Y Marcela Gaba. Fotos: Mario Carrasco (@maritus_carrasquitus)
La extraordinaria marcha a que asistimos el 23 de abril en defensa de la educación pública ha sido abordada en múltiples análisis. Nuestro punto de vista la inserta en la trama de lo que avizoramos como una incipiente repolitización de la escena pública.
Esa trama entreteje las tres marchas más significativas ocurridas durante el aún breve gobierno de Milei: la del Movimiento Obrero del 24 de enero contra la flexibilización laboral y la llamada Ley Ómnibus, la del 24 de Marzo en defensa de la Memoria, la Verdad y la Justicia, y la reciente del 23 de abril en defensa de la Educación Pública, gratuita, federal y de calidad. Con acierto Luis Bruchstein (1) señala que en ellas se expresa la esencia del país, los tres pilares sin los que el país se derrumbaría: trabajadores, derechos humanos y educación.
Desde hace un tiempo la insatisfacción democrática, expresada en despolitización, y la desmovilización campeaban en el ámbito de lo colectivo.
Una vez extendidas lo suficiente, crearon las condiciones de posibilidad para que la fuerza ahora gobernante y el proyecto que encarna lograran hacerse del poder mediante elecciones libres y democráticas. Una verdadera singularidad histórica que fue celebrada por sus mandantes y beneficiarios como un milagro, bajo la pretensión de convertirse en una fuerza refundacional capaz de arrollar la progresión de derechos construida durante décadas en torno, precisamente, a los tres pilares esenciales reivindicados en las recientes manifestaciones populares.
Lo que sostenemos aquí es que las propias decisiones y medidas implementadas por el Gobierno en ese sentido contribuyen a socavar aquello que permitió su advenimiento.
El momento que debe ser abordado por el pensamiento crítico del campo popular ya que constituye una oportunidad a la vez que un mandato. Interpretar correctamente lo que estas marchas están diciendo es imperativo.
Los intereses sectoriales que cada reclamo vehiculiza reflejan el involucramiento de las personas reales con una temática, con el objeto de una lucha común, una toma de posición. Cada marcha demuestra el nivel de organización de la sociedad a nivel capilar y, cada vez más, también a nivel agregado. La transversalidad y heterogeneidad de los asistentes a la marcha universitaria son prueba de ello.
La irrupción de los cuerpos en las calles contribuye a cambiar el escenario de la acción individual, significa el abandono del aislamiento en las redes virtuales para ir al encuentro con otros; alimenta la autopercepción como parte de un colectivo real. En ese nivel se expresan valores e intereses más allá de los propios, aquello que queremos para nosotros y que debe quedar garantizado también para otros.
Esta práctica movilizatoria forma parte de las tradiciones políticas argentinas, las experiencias de lucha han comenzado muchas veces en el nivel sectorial y han acumulado, a lo largo de su derrotero, apoyos y reconocimientos que han terminado por expresarse en el nivel político.
Decíamos que estas marchas ocurren en el mundo real, que resulta tan esquivo al imaginario impulsado por el Gobierno. Aquí la falta de bienestar generalizada desmiente el anuncio de un superavit por Cadena Nacional, masas heterogéneas confluyen en manifestar un mensaje de indudable rechazo a las medidas de gobierno y un colectivero puede exigirle a los gritos a un supuesto representante del pueblo que concurra a votar la ley de Financiamiento Educativo al día siguiente de haberse fotografiado en la marcha en defensa de la educación pública.
A contra corriente de las críticas a su politización sostenemos que es indispensable dotar de cohesión a estas movilizaciones insertándolas en una trama de sentidos compartidos y en la propia historia para que estas multitudes logren desplegar su potencial político.
En el relato de campaña de la fuerza ahora gobernante se apeló a la casta como figura a la que atribuir toda la negatividad que adjudicaba al ejercicio de la política. Una figura sin origen en la historia argentina y ajena a la conformación de nuestra sociedad. Una figura metafórica útil para el eslógan que sólo es un significante vacío. Ese vacío fue siendo rellenado a gusto del público con distintas significaciones y fue convenientemente interpretado por quienes ahora gobiernan como el rechazo a prácticas políticas determinadas, coincidentes con los movimientos nacionales y populares para impulsar discursos de odio, acciones crueles y violentas y fundar adhesiones antipopulares aún entre quienes hoy padecen sus efectos.
Es en esta coyuntura que renacen las impugnaciones a la politización de las protestas precisamente por parte de sectores partidarios que, tras haberse fotografiado en la marcha cual progresistas junto a los estudiantes y sus familias, no prestaron su presencia para permitir el tratamiento de un presupuesto adecuado de la educación que dicen abrazar.
Sin embargo, las recientes movilizaciones están abriendo paso a lo que entendemos como una creciente repolitización de miles de ciudadanos que habían sido arrojados a una especie de apatía social. ¿Puede explicarse de otra manera el episodio del colectivero gritándole al Diputado de Loredo que dé quorum y vote la ley de financiamiento para las universidades? ¿Es imaginable esa actitud en una sociedad sin tradición de altos niveles de politización ciudadana?
Decíamos antes que la comprensión del momento implica un mandato. Se impone tejer una red contenedora en que podamos imaginar cada marcha como un lugar amable donde reconocernos mutuamente. Esta caracterización nos fue inspirada por las agudas reflexiones de Santiago Levin (2) que llama a construir una narrativa nueva inteligible y acogedora que proponga una utopía en el horizonte de quienes han sido desplazados por el actual sistema violento y cruel.
Así como el aislamiento durante la pandemia generó sociabilidades virtuales con una intensidad y modalidades nunca antes transitadas, algunas de cuyas limitaciones aún anquilosan los encuentros reales; creemos que la actual eclosión de los cuerpos en las calles nos desafía a articular ese movimiento para expresarlo en el plano político a través de prácticas compartidas y renovadas que expresen las particulares características transversales de sus participantes, la amplitud de las demandas que portan y la urgencia de las necesidades que las originan.
Debemos recuperar la memoria de luchas anteriores libradas en las mismas calles, reconstruir y transmitir experiencias para recrear una conciencia colectiva y cohesionarlas en un relato de sentidos compartidos que promueva su expresión política.
En ese relato el hombre ya no está solo y espera. Este hombre está formando parte de esa multitud que construye conciencia mientras participa de movilizaciones que aglutinan un profundo repudio a la política económica de este Gobierno, a su indolencia social y a su violencia en la actuación política cotidiana.
Hoy 1 de mayo los trabajadores volverán a plantear en las calles un reclamo de mayor justicia social y de respeto a sus derechos contra la avanzada flexibilizadora que favorece al capital en detrimento del trabajo y el salario. Intuimos que no involucrará solo a las organizaciones sindicales, una multitud de trabajadores dará muestras de aprendizajes pasados en la construcción de su bienestar futuro dejando claro que ese objetivo compartido no eludirá la acción política que ya está en marcha.
(1) Luis Bruchstein, Página 12 del 24 de abril de 2024. Recuperado de: https://www.pagina12.com.ar/731304-las-tres-marchas
2) Santiago Levin, “La crueldad avanza”, recuperado de https://rambletamble.com.ar/el-atontamiento/ (27 de abril de 2024)
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