdad y Justicia de la Argentina son un ejemplo reconocido en el mundo.

No es el negacionismo, es el plan económico 

Estos 30 años de H.I.J.O.S llegan bajo un gobierno fascista, el de Javier Milei y Victoria Villarruel. Con amenazas, más que promesas, llegaron a la presidencia con la supuesta idea de instalar la “memoria completa”, pero con los despidos masivos y el vaciamiento de políticas de Estado están avanzando con una memoria vacía o un pretendido olvido completo.

La búsqueda de los hermanos apropiados fue uno de los objetivos permanentes de la agrupación. La foto fue tomada en el Hospital Militar de Palermo, CABA.

Con más de 1.000 genocidas condenados (pero con casi todos los partícipes civiles impunes), con 139 verdades encontradas en la búsqueda de hermanas y hermanos nacidos en cautiverio o secuestrados con las familias (y con cientos de casos abiertos todavía), con avances históricos en políticas de Estado de Memoria, Verdad y Justicia, los retrocesos causados por La Libertad Avanza no tienen precedentes. Pero sí consecuencias. Desde su inicio, el gobierno de Milei y Villarruel, e incluso desde la campaña, las palabras negacionismo y apología del terrorismo de Estado ocuparon mayor lugar en nuestra sociedad. Un lugar sin antecedentes. ¿Justifican los delitos de lesa humanidad? ¿Los niegan? ¿Los reivindican? La reunión de diputadas y diputados de LLA con condenados por delitos de lesa humanidad presos en la cárcel de Ezeiza trajo la memoria del NO al 2x1 para los genocidas y el repudio general volvió a confirmar que aún en tiempos de discursos y prácticas de odio y olvido, seguimos siendo el país del Nunca Más.

Los 30 años de H.I.J.O.S. tiene como contexto un país gobernado con exclusión y crueldad. “En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes, sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada”. Esta parte de la Carta de Rodolfo Walsh a la Junta Militar nos trae una memoria necesaria. Por eso la insistencia en ver como continuidad al plan económico de Milei.

Verónica Castelli recuerda que H.I.J.O.S. surgió con puntos básicos, definiciones comunes en su Red Nacional (que hoy ya tiene también una Red Internacional). Puntos que se fueron actualizando con el tiempo, otros que perduran porque son causas pendientes. “El eje hoy, lo que más presente debería tener la agrupación, es la reivindicación de la lucha de nuestros padres y, de esa forma, también poder mantener presente cuáles fueron los objetivos de la dictadura cívico-militar”, analiza. “Porque hemos tenido muchos logros, por supuesto que la restitución de la identidad de nuestros hermanos apropiados es algo por lo que vamos a seguir luchando hasta el final, son desaparecidos que están con vida, el Juicio y Castigo sigue vigente y los juicios se siguen realizando. No se pueden negar los logros”, agrega.

Cierre uno de los encuentros federales que realizó la Red Nacional de la agrupación.

“Este gobierno no niega la dictadura, sino que la reivindica y lo hace porque vino a traer como propuesta un plan económico que en clara continuidad con el de la dictadura, en tanto busca endeudar al país para que seamos los y las trabajadoras quienes paguemos esa deuda, de la cual siempre salen beneficiadas las clases altas, los más ricos. Vino a destruir la industria nacional y al Estado, que existe para garantizar los derechos del pueblo argentino”, piensa Verónica y por eso también considera necesario “retomar el contacto y la comunicación con los más jóvenes”, identificando que “hemos dejado lugares vacíos ahí”.

¿Cómo seguir pensando las estrategias y políticas de no repetición del terrorismo de Estado en un contexto como el que atravesamos en nuestro país y en una democracia que sigue teniendo como deuda terminar con el hambre y erradicar la violencia institucional? ¿Cuál es la condena social para los genocidas que ya cumplieron su condena judicial? Tenemos una democracia de más de 40 años que todavía tiene respuestas urgentes por dar.

Mientras, estos 30 años de H.I.J.O.S., de hacer colectivo, de irreverencia ante los imposibles, pretenden defender la memoria. Con sus problemas, contradicciones, debates y temas pendientes. Pero es memoria. Esa que se abraza cuando las Abuelas anuncian la restitución de una identidad, esa que salta cuando en un juicio hay una nueva condena, esa que reclama romper los pactos de silencio para encontrar los miles de cuerpos que siguen desaparecidos, esa que quiere un país con pan y trabajo, una Patria justa, libre, soberana y solidaria. 30 años de H.I.J.O.S. que hacen que las 30.000 luchas sigan en alto como banderas para seguir recordando, mientras se hace de la memoria un verbo.

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