Entrevistas Militancia Feminismo popular
Crece la organización feminista
Fotos: Natalia Bordesio
El sábado 3 de junio, en la tercera edición de las movilizaciones de Ni una Menos, se pudo detectar algo distinto: mayores niveles de organización en torno a la lucha por los derechos de las mujeres. Kranear estuvo en la zona del Congreso Nacional y conversó con distintas referentes sobre la implicancia de esta fecha, que ya es emblemática. María Pía López, socióloga e integrante del Colectivo Ni una Menos; Juliana Di Tullio, diputada nacional por el Frente para la Victoria; y Paula Penacca, legisladora en la Ciudad de Buenos Aires por la misma fuerza, ofrecieron su testimonio y compartieron, entre otros temas, algunas consideraciones acerca de la soledad de las mujeres en la política.
Recuerdo que en la primera marcha del 3 de junio de 2015 bajo la consigna de “Ni una Menos”, mi hijo tenía alrededor de un año y yo lo llevé a upa, le puse en el cuello el pañuelo verde de la campaña por el aborto legal, seguro y gratuito. El desencadenante había sido el femicidio de Chiara Paéz, que sensibilizó a una buena parte de la sociedad. Fui hasta allá con mi madre. Ya en el subte podía verse la dimensión de la convocatoria: muchas chicas de colegios secundarios, con las caras pintadas y carteles improvisados; mujeres de diferentes edades y pertenencias sociales; trabajadoras; todas nucleadas bajo un mismo grito: VIVAS NOS QUEREMOS. Las señales de los teléfonos celulares estaban colapsadas, las calles laterales a la plaza, intransitables, miles de personas yendo y viniendo en circuitos sin dirección ni destino certero. Estábamos ahí, éramos parte de ese momento fundante, de esa explosión de conciencia y despertar de saberes todavía desarticulados y enredados. Nos encontramos con un amigo que nos dijo que era imposible acercarse más, que toda la zona estaba bloqueada. Desistimos y empezamos a caminar de nuevo para el lado de Callao. Nunca pudimos entrar a la plaza.
El último sábado me encontré con un panorama absolutamente diferente. A medida que fui avanzando sobre Avenida de Mayo para llegar al Congreso, iban apareciendo las primeras columnas de las distintas organizaciones políticas y sociales que participaron de la marcha. Mujeres organizadas, detrás de banderas que las identificaban, bombos, carteles, batucadas, megáfonos que amplificaban consignas, cancioneros ya ensayados y preparados en las semanas previas a la marcha, cordones de seguridad, la infaltable venta de pines alusivos a la fecha, intervenciones artísticas.
Llego a la columna de Ni una Menos y avizoro a la distancia a María Pía López, socióloga e integrante del Colectivo. Me acerco y le consulto si puedo hacerle algunas preguntas. Me saluda con un beso en la mejilla aunque no nos conozcamos, como las otras dos entrevistadas con las que hablaré durante la jornada. Percibo que quizás ese gesto de confianza, de cariño, se pueda leer en el contexto de un momento de sororidad, de comunión entre nosotras, de sentirnos parte de una misma red y una misma lucha.
Le pregunto a María Pía: en el primer Ni una Menos hubo una convocatoria que interpeló a amplios sectores de nuestra sociedad, donde confluyeron demandas que quizás no estaban del todo claras, que terminaron enlazadas con sentidos y construcciones más punitivistas. ¿Qué evolución ves hoy, después de estos dos años?
La movilización partió de la Plaza de los Dos Congresos y finalizó en Plaza de Mayo.
"Yo creo que indudablemente lo que se dio es una ampliación de las fuerzas organizadas, porque lo que fuimos viendo es que muchos grupos pequeños en barrios, lugares de trabajo, se fueron organizando durante estos dos años para dar estas luchas a nivel territorial. Eso no existía antes. Por otra parte, en las estructuras más tradicionales, de sindicatos y partidos políticos, se fueron reforzando los frentes de género. La marcha del 3 de junio de hace dos años era casi exclusivamente de gente suelta, porque además la convocatoria había tenido mucho impacto mediático. Esta es hoy una marcha del feminismo organizado. También es una situación interesante para medir la densidad de esa organización en el sentido en que no estamos llegando a esta marcha con un crimen horroroso la semana anterior, que es lo que en general moviliza, porque la gente se angustia mucho y decide salir a la calle aunque no tenga un activismo concreto. Si bien hubo femicidios, acaba de haber uno en Córdoba, ninguno tuvo esa resonancia mediática y social, por lo cual no me imagino que vengan muchas personas que no estén con un trabajo militante sobre su propia subjetividad y cuerpo".
Es que efectivamente ese era el clima de la movilización. El empoderamiento que busca el feminismo también se vincula con la posibilidad de comprender cómo más allá del impacto que está en el orden de lo visceral y la sensibilidad del horror que producen las muertes de mujeres en razón del género, por qué se producen esas muertes, llegar a la instancia de problematizarlas, de vislumbrar que el femicidio es el punto más extremo y más visible de una cadena de desigualdades y discriminaciones que tiene como cuna nuestra cultura. Todo es una construcción social, repiten como mantra los sociólogos. Y el Patriarcado también lo es. Pero toda construcción puede deconstruirse. Cuando el Estado se ausenta, es la calle y la movilización popular la que empuja e impulsa la transformación. Y ahí está el verdadero empoderamiento: mujeres organizadas que se encuentran para exigir una vida libre de violencias pero con consignas claras y contundentes que dan cuenta de que detrás de estos terribles crímenes, detrás de exigir que vivas nos queremos y que ni una menos, hay un relato histórico que va tejiendo las desigualdades, que nada es natural ni dado.
¿Qué permite, acaso, la explosión de esa conciencia? ¿Qué ocurrió para que el tema de género se instalara tan fuertemente en la agenda social y política? Paula Penacca ensaya una respuesta: "Yo milito hace muchos años y esta es la primera vez que la cuestión del género se construye como una representación política. Esto nunca se asumió tan de conjunto por todos los espacios políticos y nunca estuvo tan instalado en la agenda mediática y general de nuestro país. Me parece que eso tiene que ver con que en primer término, y acá hay que hacer un reconocimiento muy grande, siempre hubo sectores que impulsaron esas banderas. En segundo lugar, me parece que en los últimos doce años hemos tenido un avance muy profundo en términos económicos, de acceder a otros derechos, que permiten el surgimiento de nuevas demandas que pueden constituirse mejor cuando está resulta la situación económica y algunos aspectos de la vida más urgente. Pero además ha habido política pública impulsada desde el gobierno, sobre todo en el de Cristina Fernández de Kirchner, que puso en discusión la cuestión de los derechos de las mujeres que habían sido vulnerados durante tantos años. Ese doble componente, de la lucha histórica más un proyecto político que reconoce esos derechos y los garantiza, que desde el Estado asigna presupuesto, ha permitido que estalle el tema en la agenda pública general".
Ahora bien, ¿qué sucede en esta nueva instancia, cuando el tema comienza a penetrar en las organizaciones políticas? ¿Cómo es la soledad de muchas mujeres dentro de la política? Tanto Juliana Di Tullio como Penacca nos hablan de su experiencia: "Desde lo personal siempre hubo una soledad y una perseverancia también. Cuando las mujeres nos insertamos en un mundo que socialmente es reconocido como un mundo de hombres, tenemos que plantarnos y defender esa bandera. Por más que hoy formalmente no haya un reconocimiento y no hayamos logrado la paridad en la representación, hay discusiones más instaladas, cosas que son más respetadas, y de a poquito los compañeros van aprendiendo y haciendo lugar a eso para que nuestras reivindicaciones se asuman como del conjunto de la sociedad y del conjunto de la militancia", plantea Penacca. Por otra parte, Di Tullio (quien fuera jefa del bloque de diputados del FPV entre el 2013 y el 2105), agrega: "Fue muy difícil, porque el espacio político al que pertenezco, el Peronismo, es un espacio que todavía es machista y misógino. Hay un error conceptual, filosófico, cultural, que es que la conjunción del peronismo y el feminismo es un oxímoron, yo peleo contra esa idea hace más de 25 años, y creo que las dificultades que tenemos son inherentes a este error de concepción que todavía conserva una buena parte de nuestro espacio político, al que le es difícil ser conducido por una mujer. El feminismo es revolución, y no hay manera de poder generar una sociedad más igualitaria sin justicia social, que es una de las banderas centrales del Peronismo".
Ya son tres las ediciones de la masiva movilización del 3 de junio.
Atrás los bombos sonaban fuerte, el repique, esta vez de las mujeres, se hacía sentir en toda la movilización. Poco antes de las 6 de la tarde, las columnas empezaron a avanzar en dirección a Plaza de Mayo. "Tu, tu machismo oprime y eso es cultural / tu machismo mata y eso es real / la justicia es cómplice te lo decimos", al ritmo de Despacito, se convirtió en el hit de la jornada. Las consignas y carteles por la libertad de Milagro Sala, presa política del gobierno de Morales en Jujuy se observaron en distintos lugares de la marcha. En ese sentido, Penacca dijo: "La expresión más contundente del patriarcado y de la violencia machista hacia las mujeres es la prisión arbitraria, el secuestro, de Milagro, entre otras cosas por ser mujer, negra, colla, y por haber organizado y dignificado al pueblo humilde de Jujuy. Reivindicar su libertad y en ella expresar la necesidad de que todas las mujeres seamos libres, es lo más importante que tenemos que hacer en esta etapa".
Lo mismo sucedió con las reivindicaciones por la libertad de Higui, una mujer presa por defenderse de un intento de violación correctiva de un grupo de varones y por matar a uno de sus agresores. Tanto la figura emblemática de Milagro, como la de Higui se destacaron en representación de la violencia estatal que se descarga sobre todas las presas en la Argentina.
La columna de la campaña por el aborto seguro, legal y gratuito, mostró un enorme despliegue con cientos de mujeres que acompañaron con sus tradicionales pañuelos verdes. La despenalización del aborto es ya un reclamo histórico que encuentra hoy un contexto muy adverso para ser llevado adelante. Durante el kirchnerismo tampoco se logró aprobar el proyecto, y en relación a esto, le consultamos a la diputada Di Tullio, acerca de cómo lidió en lo personal y en lo político con la convicción de que sin aborto legal, seguro y gratuito no alcanzaremos la justicia social para todas las mujeres, en relación a la postura crítica que mantuvo la entonces Presidenta Cristina Fernández de Kirchner sobre el tema.
"Hablé con Cristina sobre el tema y lo que me dijo es que me garantizaba que no lo iba a vetar si se aprobaba, ella tenía una posición contraria a la mía y a la de muchos diputados y diputadas, pero más de la mitad de mi bloque estaba en contra. En términos de formación política, yo no pongo en el recinto ningún proyecto que se pierda, y mucho menos el aborto, porque significaría un retroceso muy grande. Cuando no construís el número suficiente, es preferible seguir discutiéndolo. Cristina no se metió en la discusión parlamentaria, tampoco la acompañó, lo que hubiera sido una buena manera de aprobarlo. También se presentó otra realidad: un Papa recientemente elegido que era argentino. En ese contexto, traté de sumar voluntades, pero nunca llegamos al número necesario para votarlo. Son las cosas de la historia y de la coyuntura, a mí me apena muchísimo, porque creo que nos faltó muy poco para llegar".
Alrededor de las 6.30, desde el escenario montado de espaldas a la Casa Rosada se leyó un extenso documento consensuado por las distintas organizaciones en una instancia asamblearia previa. Al preguntarle a una de sus organizadoras, María Pía López, por qué marchábamos, me contestó: "Marchamos contra la violencia machista y estatal, por todo el pliego de reivindicaciones del primer 3 de junio, porque todo eso sigue todo en pie, seguimos en el mismo punto, y agregamos un conjunto de reivindicaciones que tienen que ver con el empeoramiento de las condiciones de vida de las mujeres y con políticas públicas que tienden a la exclusión y a la pérdida de derechos". Todo ello se plasmó en el documento, en el que se hizo especial énfasis en la responsabilidad del Estado en la inacción en la protección de las mujeres, por el desmonte progresivo del programa de Educación Sexual Integral, y por las muertes de mujeres provocadas por la realización de abortos clandestinos.
Una vez más el grito fue claro y certero: ¡Ni una Menos, Vivas nos queremos! Hoy, más que hace dos años, un grito rabioso y visceral, pero cargado de contenido. El feminismo en la Argentina cuenta con la victoria de que existe una verdadera revolución horizontal que mueve subjetividades y motoriza organización.
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