Entrevistas Militancia Judiciales

'Hay que llenar el poder judicial de pueblo'

La abogada magister en Criminología, Claudia Cesaroni, tiene una larga trayectoria de militancia en la defensa de los derechos de las personas privadas de su libertad, y arremete cada vez que puede contra el punitivismo y los discursos de mano dura, por ejemplo, en el juicio por el asesinato de Fernando Báez Sosa. Frontal, y genuina, conversó con Kranear.

Fotos: Estefanía Santoro, para Revista Cítrica.

Claudia Cesaroni nació en Quilmes en el año 1962. Es abogada penalista, graduada en  la Universidad de Buenos Aires, y magíster en Criminología, en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora. Entre 2001 y 2004 trabajó en la Procuración Penitenciaria y entre 2004 y 2010 en el área jurídica de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, en la gestión Eduardo Luis Duhalde. En el 2004, junto a otros profesionales, crearon el Centro de Estudios en Política Criminal y Derechos Humanos (CEPOC). Es madre y abuela.

Su militancia contra los discursos punitivistas y leyes de mano dura, incluye varios libros, donde plasma teoría y práctica, ensambla artículos constitucionales y tratados internacionales, con la experiencia cruda de caminar pasillos, celdas y pabellones. Publicó “La vida como castigo: el caso de los adolescentes condenados a prisión perpetua en la Argentina” (Norma, 2010), “Masacre en el Pabellón Séptimo” (Sudamericana, 2013) y “Contra el Punitivismo: una crítica a las recetas de la mano dura (Paidós, 2021). En su último libro, Pensami e amami (Tren en movimiento, 2021), se da el gusto de recuperar su historia familiar.

Durante el juicio por el asesinato de Fernando Báez Sosa, Cesaroni repudió públicamente el tratamiento que los medios masivos de comunicación le dedicaron el caso, cruzó varias veces al abogado mediático Fernando Burlando por su discurso de odio, y llamó todo el tiempo a tratar de mitigar el dolor, en lugar de profundizarlo. Lo hizo casi en soledad, y por momentos a destiempo, como reconocerá en la entrevista, pero con mucha firmeza, coherente con su militancia y sus convicciones en relación a los derechos que tienen la personas en conflicto con la ley, y la posibilidad de que cuenten con una nueva oportunidad.

¿Hasta dónde deberíamos remontarnos para conocer los inicios de tu militancia como abogada?

Empecé militando en la Liga Argentina por los Derechos Humanos. Y el primer contacto que tuve con las cárceles fue en el año 1985 cuando empecé a ir a visitar presos políticos en la cárcel de Devoto. Fue un acercamiento a la cárcel, pero limitado, porque en ese momento estos compañeros ya estaban reconocidos como presos políticos,  y entonces las visitas eran más amables, por decirlo de alguna manera.

Años después empecé a estudiar una maestría en Criminología, mientras trabajaba en la Procuración Penitenciaria, y eso sí me abrió el mundo de la cárcel real, y el contacto con los ‘presos comunes’. Mi tarea como asesora jurídica en la Procuración era recorrer las cárceles, todas las semanas, y corría el 2001. Me empecé a acercar a los jóvenes adultos, porque me parecía que eran los que estaban más abandonados, solos y sin derechos. Y ahí fue donde conocí los casos de los adolescentes condenados a prisión perpetua, entonces empecé a especializarme en algunos temas. Lo que aprendía teóricamente en la maestría lo veía en la práctica en mis recorridas por las cárceles.

Que momento difícil, el 2001, para estar en la Procuración Penitenciaria.

Si, porque era un reducto de radicales, estaba, y sigue estando el Doctor Francisco Mugnolo (ejerce el cargo de Procurador desde el 2000) que era una figura del radicalismo de la Provincia de Buenos Aires. Estamos hablando de la época de la Alianza, y yo había llegado ahí porque trabajaba en el bloque del FREPASO en la Cámara de Diputados, pero como no estaba cómoda, no era lo que yo quería hacer, le pregunté a Francisco “Paco” Fuster, subsecretario de Justicia, si no había otra tarea, algo que tenga que ver más con lo mío, y me habló de Procuración Penitenciaria… ‘¡Ese es mi lugar, ahí quiero ir!’, le dije.

¿Qué balance hoy de aquella experiencia?

Muy bueno, porque aprendí un montón de cosas, me permitió hacer la tesis de maestría sobre esa experiencia, que se llama el “Dolor como política de tratamiento” (2009) y fue mi primer libro, en el que abordo justamente el tratamiento penitenciario que se le brindaba a los jóvenes adultos, que son los pibes de 18 a 21 años, en las cárceles federales, o sea la población que yo iba a ver regularmente.

¿Cómo te enterás de la “Masacre en el pabellón séptimo”?

Es un caso que lo conocía desde los años 80, por un libro que había leído de Elias Neuman (1932-2011) “Crónicas de Muertes Silenciadas” (El film “El Patrón” protagonizada por Joaquín Furriel, es una adaptación del libro homónimo de Elías Neuman, quien además publicó más de veinte libros, entre ellos: Victimología, Las penas de un penalista, La sociedad carcelaria y Prisión abierta) y como estaba trabajando en el área jurídica de la Secretaría de Derechos Humanos, con casos de Lesa Humanidad, me preguntaba por qué aquel caso no se investigaba como un delito de esas características, teniendo en cuenta que fue una masacre de decenas de personas, el 14 de marzo de 1978  (un hecho que está por cumplir 45 años). Entonces empecé a joder con ese tema en la Secretaría, no me dieron bolilla porque eran presos comunes, y ahí también se inició todo un pensamiento de mi parte acerca de la distinción entre presos políticos y presos comunes, como víctimas del terrorismo de Estado. Me parecía que no correspondía, porque mi preocupación en la Procuración eran las violaciones a los derechos humanos que se cometían en el presente con los pibes, los presos. Entonces yo veía que no había una respuesta pública ni estatal, en la Procuración un poco, en la Secretaría de Derechos Humanos casi nada, y eso me preocupaba.

En marzo de 2010, Cesaroni se mudó a Panamá, luego de ser seleccionada en una convocatoria de la Asociación para la Prevención contra la Tortura. Buscaban una directora adjunta para las oficinas de América Latina. El 27 de octubre de ese año, con la muerte de Néstor Kirchner, pegó la vuelta.  Cuenta ella: “les mande un mail a los directivos de la Asociación, que son suizos, diciéndoles que se había muerto el ex Presidente y que me tenía que volver. Quería estar en la plaza, y aparte extrañaba mucho mis cosas. Los tipos todavía deben estar diciendo ‘nunca más contratemos argentinos’ ”.

Otra vez en casa, en marzo de 2011, empezó a trabajar con la masacre de Devoto, ocurrida en plena dictadura civico-militar. Abrió un blog, se contactó con Hugo Cardozo, uno de los sobrevivientes, y comenzó a trabajar en el caso con el CEPOC (Centro de Estudios en Política Criminal y Derechos Humanos), una pequeña organización que fundó junto a un grupo de compañeros en 2004.  “Con Denise Feldman (abogada) formamos una organización de familiares de víctimas de la masacre, logramos desarchivar la causa, y ahí se consolidó toda la movida por Pabellón Séptimo. Hoy estamos esperando la fecha del juicio, hay tres procesados, y esta es una de mis actividades en la actualidad, ya que soy abogada querellante en la causa”.      

¿La creación del CEPOC, se produce a raíz del caso Blumberg?

Exacto. Lo armamos con María Laura Böhm, Mariano D'Ambrosio y Mariano Gutiérrez,  abogades  egresades de la Maestría en Criminología de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, un poco espantados tras el caso Blumberg que generó toda la oleada punitivista en los últimos veinte años.  

En todos estos años de carrera, ¿alguna vez recibiste tantos ataques como con el caso del crimen de Fernando Báez Sosa?

Si en el año 2004 hubiera habido redes sociales, con las cosas que nosotros decíamos en relación a Blumberg (Juan Carlos), hubiera sido muy parecido. 

Hace dos años fui la abogada en la parte de la ejecución de la pena de Eduardo Vázquez (ex baterista de Callejeros) que también es un caso con impacto mediático. Él está condenado a prisión perpetua por el femicidio de Wanda Tadei. Yo hice un planteo para que pudiera estar presente en el cumpleaños de 15 de su hija, y también recibí muchas agresiones. En el caso de Fernando, empecé a joder con la perpetua. A veces creo que no hay que meter la cabeza ahí, que tengo que parar un poquito, pero también creo que sí, que hay que meter la cabeza, porque sino las cosas pasan.

Da la sensación, por lo menos en microclima en el que nos movemos, que fue decantando la posición que vos explicitaste desde el primer momento, y que se materializó con mucha crudeza el día de la sentencia.

A todo el mundo les dio pena, sí, fue tremendo, y lo que yo trataba de decir, antes de que pasara, era “ojo, porque están pidiendo algo que es parecido a una muerte”, y recién ese día se dieron cuenta.

Quizá hizo efecto tu palabra, tu militancia.

Claro, pero yo no quiero que me den la razón, sino que no se apliquen este tipo de condenas.

Por ahí en la próxima, la conciencia social sea mayor.

Lo dudo, pero más allá de eso, aclaro que en el momento, cuando digo estas cosas, no estoy especulando, sino que me sale así: esto no puede ser. Y va a volver a pasar este año cuando se vuelva a plantear la necesidad de bajar la edad de ininputabilidad. Todo es un retroceso en esta materia. Ustedes dicen, “¿te afectan los ataques personales?” No tengo miedo de que me vayan a hacer algo a mí, pero cuando me dicen “ojalá que te entreguen el cadaver de tu...”, y me nombran a las personas que más amo en el mundo, eso me impacta, porque me pregunto cómo alguien puede decir esas cosas. Pero no me quedo con eso, y pienso en lo que le han dicho a personas infinitamente más grandes que yo, como Milagro, Hebe, o Cristina, y ahí digo “hay que bancársela”.

¿Cómo se entiende una pena desde el aspecto jurídico, y qué diferencia hay con el castigo?

Por un lado hay que entender el sentido de las últimas reformas punitivistas que se realizaron en nuestro país que fueron construyendo una respuesta que está en contra de toda nuestra tradición humanista, en la que se sostiene que una persona tiene derecho, en algún momento, a volver a vivir en sociedad. Nosotros teníamos un sistema de aplicación penal, es decir cómo se aplica esa pena, que planteaba que una persona, una vez que había sido condenada por el delito que fuere, en el futuro tendría el derecho a vivir de nuevo en libertad. Y esto se fue clausurando. Primero en el 2004, a partir de las llamadas Leyes Blumberg, luego con varias reformas más, y se terminó de cerrar en el 2017, cuando se dice “basta, no hay más libertad condicional ni salidas transitorias” para los autores de una cantidad de delitos, y no solamente los violadores y femicidas, como se vendió aquella reforma.

Por eso, cuando hoy se impone una prisión perpetua, hay que tener en cuenta todo esto: se está condenando a una persona a pasar toda su vida en la cárcel. Alguien me podría decir que en este caso –el de Fernando- no hay otra alternativa, porque se trata de un homicidio calificado, pero ahí se abren dos discusiones. Para mí no fue un homicidio calificado, pero además, los jueces, aunque entiendan que sí, pueden declarar la inconstitucionalidad de la reforma del 2017, y entonces, para ese caso, en lugar de aplicar la perpetua, se le aplica una pena de veinte años, por ejemplo. Y esto se ha hecho, por ejemplo, en Río Negro, a favor de unos policías.

Por eso me parece hipócrita que luego del fallo de Dolores, muchos dijesen “ay, ahora me dan pena los chicos de Zárate”, porque si se hubiese construido una corriente jurídica, periodística, de derechos humanos, durante el proceso, claramente yo no puedo afirmar que los jueces hubieran fallado distinto, pero por lo menos se hubiese puesto en discusión  la decisión.

Hay que tener coraje para que un país como el nuestro, en el que la agenda de las personas privadas de su libertad es tan negativa, vos defiendas públicamente sus derechos. ¿De dónde sale esa fortaleza?

Lo que hago es parte de mi militancia, que arrancó a los quince años en la Juventud Comunista, y que continuó en La Liga, como les conté. Ahí está mi formación. Lo penal es mi campo de acción, y lo hago con la misma pasión con la que en su momento fui a Nicaragua, a los barrios o cuando voy a las cárceles.

Tenés una militancia en la izquierda, y su vez, por algunos posicionamientos públicos de tu parte, interpretamos que sos cristinista, ¿puede ser?

Yo la quiero a Cristina, sí, la amo, pero eso no implica que no sea crítica con algunas cuestiones. Si fuera por mis temas, debería estar súper enojada, porque la verdad es que nunca encontré un gobierno que se plantase fuerte con esto. Las leyes Blumberg se votaron con Néstor presidente.

Él arrancaba, era un momento especial.

En el 2017, parte del Frente para la Victoria votó las leyes que endurecieron las penas. Pero volviendo a Cristina, la quiero, la admiro, como me sucede con Hebe, porque son figuras políticas que me resultan apasionantes, y justamente por eso, discuto cosas con ellas. El amor no excluye el desacuerdo, la discusión, más bien lo contrario.

Si tuvieras poder de decisión para transformar el poder judicial y las formas de castigo que este mismo poder detenta, ¿por dónde empezarías? 

El problema de la forma de castigo no depende solo del Poder Judicial, porque ese Poder aplica las leyes que votan legisladores y legisladoras. Entonces, discutir las formas de castigo es mucho más amplio que el Poder Judicial, hay que discutirlo en todos los ámbitos, en especial, el social. El sistema de justicia hay que llenarlo de pueblo, y eso no significa votar a los jueces o fiscales, sino, como en algún momento se hizo por ejemplo con las becas para estudiar Ingeniería, porque estaba bueno que los sectores populares llegaran a ser ingenieros. A ese mismo sector le cuesta también mucho estudiar Derecho, aún con las nuevas universidades del Conurbano y las provincias, porque hay que comprar un montón de cosas, porque es un ámbito clasista y discriminatorio, que atraviesa a todo el Poder Judicial.

Entonces, para contestar la pregunta: generaría espacios de resolución de conflictos, previo a que el caso llegue a sede judicial. Un tribunal es como un hospital de alta complejidad. Sería como algo así como llenar de salitas de primeros auxilios los barrios. Hay que prevenir, antes de llegar a la instancia del castigo.

¿Cómo vecina de Quilmes, qué balance haces de la gestión de Mayra Mendoza?

Creo que está realizando una excelente gestión de gobierno, pero es un problema que a Mayra la corran con la agenda de la inseguridad, y me parece un error que el Municipio se presente como querellante en una causa, en la que aparte, uno de los presuntos autores, es un pibe no punible (se refiere el caso del asesinato de un joven repartidor de una plataforma de envíos a domicilio). Pero en cuanto a su gestión, me parece muy buena, y espero que reelija.

author: Celeste Abrevaya

Celeste Abrevaya

Licenciada en Sociología por la Universidad de Buenos Aires, especialista en Políticas del Cuidado con perspectiva de género por CLACSO y Diplomada en Género y Movimientos feministas (FFyL).

author: Mariano Abrevaya Dios

Mariano Abrevaya Dios

Director de Kranear. Escritor.

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