Internacionales

Venezuela: mesura, respeto y continuidad

Cuando hay elecciones en el país petrolero y cualquiera sea el resultado, habrá desconfianza, suspicacias y rechazo de los resultados. Así sucede desde que el chavismo arribó al poder. Hace unas horas, el Consejo Nacional Electoral venezolano ratificó los resultados que dan como ganador a Nicolás Maduro, acusado de hacer fraude. El panorama internacional, y los desafíos del gobierno para el corto y mediano plazo.

La noche del domingo fue de las más jornadas electorales más agitadas de América Latina en el último tiempo; se sabe: cuando hay elecciones en Venezuela siempre y cualquiera sea el resultado, habrá desconfianza, suspicacias y rechazo de los resultados. En esa línea, la oposición en las últimas horas de la campaña agitó el fantasma de un eventual fraude: nada nuevo para una oposición de tradición golpista. En lo que entendemos como proceso electoral podríamos decir que todo funcionó con relativa normalidad, y de hecho, el canciller de la República Bolivariana de Venezuela, Yvan Gil, publicaba un tweet donde más de cien organizaciones sociales y políticas de todo el mundo celebraban el proceso electoral. Incluso algunas de esas organizaciones posteriormente prefirieron guardar silencio en relación al resultado electoral, es decir que estamos hablando de organizaciones con relativa autonomía política en relación al chavismo.

Por otro lado, y como lo habíamos enunciado, el chavismo, en relación a otras elecciones, llegaba con ciertos niveles de tranquilidad social y sobre todo económica, en franca recuperación. En paralelo, a nivel internacional, Maduro había estrechando algunas líneas de negociación con el norte como nunca antes había sucedido. Incluso la belicosidad en campaña por parte del oficialismo y la oposición fue de menor tenor que en otras oportunidades. Su capacidad de movilización estaba bastante disminuida, a diferencia de otras elecciones, y en los últimos días hubo indicios que el derrotado (sea cual sea), no iba a aceptar tan rápido la derrota.

El mismo domingo, Nicolas Maduro, a través del Gran Polo Patriótico, se autoproclamó ganador con el 51.20 % de los votos, de acuerdo a la información del Consejo Nacional Electoral (CEN), con un caudal de votos que superó los cinco millones, nada sorprendente para los guarismos previos que manejaba el oficialismo, e incluso la propia oposición. Los números también indicaban que Edmundo González alcanzó los 4 millones y medio de votos, lo cual indicaba un número poco esperado por el candidato opositor.

De esta manera Maduro volvía a ganar las elecciones, otra vez con un margen poco holgado, pero esperado, como lo viene siendo en las últimas elecciones en Venezuela. Como en anteriores oportunidades, el pais petrolero tendrá que soportar sanciones económicas por parte de los Estados Unidos y la Unión Europea, teniendo en cuent además que parte del oro venezolano está retenido en Inglaterra.

Maduro se las ingenió para sostener el poder popular construido por Hugo Chavez, aunque en pocas oportunidades pudo ampliar la base de sustentación; a lo sumo sólo evitó que la escalada opositora gane violentamente las calles, gracias a un leal aparato de seguridad y de defensa. Esta forma de ejercer el poder también lo llevo en varias oportunidades a recibir denuncias vinculadas a la violación sobre derechos humanos de diferentes organismos y ONGs internacionales.

En su discurso, luego del resultado, Maduro sostuvo “no pudieron con las sanciones, no pudieron con las agresiones, no pudieron con las amenazas. No pudieron ahora y no podrán jamás con la dignidad del pueblo de Venezuela”, y destacó que “el fascismo en Venezuela, la tierra de Bolívar y Chávez, no pasará ni hoy ni nunca”. Y a medida que reconocía como válido el proceso electoral, denunciaba el hackeo informático al sistema del CNE. Un ingrediente más al clima de rarezas en que vive Venezuela a partir de la noche del domingo.

Desde el atardecer del domingo elecionario, el opositor González, apoyándose en un clima de excitación de las redes sociales, sostuvo que su fórmula había sido la holgada ganadora de la elección, para ir gestando de a poco un descrédito hacia el resultado electoral: esto no resultada nada novedoso si uno observa la tendencia histórica en el comportamiento de los opositores al chavismo.

Ayer viernes –cinco días después de las elecciones-, el CNE confirmó lo esperado: el triunfo de Nicolás Maduro, luego de las controversias generadas por la oposición venezolana y sus colectoras latinas en relación al conteo y un eventual fraude. En un segundo conteo, con un 96.87% de las actas transmitidas y un total de 12.386.699 votos, la CNE le adjudicó a Nicolás Maduro 6.408.844 votos (51,9%), frente a los 5.326.104 de votos de Edmundo González con (43,1%).

El panorama internacional

Si las elecciones en Venezuela se convirtieron en los últimos años en procesos violentos y cargados de sospechas, la opinión internacional encuentra también un escenario de excitación donde los diferentes mandatarios y autoridades globales analizan el proceso con un alto componente ideológico y prejuicioso. Esto hace reflexionar acerca de la política en Venezuela, la que siempre debe tomarse como un tema delicado y excepcional, y donde no es conveniente lanzarse a pronósticos o juicios aventurados.

Analizando las diferentes intervenciones de mandatarios internacionales observamos que existen tres grandes bloques a la hora de analizar. En primer lugar están aquellos que denuncian fraude sin tomar reparos analíticas y novilizados por un sesgo puramente ideológico. Luego aparecen aquellos países que invocan a la calma y solicitan las famosas actas con los resultados, y por último está el conjunto de naciones que creen en los números brindados por el CEN; entre estos países figuran los gigantes asiáticos de China y Rusia.

Al analizar estas posiciones es posible inferir los distintos posicionamientos geopolíticos.

América Latina jugó su propio partido a la hora de pronunciarse en relación al resultado. La presidenta hondureña Xiomara Castro no dudó en felicitar el triunfo de la Revolución Bolivariana, en esa línea también lo hizo el primer mandatario boliviano Luis Arce, el ex presidente ecuatoriano Rafael Correa saludó al pueblo venezolano y felicitó a Maduro. Además, como era previsible, tanto el gobierno de Cuba como el de Nicaragua saludaron a Nicolás Maduro.

Dentro los países que invocan a la calma, sabiendo que una escalada de violencia en Venezuela puede aún profundizar la crisis humanitaria, aparecen México, Colombia, Brasil (acá identificamos una tensión entre la posición de mesura del Presidente Lula y su partido PT, que felicitó a Maduro por el triunfo),  y por último en esta familia señalamos con una posición más crítica a Chile. Este grupo de países exige la difusión de las planillas por parte del CEN, elemento que descomprimiría la situación. En paralelo, los Estados Unidos, hasta el lunes, solamente solicitaba la tabulación detallada de los votos, y manteía una mirada expectante del resultado.

Los integrantes de la CNE.

Entre los países abiertamente negacionistas del resultado, como el caso argentino o del Uruguay, en el caso del primero, figuras de fuste política sugirieron una accionar militar que rozó la idea de un golpe militar tácito. Llama la atención que un proceso en el cual se tendría que reclamar más democracia, se invoque a una salida militar inconstitucional. En la línea del descrédito obviamente aparece la ONU que como todo proceso electoral es analizado con un manto de dudas sobre todo si se trata de un triunfo del chavismo.

La oposición, para esta elección cambió la estrategia, y se presentó más propensa al dialogo y a una transición pacífica en el caso un triunfo electoral. Sin embargo, el escenario actual impulsado por la denuncia de fraude ya desnudó el modus operandi de la oposición, que incentiva un clima de violencia callejera que ya se habría cobrado la vida de mas de diez ¡personas.

Respeto, prudencia y sin lugares comunes

El resultado de las elecciones en Venezuela generó un amplio alboroto por parte de los políticos nacionales y los diferentes medios de comunicación local. El clima electoral sacó en algunos políticos posiciones llamativas, sostenidas en un discurso de violencia y ajenos a una tradición nacional en política internacional, que indica que cada pueblo es soberano de sus decisiones.

Durante todo el siglo XX, Argentina se caracterizó por tener posiciones neutrales en relación a los conflictos que sucedieron en la región. Sin embargo, hoy algunos políticos con ciertas inclinaciones a los centros de poder llaman a la ocupación militar de Venezuela, obviando la autodeterminación del pueblo venezolano. Lo que más preocupa también es que algunos políticos del arco opositor al gobierno de Milei acompañen las interpretaciones del oficialismo, obviando principios doctrinarios del peronismo fundados en la Tercera Posición. Desde este lugar y desde esa posición consideramos que Argentina debe ser un garante de paz y acompañar las decisiones de los pueblos hermanos.

Por tal motivo hay que tener dos elementos en cuenta a la hora de analizar el proceso venezolano: en primer lugar, el respeto al pueblo de Bolívar que sufre desde hace un tiempo un proceso que tiene que ver con una gran crisis humanitaria y migratoria. De acuerdo a informes de organismos internacionales más de 6 millones de venezolanos dejaron sus hogares en el último tiempo. Nadie puede negar este dato. Después como todo número también es susceptible de ser analizado, ¿la crisis que desde hace años vive Venezuela es políticamente endógena o infringida exógenamente y alimentada por una oposición que siempre creyó que cuanto peor mejor? ¿Alguien puede pensar que si el conflicto no se resuelve de manera pacífica esos seis millones de venezolanos van a poder volver pacíficamente a sus hogares? ¿Solamente con la salida de Maduro es posible resolver la crisis social y política en Venezuela?

El otro eje de análisis se da en el discurso posibilista de los generadores de opinión que ven en el caso venezolano una manera de reforzar sus posicionamientos políticamente correctos abrazados en una tradición anclada en el discurso alfonsinista del regreso de la democracia. Estos discursos ponen en duda el resultado electoral, o mejor dicho desconfían de los números expresados por el CEN, tomando como prueba la exposición de las actas por parte del Colegio Electoral, lo que es lo mismo que tomar como válido los resultados expresados por la oposición, a lo que no se les solicita ninguna papeleta que autentifique dicho resultado.

En paralelo, mientras se señala la imparcialidad del CEN, no se detienen en señalar que el software de votación, escrutinio y totalización tiene la participación de los partidos políticos y son estos quienes lo certifican antes del inicio de las elecciones. A lo que se le suma que el proceso de conteo está automatizado. De acuerdo a nuestra experiencia electoral, sabemos además del comprobante generado por la expendedora de boletas, elemento también para despejar cualquier intento de fraude analógico. Recordemos que este software es el que tantos políticos amigos del norte reclamaban para nuestro país.

Nos encontramos ante un proceso complejo, que se descomprimiría con la evidencia de los números del CEN, y quizás un reflejo político del gobierno de Maduro tenga que ver con esta acción, como también tratar de aplacar las aguas en su enfrentamiento en el plano  internacional, y tratar de ampliar las bases de sustentación.

La elección también nos lleva a reflexionar acerca de los procesos electorales y sus formas en países sujetos a situaciones revolucionarias como en el caso de Venezuela, pero este es un debate más amplio que incluye una reflexión acerca de nuevas formas democráticas en países donde las revoluciones son inconclusas.

Con la evidencia de las actas. ahora tocará la tarea más difícil: normalizar y pacificar a una parte de la sociedad fogoneada por una oposición que destila violencia y huele a azufre. Será tarea de Maduro ampliar su base de sustentación social, mantener los niveles de crecimiento del último año y sobre todo sostener los valores chavistas de una Revolución que ya a esta altura nos trasciende y nos sigue convocando.

author: Emanuel Bonforti

Emanuel Bonforti

Sociólogo (UBA), Periodista (Universidad Abierta Interamericana), Maestrado en Historia (Universidad de San Martín).

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