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Todo por la revolución peronista
Gustavo Rearte nació el 25 de julio de 1932 en la Capital Federal. De madre italiana y padre cordobés, un criollo y capataz de estancia, de firmes convicciones nacionalistas.
Gustavo conoció la pobreza en las barriadas de San Telmo.
Aficionado al box, interpolaba (ese cuestionado deporte como tal) con la política partidaria: “A veces escucho a militantes que dicen que tenemos que hacer primero la célula, la organización, el frente único, la lucha en la montaña, la lucha en la ciudad, pero a mí me quedó algo muy claro del boxeo: yo no podía decir punteo con el ‘jab’, luego un gancho de izquierda al hígado, cuando se dobla un ‘uppercut’ y, finalmente, un ‘cross’. Yo tenía que tener siempre en cuenta que el otro también peleaba y calcular qué movimientos iba a hacer”.
Gustavo fue un militante destacado de la Resistencia Peronista: incorruptible, justo, ético, solidario, tenaz en sus convicciones, implacable con los traidores.
Socarronamente decía que uno en este país se hace peronista, como se hace hincha de Boca o de Gardel, con naturalidad, porque es la esencia del pueblo.
Siendo delegado obrero en la fábrica de Jabón Federal, llega a la secretaría general del Gremio de Perfumistas con tan sólo 25 años.
Cofundador y conductor de la primigenia Juventud Peronista en 1957; él, provenía del “Comando Juan José Valle”. También con los compañeros sacaron el diarito Trinchera de la Juventud Peronista. En 1960, encabezó el primer grupo armado de la J.P. que se hizo con los fusiles y pistolas de un retén militar Aeronáutico de custodia cerca de Ezeiza, en el barrio, que antes de la caída de Perón en el ’55, se llamaba Ciudad Evita.
Baleado por la policía en pleno centro de Buenos Aires en junio de 1961, en la esquina de Rodríguez Peña y Sarmiento, esperan que se les muera desangrado, pero al final la presión solidaria de la gente que pasaba y la alerta en los medios radiales y gráficos hizo que lo internaran de urgencia para salvarle la vida. Tenía nueve perforaciones en los intestinos.
Luego ya restablecido, es detenido bajo el gobierno de Arturo Frondizi al aplicarse el Plan CONINTES (Conmoción Interna del Estado). Una anécdota divertida al respecto cuenta Gonzalo Chaves coautor libro Los del 73. Memoria montonera:
“Un día del año 1962, estando Gustavo en el penal de Caseros, cae preso el gordo Ricardo Polidoro, conocido militante de la Tacuara, que dirigía Alberto Ezcurra. Lo primero que preguntó fue: ¿Quién es Gustavo Rearte? Cuando se lo presentaron, se cuadra militarmente y le dice: la organización me dio orden de ponerme bajo su mando. Gustavo no simpatizaba precisamente con Tacuara, pero había un respeto a los hombres de la Resistencia que estaba más allá de las ideologías. Demás está decir que ese encuentro le valió a Gustavo años de cargadas; precisamente a él que estaba acusado de zurdo, se le venía a subordinar alguien de la derecha católica”.
Recupera la libertad con la amnistía de 1963. Para 1967-68 ayuda a conformar la CGT de los Argentinos (CGT-A) cuya cabeza visible era Raimundo Ongaro. Con otros notables del peronismo combativo, organizó también el Primer Congreso de la Tendencia Revolucionaria del Peronismo realizado clandestinamente en Buenos Aires en agosto de 1968.
Juntamente con John William Cooke se comprometieron con el Che Guevara a dar un importante aporte en hombres para la lucha, si la guerrilla guevarista alcanzaba la frontera con Argentina. Visitante asiduo de Perón en Madrid supo ganarse el respeto del Líder. En 1969 es nuevamente encarcelado por la dictadura; sale al año siguiente.
Ideólogo del peronismo contestatario, bajo su égida pasaron el Movimiento Revolucionario Peronista (MRP), (de su mente y de su acción, en gran medida, salió la declaración de principios de dicha organización), la Juventud Revolucionaria Peronista (JRP) y el Movimiento Revolucionario 17 de Octubre (MR-17). También fue fundador del periódico En Lucha, órgano de difusión del MR-17.
Víctima de leucemia falleció el domingo 1° de julio de 1973 a la edad de 41 años. Fue velado en la Federación Gráfica Bonaerense y a su sepelio concurrieron más de 3.000 personas. Uno de los que habló para despedirlo fue el cónsul cubano en Argentina quien dijo: “Cuando muere un revolucionario como Gustavo Rearte, lo lloran todos los pueblos del mundo'.
Esta sucinta biografía de Gustavo estaría incompleta sino hiciéramos también referencia a su compañera de vida y militancia que siempre fue conocida en el ámbito como Amelia Rearte. Su marido se fagocitó, con su relevancia y acción, el apellido de ella.
Amelia falleció el 7 de febrero de 2015 a la edad de 80 años luego de haber padecido una larga enfermedad. No hubo velatorio. Cremaron su cuerpo en el cementerio de la Chacarita.
Fue la inolvidable compañera de Gustavo Rearte (se casaron en abril de 1955) y madre de una beba que al nacer en 1957 fue bautizada como María Eva. También de un niño llamado Gustavo.
Al igual que su marido, Amelia consagró su vida a la lucha por el regreso de Perón y la organización del pueblo peronista. Formó parte de la Resistencia que enfrentó 18 años de oprobio y dictaduras para sojuzgar a los argentinos.
Amelia Rearte integró en la última etapa de su vida, el grupo de militantes y familiares que se movilizaron para que el proyecto de reparación histórica para miembros de la Resistencia Peronista saliera del freezer donde estaba encajado. Es que cuando en 1992 se creó el fondo de reparación histórica para los luchadores, el espíritu de los legisladores fue muy amplio, ya que no le fijaron fecha de inicio ni de término. Pero después un decreto presidencial lo limitó, acotando su aplicación a los detenidos o desaparecidos entre 1974 y 1983, con lo cual toda la franja de la Resistencia Peronista quedó afuera.
Hubo cambios positivos luego de un debate de cuatro años que parecieron interminables. La ley finalmente fue aprobada por una abrumadora mayoría de 176 votos a favor, 2 en contra y una abstención, el 27 de noviembre de 2013; y estableció una pensión mensual para ex presos por razones políticas, gremiales o estudiantiles antes de la vuelta democrática, sin límite de años en su inicio, haciéndola así más abarcativa y dando cabida a los primeros resistentes peronistas.
Amelia fue importantísima para que esto se hiciera posible y se convirtiera en ley.
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