“Escribir sabiendo que un golpecito de pluma, dado en el punto justo, puede incendiar cualquier máscara”
“Comencé a escribir Esa mujer en 1961, lo terminé en 1964, pero no tardé tres años, sino dos días: un día de 1961, un día de 1964. No he descubierto las leyes que hacen que ciertos temas se resistan durante lustros enteros a muchos cambios de enfoque y de técnica, mientras que otros se escribe casi solos”.
Rodolfo Walsh
Rodolfo Walsh es una figura central del periodismo político argentino. Ríos de tinta se han utilizado para escribir sobre su vida y obra, y también sobre su coraje, que lo llevó no solo a subordinar su oficio de escritor a los ideales de su generación, sino también a ofrendar su vida. Distintas biografías, críticas y ensayos abordan las distintas facetas del hombre que nació en Choele Choel, Río Negro, en 1927, y que fue asesinado y desaparecido por una patota de la ESMA, cincuenta años después, en 1977. Pero nadie se puso a indagar sobre un perfil poco explorado, por lo menos hasta ahora: el Walsh poeta, o si se prefiere, la poética de Walsh.
Fidel Maguna publicó en julio del 2024 el libro “La pluma en la garganta – Rodolfo Walsh, biografismo y poética” (Punto de Encuentro), en el que realiza una minuciosa y apasionada investigación, por medio de la relectura de la bibliografía del autor de Operación Masacre y la Carta de un escritor a la Junta Militar, como así también de diversas críticas y prólogos de sus editores, más varias entrevistas a personas que lo conocieron y trataron, “enseñándonos una nueva manera de leer la obra de Walsh, fuera de los cánones de lectura que han osificado con el tiempo”, como revela el poeta Julián Axat en la contratapa del libro.
En el texto de Maguna, poeta, narrador, corrector, editor y director de la Revista-Editorial Río Belbo, hay un hueso claramente identificable: una crítica a los biógrafos y editores que reseñaron, publicaron o prologaron a Walsh, por sesgados, por intereses personales –o editoriales- o simplemente por pereza. El objetivo del autor aparece en la “Breve nota” con la que arranca el libro: “volver a discutir los criterios editoriales bajo los cuales se lo presenta y representa (a Walsh)”. Así, el autor rosarino, a través de ocho capítulos, y por medio de una práctica periodística rigurosa, y una escritura con destellos de prosa poética, despliega su hipótesis a lo largo de casi doscientas páginas.
En el camino, recorre y repasa la biografía de Walsh –su infancia, sus parejas, lugares de trabajo, el paso por Cuba y su rol de editor en el diario de la CGT de los Argentinos, su militancia política- y también la obra periodística y literaria, que incluye el imprescindible trabajo de no ficción y denuncia, Operación Masacre, sus cuentos policiales –en los que aparecen los colegios pupilos irlandeses-, sus artículos periodísticos en distintos medios gráficos de la época, el libro sobre el asesinato del sindicalista Rosendo, el Caso Satanowsky y las cartas que escribió, en el ocaso de su vida, para su hija Victoria, sus amigos y la Junta Militar, una pieza que muchos consideran la joya de periodismo político más importante del siglo.
El libro de Maguna resulta un aporte muy valioso para tratar de seguir armando la biografía de un hombre que honró su palabra y su profesión, con el que seguiremos aprendiendo sobre periodismo, ética profesional, política, y también literatura.
Fidel Maguna, por Lucia Fantauzzi para Efecto Cocuyo.
¿Por qué titulaste el libro “La pluma en la garganta”?
Por “Corso”, el breve cuento humorístico de Walsh en el que un personaje llamado Ángel le hace cosquillas en el huesito de la garganta, con un “plumacho”, a un tipo disfrazado de hindú, que “hablaba en un idioma” y que estaba por hacer su acto de escupir fuego frente al palco de un intendente en las comparsas de carnaval. Me pareció, mientras trabajaba en el libro, comparando el cuento con una entrada del diario de Walsh en la que habla de un hindú-Huxley-Borges, que ese hindú sintetiza una idea de la figura del escritor complaciente, y que Ángel, de alguna forma, hace la misma operación que hace Walsh: con un golpecito de pluma, en el punto justo, tiene el poder de desenmascararlo.
¿Cuál fue la motivación que te puso en movimiento para escribir el libro?
Los errores y omisiones que suelen repetirse en los estudios críticos de la obra de Walsh y en algunas biografías, errores frecuentes que, desde mi punto de vista, se desprenden de las desprolijas ediciones que en los últimos treinta años se vienen haciendo de la obra de Walsh, principalmente en la periodística (nucleada en el volumen extrañamente titulado “El violento oficio de escribir”, una frase que Walsh nunca escribió) y lo que llamamos sus “Diarios”, reunidos en el volumen que su editor contemporáneo tituló, arbitrariamente, “Ese hombre y otros papeles personales”.
Lo autobiográfico no es más que un punto de partida, dijo Walsh alguna vez, y vos lo citás en tu libro. ¿Por qué?
Lo cito porque noté que las dos brevísimas “autobiografías” que Walsh escribió (por cierto: por encargo de dos editores, humorísticas, probablemente redactadas bajo el influjo de “Autobiografía de un desconocido”, de Macedonio Fernández) hoy suelen ser utilizadas como piedra basal de un relato melancolizante de su vida, y creo que esa frase que Walsh le dice a Piglia puede contribuir a poner en discusión esa operación editorial y biográfica, permitiéndonos leer las dos autobiografías (y, con suerte, su vida) en otra clave.
En un pasaje del libro decís que sus biógrafos y editores en muchos casos analizaron el efecto que los 60 y 70, en términos ideológicos, ejercieron sobre la obra periodística de Walsh, pero no así en su poética. ¿Cómo es eso?
Más bien, mi planteo tiene que ver con la fragmentación a la que suele someterse la vida y obra del autor, a la pulsión por estudiarlo por “etapas”, imponiéndole una serie de sucesivos abandonos (“parcelando y castrando la reflexión”, en palabras de Gelman referidas al artículo de Beatriz Sarlo sobre la carta de Walsh a sus amigos). Creo que así se minimizan ciertos aspectos de su vida y obra y se agrandan, exageradamente, otros: entre los que se minimizan, está su relación, de lector y autor, con la poesía.
¿Por qué decís que en la agencia Prensa Latina Walsh colabora en la construcción de una nueva tradición política y estética?
Porque fue una agencia que, en sus primeros años de vida, antes de que los burócratas de la Revolución se lleven puestos a Masetti, a Walsh y al equipo que habían formado, logró competirle, con bajos recursos financieros pero altísimos recursos intelectuales, a las grandes agencias de Occidente, innovando en términos de escritura. Quizá mi frase exagera: pudo haber sido una “nueva tradición”, o fue una nueva tradición que duró muy poco, o, mejor, que duró en muy pocos, visto ahora, en retrospectiva, sesenta años después.
También decís que las problematización del sonido de las palabras y el límite entre los géneros, comienza a insinuarse en Operación Masacre y El caso Satanowsky. ¿Esto a qué se debe?
A que Walsh siempre parece estar atento, como el poeta que también fue, a tener en cuenta la forma en la que suenan las palabras, a las posibilidades de introducir poemas (en El caso Satanowsky, quizá el libro menos estudiado de Walsh, versos satíricos) en el cuerpo de su escritura; hablaba de estos dos libros para analizar lo que sucede con su poética a partir de su primera experiencia en Cuba (época en la que lee, curiosamente, a Henry Miller y a Joyce).
Operación Masacre: la investigación icónica de Walsh.
¿Crees que tu texto realiza un aporte a la escritura de ese gran libro sobre Walsh que todavía no fue escrito, como planteaba Juan Forn?
Creo que los únicos que están en condiciones de hacer un aporte sustancial son sus editores del futuro. Viñas deseaba “una gran biografía de Rodolfo, algo análogo a lo del viejo Sartre con Flaubert”. Mi planteo es que esa gran biografía es imposible sin buenas ediciones de sus obras completas (algo análogo, digamos, a las ediciones de Flaubert a las que accedió Sartre). Mi único aporte es plantear esta discusión (que hace años se hace en privado) de forma pública.
¿Podemos arriesgar acá que, como le sucedió a Walsh, tu deseo está enfocado en el oficio de escribir?
Sí. O por lo menos puedo decir que mi deseo no está enfocado, en parte gracias a la influencia de Walsh, en la psicotizante idea de “ser un escritor”.
Y otra: Walsh, en el último tramo de su vida, tuvo que elegir entre ser periodista y escritor, y la respuesta le llegó del exterior, como él mismo cuenta, debido al contexto político de la época. Hoy, con Milei en el gobierno, ¿qué hacemos con la escritura?
Creo que esa tensión supuesta entre periodista o escritor, en el caso de Walsh, estaba superada. Lo mismo entre escritor o militante. Y creo que la superó haciendo lo suyo: escribiendo. Digo esto pensando en su producción final, teniendo en cuenta la lista de textos en los que estaba trabajando en sus últimos meses de vida: textos periodísticos, autobiográficos, literarios, epistolares, diarísticos. Creo que ahora, con la escritura, tenemos que hacer lo de siempre: escribir y leer. Escribir sabiendo que un golpecito de pluma, dado en el punto justo, puede incendiar cualquier máscara. Leer, entre otras muchas cosas, para saber dónde está ese punto justo.
Fidel Maguna nació en Rosario en 1993. Dirige la revista Río Belbo, en la que escribe sobre política y literatura. También dirige el sello editorial homónimo, fundado en 2020, con el que editaron media docena de libros de poesía, biografías y diarios. En 2017 publicó el libro de poesía “Sobre el corazón de la tierra” (Cachorro de la luna), en 2018 ganó el premio de poesía De Pedroni a Pavese, con su libro “La invisible”, y en 2020, con su libro inédito “Tres novelitas invisibles”, obtuvo el XXI Premio Anual Transgenérico (Venezuela).
Punto de Encuentro publicó el ensayo en marzo de 2023.
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