La trampa gay
23 de Enero de 2025
Por Niko, de Arcoíris Peronista
Joven, una vez estuve en tus zapatos,
estaba deprimido y lleno de tristeza,
sentía que a ningún hombre le importaba si estaba vivo,
sentía que el mundo entero era tan estrecho.
Entonces fue cuando alguien se apareció a mí,
y dijo, joven, sube caminando por la calle,
hay un lugar al que llaman el Y.M.C.A,
pueden hacerte empezar de nuevo.
Es divertido estar en el Y.M.C.A.
Es divertido estar en el Y.M.C.A.
Tienen de todo para que los hombres disfruten
puedes pasar el rato con todos los chicos.
Y. M.C.A., Village People
Hace unos días asumió su segundo mandato como presidente de los Estados Unidos el polémico Donald Trump. Para las disidencias fue un doble sabor amargo.
Por un lado vimos al presidente anaranjado vociferar que su gestión reconocería únicamente dos géneros: el masculino y el femenino. Torpe error de una gestión que empieza a caracterizarse por estar protagonizada por quienes contradicen no sólo a la ciencia (como los anti vacunas qué integrarán el gabinete de Trump). Y digo que es un error porque,incluso si utilizáramos un criterio biologicista veríamos que hay genitalidades que no pueden ser definidas totalmente dentro de ese binomio “hombre/mujer.”
Tambien la contradicción que generó para muchxs de quienes vimos esa grotesca asunción fue la presentación de Village People interpretando YMCA. No sólo fue desconcertante sino doloroso.
Acá es donde conviene hacer un paréntesis para intentar contar objetivamente algo de la historia de la canción y del grupo. La sigla Y.M.C.A significa Young Men’s Christian Association. Esta organización cristiana construía lugares que se volvían puntos de encuentro y para compartir actividades entre personas muy distintas.
¿De donde surgió el nombre? El grupo se llamó Village People por Greenwich Village, una zona gay de Nueva York ¿Era un grupo gay? No, o al menos no en su totalidad. Sólo Felipe Rose y Randy Jones, además del creador del grupo Jacques Morali eran homosexuales.
La historia se pone un poco más difícil de narrar a la hora de descubrir si había una intencionalidad gay en la canción o no. Hay versiones que dicen que eso es evidente si vemos la caracterización de los intérpretes (estereotipos de lo “masculino') y el guiño en la canción al decir “Tienen de todo para que los hombres disfruten. Puedes pasar el rato con todos los chicos.”
Otras versiones más difíciles de creer, dado el origen y su contexto al nacer, dicen que la canción únicamente busca plasmar lo que las personas podían hacen en los espacios YMCA; en donde, como ya dijimos, convivian desde personas mayores, hasta jóvenes en busca de empleo, trabajadores varios y actores de cine para adultos.
Independientemente de la intencionalidad, o no, del grupo, algo sucedió: la canción fue adoptada como icono de la cultura gay de aquellos años. Vale recordar que el movimiento gay organizado, daba sus primeros pasos en el mundo. Fue casi un proceso natural que el colectivo empezara a adoptar iconos y símbolos que dieran identidad y al mismo tiempo visibilidad. La notoriedad de la canción y su éxito mundial siempre la vinculó a la diversidad.
Ahora bien, ¿cómo pasamos de una canción que se transforma en un icono gay a sonar en la asunción de un presidente que reniega de nuestras identidades y busca combatir la “ideología de género”? El sistema capitalista obra de formas misteriosas. Pero tampoco tanto.
La política no es moral, afirmaba Nicolás Maquiavelo. Bien lo sabía el autor de “El príncipe”. La contradicción y la tensión interna son parte de las distintas estructuras de poder. Por ejemplo, ¿qué tienen en común Rusia, Japón y Afganistán? A simple vista son tres culturas muy diferentes, con historias, tradiciones y modelos económicos distintos. Sin embargo tienen un punto en común: todas persiguen y criminalizan a las identidades disidentes. Lo que este ejemplo pone en relieve es que el LGTB+ odio no reconoce culturas sino modelos. Este odio responde al modelo capitalista, el cual es y será hetero cis y patriarcal.
La canción de Village People nos ayuda también a ejemplificar cómo desde distintos sectores se apropian y resignifican iconos culturales. El colectivo de disidencias es un gran ejemplo de personas que se han apropiado de elementos que originalmente no les pertenecían. Incluso hemos llevado adelante la hábil tarea de transformar insultos en insignias de orgullo. “Puto”, “trolo” y “maricón” han sido palabras usadas para dañar y denostar nuestras existencias. Con resiliencia hemos transformadora ofensas en títulos honoríficos. Hoy los trolos levantamos con orgullo esa palabra auto identificante.
Sin embargo, el sistema capitalista que es mucho más hábil que nosotrxs, se perpetúa a través de la mutación y realiza el mismo trabajo que nosotrxs para reutilizar elementos culturales. En Argentina, la campaña presidencial de Mauricio Macri puso un ejemplo claro sobre este punto con la apropiación de la canción “No me arrepiento de este amor” de la mítica Gilda.
La cumbia, género popular por excelencia, no podría estar más alejada de intenciones de los poderes concentrados de ver subordinado al pueblo. El poder, que siempre es hábil para camuflarse, se disfraza de “popular” para, cual caballo de Troya, ingresar en las masas populares e instalar ideas y referentes que dotados de esta máscara desprecian al pueblo.
Volviendo a lo ocurrido en EEUU, nunca la contradicción resistió tan poco un archivo como lo ocurrido en la asunción de Trump. Es entonces necesario pensar si al poder real tan solo le alcanza con infiltrarse para aniquilar desde adentro al pueblo.
No, definitivamente no. En los últimos años vimos mejorada la maniobra de apropiación de símbolos y conceptos. En Argentina la derecha macrista se apropió del término “PRO”, luego renovó su imagen gráfica llenándose de colores e incluso llegó a hablar de la “Revolución de la Alegría”. Todo perfectamente estudiado por su impacto en la psiquis humana. Desde los colores hasta las palabras son elegidas por su impacto en nosotrxs.
La ultra derecha actual dio un paso más al apropiarse de la vital idea de “libertad”. ¿Qué persona, colectivo o nación no querría ser libre? Sin embargo se nos vende libertad, pero terminamos comprando desigualdad, persecución política y casería intelectual.
Hay un doble efecto en esto. El mecanismo parásito del poder no solo ingresa al organismo del pueblo sino que lo deja vacío y mudo, sin poder apelar a los términos y palabras que antes usaba para defenderse. Eso se traduce en una impotencia qué toma tiempo transformar en acción. El desconcierto inicial hace que los individuxs se sientan, no solo avasalladxs , desorientadxs sino también capacidad de respuesta.
Entonces, ¿qué camino debemos elegir frente a la inmensidad y versatilidad del poder real? Si suyo es el poder económico, entonces nuestra deberá ser la sensibilidad. Si a ellos les pertenece la tecnología que distancia, que nuestros sean los diálogos cara a cara. No hablo de poner flores en fusiles ni nada por el estilo. La romantización de la batalla cultural es también un germen a erradicar.
Hablo de una trampa en la que múltiples comunicadores y generadores de contenido actuales han caído: intentan diferenciarse copiando los métodos. Responden con insultos a las ofensas que recibimos. Replican la lógica de las fakenews pero orientándolas hacia nuestros opositores. Se contentan con “ganar” discusiones mediocres de streaming o miden su poder en cantidades de seguidores de instagram. Intentan apagar incendios con bidones de nafta en la mano. Ídolos de barro pondría Feinmann en boca de Evita en la icónica película. Si nos reducimos al nivel de los odiantes, entonces quizás, sería preferible perder una pelea que reduce nuestra humanidad.
Mahatma Gandhi decía algo así como que el “ojo por ojo solo va a dejar ciego al mundo”. Urgen líderes que calmen aguas y apelen a una sensibilidad que empodere y despierte el fuego rebelde y la inteligencia de las personas. La tecnocracia y el poder económico tiene un límite: el de la panza vacía. Todos los regímenes absolutistas cayeron por el simple hecho de que los pueblos comprendieron la fuerza de su superioridad.
Pero ningún pueblo o colectivo quiere ser tratado ni traidor ni de estúpido. Aún cuando haya elegido traidores o tomado decisiones estúpidas.
Es fundamental que el "nadie se salva solo" no sea un lema que suena bien. Resulta imperioso abonar a una construcción fraternal desde la escucha. Elegir la humilde escucha antes que la catarata de palabras vacías. El encuentro sin flashes antes que los streamings caprichosos y carentes de verdadera rebeldía.
Me gusta pensar que un colectivo como al que pertenezco, esconde el secreto para los nuevos tiempos. Hemos aprendido a vivir con insultos, escondidos y también con ferocidad hacer frente a épocas muy oscuras. Desde el fango puede nacer la flor pura del loto. ¿Quienes más capaces para asumir los desafíos de una nueva época que aquellxs que hasta ahora no han protagonizado ninguna epopeya?
Es tiempo que los Happy Ending sean nuestros. Pero eso requiere empezar a escribir. Solo cuando veamos realmente como un escenario posible el triunfo de una verdadera libertad e igualdad podremos llevarla a la acción. Como siempre, es nuestra responsabilidad trabajar para ello. Nadie más que nosotrxs tiene el poder de construir un futuro y para eso debemos creernos SER ese futuro.
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