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Calles, Género y Memoria

Ante la inexistencia en la comuna 5 de una calle con nombre de mujer, Agustina Crocamo y Pamela Scanio realizan un valioso análisis sobre esta omisión histórica en la Ciudad de Buenos Aires. El homenaje a la militante montonera Patricia Roisinblit y un proyecto de ley para que la nomenclatura urbana incorpore la perspectiva de género.

2 de Marzo de 2021

Por Agustina Crocamo y Pamela Scanio. Composición de la portada: Fernanda Figueroa.

A principios del año 2020, un grupo de compañeras del barrio de Boedo comenzamos un relevamiento sobre la nomenclatura de la Ciudad de Buenos Aires en general y de la comuna 5 en particular, preocupadas por la escasa presencia de mujeres en la misma. Luego de investigar y consultar en los registros de la ciudad, constatamos que de las cuarenta y cinco calles que componen el barrio de Boedo, un total de veintiocho (más del 62%) han sido nombradas en honor a varones, las demás hacen referencia a sitios geográficos o sucesos históricos y no existe ninguna calle en dicho barrio ni en toda la comuna 5 con nombre de mujer.

En cuanto a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, de las más de dos mil calles totales tan sólo 71 (3%) rinden homenaje a mujeres (solo cisgénero). La gran mayoría (61%) de las calles de CABA han sido nominadas en honor a varones. En segundo lugar (16%) se encuentra el grupo de vías nombradas como lugares geográficos. Los hechos históricos representan el 8% del total de calles, mientras que las referencias a la naturaleza ocupan el 4%. Todas estas categorías superan en frecuencia al 3% que corresponde al homenaje a mujeres cisgénero en la nomenclatura.

Además de ser pocas, las calles que refieren a mujeres cis están concentradas solo en algunos barrios de la Ciudad, muy pocas de ellas atraviesan más de un barrio, y la mayor parte tiene muy pocas cuadras, son pasajes o calles sin número. La presencia de mujeres en la nomenclatura urbana no sólo es escasa en cantidad, sino insignificante en términos de extensión territorial, lo cual hace estas calles más desconocidas aún.

Un recurso que pareciera se ha utilizado como intento de subsanar la ginopia de género (Cavalo, 2019) en la nomenclatura es la imposición de nombres de plazoletas y otros espacios verdes con nombres de mujeres cis. Nos interesa enfatizar que este recurso de ninguna manera cuenta con el mismo peso simbólico que la modificación de los nombres de las vías de la ciudad.

En primer lugar, los nombres de las calles se involucran en cualquier trayectoria de lxs habitantes de una ciudad, son las referencias necesarias para ubicarnos y movernos en el espacio. Esto otorga una pregnancia al nombre de las vías que dista mucho de la que pueden tener los espacios verdes, sobre todo las plazoletas y canteros. En segundo lugar, del total de espacios verdes con nombres en CABA, aquellos con nombres de mujeres solo corresponden al 8,5%, siendo dos tercios de los mismos espacios menores.

La misma exagerada desproporción se observa al considerar los cuarenta y ocho barrios porteños, de los cuales veintiuno (21) llevan nombre de varones, doce (12) tienen relación con sitios o lugares en un sentido amplio, cinco (5) están relacionados a un varón sin denominarse estrictamente en referencia a ellos, tres (3) tienen relación con la imagen de la virgen, uno (1) recuerda un hecho histórico, y solo uno (1) lleva el nombre de una mujer cis religiosa[1]: Villa Santa Rita.

Ante esta angustiante conclusión, entendimos que es nuestro deber y obligación como militantes -y como mujeres- poner nuestro esfuerzo en el intento de visibilizar y  confrontar dicha desigualdad. La manera en la que se delimita cada barrio y comuna tiene una explicación y una razón de ser profundamente política e ideológica. Es más, ciertas no- delimitaciones y no-menciones también lo son, por supuesto.

La iniciativa de cambiarle el nombre a la calle apunta a otorgarle una perspectiva de género a la nomenclatura urbana.

La denominación del espacio público, que pretende funcionar como reconocimiento a (supuestos) grandes personajes y hechos de nuestra historia, ha omitido sistemáticamente el rol de las mujeres cis y trans y disidencias. La centralidad de lo masculino en el espacio público representa un correlato de la división sexual del trabajo, que históricamente les ha asignado a los varones roles en la esfera de la vida pública, valorados positivamente, mientras que ha confinado a las mujeres a tareas de reproducción en la esfera privada, negando el valor de estos trabajos. Esta división binaria también opera invisibilizando la existencia de otros géneros, no cis[2].

Este ordenamiento urbano silencia el rol de las mujeres en la historia, negando su participación e implicando que la misma no ha tenido la misma relevancia que la actuación de los varones. Por otra parte, refuerza lo estereotipado y estereotipante de los roles de género, en los que la relevancia de las mujeres en nuestra nomenclatura urbana ubica a la mujer a lugares vinculados a la religión, la poesía o la medicina. Disciplinas que requieren de emocionalidad y formación científica, donde poco lugar queda para las mujeres fuertes y aguerridas.

Finalmente, la nomenclatura urbana en general y, en particular, la selección de las pocas mujeres que nominan ciertas calles de la ciudad y la gran ausencia de otras, reproduce el modelo asimilacionista que niega la diversidad cultural y lingüística de nuestro país y promueve la jerarquización y la homogeneización cultural a favor del modelo hegemónico que es el de la cultura blanca y eurocéntrica.

Desde esta perspectiva crítica hacia el androcentrismo en el espacio público, nació “Calles, Género y Memoria”, una publicación que ya está en imprenta e incluye un breve análisis sobre el espacio público como objeto de conflicto y sobre la importancia de incluir una perspectiva de género en la nomenclatura urbana, el análisis de los instrumentos legislativos con los que cuenta en la actualidad la Ciudad de Buenos Aires al respecto, un recorrido por la historia de la imposición de la nomenclatura urbana de las calles, espacios verdes y barrios de la Ciudad de Buenos Aires con una perspectiva basada en el género y en los derechos humanos, el detalle del caso de la comuna 5, un recordatorio de todas las mujeres detenidas-desaparecidas de estos barrios durante la última dictadura cívico militar, y una propuesta de proyecto de ley, a modo de conclusión, para modificar una calle en el barrio de Boedo por el nombre de Patricia Julia Roisinblit.

La militancia de la comuna 5 impulsa mucho más que el cambio del nombre de una calle.

Para quienes hemos elegido el camino de la militancia y la construcción colectiva como forma de vida dentro de un proyecto nacional y popular de país, entendemos que cada periodo histórico deja su huella en el tiempo y en las generaciones venideras. En nuestro caso, una generación en particular ha moldeado nuestra militancia y la forma en la que -desde nuestro humilde lugar- intentamos dejar una huella en la vida de quienes nos rodean. Una generación de argentinas y argentinos que dejaron su vida por la construcción de una Patria más justa, más libre y más soberana.

Patricia Roisinblit integra ese grupo de 30.000 personas que marcaron la etapa de mayor entrega y compromiso que ha visto nuestro país. Patricia, hija de Rosa Tarlovsky de Roisinblit, actual vicepresidenta de la asociación Abuelas de Plaza de Mayo, creció en Boedo, nuestro barrio, estudiaba medicina en la UBA y era militante montonera. Ella fue secuestrada junto a su hija Mariana el 6 de octubre de 1978, tenía 25 años y se encontraba embarazada de 8 meses, de un hijo que daría a luz en la ex ESMA. Aunque el bebé fue apropiado, tras 21 años de búsqueda, Abuelas de Plaza de Mayo pudo encontrarlo y restituir su identidad. Patricia, sin embargo, continúa desaparecida.

Con el correr de los meses, y el avance de la investigación y redacción del libro, vecines y organizaciones de la comuna 5 fuimos elaborando un proyecto de ley basado en todo lo mencionado previamente, que será presentado en marzo ante la Legislatura Porteña. Por medio de este proyecto solicitaremos a las legisladoras y legisladores reemplazar el nombre que lleva el pasaje Bathurst de Boedo, noble y marino inglés que fue parte de la guerra contra el Brasil, acontecimiento al que se hace referencia en  alrededor de un centenar de calles de la ciudad, por el nombre de Patricia Roisinblit.

Entendemos que una calle con su nombre no es simplemente una mención a una persona, a una militante en particular, sino un gesto político de nuestra parte en homenaje y reivindicación a esa generación en su totalidad. Se lo debemos a quienes ya no están y a lxs que vendrán. Hoy y siempre.

Para que las mujeres tengamos nuestro reconocimiento en la historia y nuestro merecido lugar en las calles de nuestra Ciudad, y para que la CABA además de tener historia sea una Ciudad con memoria, te invitamos a adherir y apoyar esta iniciativa firmando el siguiente formulario.

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[1]  A los cinco (5) barrios restantes los hemos incluido en la categoría “otros”.

[2] Como resistencia a las jerarquías de género y al confinamiento de la mujer a la casa, no queremos dejar de mencionar que la lucha de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo desde el siglo pasado hasta nuestros días ha tenido, como indica Dora Barrancos (2008), un significado de género abrumador, ya que las Madres y Abuelas, que unieron rituales domésticos y escenarios públicos, dieron un significado al tránsito entre la casa y la plaza (Barrancos, 2008: 153).

 

 

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