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Si todo estuviera mejor

Los Fabulosos Cadillacs coparon Ferro para celebrar los treinta años del tema Matador, grabado en 1993, y que se convertiría en uno de los himnos del rock argentino. Sebastián Giménez aprovechó el recital para recorrer parte de los hitos de la banda, y trazar un paralelo entre los años 90 y el presente distópico que se va configurando con el nuevo gobierno de Milei y Juntos por el Cambio.

El sábado tocaron Los Fabulosos Cadillacs (LFC) en Ferro, en el prólogo de su gira latinoamericana. El trasvasamiento generacional sobre gustos musicales suele ser fulminante. Mi mujer le propuso a mi hija de 15 años ir al recital y ella le agradeció con una sonrisa reponiendo: no sé ni quiénes son. Habrá sentido lo mismo que nosotros jóvenes en los 90 cuando veíamos en el tocadiscos los vinilos de Julio Iglesias y José Luis Perales. En la concurrencia a ver a LFC se insinuó cierto predominio de cuarentones, los que éramos jóvenes en aquella década del 90 y ahora ellos (nuestros hijos) transitan la misma etapa vital en esta previa sobrenarrada del gobierno libertario. La palabra libertario para nosotros evocaba al Che Guevara bajando de la sierra Maestra y todo Santa Clara despertándose para verlo. Los tiempos cambiaron.

Vasos vacíos, el tema que nombra el disco emblema de la banda, se grabó en 1988.  Parecemos estar casi en esa misma época, en el derrumbe de un gobierno corroído por la inflación. En el 91, fui a ver los Fabulosos con mis primos a un recital en Villa Gesell. Recuerdo que tocaron en una especie de descampado y para nosotros era como tocar el cielo con las manos ver ahí a Vicentico y sus compañeros alborotando la calma casi absoluta del verano. Éramos jóvenes los que estábamos ahí.

Recuerdo con euforia cómo algunos exaltados invadieron el escenario en un momento de excitación mientras sonaba El Satánico Doctor Cadillac. Los Cadillacs tocando para vos, los Cadillacs tocando para vos. ¿Qué se insinuaba ya en la sociedad? El show en el escenario de la música, del Presidente yendo en dos horas a Pinamar arriba de una Ferrari y abajo el descampado donde estaba la gente. Siempre habrá vasos vacíos con agua de la ciudad, y siempre hubo pobres decía Menem.

Pero es inútil atribuirle intencionalidad política a las canciones, al arte, aunque sea un deporte argentino que se ve también cuando un candidato triunfador baila al son de Se viene el estallido, de mi guitarra, de tu gobierno también de La Bersuit. También se cantaba poco antes de que De La Rúa se fuera en helicóptero, pero en el momento de esa tragedia ya no daban ni ganas de cantar. Lo que sí sabemos es que Vicentico es hincha de San Lorenzo de Almagro, sus inclinaciones políticas se insinúan, las letras y las canciones pueden apropiarse para cantar cada uno lo que se le plazca. Cultura horizontal, mixturas, mestizajes, crisol de razas y de creencias. Bienvenido sea el arte y su barro popular.

Ya en 1995, lanzaron el disco Rey Azúcar, en el año de la reelección de Menem. Yo no lo voté, repetía la clase media y el riojano se alzó con la mitad de los votos. Pero ¿qué es Mal bicho, sino una interpelación a la meritocracia? Vos que andás diciendo que hay mejores y peores, vos que andás diciendo qué se debe hacer. ¿Cómo se te ocurre que algunos son elegidos y otros son para el descarte, ambiciones de poder? Recuerdo marchas docentes cantando contra el gorila musulmán y poniendo en el escenario el tema de los Cadillacs, un rock ya más duro, metalero en épocas en que el punk y canciones de protesta de Ataque 77 también hacían lo suyo. Cada época y sus canciones.

En 1992, habían sacado disco El León (Santillán, por supuesto, válgame Dios) con el tema Carnaval toda la vida Los Fabulosos coincidiendo en la temática con Celia Cruz, la cantante cubana que diera voz a Vasos Vacíos y tiempo después entonaría su canción La vida es un carnaval. Tema bastante festivo el de los Fabulosos pero sin dejar de aludir a una crítica a su época. ¿Por qué será que todos guardan algo? Cosas tan duras que nadie quiere decir. Iban todos caminando como en una procesión de gente muda que no tiene corazón.

Este escriba lo puede llegar a interpretar como una pintura del vacío social menemista y la caída de las utopías, pero también puede ser otra cosa. Es un carnaval con música festiva pero reflexivo, que quiere ir un poco más allá y mirar lo que pasa. No es el “no hay que llorar, que la vida es un carnaval y es más bello vivir cantando”, de Celia Cruz. Un carnaval que no quiere ser inocente a lo que pasa. Y se dice eso bailando, como en Gitana, toda la noche al ritmo de la banda, hasta que explote como se sacudió Ferro el sábado 2 de diciembre juntando también un crisol de generaciones. Cuarentones con memoria pero también jóvenes para los que esas letras tienen también actualidad, siguen vivas transmitiendo cosas y rebeldías. Vicentico y Cianciarulo compartieron escenario con sus hijos.

Hay otra canción en ese memorable disco probablemente menos recordada que se llama Gallo rojo. Voy a decir como muchos en Twitter: ustedes eran chicos (o no habían nacido) pero en esa época el peronismo había sido cooptado por un pensamiento hegemónico y único neoliberal. Los de inclinaciones peronistas casi que no tenían de dónde agarrarse desde que Perón había muerto en 1974. Los pueblos se repliegan hacia lo conocido, supo enseñar Rodolfo Walsh. Pero ¿dónde replegarse con el peronismo cooptado por la frivolidad y la tecnocracia del consenso de Whashington? Las salidas o la discusión al pensamiento único se iban un poco más por izquierda.

Y Gallo Rojo habla en forma metafórica del Che Guevara evocando: “hubo un tiempo en que eras fuerte, y peleabas como un gallo, gallo rojo, tan valiente, comandante de este barrio”. El muro se nos había caído encima pero se seguían cantando esas ideas de alguna forma. En tiempos de minorías circunstanciales, o de derrotas como la que actualmente experimentó el campo popular, es bueno retomar lo que rezaba la canción “no importaba si eran diez, si eran veinte o si eran mil, eras grande Sol de Mayo”. También, la interpelación a su recuerdo para mover a la sociedad, “hoy la gente va dormida, nadie puede despertarlos. Es por eso que te pido, que nos vuelvas a la vida, y que despiertes a toda la sangre que está dormida”.

Alejandro Galliano escribió un libro titulado ¿Por qué el capitalismo puede soñar y nosotros no? Llevándolo a la actualidad, ¿por qué la derecha se puede radicalizar y nosotros (los peronistas, los progresistas) no? Siempre haciendo equilibrio hacia el medio, intentando acallar la verba radicalizada, se llegó a esta especie de empate hegemónico en donde ambas tendencias que se alternan en el poder no le encuentran la vuelta a la economía. ¿Por qué la derecha puede decir cualquier cosa (y ganar) y la izquierda, el progresismo o el peronismo apareció recatado o conservador del statu quo y perdiendo de igual manera?

Mucha agua correrá debajo del puente. Y muchas canciones acompañarán el recorrido de la resistencia. Como supo cantar Enrique Pinti: “Pasan los años, pasan los gobiernos, los radicales, los peronistas, pasan veranos, pasan inviernos, quedan los artistas”. 

Los Fabulosos Cadillacs tocaron en Ferro. Celebraron los 30 años del tema Matador, grabado en 1993 y que pasó a la historia como uno de los mejores del rock argentino. En Ferro se escuchó en la voz inconfundible impostada de afonía de Vicentico, cargada también de emoción: “soy la voz de los que hicieron callar sin razón, por el solo hecho de pensar distinto, interpelando el negacionismo de los triunfadores del momento. Y un condicional fuerte, pero es tarea del futuro que viene: “Santa María de los Buenos Aires, si todo estuviera mejor”. Que la historia sigue abierta, no como quiso cancelar una vez Fukuyama.

author: Sebastián Giménez

Sebastián Giménez

Escritor y trabajador social. Autor del libro Victoria siempre (Editorial Sudestada), y de relatos cuervos y otros libros setentistas.

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