Este texto trata sobre un intelectual argentino que, como Leopoldo Lugones, Jorge Luis Borges, Mariano Moreno o Rodolfo Walsh, tiene varios giros ideológicos y facetas.
Walsh, por ejemplo, fue el antiperonista que estuvo en las calles un 16 de Septiembre de 1955 festejando el derrocamiento del peronismo, pero también el que militó en Montoneros y escribió La carta para la Junta Militar. O Borges, yrigoyenista de finales de los años XX, que criticó el Martin Fierro como un mal arquetipo argentino, pero también fue el que escribió sobre orilleros y cuchilleros del antiguo Palermo que lo vio nacer. ¿Y el Alberdi que cita Milei?
Del Jardín de la República a las luces del centro
Juan Bautista Alberdi nació en el clima de los fuegos revolucionarios de 1810; por esos días se olía pólvora. Tres mañanas antes de ver la luz, un Mariano Moreno intempestivo decidía fusilar al héroe de las invasiones inglesas, Santiago de Liniers, que era parte de la Córdoba contrarrevolucionaria y que desconocía la revolución iniciada en Buenos Aires. Nació en aquel año, a unas casas del Cabildo de Tucumán, y su padre Santiago Alberdi, un comerciante vasco de ideas liberales, se sumó a la causa revolucionaria.
Tucumán fue teatro de operaciones de la guerra contra los realistas, y el mismo Manuel Belgrano llegó a parar en su casa, y conversar con Santiago y su esposa emparentada con la élite tucumana, Josefa Rosa Araóz. Por lo tanto, Juan Bautista se va criando en un clima de época en el que hay ideas políticas, convulsiones y se va gestando la Patria.
En ese suelo tucumano se declarará la independencia, en 1816.
En un crudo invierno de hace doscientos años, Alberdi emprenderá un viaje en carreta de 360 leguas de malos caminos rumbo a Buenos Aires. Con 14 años será uno de los afortunados estudiantes becados para ingresar al Colegio de Ciencias Morales – futuro Colegio Nacional Buenos Aires-, y recibirá también el apoyo del gobernador de Tucumán, un caudillo ilustrado, Alejandro Heredia.
Sin embargo, le costará adaptarse, dejará los estudios, trabajará en el comercio de un amigo de su padre, Juan Moldes, y se apasionará por la música y tocará minués en las tertulias que organizaba en su casa Mariquita Sánchez de Thompson. Luego retomará sus estudios y se recibirá de abogado en la Universidad de Buenos Aires.
El ex gobernador Juan Manuel de Rosas.
El joven idealista y romántico
Alberdi integró la generación romántica del Río de la Plata, la denominada Generación del 37´, que en términos políticos defendía las libertades públicas, la libertad de prensa, la necesidad de institucionalizar el país y consagrar los derechos del hombre en una Constitución. El romanticismo provenía de Francia y Alemania, y eran movimientos que confrontaban con las coronas, las monarquías y su poder autocrático. También rescataban lo nativo, la cultura y las tradiciones de su pueblo. El romanticismo europeo fue parte del clima cultural de las revoluciones de la década del 20 y 30 del siglo XIX, se expresó en las artes y priorizaba la pasión sobre la razón.
Esta es la primera etapa de Alberdi, idealista, a mediados de los años 30.
El romanticismo rioplatense estaba influenciado por el europeo, y era menos nativo. Emulando lo que sucedía en el viejo continente, los jóvenes románticos realizaban debates políticos en el Salón Literario, encabezado por Marcos Sastre, una librería que tenía un salón para armar tertulias literarias-políticas. Creían que para avanzar había que salir de la grieta de aquel momento: el conflicto de unitarios y federales.
Rosismo y razón materialista
La Argentina era la Confederación Argentina gobernada por Juan Manuel de Rosas, y si bien durante aquella etapa Alberdi se ubicó dentro de un materialismo, la censura y la disidencia con Rosas, generarán una ruptura irreconciliable.
Sin embargo, como cuenta en un magistral libro, Filosofía y Nación, José Pablo Feinmann, Alberdi comprende en una primera etapa que Juan Manuel de Rosas es una expresión del pueblo y alega que el caudillo “no es déspota que duerme sobre bayonetas mercenarias (…) Es un representante que descansa sobre la buena fe, sobre el corazón del pueblo. Y por pueblo no entendemos aquí, a la clase pensadora, la clase propietaria únicamente, sino la multitud, la plebe”.
Es el Alberdi de la razón historicista, es decir que trata de entender mediante la razón, las causas históricas de un pueblo, y ergo a sus líderes. No es posible, cree el tucumano, tener ideas y hacerlas encajar en la realidad, sino obrar por medio de la razón y observar la concreta realidad. Y será en esta realidad material de la Confederación rosista, en la que caudillo representa a la plebe, a la mayoría popular. Este es el Alberdi del Fragmento Preliminar al Estudio del Derecho (1837), texto en el que también comienza a entender que el Derecho no puede ser igual en todas las partes del mundo, sino que las leyes deben ser representativas de los usos, las costumbres y la idiosincrasia de los pueblos, atravesados por su cultura, religión, idioma, creencias, y que desde allí se deben generar las normas legales para dicha comunidad.
Censura y exilio
Al Juan Manuel de Rosas que gobernaba en aquel momento no le gustó nada que hubiese un espacio de debate político que estuviera bajo su control, y que aparte tuviese vínculos con el unitarismo. El gaucho de los cerrillos prohibió la salida de la revista de los románticos, La Moda, y decretó una orden de cierre del Salón Literario. Esto terminó en 1838 con el exilio masivo del grupo a Montevideo y comienza allí la etapa liberal alberdiana, la única que aparentemente leyó Javier Milei.
Alberdi será el hombre que le dará forma al andamiaje institucional argentino, y será también el gestor de la arquitectura legal, tras el golpe a Juan Manuel de Rosas. El triunfo del liberalismo tras la batalla en el Palomar de Caseros, y la salida del restaurador de las leyes, en 1852 dio paso a la organización de la Confederación Argentina que comienza Justo José de Urquiza, y en la que Alberdi será el representante de las relaciones exteriores. Redactará desde Chile y publicará Bases y puntos de partida para la organización política de la Confederación Argentina (1852), y aparte será el autor de la Constitución Nacional (aquí hallamos el perfil más liberal de Alberdi). Se trata de la etapa de “gobernar es poblar”, pero no con indios y gauchos, porque “cientos de gauchos no harán un zapatero inglés”. Lo extranjero será lo civilizado, y lo nativo o autóctono, descartable.
Milei y su liberalismo autoritario
Aquí radica el Alberdi que con mucho entusiasmo y poca lectura rescata el Presidente de la Nación Javier Milei. En los primeros meses lo citaba de manera permanente, pero el tucumano no escribió sobre economía, excepto el Sistema Económico y Rentístico para la Confederación (1853); la mayoría de sus textos son de un intelectual, un hombre del Derecho. Resulta notable indagar la lectura que tenía sobre el liberalismo nativo. Hernán Brienza lo rescata en su texto “La Argentina Imaginada”:
“Los liberales argentinos son amantes platónicos de una deidad que no han visto, ni conocen. Ser libre, para ellos no consiste en gobernarse a sí mismo, sino en gobernar a los otros. La posesión del gobierno ahí toda su libertad. El monopolio del gobierno, he ahí todo su liberalismo”.
El presidente estaría dentro de ese liberalismo autoritario, excluyente de “gobernar a los otros” más que así mismo, amante platónico de una libertad que profesa, pero no hace praxis.
Feinmann hace una distinción de los liberales nativos del siglo XIX:“El liberalismo tuvo dos alas en el siglo XIX, el ala dura (Mitre-Sarmiento), y el ala integracionista (Alberdi)”.
Es por ello que el tucumano, tras la derrota política de Urquiza, no firma la Constitución, y desde 1853 a 1859, se segrega del interior, y quedan dos territorios: la Confederación Argentina, con capital en Paraná, y el Estado de Buenos Aires, con las suculentas rentas de la aduana; el jurista Alberdi optará por el caudillo entrerriano.
No se sabe si Milei citó a Alberdi en el asado que organizó para celebrar el veto al aumento para la mínima de los jubilados.
El Liberalismo mitrista-sarmientino
Alberdi se opondrá finalmente a los ataques de Mitre cuando asole el Paraguay, en la Guerra de la Triple Alianza, y también cuando reprima al interior, al Cuyo de Chacho Peñaloza y Felipe Varela. El Mitrismo que gobernaba desde 1862, asolaba al interior, y el propio Bartolomé lo escribía en una carta a Sarmiento:
“Mi idea se resume en dos palabras, quiero hacer en La Rioja una guerra de policía. La Rioja es una cueva de ladrones…”.
Alberdi les tiraba con todo; si tomamos el registro de Félix Luna, el tucumano lo interpeló a Bartolomé Mitre: “¿Cree que el honor de una República gane mucho en que su presidente haga campañas en suelo extranjero a las órdenes de un monarca extranjero (Pedro II, emperador brasilero), contra una República hermana?”.
Y en otro texto de similar tono, acusó tanto a Mitre como Sarmiento, y les endilgó “hacer guerras de despoblación y de empobrecimiento. Han hecho desaparecer cincuenta mil argentinos. Han devastado el Paraguay”. Aquí emerge un Alberdi que observa la contradicción del liberalismo y su carácter autoritario.
Reflexión final
¿Qué liberalismo representa hoy Javier Milei, y desde qué púlpito libertariano menciona a Alberdi?
Un Alberdi recortado y que evidentemente no leyó, pero que responde a aquella cita que figura más arriba: un liberal cuyo límite de libertad es el monopolio de se propio gobierno.
El Presidente invoca al tucumano pero estaría más cerca de Sarmiento y Mitre; “La Rioja es una cueva de degenerados fiscales”, podría salir de su boca emulando al mitrismo que gobernó hace dos siglos.
La última vez que Alberdi pisó este país salió del puerto de Burdeos en 1879, para ser diputado por su provincia. Fue violentamente rechazado, y maltratado primero por el ministro del Interior D. F. Sarmiento y por Julio Argentino Roca, (un constructor del Estado- Nación, es también llamativo que lo rescate el actual Presidente, quien dijo que es el topo que viene a destruir el Estado- Nación), y por Sarmiento. Angustiado y enfermo, retornó a Francia, donde residía desde finales de la década del 40´.
Juan Bautista Alberdi murió un 19 de junio de 1884 en los Altos del Sena, precisamente en la comuna Naully-Sur Seine, y sus cenizas descansan en la casa de gobierno de su ciudad natal, San Miguel de Tucumán. Su legado es enorme, y en este texto brindamos una somera parte de su trayectoria ideológica, para repensar y reflexionar el liberalismo y su faceta excluyente y autoritaria que lejos de quedar en el pasado reflota con ímpetu cada tanto en la historia argentina; esta época no es la excepción.
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