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'La escritura es el territorio donde mi inconsciente me habla con mayor claridad'

El escritor de género negro y psiquiatra Gustavo Abrevaya conversó con KRANEAR sobre su última novela, La bala que llevo adentro, que se presentará el próximo sábado 29 de junio en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, en la ex ESMA. Los fervorosos años 70 y el terrorismo de estado son el material inflamable que atraviesan toda su obra.

27 de Junio de 2024

Por Kranear

Gustavo es psiquiatra y escritor. Su novela El criadero, ganadora del premio Boris Spivacow y editada originalmente en 2003, integra la lista del New York Times de los diez mejores libros de terror del 2023. The Sanctuary, como se tradujo en los Estados Unidos, va por su segunda edición.

El criadero no es el primer libro publicado por Abrevaya. Trabajó con editoriales de Argentina y de España, y participó de distintas antologías. Las Mil y Una Noches Peronistas, un libro que compiló junto al colega Leonardo Killian, fue publicado por el sello editorial GranicaEs miembro fundador de Juramento Negro, un colectivo de autores de género negro con el que se juntan para leer, discutir y divulgar el género; ya publicaron los libros Juramento Erótico, El origen del mundo, y El Atentado (en formato digital, sobre el intento de magnicidio contra Cristina Fernández de Kirchner). En 2013 publicó Los infernautas (Anunnaki) y en 2016 El enviado (Código negro).

Hay un hilo que recorre sus obras: la gran tragedia argentina. La dictadura militar es un sello que le da una impronta a su escritura, y algo que según él le da sentido al género que cultiva, la novela negra, como un modo de narrar ese horror.

El próximo sábado 29/6, a las 17.00 horas, en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, presentará su último libro La bala que llevo adentro -editada por Bardos, un sello cordobés- junto a Luis Gusmán, Daniel Santoro, Raúl Argenti, y María Fiorentino. La novela transcurre en plena Copa del Mundo, en 1978, y tiene como protagonista a un oficial de la Policía Federal.

Gusmán escribió el prólogo de la novela. Allí dice que “quizás se trate de una bala política, clandestina, de mano de obra desocupada, una bala oficial, como dice Sarmiento que es la que mató a Facundo. Puede estar adentro de cualquiera de los personajes de esta novela, y no importa la anatomía con que vino al mundo”. Una bala que llegó adentro. Una herida que no cierra.

Abrevaya llega a la presentación de su cuarta novela de la mejor manera: inspirado, motivado, reconocido por la crítica, los colegas y los lectores, quizás en el punto caramelo de su carrera artística. Y esto se debe a que, entre otros asuntos, desde hace un buen tiempo decidió dedicarle más tiempo a la escritura que a su profesión, con la que se viene ganando la vida desde la turbulenta década del 70, cuando se recibió en la Facultad de Medicina. Por esa época se casó con su propia heroína, y armó una familia en la que hay seis nietos que iluminan hasta al escritor más oscuro de novelas de género negro y terror.

¿Cómo fue el proceso de escritura de “La bala que llevo adentro”?

Fue un largo proceso que, en términos de investigación, duró años. Quizás décadas. En esta novela me propuse centrar el punto de vista en un policía. En Argentina los detectives son figuras casi inexistentes que obligan a realizar malabares a los autores para justificarlos. Se puede recurrir a un policía retirado, algo bastante clásico, o a alguien que cae en el lugar y el momento adecuado y oficia como detective. Me resulta muy superficial, y se percibe la necesidad de escribir lo que en Estados Unidos, el origen de la novela negra, tiene sentido pero trasplantado directamente aquí no. La novela negra cala en todas las culturas, porque investiga eso de lo que no se habla. Lo que va más allá de la línea que marca la ley. Yo sé cómo funcionan las cosas de este lado de la ley, donde yo cumplo con la ley, donde confío en que el prójimo cumple con la ley. Y eso es lo que nos regula. ¿Pero cómo funciona la cosa del otro lado? Y para que la ley se cumpla está la policía. O eso creemos. A pesar de lo cual cuando uno va a cruzar la calle no solo espera que el semáforo lo habilite, sino además que el tránsito se detenga. En Argentina es moneda corriente que la policía hace cumplir una ley que en general ellos no cumplen. Se habla de corrupción, de connivencia con la trata, el narcotráfico, de violencia, de torturas, los comisarios venden sus comisarías a sus sucesores, o al menos esta es la leyenda urbana, pero toda leyenda tiene una raíz de verdad. Y son coimeros, brutales, intimidan. Y sobre todo, desde la dictadura, los que vivimos en el foco de peligro en esos años -los más jóvenes pero esto no implica que otros no estuvieran en peligro-, tuvimos que acostumbrarnos a salir a la calle con el documento siempre encima. Y este hábito al día de hoy lo sigo manteniendo.

La bala que llevo adentro es la cuarta novela de Abrevaya.

De modo que siempre me hice la pregunta de dónde habría policías confiables. Digámoslo de este modo: están los que aprietan el gatillo, pero también están los que reciben las balas, y estos últimos son los que me interesan. Gestar un personaje heroico, querible, honesto, no fue tarea sencilla. He atendido y atiendo policías en consulta, hice cursos en la Universidad de la Policia donde departí con agentes como compañeros. Tuve un familiar que no lograba hacer pie en sus trabajos y terminó entrando en la Policia en la peor época de la historia. Y gran parte de su trabajo consistió en llevar cadáveres en un camión, eran muchos cadáveres, producto de crímenes que no se le explicaban. Nunca supe adónde los llevaba pero imaginaba que algún lugar como un basural sería un lugar posible.

Una novela que se llama “Chau papá” de Juan Damonte habla de la misma cuestión y cuando la leí me sentí habilitado para avanzar en mi propio proyecto. El personaje que yo diseñé se llamó como un viejo compañero mío de colegio, un amigo que aún conservo, que de casualidad resultó ser descendiente de indios. Características que yo le puse a mi personaje, un descendiente de tehuelches, y cuyo nombre es Federico Bazán. Y esto es así porque de alguna manera este origen era la vía por donde yo podía hacerlo marginal como para que tuviera criterios propios en medio del vendaval de crímenes de la dictadura. Después le agregué otros datos como una visión de mosca, una especie de capacidad de ver el mundo sin demasiado esfuerzo, algo que tomé de Daniel Santoro, le agregué cierto margen de ternura, lo quise enamorado de su novia, y este es el personaje que fui diseñando y del cual estoy muy orgulloso. Y la historia es la del secuestro de una niña de cinco años, hija de un policía allegado al poder. Algo que se desarrolla en los intersticios del poder, en los espacios de ruptura.

¿Podés hablarnos del tema que atraviesa todas tus novelas? ¿Es una decisión deliberada escribir sobre eso o es porque es lo que te interpela y te activa el deseo de escritura? 

El tema que atraviesa mi escritura tiene que ver con una conclusión que saqué en algún momento, que es que los crímenes de lesa humanidad, el clima de violencia brutal que se vivió durante la dictadura, le dan un trasfondo y una consistencia a la posibilidad de hacer novela negra en Argentina, algo que de otro modo no aparece con tanta claridad. Investigar cualquier clase de delito más o menos organizado que no conduzca a aquella historia me resulta poco consistente. La novela negra básicamente es un modo de narrar el horror que se esconde detrás de la apariencia de normalidad que nos vende el establishment. Por eso esta novela ocurre durante el mundial de 1978. Un momento de alta locura donde festejábamos goles que se hacían a escasos metros de donde se torturaba y asesinaba. Me parece que este mundial es la gran metáfora de la Argentina de aquellos años. Me resulta muy difícil hablar de otra cosa pero no pierdo la esperanza

¿Hay una búsqueda en tu escritura? 

Hay una búsqueda, pero no sé qué es lo que busco, aunque parafraseando a Picasso, sé cuando lo encuentro. Soy psicoanalista, he estudiado el inconsciente, pero tengo que decir que la sorpresa que me da mi escritura hace de este trabajo algo difícilmente comparable a otras actividades. Ese es el territorio donde mi inconsciente me habla con mayor claridad, me dicta, me acecha, me grita, me susurra, me quita el sueño, me permite producir cosas que me resultaría difícil de imaginar de otro modo.

¿Por qué elegiste el género negro para desarrollar tu obra?

Algo que acabo de contestar en la pregunta anterior. En cierto modo es la falta de fe en el sistema. La percepción de que la mentira es la verdad, al decir de los Divididos, y también que uno verifica a diario que esto es lo que hay. Entonces ¿cómo convivir con eso? No tengo respuestas pero puedo decir que lo último que sacrifico es la capacidad de pensar lo que está ocurriendo.

¿Por qué decidiste presentar la novela en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti?

Es una reivindicación, ante la barbarie que estamos viviendo, de valores que hemos defendido e impuesto trabajosamente y que de un plumazo empiezan a voltear. Los compañeros del Centro Cultural Conti ameritan todos los esfuerzos, así que les estamos haciendo el aguante.

¿Estás trabajando en nuevos proyectos?

Cuándo uno se dispara con un proyecto empiezan a asomar otros. La verdad es que tengo varios en la cabeza. Pero de eso prefiero no hablar porque estoy en un momento de cierta precariedad en la construcción, ya habrá tiempo.

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