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“Nuestro teatro y nuestros teatristas son únicos en el planeta”

La dramaturga Cristina Escofet conversó con Kranear sobre su último libro, compuesto por media docena de obras de teatro interpretadas por mujeres, pero también sobre los feminismos, filosofía y el oficio de la escritura, entre otros asuntos vitales para su vida.

Cristina Escofet, prestigiosa escritora, dramaturga y profesora de Filosofía, publica, en noviembre de 2022, a través de Editorial Nueva Generación y con prólogo de Diana Battaglia, el muy recomendable libro “Travesías femeninas. Lo confesional. Lo político. Lo personal. Lo histórico”.

Seis obras de teatro que iluminan y otorgan carnadura a emblemáticas mujeres que la historia ha estereotipado o plasmado de forma falsa. Con absoluta personalidad y compromiso, la autora ejerce una mirada libre y actualizada, despojada de injustos mandatos y prejuicios del pasado, como modo de representación que se opone, con impostergable urgencia, a las estructuras de un sistema ya caduco.

A través de un espontáneo intercambio vía correo electrónico, en días donde el tórrido verano dejaba su huella en Buenos Aires, se detuvo el tiempo en aquel maravilloso instante donde mantuve esta encantadora conversación con una autora especialista en allanar caminos, ayudarnos a reflexionar e iluminar sentidos.

Cristina, te definís como feminista jungiana. ¿Qué nos podés compartir acerca de esta visión?

Gracias por la pregunta, Maxi. Intentaré ser lo más clara posible. Siento que la perspectiva jungiana me permitió una visión más integradora a mi concepción de género, como lugar en el mundo donde leerse en las diferencias, y donde la mujer, desde el punto de vista ontológico (ontología: teoría del ser), podemos decir que ha sido considerada como un sujeto degradado. De allí (estoy siendo muy breve) es que podemos entender a Simone de Beauvoir con aquello de que mujer no nace, se hace. La mujer ha sido considerada como ese ‘otro’ excluido, invisibilizado.

Luego, las feministas como Rosi Braidotti, por ejemplo, han construido una catedral de conocimientos y cruces de sentido importantes, y yo me he nutrido de todas ellas -Butler, Irigaray, Amorós,Segato, etc.- y desde luego de la gran feminista argentina Leonor Calvera, quien abrió la compuerta a la historia de las religiones y la mitología. Todo esto subvierte el modo de abordaje a la subjetividad y a mí este tránsito me cambió el modo de pensar radicalmente.

Luego está lo que vos específicamente me preguntás y paso a sintetizarte:

Lo que Jung me aporta es otra vía de acceso, en primer lugar por su articulación acerca de los arquetipos como zonas del inconsciente que operan como “comandos invisibles” sobre nuestra estructura de pensamiento y personalidad. Y su concepto de las categorías de anima (lo femenino internalizado en el hombre) y de animus (lo masculino internalizado en la mujer) me permitieron comprender que nuestra subjetividad se mueve con categorías internalizadas como energías que merecen ser tenidas en cuenta y que operan tanto en hombres como en mujeres. Una internalización negativa de lo femenino en el hombre lo empobrece tanto como una internalización negativa de lo masculino en la mujer. Y esto no tiene nada que ver con la sexualidad. Estoy hablando en términos de energías.Sí, podemos llamarlas energías,y es importante tenerlas en cuenta, más allá de la resignificación de lo femenino o lo masculino realizadas a la luz de las teorías de género. Jung me aportó un modo dinámico de abordaje, yo siento que humanizó mi búsqueda y me ayudó a alejarme de la “mirada del cazador” que tan bien desarrolló una gran feminista norteamericana como Gloria Steinem, ya de que lo que se trata es de construir una mirada circular, no vertical. No es cuestión de reemplazar un canon por otro.

Anima y animus apelan a cualidades de la energía de lo inconsciente y de lo racional. Apelan a trabajar con los dos hemisferios cerebrales. Y Jung te da la posibilidad de recuperar, por ejemplo, órdenes simbólicos como el tarot y referenciarte en los mitos y los sueños. Un camino apasionante. Una travesía: “el que conoce lo masculino pero conserva lo femenino se transforma en un ser que atrae hacia sí, a todo el mundo” (Tao Te Ching). No quisiera extenderme más. Esto lo he analizado en profundidad en mi libro Arquetipos modelos para desarmar.

¿En qué consistió “Diario de Marzo”?

Es mi diario en pandemia, donde todos los días son 20 de marzo del 2020. Es mi diario durante la pandemia, registrando un cruce entre lo cotidiano y lo filosófico, ya que lo único que hice, encerrada en mi casa -que literalmente es una biblioteca- fue leer filosofía todo el tiempo y pensar y vivir, acotadamente, siempre el mismo día, como en la película “El Día de la Marmota” -NdR: Harold Ramis, 1993-. Está publicado en la Revista Florencio de Argentores. Lo encontrás en la web.

¿Cuáles son los ejes de tu búsqueda como escritora hoy?

En parte lo planteo en la introducción a mi libro “Travesías Femeninas”. En parte no tengo idea. En parte sigo mis intuiciones. Ha habido una sobredeterminación por los temas de la historia en estos últimos años. Los años de pandemia me hicieron volver a la filosofía con pasión. Quizá haya un eje, y gira alrededor del humanismo. Los caminos del humanismo. Tengo un proyecto. Reeditar “Padre Carlos (el rey pescador)” que es mi obra sobre Carlos Mugica, (protagonizada magistralmente por Pablo Razuk, con Sol Ajuria y Miguel Ángel Gómix y una dirección impecable de Cocho Paolantonio); y alrededor de esta obra quiero construir un caleidoscopio donde leerse en el humanismo. Soy humanista.

¿Cuándo y cómo nace la idea del libro “Travesías Femeninas”?

Nace en pandemia, al compilar las obras que forman el tomo y escribir la introducción: La escritura como soporte de una travesía. Siguiendo un poco el derrotero de Avalon, como lugar sagrado (la Leyenda del rey Arturo). El prólogo es de la gran investigadora Diana Battaglia y está editado por Nueva Generación.

En “Travesías Femeninas” decís que recuperar las voces del pasado ha resultado un verdadero desafío, en tanto la historia oficial ha silenciado vida y obra de mujeres claves para comprender determinadas épocas. ¿Cuál es la obligación de quien escribe y comunica al respecto?

Toda voz “otra” es un desafío impresionante. Escuchar voces silenciadas es un entrenamiento de investigación y de intuición. Y cuando sentís que esas voces hablan, comprendés mejor sus entornos. Es como cuando llegás a un lugar que no conocés y escuchás a la gente. Entendés dónde estás parado. Con el pasado, la historia pasa lo mismo. Son traslaciones en el tiempo.

La historia del dato, del hecho, no tiene carnadura. Y cuando la recreás en la ficción te acercás bastante al testimonio. Como si de verdad así hubiesen actuado esos personajes. Es apasionante construir personajes de ficción y ver como vibran en el público.

Hablás de cuál es mi obligación como escritora. La obligación creo que es seguir lo que te dicta la búsqueda. Construir un verosímil ficcional. Como imperativo no tengo ninguno. Quizá el de creer lo que estoy escribiendo. Creer que lo que escribo es cierto. Por otro lado, escribir es un placer, no una obligación. Y en ese placer uno va conformando el oficio, pero trato de que no me gane el oficio, por eso digo que nunca me propuse ser escritora. Comprendo adónde apunta tu pregunta, y calculo que es interesante dar a conocer algo cuando uno siente que tiene algo para decir, pero lógico, previamente comienza en una. A veces sé lo que quiero decir, a veces lo voy descubriendo en el camino de la búsqueda.

Frida, Malinalli, Lucía Cullen, Mariquita Sánchez de Thompson, Trinidad Guevara, Encarnación, Fina y Feli. ¿Qué representan para vos cada una de estas mujeres que han llegado a enmendar las heridas del pasado?

Esto está muy desarrollado en el libro “Travesías Femeninas”, ya que cada obra es una suerte de posta, de mojón, en el desarrollo de mi vida personal y creativa.

Frida Kahlo (Fridas): visceralidad, instinto, inteligencia, locura vida y muerte; Lucía Cullen (Las Lucías): la piel de una generación militante de los 70; Mariquita Sánchez de Thompson y Trinidad Guevara (Sonata erótica del Río de la Plata): la osadía de ser una misma; Encarnación Ezcurra ( Yo, Encarnación Ezcurra): el genio y el instinto al servicio de una causa; Fina y Feli (Sol de noche): las mujeres de mis orígenes, el surrealismo de los universos mágicos de los pueblos de los que provengo; Malinalli, La Malinche (a través de los granos de maíz. Memorias de Malinalli): la gran astuta mesoamericana. La gran feminista, la que traiciona para salvar el pellejo una cultura que ya la ha eliminado desde la cuna.

En cuanto a enmendar las heridas del pasado, pienso que a lo mejor la única enmienda es hacer que los personajes hablen con sus heridas incluidas.

¿Por qué el pasado es una “posdata infinita”?

Lo he dicho en referencia a la historia; como en las cartas, lo importante suele estar en la postdata. Lo que se introduce como tema y no se desarrolla y despierta tu intriga, en una suerte de continuará. Y otra vez la idea de traslación en el tiempo. Y aquí se abre otra compuerta el del tiempo cronológico (cronos) y el del tiempo del no tiempo (kairos) Podría decirse que esto se comprende con una mirada cuántica y no mecánica.

Hablás acerca de escribir como soporte de una travesía al perderse en los senderos autorizados, también de la rebeldía disruptiva que debe poseer la dramaturgia. ¿El hecho de correr riesgos y salir de nuestra zona de confort nos mejora como escritores?

Nos mejora como seres humanos. Luego, la escritura va por añadidura.

¿Por qué asemejas a cada una de estas piezas como “portales de conciencia”?

Porque me han permitido mirar de otro modo. Me han acercado a zonas desconocidas. Me han obligado a detenerme, a escuchar, desde otro lugar. Los portales son lugares bisagra que te posibilitan el acceso a otros universos. Y esto está presente en un lugar, en un momento de la historia, en un vínculo. Portales, como llaves que te permiten acceder al otro lado. Portales como pozos sagrados de sabiduría. Me han posibilitado no hablar yo por ellos. Ellos me han hablado. Como te habla un amanecer que no imaginabas. Luego tu despertar es diferente. Se trata de lugares de despertar diferente. Y eso es ampliación de nuestros márgenes de conciencia.

¿Qué podés decirnos acerca de las grandes actrices que encarnaron estos valientes roles en escena?

Que son inmensas. Que son portadoras de un don de ‘mediumnidad’. Que están un poco mal de la cabeza para hacer una obra mía. Y sí. Son textos muy difíciles, muy barrocos, con varios niveles de profundidad, por momento muy reales, crudos, por momentos textos del inconsciente, oníricos, con propuestas de distanciamiento brechtiano que operan como un teatro dentro del teatro. Las nombro (y perdón si omito alguna): Ana María Casó, Roxana Randón, Gladys Ravalle, Ingrid Pelicori, Rita Terranova, Lorena Vega, Meche Fraile, Verónica Pernisa, Graciela Pal, Corina Bitshman, Carla Haffar, Stella Matute, Susana Di Gerónimo, Paula Mujica Láinez y Pilar de León.

Pero tengo que ser justa, detrás ha habido directores inmensos como Francisco Javier, Javier Margulis, Julio Piquer, Susana Nova, Andrés Bazzalo, Cocho Paolantonio, Héctor Alvarellos, Pablo Razuk. Ha aprendido mucho de ellos. Y en esa dialéctica pude comprobar aquello del anima y del animus que hemos compartido. Y sin duda, son energías muy complementarias. Yo también he dirigido mis piezas.

Agradecés en el libro a los maestros que influyeron en tu pasión por la historia. ¿Cómo nace en vos esta pasión?

Nace porque mi madre era una contadora de cuentos notable. Nace porque nací en el seno de una familia cultísima y entrañablemente lectora, porque amo los culebrones, porque la historia es la mejor novela que podés leer. Y me he referenciado tanto en Migré como en Félix Luna, o José María (Pepe), Rosa o Leonor Calvera, o María Sáenz Quesada, por ejemplo.

Por último, ¿qué opinión tenés acerca de la actualidad de nuestro teatro? 

Nuestro teatro y nuestros teatristas son únicos en el planeta. El panorama después de la pandemia se ha recuperado. Emociona ver los estrenos, el movimiento, lo vivo que está.

No opino, lo vibro, y estoy recuperando la práctica de ir al teatro. Y he visto cosas muy buenas, como “Juguete Arlterado” de Luis Sáez, “Los Laberintos de Julia” de Fernando Alegre, “Scalabrini Ortiz” de Florencia Aroldi. En obras mías, encontré muy interesantes las búsquedas escénicas de Laura Formento con “Ay, Camila”, como la de Pablo Razuk, también con “Ay, Camila” y que reestrena todo febrero en El Extranjero; así como la puesta de “Fridas” que dirigió Roxana Randón y reestrena en marzo. Pero aquí opino como espectadora, nada más. Soy una simple espectadora que cada vez que va al teatro, va como si fuera la primera vez.

author: Maximiliano Curcio

Maximiliano Curcio

Nació en la ciudad de La Plata, Argentina en 1983. Es escritor, docente y comunicador, egresado de la Escuela Superior de Cinematografía

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