Entrevistas Cultura Teatro

“A todo lo que nos dicen que está mal, les decimos que está bien y lo celebramos”

Martín Marcou es el director y dramaturgo de “Mi Corazón no es de piedra ni madera”, una obra del teatro independiente en la que la protagonista es una chica trans. “Confío en la fuerza ancestral de nuestras prácticas, en lo colectivo, como la plataforma para la salida de toda crisis”, plantea en esta entrevista con el periodista platense Maxi Curcio.

Fotos: Leandro Martínez

De adolescente, Martín Marcou (46) llegó desde la Patagonia, dispuesto a cumplir sus sueños en la gran ciudad. Años después, algunas experiencias propias y paisajes de su infancia, en igual medida que su inagotable imaginación, confluyen en “Mi corazón no es de piedra ni madera”, obra actualmente en cartel, y en dónde el director y dramaturgo coloca a una chica trans como protagonista.

Marcou es un creador que permanece atento y permeable a los procesos de transformación y sabe que ser testigo de la época en la que vive demanda actitud y acciones. Decidido a dar pelea en las salas, poner el cuerpo y seguir insistiendo, incluso cuando todo se pone cuesta arriba, rescata el poder emancipador del teatro independiente. Con sentido reflexivo, el artista se pregunta cómo hacer para sostener el interés por un arte vivo tan antiguo, depositando esperanzas en lo colectivo, como la plataforma para la salida de toda crisis.

¿Qué temáticas transita “Mi corazón no es de piedra ni madera”? ¿Qué imágenes la inspiraron?

La obra ubica la historia en la Patagonia Austral. Los paisajes de esa Santa Cruz profunda y mis amigas de la infancia fueron los disparadores para escribir la Mi corazón no es de piedra ni madera. Es una obra que se pregunta por lo que nos dejan aquellos que atraviesan nuestras existencias y por lo que le dejamos nosotros; en definitiva, por lo que queda de esos intercambios que a veces son fugaces. Habla también sobre el carácter de lo transitorio y sus efectos sensibles en lo cotidiano. Intenta indagar sobre algunas nociones en torno a los que nacen y mueren en un mismo lugar, sobre los que vienen un rato a los pueblos de la Patagonia, y sobre esos que están de paso pero dejan marcas indelebles en nuestras vidas.

¿Existe algún elemento autorreferencial en su dramaturgia?

Las vidas de mis amigas fueron el motor para escribir, al mismo tiempo que algunas imágenes, sensaciones y recuerdos de vivencias compartidas. Podría ser una obra que trabaja, a su manera, como un homenaje a un tiempo compartido. Pero esos recuerdos del pasado están atravesados de lleno por la ficción. Muchas cosas que se cuentan en la obra solo existieron en mi imaginación.

¿Cómo se posiciona la obra respecto a los crecientes discursos de odio y ataques generalizados hacia personas trans?

Lo hace poniendo a protagonizar el espectáculo a una chica trans. Si bien en los últimos años hay más visibilización en los escenarios, no suele ser muy frecuente que en teatro independiente una chica trans sea la protagonista femenina de una obra. Ellas mismas crean sus espacios vinculados con las artes escénicas: escriben, producen sus textos y los ponen en escena. Para lo cual forman cooperativas, agrupaciones, grupos, pero no suelen ser llamadas por directoras y directores de teatro para trabajar, solo en honradas excepciones. La presencia trans en la escena es un acto eminentemente político y que contrarresta esos discursos de odio. A todo lo que dicen que está mal, no solo les decimos que está bien, sino que, además, lo celebramos.

La obra se exhibe en el Espacio Tole Tole Teatro, Pasteur 683, CABA.


¿El homenaje es celebratorio? ¿El futuro esperanzador?

Tal cual. El teatro independiente tiene, todavía, cierto carácter emancipador, y puede darse el lujo de salirse de los dispositivos de producción masiva. Son espacios donde se puede celebrar la diversidad en todas sus formas, sin tener que pedir permiso, ni adaptarse a las necesidades de un mercado cada vez más estandarizante. El futuro siempre tiene algo de incierto, sobre todo en este momento donde hay que dar batalla todos los días para sostener nuestras prácticas. Por eso, cada acto colectivo ayuda a reivindicar nuestras posiciones frente al teatro. A mí me gusta hacer teatro no solo por lo que descubro y las preguntas nuevas que me abre cada trabajo, sino también por los grupos humanos que se arman, que la mayoría de las veces, te ayudan a vivir.

¿Cómo fue tu partida de la Patagonia y tú llegada a Buenos Aires? ¿De qué modo contrasta lo permanente con el cambio?

Mi partida de la Patagonia fue como la de cualquier adolescente lleno de sueños que viene a la ciudad a intentar cumplirlos. Al venir de un pueblo muy pequeño, el contraste fue enorme. Soy una persona que registra los cambios y se adapta rápidamente, no tengo resistencias, ni mayores problemas con el paso del tiempo y las alteraciones lógicas que se van dando en todos los planos. Es más, creo que un creador o creadora tiene que estar permeable a los procesos de transformación que se dan en el tiempo, ser testigo activo de la época en la que vive, ser contemporáneo a su época.

¿Cuándo comenzó el teatro a ser importante en tu vida?

A los seis años, cuando actúe por primera vez en la escuela. Pude detectar – con mucha claridad a esa edad – el placer que me producía jugar en un escenario mientras el público miraba y me aplaudía. Ya a los catorce creé mi propio grupo de teatro con unos amigos y de ahí no paré hasta ahora. El teatro estuvo siempre ahí.

¿De qué forma abordás tu proceso creativo al escribir y dirigir en simultáneo?

Por lo general, y hasta ahora, dirijo lo que escribo y también otrxs dirigen mis textos. Además, me han dirigido otros directores/as cuando me toca trabajar como actor. Me encantaría dirigir otros textos, espero encontrarme con alguno que me motive lo suficiente. Cada proceso creativo produce diferentes desafíos; me interesa lo que aprendo en cada uno de ellos, las preguntas nuevas que aparecen, los problemas de la escena que hay que resolver, las reflexiones que se producen a partir de encuentro con el otrx.

Por último, quisiera preguntarte respecto al presente que atraviesa nuestro ámbito cultural ¿Por qué es importante la disidencia hoy?

Tiene algo de cíclico. Cuando llegué a Buenos Aires, a fines de los noventa, los problemas que había en el circuito independiente eran más o menos los mismos: arbitrar modos de financiamiento, el sostenimiento de salas, la creación de nuevos públicos, las condiciones de trabajo para los artistas, el sustento del proyecto en el tiempo, etc. La diferencia radica en que hay gestiones que consideran al artista en sus diferentes circuitos y necesidades, y trabajan para ofrecer políticas públicas acordes para apoyar nuestras iniciativas, y otras gestiones, como lo actual, que recorta presupuestos, desestima nuestro trabajo y le baja el precio a todo lo que se ha hecho a lo largo de los años para sostener el teatro en las distintas salas que encontrás en cualquier barrio de la ciudad. Este es un presente duro para nosotros/as. Damos la pelea en nuestras salas, ponemos el cuerpo, seguimos insistiendo, pero por momento todo se pone cuesta arriba. El público, al perder poder adquisitivo, va menos al teatro, pero por otro lado, hay que pensar cómo hacemos para sostener el interés por un arte vivo tan antiguo como es el teatro. Confío en la fuerza ancestral de nuestras prácticas, en lo colectivo, como la plataforma para la salida de toda crisis y por supuesto, en la potencia de las disidencias que necesitan de la expresión para visibilizarse.

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'Mi corazón no es de piedra ni madera' es una obra escrita en el marco de la carrera de Dramaturgia que se dicta en la EMAD (Escuela Metropolitana de Arte dramático). Se encuentra dirigida por Martín Marcou e interpretada por Morena Yfrán, Facundo Tomás, y Cris Bernal Niño. Puede verse los sábados a las 21 horas en Espacio Tole Tole Teatro (Pasteur 683, CABA).

author: Maximiliano Curcio

Maximiliano Curcio

Nació en la ciudad de La Plata, Argentina en 1983. Es escritor, docente y comunicador, egresado de la Escuela Superior de Cinematografía

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