Política Gremiales CABA

Sangre obrera en Buenos Aires

A los 104 años de la denominada Semana Trágica, el historiador Escot repasa los hechos que marcaron la huelga obrera en los talleres Vasena, y no solo la posterior represión policial, apoyada y fomentada por un sector de la política local, sino también el surgimiento de la Liga Patriótica Argentina. Similitudes con el presente.

Los hechos

En las primeras horas del 9, los huelguistas forman barricadas en las calles San Juan, Cochabamba, Oruro, Urquiza, y Rioja entre otras. Dentro del taller Metalúrgico Vasena, se hallan reunidos Sir C. Lockwood, y A. Prudam, junto a Pedro Vasena. Esto es el capital inglés junto a la oligarquía argentina. Son los socios de este taller, ubicado en el barrio San Cristóbal.

¿Qué sucedió por aquellos días? El 7 de enero los obreros de la fábrica Vasena ubicada en Pepirí y Santo Domingo, impidieron la entrada de los camiones cargados de materia prima. Un mes de reclamo sin acciones directas era suficiente. ¿Qué pedían los obreros? Usted pensará que exigían socializar y repartir las ganancias en partes iguales. No, nada de eso, fijese a la explotación sometida por el capital inglés y local. El reclamo era para reducir la jornada de 11 o 13 horas, para algunos a 8, un aumento salarial de manera escalonada, y recuperar el descanso dominical.

Aquel día 9 de enero, a las 17 horas se realizó un cortejo fúnebre al cementerio de la Chacarita, y mientras hablaba un delegado de la FORA -sindicato anarquista-, la policía y los bomberos armados, atrincherados en los murallones, balearon impunemente a la multitud, y cundió el pánico.

Respuesta de la clase dominante: balacera de la policía contra los obreros que impedían la entrada de los camiones. La refriega siguió en las calles aledañas, y dos horas más tarde, el saldo era de cuatro obreros muertos. Al otro día, Pedro Vasena propuso reunirse con delegados gremiales en el departamento de policía. La contrapropuesta al pliego de condiciones, fue un aumento del 12% del salario y reincorporar a muy pocos, del centenar de trabajadores que habían realizado huelgas durante el mes de diciembre.

Obviamente el acuerdo no fue alcanzado, y el sindicato de la FORA llamó a una huelga general. Y al día siguiente se inició el parate en la capital del país. Se unieron los tranviarios y subterráneos, y se paró el transporte.

El 10 de enero se cumplieron 104 años de aquella semana de huelga general. La Ciudad que hoy conocemos como CABA, estaba parada en sus actividades, con estado de sitio y con policías en las calles. De esta manera se iniciaba una huelga que se extendería hasta el 14 de enero.

En un contexto internacional con la Revolución Rusa -1917- en apogeo y la fundación del Partido Comunista Argentino en 1918, la prensa del establishment hablaba de comunistas, anarquistas u obreros maximalistas para descalificar el reclamo laboral. Es decir, lo importante no era discutir las condiciones laborales de explotación, -que por supuesto no iban a hacerlo- sino estigmatizar a los trabajadores y trabajadoras. Aunque ellos en las calles encontrarían el modo de impugnar el sistema.

Militando la represión

Vale la pena prestarle atención a las intervenciones de algunos diputados, reunidos en sesión extraordinaria obligados por la huelga general, planteada por los sindicalistas de la UGT, y de la FORA sindicato anarco-comunista. Es el caso del diputado electo en 1914 por la UCR Horacio Oyhanarte, abogado, nacido en Rojas, y producto de la clase media en ascenso. Gobierna el país el Partido Radical, siendo presidente Hipólito Yrigoyen, primer presidente elegido por el voto secreto, universal y obligatorio. Dijo Oyhanarte:

“Señor, no es el momento de saber si la policía tiró un tiro más o un tiro menos”.

Digamos, no importa cuánto disparó la policía y bomberos para asesinar a cuatro personas, el 7, o a casi 50, aquel 9 de enero. Es el diario La Prensa que marca 2.000 proyectiles disparados por unos 110 policías. Pero, para qué es la pregunta que se realiza el legislador. Según él, para aplaudir a las fuerzas del ‘orden’:

“Un voto de aplauso, un voto argentino, un voto macho a los conscriptos, a los vigilantes y a los bomberos, y a todos los guardianes armados del orden y de la tranquilidad pública”.

La violencia represiva de las fuerzas estatales es aplaudida, parecería que no hay correlato de estas palabras, pero el mismo Mauricio Macri podría hacerlo, si fuera legislador. Aún en otro contexto, se defendió o se felicitó a policías que dispararon por la espalda.

El Diputado conservador, Matías Sánchez Sorondo, que años después será ministro del Interior del gobierno de facto de J.F Uriburu, y abogado de la firma inglesa Standard Oil, sostuvo que:

“Señor presidente, no están en juego las clases obreras sino elementos extraños que todo lo complican (..) Allí domina el sindicalismo, (…) y detrás del sindicalismo está el ácrata y más atrás el maximalista, y ni el ácrata ni el maximalista quieren la ley.”

Para la derecha de aquel entonces, los conservadores, opositores al gobierno del caudillo popular de la UCR, Hipólito Yrigoyen, y el poder económico localaquellos huleguistas no eran los “obreros de verdad”, cuestión que se remarca en una editorial del día 14 de enero en el diario La Nación. Estas palabras tal vez, podrían ser del propio Javier Milei, o Patricia Bullrich, cuando en varias oportunidades marcan un discurso anti planes sociales, o que aquellos que cortan las calles no son trabajadores, sino delincuentes. El anti sindicalismo puede ser expresado por José Luis Espert, otro diputado, que planteó que los sindicatos son fascistas. Milei y Espert dos legisladores conservadores, que en contextos distintos, intervienen en el debate público con mensajes similares. Son libertarios, su partido es Libertad Avanza, son acérrimos defensores de la libertad del capital, esa es la única que reconoce. Como vemos terminando la década del 10´, los obreros luchando por sus derechos eran delincuentes, y con estos ejemplos de diputados actuales, podríamos decir que en el 2023 también.

En aquel entonces existían agitadores extranjeros, que había que erradicar. La operación mediática y del establishment pasaba por difundir que los “obreros de verdad” no hacen huelgas, y no tenían problemas con su salario ni con la distribución de la renta.

El odio de los chicos ricos 

Será durante la Semana Trágica, que se forma la Liga Patriótica Argentina, para combatir anarquistas, comunistas y judíos. El fundador es el almirante Manuel Domeq García y el contraalmirante Eduardo O´Connor, junto a un grupo de jóvenes de las mejores familias, se reúnen en la Confitería París, y también en Florida y Córdoba. Allí, en aquellos lugares fundan una organización dispuesta a todo, con tal que no flamee la bandera roja en las manifestaciones, y huelgas obreras.

Su presidente, un orador con facilidad para la arenga, Manuel Carlés, en su discurso dejó bien claro cuál era el concepto que tenían de aquellos trabajadores que cortaban las calles, y pararon de trabajar contra el Capital.

“Los perturbadores de las viejas ciudades los hijos sin madre y con patria mutilada, angustiados por quimeras, venidos nadie sabe cómo del extranjero, importaron los problemas de su país natal. Junto con la aftosa y el gorrión, de la Europa estrecha, agostada y pendenciera, vinieron los perseguidos del dolor social…”.

Es interesante la mirada: la aftosa, es una enfermedad que afecta al ganado vacuno, a las vaquitas argentas. Ergo, la sociedad está siendo atacada por estos hijos sin madre, venidos de una Europa pendenciera, que traen el dolor social. Así caracterizaba a los obreros inmigrantes que pelean por los derechos laborales, para esta rancia expresión de la derecha, eran una enfermedad para el país. Y termina, si, “la civilización argentina hubiera de malograrse por la acción desenfrenada del extranjerismo sectario, la providencia (…) creó la Liga Patriótica Argentina y ¡basta!”.

Ese basta, no es menor, ya que los jovencitos de familias ricas, constituidos en enero, saldrán con los colores argentinos en un brazalete, y armas automáticas a cazar obreros. Con cachiporras y culatas “ablandaban”, a obreros díscolos, y en nombre de la fe católica y de un complot de la comunidad semítica, asesinaban judíos.

Cuenta Juan Carulla, un nacionalista católico, acerca de una entrada de la Liga a un barrio hebreo: “Oí decir que estaban incendiando el barrio judío (…). Fue al llegar a Viamonte, (…) En medio de la calle ardían pilas formadas con libros y trastos viejos, entre los cuáles podían reconocer sillas, mesas y otros enseres domésticos… (y continúa el relato), (…) supe que se trataba de un comerciante judío al que se culpaba de hacer propaganda comunista”.

Un claro connato de antisemitismo se hizo presente: eran los judíos comunistas-anarquistas que propiciaban el caos en las calles argentinas.

El día 16 de enero el diario La Prensa titulaba en un artículo “La Colectividad Israelita”, en la que se marcaba como elementos extraños y provenientes de rusia, y de la agitada Cataluña, a ucranianos, rusos, polacos, estaban dispuestos a disgregarnos a la revolución socialista. Otro rasgo de aquella y esta nueva derecha, siglo XXI argenta, la xenofobia contra los inmigrantes. Para la generación del 80`, “gobernar era poblar”, los hijos de aquellos inmigrantes que llegaron para labrar la tierra, se radicaron en la ciudad para trabajar en las fábricas. Fueron “buenos trabajadores” hasta que comenzaron a exigir por sus derechos, y le pararon las fábricas la capital local.

El ejército había iniciado un triste accionar que se prolongaría en el siglo XX: ser el brazo represivo interno del capital nativo. Los políticos y legisladores conservadores habían justificado desde el parlamento el accionar violento. Los hijos de la clase más pudiente porteña, pusieron sus armas al servicio de sus intereses, y expresaron el socio racismo- que en muchos casos continúa hasta nuestros días- sobre los humildes y los trabajadores.

El 14 de enero finalmente los gremios “acordaron” y levantaron la huelga. “Acordaron”, lo expresamos entre comillas, porque las fuerzas de seguridad con aval político- pensemos represión de Diciembre 2001, con el aval de los funcionarios de la Alianza, o la muerte de Kostecky y Santillán 2002- dejaron un tendal de muertos y heridos. Algunos números reales son alrededor de 700 muertos y 4.000 heridos. El contexto de violencia callejera, de las fuerzas de militares y policías se hizo sentir. Una cosa era segura, el establishment recompuso “el orden”, y aquella semana de enero, fue trágica, corrió sangre obrera en Buenos Aires. Más de un siglo después no nos permitimos olvidarla.

author: Matías Escot

Matías Escot

Docente de Historia y aficionado a la literatura. Profesor en escuelas públicas y privadas. Creador del sitio web www.relatosdelsur.com. Participa del proyecto Pensar el Pasado en la Escuela del Futuro, en la Universidad Nacional de Quilmes.

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